Francisca Aguirre.
Prenda de abrigo.
Prenda de abrigo.
Edición y prólogo de Guadalupe Grande.
Olé libros. Valencia, 2019.
“Porque un libro, señores, es una prenda de abrigo”, escribía Francisca Aguirre en Nana de los libros viejos. Y de esa expresión toma su título la antología Prenda de abrigo, que publica Olé libros en su colección Vuelta de tuerca.
Ha cuidado la edición Guadalupe Grande, que en su prólogo matiza que “un libro es una prenda de abrigo hecha de tiempo y de palabras” y añade que “esta selección de textos proviene de una conversación. La larga y aún hoy no interrumpida conversación que mi madre y yo sostuvimos. Y sostenemos y que también nos sostuvo a ambas. Juntas reunimos hace unos años estos textos pensando o entonando no la cronología que impone el calendario, sino la conversación que revela la vida. Elegimos las prendas de abrigo que obstinadamente la habían acompañado desde Ítaca hasta Historia de una anatomía: el amor por la palabra y la admiración y gratitud hacia quienes la precedieron en el oficio de la poesía; la fundación mítica de la existencia; el misterio consolador de la música; los claroscuros del vivir; la infancia, ya fábula de fuentes. Ahora, en esta vuelta de tuerca, al retomar intacto el diálogo con mi madre, recupero y acreciento aquella conversación.”
Como el resto de la obra de Francisca Aguirre, Prenda de abrigo es un manifiesto contra el olvido y la intemperie y a favor de la vida y la imaginación, una reivindicación de la memoria personal y colectiva de un tiempo de tinieblas del que fue víctima y testigo, porque esa es la columna vertebral de su poesía, alimentada de su experiencia vital y de su testimonio moral, con la guía de un faro inextinguible, Antonio Machado, al que evocaba en un encuentro imposible entre la niña y el maestro en Frontera, un poema de Los trescientos escalones:
Yo, que llegué a la vida demasiado pronto,
que fui -que soy- la que se anticipó,
la que acudió a la cita antes de tiempo
y tuvo que esperar en la consigna
viendo pasar el equipaje de la vida
desde el banco neutral de la deshora.
Yo, que nací en el treinta, cuando es cierto
-como todos sabéis-que nunca debí hacerlo,
que hubiera yo debido meditarlo antes,
tener un poco de paciencia y tino
y no ingresar en este tiempo loco
que cobra su alquiler en monedas de espanto.
[...]
Llegué, tal vez al mismo tiempo que él
pero en distinto tiempo.
No lo supe.
(Oh tiempo miserable e injusto.)
Estuve allí -quizá lo vi-.
Pero era tarde.
Yo era pequeña
y tenía sueño.
Don Antonio era viejo
y también tenía sueño.
(Señor, qué imperdonable:
haber nacido demasiado pronto
y haber llegado demasiado tarde.)
Una poesía concebida como camino de regreso a la infancia, como celebración de la vida y como una larga conversación con los demás y consigo misma acerca de la fragilidad y la fuerza, de la humillación y la dignidad, de la piedad y la memoria, de la injusticia y la resistencia. Conversación que culmina siempre en la afirmación del "escándalo deslumbrante de la vida", "esta terrible vida a la que amamos tanto", como en este texto de Una larga dolencia (2018):
Entran el sol y la vida en mi salita y todo lo que veo son latidos: late la luz iluminando el tiempo y late el tiempo coloreando el alma, un alma pequeñita, tan pequeña como la niña que entró en la habitación cuando en la habitación no había nadie, cuando tampoco había nada: solo el sol barnizando las paredes.
Y así, desde Ítaca hasta Una larga dolencia, Prenda de abrigo resume un recorrido por medio siglo de poesía marcada por la memoria y por "esa forma de conversación con la memoria y los sueños que es el libro", como explica Guadalupe Grande en el prólogo, que se cierra con este párrafo:
"Una prenda de abrigo, todo en la vida de Francisca Aguirre tiene que ver con el deseo de que la palabra sea el abrigo contra la intemperie: el habla de la memoria, la palabra hecha de amor, la palabra concebida como amistad, la palabra hecha de música, la palabra como recordatorio de un sueño. Nada sucedió en su vida que no tuviera alguna otra razón que el encuentro, el diálogo con la fraternidad, la razón última de los seres que se reúnen en conversación discrepante y armónica frente a la intemperie para abrigarse unos a otros con la última y primera necesidad y causa de la palabra: la dignidad. Espero que la conversación con estos poemas sea también para los lectores cómplices una prenda de abrigo."
Santos Domínguez