10/4/19

Uslar Pietri. El camino de El Dorado


Arturo Uslar Pietri. 
El camino de El Dorado. 
Drácena. Madrid, 2019.

Pero ya mira los duros ojos de odio con que sus hombres lo cercan. Ya arde la mecha de un arcabuz. Se enciende la de otro. Levanta el pecho flaco y la cabeza alborotada. 
Suena un disparo. Le da en el brazo: 
—Éste es malo —dice con desprecio e ira. 
Suena otro. El mundo se le va. Mientras cae, murmura: 
Éste sí es bueno… 
Todos se detienen sobrecogidos. Custodio Hernández, se adelanta silencioso, saca la daga y comienza a cercenarle la cabeza por el cuello. El cuchillo cruje en los huesos. 
Cuando Custodio Hernández se levanta, los otros se abren para hacerle calle. Va hacia la puerta, por donde entra la luz del día. Lleva de la mano, colgada por los cabellos, casi a ras del suelo, la cabeza del tirano, como un farol apagado.

Con ese violento final cierra Arturo Uslar Pietri El camino de El Dorado, su novela sobre la expedición amazónica de Ursúa en 1560 hacia el reino de los Omaguas en busca del mítico El Dorado y sobre la rebelión de Lope de Aguirre. 

Había empezado como un viaje esperanzado a la utopía de un nuevo paraíso: 

En todas las chozas, a ratos, como una chispa, se iluminaba en los ojos el nombre de El Dorado. 
Pedro de Miranda, el mulato, era el que hablaba en el fondo de la cabaña oscura entre los apiñados rostros febriles que lo oían: 
—Toda la ciudad es de oro. Las paredes, los techos, las calles. Tienen ídolos tamaños así como yo, todos de oro macizo. Y es grande como Sevilla, con sus torres y sus puentes. El Dorado, que es el rey, anda cubierto de polvo de oro y reluce como una onza nueva. Todo se mira amarillo de oro. Todo es de oro. De noche dicen que relumbra como las brasas de un brasero. 
—Pero ¿quién lo ha visto? ¿Quién lo ha visto? —preguntaba por entre la sombría barba un rostro de ojos ardientes.

Y acabó convirtiéndose en un itinerario hacia el infierno de la violencia a través de una naturaleza hostil y agresiva. Entre aquella esperanza inicial y el desenlace trágico, la aventura se transformó en un camino de perdición, de degradación y muerte, de intrigas y matanzas.

Uslar Pietri la fechó en Nueva York en 1947 y la publicó ese mismo año, mucho antes de que Sender abordara en La aventura equinoccial de Lope de Aguirre el mismo tema que William Ospina retomó recientemente en su magnífico Ursúa. Un argumento llevado al cine por Herzog en Aguirre o la cólera de Dios y por Saura en El Dorado. 

Escrita con una potencia narrativa y una tensión sostenida que está a la altura de los hechos, Uslar Pietri compuso la novela con respeto a la realidad histórica reflejada por los documentos que tratan las circunstancias de la expedición y la estructuró en tres partes que corresponden a los tres espacios de la travesía: El río, La isla y La sabana. 

El Amazonas, la Isla Margarita y los llanos de Venezuela son los tres paisajes en los que se manifiesta la naturaleza exuberante y hostil de la selva y el río, el marco en el que se desarrollan las crueldades de la lucha por el poder, movidas por la desmesura y el valor, la ambición, la codicia y la locura de un Lope de Aguirre que, sublevado contra el rey, sembró el terror entre los suyos, que lo acabaron ejecutando tras un proceso de degradación personal y de desaliento progresivo hasta su derrota final.

Narrada en un presente histórico que acerca los hechos a la mirada del lector, El camino de El Dorado es una novela de excepcional calidad con la que Drácena sigue recuperando la obra narrativa de Uslar Pietri. 

Al frente de esta edición se ha colocado el prólogo del autor que figuraba como introducción de las Fábulas y Leyendas de El Dorado, donde Uslar Pietri afirmaba que este:    

Fue el episodio más trágico y heroico de la larga querella del conquistador contra la corona y, al mismo tiempo, se inscribe en la larga historia del la búsqueda de El Dorado. 

Mito tan poderoso y duradero no puede verse como el fruto de una fantasía pasajera o de una fiebre de oro inagotable. Revela mucho más y es necesario tratar de entenderlo para comprender mejor el oscuro y fecundo proceso de la creación del Nuevo Mundo.  

Santos Domínguez