Andrea Marcolongo.
El arte de resistir.
Lo que la Eneida nos enseña
sobre cómo superar una crisis.
Taurus. Madrid, 2023.
La Eneida no es un poema para tiempos de paz. Sus versos no son propios de un momento en el que las cosas transcurren sin tropiezo. Cuando todo marcha bien, la Eneida no puede ser más que un aburrimiento mortal (y menuda suerte la de los que, a lo largo de los siglos, han gozado del lujo de bostezar con sus hexámetros). Por desgracia, el canto de Eneas está destinado al momento en el que experimentamos la urgencia de tener que orientarnos en un después que nos aturde porque es distinto del antes en el que siempre hemos vivido. Por decirlo con el lenguaje de los partes meteorológicos: la Eneida es la lectura calurosamente recomendada cuando uno está en medio de una tormenta y, además, sin paraguas; en los días de sol sirve para muy poco o para nada.
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En el fondo, resulta natural. En tiempos de paz y de prosperidad, pedimos a Homero que nos enseñe lo que es la vida: justamente reclamamos algo más que una monótona serenidad en la que ir viviendo.
Sin embargo, con cada revuelta de la Historia el lector se apresura a dejar encima de la mesilla la Ilíada y la Odisea, y corre a buscar en la estantería la Eneida. Nuestro único impulso es el miedo y la necesidad desesperada de sobrevivir: nuestro auriga invisible ya no se plantea el problema de hacia dónde conducir el carro, sino el de cómo volver a ponerlo en pie después de haber volcado violentamente dejando cojos a los dos caballos.
¿Por qué no se nos ha dicho nunca esto acerca de la Eneida? En tiempos de guerra, no se elaboran, desde luego, exquisitas ediciones críticas. Y, en tiempos de paz, lo único que se quiere es seguir adelante, olvidar.
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La Eneida empieza sobre unas ruinas, las de Troya, y no hace más que desmantelar lo que creemos desear y sentir mientras estamos sentados sobre las nuestras. El miedo, sobre todo. Eneas sufre, sufre en cada uno de sus actos y, sin embargo, parece inmune al chantaje de la angustia. Justo donde nosotros nos quedamos consternados —y con toda la razón—, él sigue adelante y no deja de avanzar.
En esos párrafos que resumen la lección de la Eneida está la clave de El arte de resistir, de Andrea Marcolongo, que publica Taurus con traducción de Juan Rabasseda y Teófilo de Lozoya.
La lección de Eneas era el título de la edición original italiana de este libro subtitulado Lo que la Eneida nos enseña sobre cómo superar una crisis. Como en sus anteriores La lengua de los dioses, La medida de los héroes y Etimologías para sobrevivir al caos, publicados en España también por Taurus, Andrea Marcolongo busca los nexos que unen el mundo clásico y el actual, el mito y el presente en una tarea que recuerda la figura de Jano bifronte, el dios cuyas dos caras miraban simultáneamente al pasado y al futuro.
La lectura contemporánea -salvo que toda lectura es inevitablemente contemporánea- de Virgilio que hace Marcolongo en este libro arroja una luz sobre el presente del lector y confirma la actualidad que define a los clásicos, que son nuestros mejores contemporáneos. Y por eso, afirma la autora, “lo que cuenta la Eneida no es la historia de Roma ni de Eneas. Es la historia de un hombre. No del hombre antiguo, sino la del hombre contemporáneo, incluso la del hombre futuro, si se nos diera la posibilidad de saber algo sobre él.”
Sin la fuerza de Aquiles ni la astucia de Ulises, Eneas es el héroe sin rostro que sale derrotado de una Troya en llamas con su padre a cuestas, el hombre que resiste y vaga por el mar en busca de un nuevo comienzo en la tierra prometida donde fundará la nueva patria, la Roma futura.
La esperanza inagotable, la superación del dolor, la necesidad constante de reconstruirnos ante la desgracia, la audacia y el valor frente a la adversidad, las profecías y el destino o las dos puertas del sueño son las lecciones que nos deja Eneas en una obra mitad Odisea, mitad Ilíada, en su presente antiguo que tiene un intermedio en el episodio de los amores con Dido en Cartago.
Estas frases resumen el sentido de la lectura que propone Andrea Marcolongo de la Eneida en su ensayo, que es un magnífico recorrido por la selva intrincada de los hexámetros virgilianos y una muy recomendable guía de lectura por el poema fundacional de la identidad histórica y literaria de Roma:
Ser Eneas significa solo una cosa. A la destrucción, responder: reconstrucción. Esa es su lección.
En síntesis la de la Eneida es la historia del ser humano como tal, con todo el cansancio que se le exige para vivir y para serlo, y que, aun así, combate, insiste, no desiste, y casi siempre derrocha cuanto tiene para seguir siendo el hombre que es.
Eneas es cualquier cosa menos un hombre que se ha rendido.
Santos Domínguez