10/11/23

Álvaro Mutis. Nocturna


Álvaro Mutis. 
Nocturna.
Edición y prólogo de Gonzalo García Barcha.
Zalipoli. Libros del Kultrum. Barcelona, 2023.


La noche desciende por la sierra,
se abre paso entre pinares y robledos,
con sigilo se establece alrededor del edificio,
se hace más densa, más presente a cada instante,
acumula sus fuerzas, agazapada, preparándose
para la contienda que la espera. Pone cerco
al Palacio Monasterio, por sus grises muros
repta una y otra vez y en vano intenta
tomar posesión del Real Sitio. Exhala entonces
su obstinado bismuto, destila sus alcoholes
funerales, extiende su grasiento sudario
de hollín y siempreviva y apenas logra,
tras porfiar con ciega energía, instalar
su tiniebla en los jardines, demorarse
en la galería de los convalecientes
y resistir por cierto tiempo en los patios,
poca cosa. Entretanto, por obra de la nocturna
brega sin sosiego, ocurre la insólita sorpresa:
los muros, las columnas, las fachadas, los techos,
las torres y las bóvedas, la obra toda adquiere
esa leve consistencia, esa alada ligereza
propias de una porosa substancia que despide
una láctea claridad y se sostiene en su ingrávida
mudanza frente a la vencida sitiadora
que cesa en su estéril asalto.
Por breves horas, entonces, el sueño del Rey
y Fundador recobra su prístina eficacia,
su original presencia ante la noche,
contra los ingratos hombres y el olvido.

Es uno de los “Cuatro nocturnos  de El Escorial” que forman parte del espléndido volumen que acaba de llegar a las librerías con una recopilación de los poemas nocturnos de Álvaro Mutis.

Nocturna es el título del libro con el que Libros del Kultrum, en coedición con la editorial mexicana Zalipoli, rinde homenaje a Alvaro Mutis en el centenario de su nacimiento.

Lo abre un prólogo en el que Gonzalo García Barcha, hijo de Gabriel García Márquez y responsable de la edición, evoca la presencia amistosa y casi familiar de Mutis, entre México y París, a lo largo de su infancia, su adolescencia, su época universitaria y su madurez. Cierran ese prólogo estas palabras: “¿Cómo no rendir homenaje, por medio de este recuento de sus Nocturnos, a quien contribuyó tanto a darle sentido a la noche? En el centenario de su nacimiento, ponemos este pequeño libro en manos del lector, y rendimos tributo a aquellos que nos enseñaron que la poesía anda suelta a nuestro alrededor. Que las obras de todas las artes son meras herramientas para capturarla viva. Que está al alcance de cada uno de nosotros y que no es patrimonio exclusivo de nadie, sino que existe para que la utilicemos como un bálsamo cotidiano.”

Poeta poderoso que supo sintetizar en su obra el impulso narrativo y la hondura lírica, la potencia verbal y la sutileza de la imagen, de la poesía de Mutis dijo Octavio Paz que es el resultado de “una alianza de esplendor verbal y decadencia de la materia.”

Los poemas de esta antología temática, un recorrido por itinerarios nocturnos e iluminaciones aurorales, se han extraído de cuatro de sus libros: Los elementos del desastre, Los trabajos perdidos, Crónica regia y alabanza del reino y Un homenaje y siete nocturnos. 

De ese último libro es “Nocturno en Valdemosa”, una evocación de Chopin que termina con estos versos:

La tramontana se aleja, el viento calla 
y un sordo grito se apaga en la garganta del insomne. 
Al silencio responde otro silencio, 
el suyo, el de siempre, el mismo 
del que aún brotará por breve plazo 
el delgado manantial de su música 
a ninguna otra parecida y que nos deja 
la nostalgia lancinante de un enigma 
que ha de quedar sin respuesta para siempre.

En esta breve e intensa antología se resume el mundo poético de Mutis a través de temas vertebrales que recorren el resto de su obra: la incertidumbre de los destinos humanos, la mirada elegíaca hacia el tiempo destructor, el fatalismo ante las derrotas en medio de un mundo en ruinas, el enaltecimiento del pasado y  las iluminaciones en la oscuridad.

Enumerativos y de largo aliento, sus versos de desarrollo en espiral, en los que a la potencia verbal se suma la armonía rítmica, no son sin embargo suficientes para impedir la victoria final del silencio y el olvido que se lamenta en el Nocturno V:

Largas horas me quedo contemplando el ir y venir de embarcaciones de toda clase:
majestuosos buques cisternas pintados de naranja y azul celeste,
graves caravanas de planchones cargados con todo lo que el hombre consigue fabricar,
y que el pequeño remolcador empuja mansamente a su destino, mientras bregan sus hélices
en un desaforado borboteo cuya estela se pierde en la oscuridad;
navíos que llegan de las islas con la pintura desteñida y huellas de hollín y desventura en los puentes de mando;
barcos de rueda que intentan copiar, sin conseguirlo, los altivos originales de antaño,
y ese viejo vapor de quilla recta y esbelta chimenea a punto de caer por obra del óxido feroz que la combate.
Escorado, enseña sus lástimas y se va deshaciendo con la pausada resignación de quien vivió
días de soberbio prestigio entre los hombres que lo dejan morir sin evitarle la impúdica evidencia de su ruina.

Porque la conciencia de la temporalidad es seguramente el eje que organiza la obra toda de Álvaro Mutis, no sólo su poesía, también todo el ciclo novelístico de Maqroll el Gaviero, el personaje central al que definía así en una carta a Elena Poniatowska: “El gaviero es el tipo que está allá arriba en la gavia, que me parece el trabajo más bello que puede haber en el barco. Allá entre las gaviotas frente a la inmensidad y en la soledad más absoluta, Maqroll es la conciencia del barco. Los de abajo son un montón de ciegos. El gaviero es el poeta, es el que ve más lejos y anuncia y ve por todos.”

El magnífico texto de la contraportada lo firma Mateo García Elizondo, que afirma en él que “a lo largo de su vida, Alvaro Mutis fue empleado en relaciones públicas, vendedor itinerante, escritor de novelas de aventura, poeta de la errancia y del mar, reo en el Palacio Negro de Lecumberri por «delitos líricos y gastronómicos», apasionado de la historia, y un irredento jugador de billar. «Un poema tiene que ser como una carambola», llegó a decir, «uno golpea la bola que va a arrancar, y con ella golpea las otras dos de forma armónica, y ya. Eso es un poema»
Aquí se recogen los cantos que le compuso entre duermevelas e insomnios febriles a ese manto oscuro que se debate con la luz de las lámparas, apoderándose del día y arropándolo todo, y detrás del cual se revelan los contornos de un paisaje a veces vertiginoso, a veces sombrío, pero casi siempre cómplice y acogedor.
Con la lucidez que otorga la noche, Mutis evoca en estas páginas los vientos inhóspitos, la lluvia sobre los cafetales, el silencio de un espejo que ve todas las intimidades, y los ríos que arrastran navios oxidados, dejando por su paso estelas de vapor. Por ellas desfilan santos, reyes y generales, desfila el tiempo que lo conquista todo, que atrae al destino y arrasa con la más gloriosa existencia, salvo la de la noche que regresa, siempre cambiante, pero idéntica a sí misma desde que el mundo tiene memoria.”


Santos Domínguez