Jordi Esteva.
Socotra.
Atalanta. Gerona, 2016.
Hace cinco años, Jordi Esteva publicaba en Atalanta un espléndido libro: Socotra, la isla de los genios, que era el resultado de su experiencia en esa isla anclada en el Índico, al sudeste de la Península Arábiga, a la salida del Golfo de Adén.
Un lugar mágico poblado por una fauna de otra época, de un tiempo mitológico en el que los griegos tenían esta isla como patria del Ave Fénix. Un lugar en el que crece una vegetación no menos mitológica de la que forman parte la mirra, en cuyas brasas ardía aquel pájaro inmortal, o el incienso de los ritos y las momias faraónicas, o el drago, el árbol de la sangre del dragón cuya savia roja usaban los gladiadores para embadurnarse los músculos. O el áloe que buscaba Alejandro porque cicatrizaba las heridas del combate.
Un lugar como ese, con bosques de incienso sobre los que vuela el ave Roc de Las mil y una noches, solo puede describirse dosificando adecuadamente, como hace Jordi Esteva, la fantasía y la realidad, la historia y la ficción.
Esa mezcla difusa estaba también en las abundantes y magníficas fotos -Esteva es fotógrafo además de escritor- que reflejan con una luz casi irreal, con la luz tenue del sueño, su mirada a una isla sagrada para los griegos, porque en ella había erigido Zeus su propio templo y en sus cumbres había tenido su trono Urano, el dios primordial, abuelo de Zeus y padre de Cronos.
Entre el sueño y la realidad, entre África y Asia, entre la historia y la leyenda, entre la geografía y la literatura, entre la biología y la magia, Jordi Esteva relataba así un viaje a la infancia del mundo y al paisaje de las llanuras de Caín, un viaje que transforma la mirada y la sensibilidad del viajero, que vuelve siendo otro.
Cinco años después Jordi Esteva publica en la misma editorial un nuevo volumen, Socotra, que es el resultado de varios viajes de regreso a aquella isla, porque, como explica en su introducción, “pasados unos pocos años me invadió la nostalgia. Recordaba los espacios abiertos, la extraña vegetación, las montañas de granito que se elevaban como dedos suplicantes hacia el cielo. Echaba en falta el dormir bajo las estrellas junto a aquellos pastores que aún estaban en contacto con un mundo primigenio. Pero sobre todo quería visitar a los personajes que ya conocía. Durante mis viajes había ido fraguando amistad con los jeques de las montañas y sus familias. Quería volver a escuchar, alrededor de un fuego, las historias de animales fabulosos y de yins. Tenía ganas de volver a fotografiar, pero esta vez me decidí a rodar al mismo tiempo una película. Naturalmente en blanco y negro, siguiendo la estética de las fotografías ya realizadas. Me acompañaron Abdul-raooq Abdullah y su tío Ahmed Ben Afrar, hijo póstumo del último sultán de Socotra. Y viajé tres veces más a la isla. Feliz. Filmando y fotografiando.”
Y así, si en aquel libro tenía más peso el texto que las imágenes, en este hay un mayor despliegue gráfico que lo convierte en un libro visual sobre los paisajes de la isla y sus pobladores, en un álbum espectacular que completa un DVD con la película Socotra, que rodó el viajero, fotógrafo y escritor Jordi Esteva en blanco y negro, con la misma estética que se desprende de las fotografías, que enriquecen textos breves e intensos.
Con una cita inicial de Malcolm Lowry, que la evocó en Bajo el volcán, es un documental espectacular de algo más de una hora que tiene como hilo conductor el viaje de una caravana de camelleros hacia las cumbres montañosas de la isla. En el trayecto se van sucediendo los pedregales y las aguas corrientes, los valles y las alturas agrestes, los dragos y las palmeras. Y en los descansos, los contadores de historias tradicionales, de relatos orales sobre diabólicos genios femeninos y serpientes.
Antonio Pau.
Rilke en Toledo.
Trotta. Madrid, 1997.
En noviembre de 1912 llegaba a Toledo un Rilke en busca de sí mismo y de una ciudad por la que sentía una antigua atracción ligada a la figura del Greco que pintó allí unos ángeles que comunican lo terrenal con lo celeste.
En esa ciudad, intermedia también en el aire entre la tierra y el cielo, tuvo el poeta algunas de las experiencias estéticas y espirituales más decisivas en su vida y su obra. Y a ese viaje, que en el fondo le dirigía al interior de sí mismo, dedicó Antonio Pau un libro memorable, Rilke en Toledo, publicado por la Editorial Trotta.
Un volumen que reconstruye esa estancia intensa y breve de Rilke en Toledo con un abundante despliegue gráfico y con un rastreo de las cartas y los poemas en los que Rilke habla de su relación con una ciudad que le impresionó tanto que esa experiencia emergió luego en su poesía.
De ese episodio rilkeano de crecimiento interior surgiría el tema del ángel que sería vertebral en las Elegías de Duino y convertiría a Toledo en el lugar de las Elegías y las revelaciones, un ámbito que pertenece más a lo espiritual que a lo físico.
En esa ciudad, que el poeta veía más en los espacios astrales que en la tierra, Rilke proyectó la búsqueda de sí mismo, impulsado por la necesidad de encontrar la ciudad ideal que había visto reproducida en los cuadros del Greco. Llamado por esa pintura y por esa ciudad, esa breve experiencia toledana dejó una semilla que no tardaría en germinar en su obra poética posterior, en las Elegías y los Sonetos a Orfeo.
Del cambio vital y literario que había provocado en él la estancia en Toledo, en donde se sintió más un habitante que un turista, dejaba constancia ya en una carta de finales de 1912: "Contemplar este mundo, ya no desde el hombre, sino desde el ángel, es quizá mi auténtica tarea, o al menos la tarea en la que confluyen todos mis intentos anteriores."
Con un álbum comentado de fotografías, cuadros y grabados, Antonio Pau evoca una estancia breve e intensa en la que se produjo la fusión de lo exterior y lo interior, simbolizado en aquella estrella fugaz que vio caer una noche sobre el Puente de San Martín y sobre su propio interior, al que en realidad se había dirigido en aquel viaje a la ciudad de la revelación, que iluminaría con fuerza su vida y su obra.
Raúl Guerra Garrido.
Castilla en canal.
Fotografías de Asís G. Ayerbe.
Cálamo. Palencia, 2016.
Ilustrada con espléndidas fotografías de Asís G. Ayerbe, Cálamo publica una nueva edición ilustrada de Castilla en canal, el libro de viajes en el que Raúl Guerra Garrido hace un completo recorrido por los restos de aquel sueño ilustrado, de aquel gigantesco y ambicioso proyecto de ingeniería civil que quiso comunicar, mediante un sistema de esclusas, el puerto de Santander con la meseta castellana.
El Canal de Castilla fue un ambicioso proyecto, un sueño de gigantes, que funcionó parcialmente y que no llegó a completarse cuando lo hicieron innecesario otros medios de comunicación como el ferrocarril. Aun así –escribe Guerra Garrido-, “el canal constituye un magnífico muestrario de obras hidráulicas, presas, puentes, acueductos y sifones, además de las esclusas, todas ellas austeras y de una absoluta modernidad en su tiempo. Un patrimonio enriquecido con las múltiples edificaciones que jalonan los márgenes, espaciosas fábricas de harinas, molinos, batanes y algún que otro excepcional artefacto. Una obra que, en palabras de los viajeros de la Ilustración, «hará memorables a los que la empezaron y a los que la sigan y concluyan». Su conclusión fue un logro feroz.”
Al texto original se le aporta ahora el valor añadido de unas estupendas imágenes que hacen que al recorrido geográfico se superpongan el relato narrado del viaje y la mirada plástica del fotógrafo a través de los tres ramales del Canal de Castilla: el Canal del Sur, el Canal de Campos y el del Norte. En torno a esas tres partes se estructura este volumen que queda enmarcado por un preludio -'Castillos en el aire'- y un epílogo -'Castillos en la mar'- en los que Guerra Garrido evoca aquel proyecto que constituye, como ha señalado él mismo, la gran epopeya civil española de todos los tiempos.
Un libro de viajes en el que se conjugan la geografía y la historia, la narración, la imagen y el paisaje en torno a aquel impulso visionario y modernizador de los ilustrados. Un sueño de la razón que no siempre produce monstruos.
Julio Cortázar.
Prosa del observatorio.
Alfaguara. Madrid, 2016.
Pese a ser su obra menos conocida, pese a su condición inclasificable, Prosa del observatorio, que recupera Alfaguara en una bella edición ilustrada es uno de los textos centrales e imprescindibles en la obra de Julio Cortázar.
En ese libro, que contiene las fotografías que hizo en el observatorio de Jaipur (India) en 1968, la imagen y el ritmo se conjugan para resumir el universo cortazariano en una fusión que integra esas imágenes gráficas con los doce fragmentos de 1971 que componen su arquitectura textual.
Una arquitectura literaria construida en prosa poética de alto voltaje para dar lugar a un libro breve e intenso, alto y hondo a un tiempo, como las estrellas y los espacios oceánicos observados o evocados en la noche de Jai Singh, el sultán que diseñó esos observatorios a comienzos del siglo XVIII.
La música de las esferas en la alta noche de Jaipur y el Mar de los Sargazos en una iluminación que integra lo visual y lo verbal, lo plástico y lo cósmico, la arquitectura de la curva y del ángulo, del arco y la columna, de la escalinata y la rampa que exploran estas fotografías.
Una integración de imágenes y palabras que funde intuiciones y reflexiones, el cielo y el océano, el principio y el fin, la Vía Láctea y la migración de las anguilas, lo oriental y lo occidental, el tiempo y el espacio en una obra de arte total - poema y ensayo, notas de viaje y relato- que resume desde la altura del observatorio la visión del mundo de Cortázar, su asombro ante la magia de la noche, hecha palabra e imagen.
A través del espejo.
Antología a cargo de Andrés Ibáñez.
Atalanta. Gerona, 2016.
'Los cristales esquivan la magia del reflejo', escribía Lorca en la Oda a Salvador Dalí. Es inevitable el recuerdo de ese verso al leer el espléndido ensayo -'Ver mi rostro'- que ha escrito Andrés Ibáñez como introducción a la antología A través del espejo, que publica Atalanta.
Una introducción en la que Ibáñez evoca los antiguos espejos oscuros, los espejos sin reflejos que servían más para ocultarse o para desaparecer como Alicia más que para mirarse en ellos. Desde la obsidiana azteca al cobre egipcio, desde el espejo de agua de Narciso hasta el espejo mágico de la fuente cristalina en la que se mira la amada en el Cántico sanjuanista.
Desde los espejos órficos y dionisiacos a los espejos medievales y renacentistas, desde los espejos curvos y los cristales opacos de la antigüedad a los espejos planos y aún turbios, quien se miraba en ellos reflejaba la vanidad o el autoconocimiento, la locura o la cordura, el engaño a los ojos o la verdad profunda de sí mismo.
Entre la mitología y la pintura, entre la filosofía y la literatura, ese prólogo propone un recorrido demorado por la presencia de los espejos a lo largo de la tradición cultural y por el malestar ante la mirada, por la inquietud o el pánico ante la magia profunda de los espejos, por las sombras verticales y los reflejos en el agua.
Ese estudio introductorio es la puerta de entrada de esta “antología de relatos y fragmentos en torno al tema de los espejos”. Desde el espejo de Narciso en las Metamorfosis de Ovidio hasta los repetidos espejos de los relatos de Goran Petrović, una narrativa del espejo que recoge cuentos memorables de Hoffmann y de Poe, de Lovecraft y Lugones, de Bioy y Borges, de Papini y Danilo Kiš, de Chesterton y Virginia Woolf, que se miraron en los espejos para entenderse o para ocultarse, para reflexionar o para conjurar sus miedos.
C. P. Cavafis.
Esperando a los bárbaros.
Ilustraciones de Miguel Ángel Martín.
Traducción y prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2016.
“Más que un poema propiamente histórico, Esperando a los bárbaros /.../ es una parábola. Pero ¡cuánto conocimiento de la historiografía, y en concreto de las fuentes antiguas que nos informan acerca de los últimos siglos del Imperio Romano, destila la pieza!”, escribe Luis Alberto de Cuenca en su prólogo a la edición de Esperando a los bárbaros, el memorable poema de Cavafis en Reino de Cordelia.
Espléndidamente editado en tapa dura con sobrecubierta y las ilustraciones de Miguel Ángel Martín, “que ha interpretado gráficamente el poema de Cavafis de la forma más pop, divertida e ingeniosa posible”, como señala Luis Alberto de Cuenca, autor también de la traducción de ese texto, uno de los poemas imprescindibles no sólo del poeta alejandrino, sino de todo el siglo XX, que comienza así en esta versión:
Es que hoy llegan los bárbaros.
¿Por qué nadie trabaja en el Senado? ¿Qué hacen
sin legislar, sentados los senadores?
Es que hoy llegan los bárbaros
y no vale la pena dictar leyes:
que las dicten los bárbaros.
Charles Dickens.
Cuentos de Navidad.
Traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez.
Alianza Editorial. Madrid, 2016.
Alianza reedita, con una nueva traducción de Miguel Ángel Pérez, Cuentos de Navidad, un clásico que reúne en un volumen los cinco relatos navideños de Charles Dickens.
Canción de Navidad, que inició el ciclo con la reconversión del avaro Scrooge a manos de los espectros de las navidades pasadas, presentes y futuras en sus cinco inolvidables estrofas. Los cuatro cuartos del reloj de Las campanadas, un relato de duendes ambientado en nochevieja y en las campanadas de fin de año de la iglesia en donde Trotty el recadero conoce en sueños a los espíritus optimistas de las campanas del tiempo. El grillo del hogar, organizada en los tres chirridos que sugieren las situaciones emocionales de ese grillo doméstico que es una especie de espíritu protector de la familia Peerybingle. La batalla de la vida, una historia de amor rural de dos hermanas enamoradas sobre las que se organiza una trama con final feliz. El hechizado, en la que un espectro navideño embruja a Redlaw, un sombrío profesor de química que acaba transformado en un hombre amable y humilde.
Cinco novelas cortas que fueron apareciendo en las navidades de 1843 a 1848 y que contienen la esencia de su universo narrativo y de sus personajes, habitantes humildes de un Londres decimonónico o de ámbitos rurales en unos relatos en los que conviven la crítica de la injusticia y el humor, los rasgos sentimentales folletinescos y el terror propio del relato gótico.
La infancia y la injusticia, los sueños y la magia, la imaginación y la realidad, la crítica social y la fantasía en estos cinco relatos que construyeron decisivamente el imaginario navideño entre la alegría y la tristeza, entre la canción jubilosa del presente y la elegía del pasado, entre la ironía crítica, la esperanza y la piedad por los débiles.
Rafael Sánchez Ferlosio.
Industrias y andanzas de Alfanhuí.
Ilustraciones de Asen Stareishinski.
Literatura Random House. Barcelona, 2016.
El 13 de diciembre de 1950 terminaba Rafael Sánchez Ferlosio su primera novela. Su última frase –"Alfanhuí vio, sobre su cabeza, pintarse el gran arco de colores"- culminaba la que, en palabras de Ignacio Echevarría, es una “novela insólita e inclasificable, mezcla de relato de formación y retablo de maravillas, escrita con una prosa prodigiosa, de originalísima imaginería, y dotada del encanto intemporal de las viejas narraciones.”
Una novela excepcional en todos los sentidos. Además de por su calidad literaria y su potencia imaginativa, por su singularidad, porque no hay nada comparable en la narrativa española a las Industrias y andanzas de Alfanhuí por su naturalidad en el tratamiento de lo maravilloso, por su incorporación de lo fantástico en lo cotidiano.
Novela itinerante, con rasgos de novela picaresca, elegía de la infancia, precedente del realismo mágico... Son algunas muestras de los intentos de caracterización de un relato que se resiste a la simplificación del rótulo.
Alfanhuí es, sobre todo, una novela de la mirada. Desde la significativa cita inicial de Mateo 6,22, “La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es puro, todo tu cuerpo será luminoso”, hasta la luz del arco iris que cierra la novela, la mirada y el color son los hilos conductores de una narración organizada en tres partes que cierran la muerte o la ceguera.
Industrias al principio y andanzas luego. Guadalajara, Madrid, Moraleja. El gallo de veleta y el maestro taxidermista que pone al protagonista su nombre, una onomatopeya del grito de los alcaravanes, porque, como ellos, tiene los ojos amarillos; don Zana, la marioneta, y la pensión de doña Tere; la abuela, febril incubadora de huevos de gallina; la muerte venerable del buey Caronglo...
Son algunos de los inolvidables episodios que van alimentando una sabiduría que a Alfanhuí le entra por los ojos de su mirada infantil a lo largo de una obra de la que Ferlosio escribía en 2001, a los cincuenta años de haberla publicado: “puedo salvar todavía el ingenio de ciertas ocurrencias y hasta la felicidad de algunos hallazgos de invención.”
Entre ellos, con la textura de una prosa sólida y a la vez delicada del sabio contador de historias, la aventura del viento remoto y la flauta que toca silencios o los jardines de la luna y el sol.
Con ilustraciones de Asen Stareishinski, la recupera en una magnífica edición en tapa dura Literatura Random House.
“Si tus sueños de creación no han cuajado ahí –todavía-, no pienses que aquí habrían cuajado más. Los españoles que salen adelante, si salen, son los que emigran. Así lo pienso, aunque yo –todavía- sueñe con salir adelante sin hacerlo. ¡Y ahora, un gigantesco pedo por todas las amarguras y frustraciones! ¡ Ni aquí, ni ahí, han podido con nosotros! ¡Que el 67 te sea propicio!”, escribía Buero Vallejo desde Madrid el 23 de diciembre de 1966 en una carta dirigida a su amigo Vicente Soto, residente en Londres desde 1954 y que sólo unas semanas después, a comienzos de enero, ganaría el Nadal con la novela La zancada.
Esa es una de las cartas que, para conmemorar el centenario del nacimiento de Antonio Buero Vallejo (1916-2000), publica la Colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander en el volumen Cartas boca arriba. Correspondencia (1954-2000), un libro que recoge más de doscientas cartas que cruzaron el dramaturgo y el narrador Vicente Soto (1919-2011), un raro casi desconocido aunque ganó el Nadal y publicó algunas novelas sin resonancia crítica ni gran acogida entre los lectores.
Con un título que es un homenaje a una obra de Buero, Las cartas boca abajo, esta correspondencia va más allá del mero testimonio de una amistad. Es un recorrido por parte de la intrahistoria literaria, de las postergaciones en el negociado literario que se mueve entre intrigas, envidias y competencias desleales, vanidades y frustraciones que afectan tanto al escritor que quiere abrirse camino como al ya consagrado que era Buero, que insistía en la necesidad de “escribir, crear, confiar, mientras suspiramos con melancolía porque el planeta nos desconoce y juega al fútbol.”
Son dos amarguras superficialmente distintas, pero solidarias y complementarias, que se mueven entre la intimidad amistosa y la vida literaria, entre lo público y lo cotidiano, entre lo familiar y lo profesional. Dos biografías cruzadas en el encuentro de dos miradas: la de Buero desde dentro de España, la de Soto desde fuera.
Recopiladas y seleccionadas por Domingo Ródenas, que ha puesto al frente del volumen una introducción sobre la amistad de aquellos dos “cofrades lisboetas” que se conocieron en la tertulia del Café Lisboa y que intercambiaron más de cuatrocientas cartas desde que Soto emigró por razones económicas a Londres. Una correspondencia tan caudalosa que ha obligado al editor a eliminar la mitad para que no se desbordara un volumen que supera el medio millar de páginas.
Por eso mismo, Ródenas ha organizado la correspondencia entre Buero y Soto en cinco tramos cronológicos precedidos de sendas introducciones que contextualizan las cartas de cada uno de esos periodos, desde la primera, del 5 de diciembre de 1954, a la última de Vicente Soto, fechada el 30 de abril de 2000, un día después de la muerte de Buero, y dirigida a la viuda y el hijo del dramaturgo, que había escrito poco antes alguna tarjeta ya casi ilegible.
Antonio Buero Vallejo. Vicente Soto
Cartas boca arriba.
Correspondencia (1954-2000)
Fundación Banco Santander.
Colección Obra Fundamental. Madrid, 2016.
“Si tus sueños de creación no han cuajado ahí –todavía-, no pienses que aquí habrían cuajado más. Los españoles que salen adelante, si salen, son los que emigran. Así lo pienso, aunque yo –todavía- sueñe con salir adelante sin hacerlo. ¡Y ahora, un gigantesco pedo por todas las amarguras y frustraciones! ¡ Ni aquí, ni ahí, han podido con nosotros! ¡Que el 67 te sea propicio!”, escribía Buero Vallejo desde Madrid el 23 de diciembre de 1966 en una carta dirigida a su amigo Vicente Soto, residente en Londres desde 1954 y que sólo unas semanas después, a comienzos de enero, ganaría el Nadal con la novela La zancada.
Esa es una de las cartas que, para conmemorar el centenario del nacimiento de Antonio Buero Vallejo (1916-2000), publica la Colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander en el volumen Cartas boca arriba. Correspondencia (1954-2000), un libro que recoge más de doscientas cartas que cruzaron el dramaturgo y el narrador Vicente Soto (1919-2011), un raro casi desconocido aunque ganó el Nadal y publicó algunas novelas sin resonancia crítica ni gran acogida entre los lectores.
Con un título que es un homenaje a una obra de Buero, Las cartas boca abajo, esta correspondencia va más allá del mero testimonio de una amistad. Es un recorrido por parte de la intrahistoria literaria, de las postergaciones en el negociado literario que se mueve entre intrigas, envidias y competencias desleales, vanidades y frustraciones que afectan tanto al escritor que quiere abrirse camino como al ya consagrado que era Buero, que insistía en la necesidad de “escribir, crear, confiar, mientras suspiramos con melancolía porque el planeta nos desconoce y juega al fútbol.”
Son dos amarguras superficialmente distintas, pero solidarias y complementarias, que se mueven entre la intimidad amistosa y la vida literaria, entre lo público y lo cotidiano, entre lo familiar y lo profesional. Dos biografías cruzadas en el encuentro de dos miradas: la de Buero desde dentro de España, la de Soto desde fuera.
Recopiladas y seleccionadas por Domingo Ródenas, que ha puesto al frente del volumen una introducción sobre la amistad de aquellos dos “cofrades lisboetas” que se conocieron en la tertulia del Café Lisboa y que intercambiaron más de cuatrocientas cartas desde que Soto emigró por razones económicas a Londres. Una correspondencia tan caudalosa que ha obligado al editor a eliminar la mitad para que no se desbordara un volumen que supera el medio millar de páginas.
Por eso mismo, Ródenas ha organizado la correspondencia entre Buero y Soto en cinco tramos cronológicos precedidos de sendas introducciones que contextualizan las cartas de cada uno de esos periodos, desde la primera, del 5 de diciembre de 1954, a la última de Vicente Soto, fechada el 30 de abril de 2000, un día después de la muerte de Buero, y dirigida a la viuda y el hijo del dramaturgo, que había escrito poco antes alguna tarjeta ya casi ilegible.
Benito Pérez Galdós.
Diez novelas y un discurso.
Edición de Francisco Estévez y Germán Gullón.
Biblioteca AVREA Cátedra. Madrid, 2016.
“A medida que se borra la caracterización general de cosas y personas, quedan más descarnados los modelos humanos, y en ellos debe el novelista estudiar la vida, para obtener frutos de un arte supremo y durable (...). Perdemos los tipos, pero el hombre se nos revela mejor, y el arte se avalora solo con dar a los seres imaginarios vida más humana que social”, afirmaba Pérez Galdós en 1897 en su discurso de ingreso en la Academia Española, titulado significativamente La sociedad presente como materia novelable.
Ese es el texto que abre en Biblioteca Avrea Cátedra la edición de diez novelas de Galdós que han preparado Francisco Estévez y Germán Gullón, que firma una introducción -'¿Por qué leer a Galdós?'- en la que destaca que su obra refleja “una enorme profundidad experiencial y un trasfondo ideológico muy amplio”, porque está escrita por un “artista excepcional” que comparte con los otros grandes nombres de la novela decimonónica –Balzac, Dickens, Flaubert, Tolstói- “una extraordinaria capacidad para representar en sus textos mundos extremadamente complejos (...), panoramas narrativos, inmensos mapas o espejos verbales de la sociedad de su tiempo.”
A esas alturas, en 1897, Galdós, el primer heredero cabal de Cervantes en la literatura española, había escrito la parte fundamental de su obra, culminada ese mismo año con la publicación de Misericordia.
De sus 31 novelas -descontados los casi cincuenta Episodios nacionales- se editan en este volumen diez títulos: Doña Perfecta, La desheredada, El amigo Manso, Tormento, La de Bringas, La incógnita, Realidad, Tristana, Nazarín y Misericordia, una selección que se ha regido por el criterio de la variedad en los temas y la diversidad en las técnicas constructivas y en las perspectivas narrativas.
Publicadas entre 1876 y 1897, dos décadas en las que escribió sus mejores novelas, hay entre ellas dos obras maestras indiscutibles como La desheredada y Misericordia y otras ocho que reflejan la capacidad innovadora de Galdós, su evolución constante desde el dualismo prerrealista de la novela de tesis a la integración del realismo progresista de sus novelas contemporáneas, y de ahí al determinismo matizado de la novela naturalista.
Desde el efectismo narrativo de la novela por entregas hasta la construcción de un estilo propio, de una voz narrativa galdosiana dotada de una ironía que es parte de su herencia cervantina, Galdós nos ha dejado no sólo la más completa imagen del Madrid del último tercio del XIX, sino una serie de personajes de una hondura y una densidad que los hace inolvidables.
Y además, como instrumento de una mirada crítica a la España más reaccionaria, defensora de los privilegios eclesiásticos y nobiliarios, unos personajes que viven una relación problemática con la realidad, con el amor, con la conciencia o con el papel de la mujer.
Antón P. Chéjov.
Cuentos completos
(1894-1903)
Edición de Paul Viejo
Páginas de Espuma. Madrid, 2016.
Con el cuarto volumen de los Cuentos completos, Páginas de Espuma culmina una empresa monumental y un proyecto titánico que a lo largo de cuatro años, desde 2013, con edición de Paul Viejo y en las versiones de sus mejores traductores al español, ha ido entregando en español en cuatro mil quinientas páginas la totalidad de la obra narrativa breve de Chéjov. Más de seiscientos relatos en unas traducciones tan cuidadas como la esmerada edición de estos cuatro tomos.
Fechados entre 1894 y 1903, los cuentos que se recogen en este último tomo pertenecen, en palabras del traductor, a un momento cenital, “el de su más absoluta consagración, pero también el de su retiro, su despedida.”
En esos últimos años “la consideración hacia Chéjov, tanto desde el punto de vista literario como del editorial estrictamente, era ahora muy superior”, lo que le permitió reunir en ocho tomos la totalidad de su narrativa breve. Es también entonces cuando se le empieza a traducir en Francia, Alemania, Inglaterra o Estados Unidos.
Una invitación a entrar en esta celebración de la literatura con mayúsculas, a leer o releer La dama del perrito, El monje negro, Iónich, Mi vida, Las grosellas o En el barranco en las espléndidas traducciones que ha preparado para este último volumen, que incorpora en un apéndice de más de doscientas páginas sus cuentos dispersos, inacabados, colectivos y atribuidos, junto a las ilustraciones que en ocasiones los acompañaban.
Si hace unos años Páginas de Espuma publicó una memorable edición comentada de los cuentos completos de Poe, y posteriormente una edición monumental en dos tomos de los relatos de Maupassant, la publicación de estos cuatro tomos con todos los cuentos de Chéjov culmina el mapa de ese bosque literario original y prodigioso que funda la narrativa breve contemporánea.
Franz Kafka.
La transformación.
Edición de Luis Fernando Moreno Claros
y Pilar Benito Olalla.
Atalanta. Gerona, 2016.
“Si hubiera que elegir un relato literario emblemático del siglo XX, el agraciado sería casi con seguridad Die Verwandlung (La transformación), de Franz Kafka, normalmente traducido al castellano con el título de La metamorfosis. Pocas narraciones habrán sido tan admiradas y comentadas como esta que cuenta la rara historia del viajante de comercio Gregor Samsa, transformado en un bicho monstruoso”, escribe Luis Fernando Moreno Claros en el prólogo de su traducción de La transformación en Atalanta.
Junto con El fogonero y La condena, Kafka proyectó una edición de esta obra como parte de una trilogía que se iba a titular Los hijos, pues la relación problemática con el padre es el hilo conductor de los tres relatos. Frustrado ese proyecto inicial, La transformación se publicó como libro exento en 1915 y se convirtió desde entonces en la obra fundamental de las que Kafka publicó en vida, un texto que está escrito, como dijo Walter Benjamin a propósito de El proceso, “en el lugar nuboso de las parábolas. De allí surge la escritura de Kafka.”
Además del amplio estudio introductorio en el que Moreno Claros aborda la génesis y las circunstancias en las que se fragua su escritura, esta edición ofrece una cronología y una bibliografía esencial actualizada.
En la traducción también ha participado Pilar Benito Olalla, que firma un posfacio en el que repasa las interpretaciones ideológicas de la obra y propone un análisis filosófico que emparenta a Kafka con Platón y a Gregor Samsa con el mito de la caverna para acabar leyendo La transformación no sólo como una parábola sino como una profecía de los cambios a los que está expuesto el hombre contemporáneo, “por eso su obra resuena hoy más fuerte que nunca.”
Una obra que es sin duda la más importante de todas las que Kafka publicó en vida y que en gran medida, incluso tras la publicación de los póstumos, sigue siendo la más representativa de un autor que aquí está en estado puro, en medio de un mundo opaco y dueño de un lenguaje denso y frío y una literatura mágica y distante.
Elena Garro.
Reencuentro de personajes.
Edición de Javier Guirado.
Epílogo de Marta Sanz.
Drácena Ediciones. Madrid, 2016.
En el centenario de su nacimiento Drácena publica, con edición de Javier Guirado y epílogo de Marta Sanz, Reencuentro de personajes, una de las novelas más importantes de Elena Garro (1916-1998), que para algunos críticos es la mejor escritora mexicana del siglo XX.
“Yo no puedo escribir nada que no sea autobiográfico”, confesó en una ocasión esta autora cuya obra quedó marcada por su problemático matrimonio con Octavio Paz y por su traumático divorcio.
Reencuentro de personajes es una novela de 1982 que mira hacia atrás con ira desde su primera frase: “Verónica se miró en el espejo del retrovisor colocado arriba del parabrisas y tuvo la certeza de que al final de esa noche iba a saber.”
Y a partir de ese inicio, lo autobiográfico se proyecta en la recuperación de personajes de Suave es la noche, de El gran Gatsby y de Retorno a Brideshead. Y a ellos recurre la protagonista para reconocerse a sí misma en la escritura de los demás, para buscar allí las claves de su propia existencia: “Casi al amanecer subió a su habitación, buscó con ansia los libros de Evelyn Waugh y de Fitzgerald y los hojeó nerviosamente. Quería encontrar algún detalle que le indicara que podía salvarse todavía.”
Entre la realidad y la ficción, entre la autobiografía y la literatura, entre la humillación y el miedo, la violencia y el sexo, Verónica, la protagonista de Reencuentro, es a la vez víctima y verdugo, perseguidora y perseguida en una novela que Marta Sanz define en su epílogo como un “demoniaco cuento de hadas”.
Una novela en clave que se enfrenta con distancia al pasado a través de las máscaras y personajes y un ajuste de cuentas, porque el objetivo literario de Elena Garro acabó siendo escribir contra Paz. “Todo lo que soy es contra él”, dijo en una ocasión para reconocer que el rencor y el despecho eran los motores no sólo de su escritura, sino de su vida.
Josep Pla.
La vida lenta.
Notas para tres diarios
(1956, 1957 y 1964).
Edición y prólogo de Xavier Pla.
Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera.
Austral. Barcelona, 2016.
El 1 de enero de 1956 anotaba Josep Pla en su diario: “Esta noche, cuando volvía a casa (a las dos) a pie, con una tramontana fortísima en contra, pensaba que, a veces, la vida parece más larga que la eternidad. En la cama (glacial), leo los dos últimos números de Il Borghese, hasta las ocho. Me levanto a las cuatro de la tarde. Hace un día despejado, soleado y lívido —sin viento. ¡Año nuevo, vida nueva! Me paso lo que queda del día en casa, junto al fuego.”
Es la primera de las notas de tres diarios de Josep Pla que permanecieron inéditos hasta que hace dos años los publicó Destino en el volumen La vida lenta. Notas para tres diarios (1956, 1957 y 1964), con edición y prólogo de Xavier Pla y traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera, que acaba de aparecer en Austral en formato de bolsillo.
La vejez, el insomnio, el frío en su masía, los problemas con la bebida y con la censura, el malestar ante la vida o el asco hacia el franquismo se van repitiendo en la prosa afilada de estas anotaciones hechas en agendas extranjeras, con pluma de tinta azul o negra y sin tachaduras apenas.
Casi todas estas notas las escribió en la cama, en madrugadas insomnes, muchas veces después de volver de Palafrugell después de cenar y beber demasiado, en una repetida inversión de horarios que le lleva a acostarse cuando está bien avanzada la madrugada y a levantarse -si se levanta- por la tarde.
Y ante esa desazón generalizada, la literatura se levanta en estas páginas como refugio ante las inclemencias de la vida y como defensa frente al mundo. Aislado en la masía como Montaigne en su torre, para defenderse del mundo y para observar la vida a distancia, Pla atravesaba estos años un estado depresivo y tenía problemas de alcoholismo, lo que le provocaba crisis de culpabilidad y una autocrítica que se extiende también a su escasa consideración por lo que escribe o por lo que lee: “Paso del alcohol a la lectura ávida, que me produce el mismo daño”, escribía el 15 de febrero de 1957.
Tres dietarios que nunca se proyectaron como libro, aunque constituyen una especie de "taller de borradores" que luego aprovecharía en sus artículos, como señala Xavier Pla en su prólogo, y completan la imagen de un Josep Pla que está en ellos en estado puro para trazar un autorretrato involuntario pero definitivo que refleja su situación en unos años cruciales. Y lo más revelador, una frase que se repite con mucha frecuencia en estas anotaciones: “No hay nada que hacer.”
Ariana Harwicz.
Precoz.
:Rata_, Barcelona, 2016.
A caballo entre lo narrativo y lo poético, entre lo conversacional y el monólogo interior, Precoz, la perturbadora novela corta de la argentina afincada en París Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) es el texto fundacional de :Rata_, una nueva editorial independiente que ha iniciado su andadura en Barcelona.
El soliloquio sonámbulo y final de una madre con el fondo del deseo incestuoso hacia su hijo, construido a través de una potente imaginería y con una intensidad verbal que recorre sus páginas incesantemente.
El amor y la muerte, el deseo y la locura son presencias constantes en la palabra urgente y apasionada del personaje, que evoca obsesivamente un alucinado erotismo de pesadilla. Un erotismo que surge del desgarro de la memoria y se expresa en la escritura desatada que atraviesan los recuerdos de una narradora arrastrada por la fuerza torrencial del río que la lleva hacia la otra orilla.
Una incursión explosiva en las pulsiones más primarias, en los arrebatos más secretos e incontrolables en los que se cruzan Eros y Tánatos.: “Esto es amar, me digo, y él viene y me arranca la cabeza.”
Andrés Trapiello.
Sólo hechos.
Pre-Textos. Valencia, 2016.
“Los mejores libros son de hoja caduca. Con cada lector tienen su primavera”, escribe Andrés Trapiello en Sólo hechos, la vigésima entrega de su Salón de pasos perdidos que viene publicando Pre-Textos desde hace veintiséis años.
Entre una luminosa mañana de Año Nuevo en Las Viñas y un día gris de Nochevieja triste con presagios de muerte, como de costumbre, conviven en sus páginas el mundo doméstico y el mundillo literario, Madrid y Las Viñas, El Rastro y el paisaje, la ficción y la realidad, la vida y la literatura, las evocaciones y los retratos -desolador el de los últimos meses del poeta que escribió Rodolfo el patinador- el papel del lector y el del escritor, la vida que huye vista por quien sólo quiere “un poco de silencio y una vida rutinaria.”
Episodios privados o públicos, significativos o intranscendentes por los que discurre el merodeo deambulatorio del personaje; la literatura y la pintura, los amigos y los enemigos, la vida familiar y los libros, la vida en el campo y la vida literaria ocupan el campo de visión sobre el que se proyecta la mirada solanesca y la afilada prosa barojiana de Trapiello.
Pero, diez años después de los hechos narrados en estas páginas, las urgencias del presente se han suavizado con la distancia que establecen el recuerdo y la ironía, una realidad de aristas rebajadas con el tono melancólico de un narrador, a veces cercano y a veces distante, que lleva casi treinta años, desde 1987, escribiendo este diario sin nombres, esta novela sin tesis que responde a la certeza de que “los mejores libros están hechos de detalles exactos e ideas generales.”
Un nuevo capítulo de esta novela en marcha que es, como la vida, siempre igual y siempre distinta, porque “la vida no está en la repetición, sino en las variantes, lo mismo sean verdades o fábulas”
Escribir "un libro basado en la vida de Karmele Urresti, su familia y su generación./.../ La vida de una familia, sí, pero también, ¿por qué no?, la historia de todo un pueblo" es el ambicioso propósito declarado por Kirmen Uribe en las páginas iniciales de La hora de despertarnos juntos, la novela que publica en Seix Barral con traducción de José María Isasi.
Organizado en tres partes que transcurren entre 1923 y 1979 en torno a los ambientes de la alta burguesía y del nacionalismo vasco, la guerra civil, el exilio, la Guerra Mundial y la posguerra son el telón de fondo de un libro en el que se aborda la peripecia individual de la enfermera Carmela Urresti y el trompetista Txomin Letamendi y de sus círculos familiares y sociales. Pero a través de la recreación de esos personajes reales, la novela se propone unir los destinos individuales con los colectivos, lo local y lo universal.
En ese sentido, es muy significativa la cita de Carlos Fuentes que abre el libro: "Conocía la historia. Ignoraba la verdad." Y por eso esta historia basada en una familia real arranca de una documentación rigurosa para reflejar la historia, pero recurre también a la imaginación para reconstruir la intrahistoria, para elaborar la trama desde dentro, desde el día a día por el que transitan, junto con los dos protagonistas, su hija Ikerne; Manu Sota, amigo de Txomin, activista cultural e independentista; el pintor Antonio Guezala o el lendakari Aguirre.
De Ondarroa a Bilbao, de París a Caracas, de Nueva York a Barcelona, esas vidas individuales se integran en lo colectivo, en el contexto histórico y social que marca a los personajes. Porque una cosa es conocer la historia y otra saber la verdad y por eso a veces el mejor instrumento es esa "lógica de la ficción" de la que habla Kirmen Uribe en la nota final del libro.
Con un título tomado del último verso de un poema de Pound publicado en la revista Poetry en 1913, La hora de despertanos juntos propone una mirada al pasado para intentar entender el presente y el pasado próximo del terrorismo, defiende la necesidad del diálogo y la reconciliación y reivindica la esperanza más allá de las decepciones de esa sucesión de exilios y pérdidas que parecen convertirse en una metáfora de los últimos cien años de la historia de España y de Europa.
“Yo tengo escondida en mi casa, por su gusto y el mío, a la Poesía. Y nuestra relación es la de los apasionados", escribía Juan Ramón Jiménez en la antología Poesía española que publicó Gerardo Diego en 1932.
De esa declaración arranca la trama de Los celos de Zenobia, la novela corta con la que José Antonio Ramírez Lozano obtuvo el Premio Juan March Cencillo que acaba de editar Pre-Textos.
Metáfora hecha carne trascendida en las morbideces de Jean-Marie, Francina, Susana Almonte y Louisa Grimm se manifiesta una polifonía de personajes femeninos que habitan la primera época de poesía impura juanramoniana. Voces y actitudes que provocan los celos de Zenobia y la obsesión de un Juan Ramón Jiménez empeñado obsesivamente en depurar su obra, en olvidarse de su primera etapa y de su segundo apellido.
Desde que Cervantes incorpora la novela corta italiana al español, la acompaña de un elemento nuevo que será fundamental desde entonces: el diálogo, que cumple también una misión central en los quince capítulos breves en los que se organiza el relato.
Una trama soportada en su domesticidad, menos que intrahistórica, por Juan Ramón, Zenobia y Juan Guerrero Ruiz y por la que circulan también Unamuno y Azorín, los Machado y Sánchez Mejías, Neruda y algunos nombres del 27.
Una peripecia que dura hasta que la sensual inquilina, harta de su encierro y de una dieta purgativa, huye al sur, a Casablanca, para acabar en un café cantante donde "se fue desnudando", como quería Juan Ramón de su obra. Y otra vez la metáfora se hace carne.
Por debajo del tono irónico y desenfadado del relato, una mirada a los entresijos de la creación poética, al cielo y al infierno de la palabra y a la lucha por la expresión.
Kirmen Uribe.
La hora de despertarnos juntos.
Traducción de José María Isasi.
Seix Barral, 2016.
Escribir "un libro basado en la vida de Karmele Urresti, su familia y su generación./.../ La vida de una familia, sí, pero también, ¿por qué no?, la historia de todo un pueblo" es el ambicioso propósito declarado por Kirmen Uribe en las páginas iniciales de La hora de despertarnos juntos, la novela que publica en Seix Barral con traducción de José María Isasi.
Organizado en tres partes que transcurren entre 1923 y 1979 en torno a los ambientes de la alta burguesía y del nacionalismo vasco, la guerra civil, el exilio, la Guerra Mundial y la posguerra son el telón de fondo de un libro en el que se aborda la peripecia individual de la enfermera Carmela Urresti y el trompetista Txomin Letamendi y de sus círculos familiares y sociales. Pero a través de la recreación de esos personajes reales, la novela se propone unir los destinos individuales con los colectivos, lo local y lo universal.
En ese sentido, es muy significativa la cita de Carlos Fuentes que abre el libro: "Conocía la historia. Ignoraba la verdad." Y por eso esta historia basada en una familia real arranca de una documentación rigurosa para reflejar la historia, pero recurre también a la imaginación para reconstruir la intrahistoria, para elaborar la trama desde dentro, desde el día a día por el que transitan, junto con los dos protagonistas, su hija Ikerne; Manu Sota, amigo de Txomin, activista cultural e independentista; el pintor Antonio Guezala o el lendakari Aguirre.
De Ondarroa a Bilbao, de París a Caracas, de Nueva York a Barcelona, esas vidas individuales se integran en lo colectivo, en el contexto histórico y social que marca a los personajes. Porque una cosa es conocer la historia y otra saber la verdad y por eso a veces el mejor instrumento es esa "lógica de la ficción" de la que habla Kirmen Uribe en la nota final del libro.
Con un título tomado del último verso de un poema de Pound publicado en la revista Poetry en 1913, La hora de despertanos juntos propone una mirada al pasado para intentar entender el presente y el pasado próximo del terrorismo, defiende la necesidad del diálogo y la reconciliación y reivindica la esperanza más allá de las decepciones de esa sucesión de exilios y pérdidas que parecen convertirse en una metáfora de los últimos cien años de la historia de España y de Europa.
José Antonio Ramírez Lozano.
Los celos de Zenobia.
Pre-Textos. Valencia, 2016.
“Yo tengo escondida en mi casa, por su gusto y el mío, a la Poesía. Y nuestra relación es la de los apasionados", escribía Juan Ramón Jiménez en la antología Poesía española que publicó Gerardo Diego en 1932.
De esa declaración arranca la trama de Los celos de Zenobia, la novela corta con la que José Antonio Ramírez Lozano obtuvo el Premio Juan March Cencillo que acaba de editar Pre-Textos.
Metáfora hecha carne trascendida en las morbideces de Jean-Marie, Francina, Susana Almonte y Louisa Grimm se manifiesta una polifonía de personajes femeninos que habitan la primera época de poesía impura juanramoniana. Voces y actitudes que provocan los celos de Zenobia y la obsesión de un Juan Ramón Jiménez empeñado obsesivamente en depurar su obra, en olvidarse de su primera etapa y de su segundo apellido.
Desde que Cervantes incorpora la novela corta italiana al español, la acompaña de un elemento nuevo que será fundamental desde entonces: el diálogo, que cumple también una misión central en los quince capítulos breves en los que se organiza el relato.
Una trama soportada en su domesticidad, menos que intrahistórica, por Juan Ramón, Zenobia y Juan Guerrero Ruiz y por la que circulan también Unamuno y Azorín, los Machado y Sánchez Mejías, Neruda y algunos nombres del 27.
Una peripecia que dura hasta que la sensual inquilina, harta de su encierro y de una dieta purgativa, huye al sur, a Casablanca, para acabar en un café cantante donde "se fue desnudando", como quería Juan Ramón de su obra. Y otra vez la metáfora se hace carne.
Por debajo del tono irónico y desenfadado del relato, una mirada a los entresijos de la creación poética, al cielo y al infierno de la palabra y a la lucha por la expresión.
Juan Bravo Castillo.
Grandes hitos de la historia
de la novela euroamericana.
Cátedra. Madrid, 2016.
Si hay un rasgo llamativo que define el siglo XX en el terreno de la cultura es la aceleración vertiginosa con la que se suceden los movimientos artísticos y literarios. No es este el lugar para explicar las razones de esa velocidad con la que unas tendencias suceden a otras, pero sí es el momento de anotar que en el género de la novela esa sucesión de tendencias tiene uno de sus ámbitos más reconocibles, desde que en las primeras décadas del siglo, en torno a la Primera Guerra Mundial, se produce una ruptura sistemática con la novela realista y naturalista del XIX.
Y por eso tiene un mérito especial la difícil empresa que aborda Juan Bravo Castillo en el tercer volumen de su monumental Grandes hitos de la historia de la novela euroamericana que acaba de aparecer en la colección de crítica y estudios literarios de la editorial Cátedra.
Sus casi mil quinientas páginas apenas pueden recoger, tras el brillante ejercicio de síntesis de su introducción, un complejo panorama de la novela contemporánea desde los comienzos del XX hasta la actualidad hasta Thomas Pynchon, E. L. Doctorow, Modiano o Paul Auster.
Tras este panorama general de más de un centenar de páginas, los diecinueve capítulos en los que se organiza el libro abordan la obra de los autores fundamentales que han diseñado ese espectacular edificio literario que es la novela del siglo XX.
De Joseph Conrad a la renovadora novela hispanoamericana, pasando por cimas como Kafka, Proust, Joyce y Thomas Mann, por el objetivismo novelesco de Hemingway o el intimismo psicológico de Virginia Woolf, por el experimentalismo al límite de Faulkner o el nouveau roman francés.
Un libro de consulta imprescindible para entender las claves de la ruptura radical que afecta a todos los niveles temáticos, estructurales y estilísticos del género. Una ruptura que se produce al hilo de una nueva percepción del tiempo y de una nueva mirada en la que tiene mucha influencia la técnica constructiva del lenguaje cinematográfico o la indagación en la realidad a través del periodismo o las distintas corrientes ideológicas y filosóficas del siglo XX.
Antonio Pau.
Rilke y la música.
Trotta. Madrid, 2016.
Rilke mantuvo con la música una relación problemática que empezó en la aversión y el rechazo que le producía un arte que veía como rival peligroso de la poesía, como una actividad incompatible con la poesía, que debía crear su propia música y escuchar la melodía de las cosas.
Probablemente exageró su incapacidad musical para reivindicar ese silencio creador que le permitiera oír el canto de las cosas. Y por eso en sus primeros poemas la música encarcela al alma y perturba la creatividad. Pero en sus últimos años cambió su actitud hacia la música. Algunas experiencias, como la música de Beethoven, y algunas lecturas le acaban revelando que, como los ángeles del Greco, la música une lo visible y lo invisible, lo terrenal y lo celeste desde el ámbito de lo misterioso.
Sobre ese proceso organiza Antonio Pau los quince capítulos de su ensayo Rilke y la música, que acaba de publicar Trotta. Una indagación que explora el lugar de la música en la poesía de Rilke tras su relación con algún compositor, o con pianistas y violinistas como Alma Moodie, con quien –aventura Antonio Pau- pasó la que quizá fuese la mejor tarde de su vida escuchando piezas de Bach en el castillo de Muzot.
Ese cambio de actitud se traduciría en sus poemas, y ya en 1918 Rilke está en condiciones de escribir su poema 'A la música'. Una música que ocupa un lugar central en las Elegías de Duino y en los Sonetos que dedicó a Orfeo, el padre de la música y la poesía.
A esas alturas de su obra la música aparece como un arte que arrebata y consuela. Ya no es la música que impedía el silencio creador: ahora es “agua de nuestra fuente” y “más que nosotros”, como escribió en su último poema de tema musical, el que dedicó al violonchelista Lorenz Lehr la tarde que le visitó en el torreón de Muzot para que le firmara un ejemplar de las Elegías.
Rafael Sánchez Ferlosio.
Ensayos 3
Babel contra Babel.
Edición de Ignacio Echevarría.
Debate. Barcelona, 2016.
“Desde que el ilustrísimo señor obispo de Córdoba tuvo la fecunda idea de aprovechar su amistad personal con el emperador para venderle la sangre de Jesús Nazareno a cambio del imperio, la Iglesia romana, salvo honrosas y emocionantes excepciones medievales, se ha interesado siempre mucho más por las leyes que por las conciencias.”
Así comienza “Tibi dabo”, un artículo de 1980 que abre la primera parte de Babel contra Babel, el tercer volumen de los ensayos de Rafael Sánchez Ferlosio, que publica Debate.
Están en esas líneas algunos de los ejes temáticos que vertebran este volumen en el que se agrupan artículos y ensayos unidos por el tema de la guerra y la política internacional y organizados por el responsable de la edición, Ignacio Echevarría, que explica así el título: “El título de este volumen repite el de uno de los artículos que contiene, «Babel contra Babel» (1990), donde se plantea un esclarecedor y decisivo contraste entre «la antigua y auténtica ética de guerra» y la «ética universalista» que en la actualidad justifica y fomenta un constante aprovisionamiento de armas y que, «por impulso de su propio absolutismo», tiende a invertir el sentido de sus designios declarados, abocándonos a una «directa regresión a la barbarie».”
Organizado en ocho secciones -Asuntos internacionales, De re militari, Sobre la guerra, I; Sobre la guerra, II; La primera guerra de Irak, La segunda guerra de Irak, Últimos partes y Apuntes de polemología, que podría haber servido también de título de esta recopilación- en sus páginas aborda Ferlosio episodios como la guerra de las Malvinas, la situación en Oriente Medio, las dos guerras de Irak o las políticas exteriores de Estados Unidos o del Vaticano.
Se recogen en este tomo ensayos como La hija de la guerra y la madre de la patria, o Carácter y destino y artículos fundamentales como "Las guerras por-si-acaso", "Hipótesis de Faluya" o "Historia e identidad", convertido en esta edición en prolegómeno a Apuntes de polemología.
Un libro que se cierra con un anexo, “O religión o Historia”, que resume el espíritu de los textos de este volumen y sus motivos esenciales, articulados en torno al tema de la guerra. Porque, como escribía en “Las azoteas de Damasco”, un artículo de 1992 que se recupera como prefacio de este volumen, “uno no dejará de preguntarse nunca qué es la guerra. ¿Es el terrible flagelo de las gentes, la agonía de los hombres, el terror de las madres y de las esposas, el diezmador o destructor de las familias, el desamparo y la miseria de viudas y de huérfanos? ¿O es la exultante autorrealización y autocumplimiento de los pueblos, el momento de la suprema plenitud colectiva para la comunidad que los integra?”
José Luis Pardo.
Estética de lo peor.
Pasos Perdidos. Madrid, 2016.
"La sociedad burguesa moderna ha creado la ilusión de que la belleza consiste justamente en construir cosas que no tienen utilidad, que son más sublimes que las útiles, precisamente porque la sociedad burguesa moderna considera que hay algo más sublime que el valor de uso, a saber, el valor de cambio." Esas palabras, que forman parte del prólogo dialogado entre Cipión y Berganza sobre las relaciones entre el arte y todo los demás, anuncian una de las líneas fundamentales de los ensayos que José Luis Pardo ha recopilado en su Estética de lo peor, que publica Pasos Perdidos.
José Luis Pardo, uno de los ensayistas más lúcidos del panorama filosófico español, reúne en este volumen, bajo el subtítulo 'De las ventajas e inconvenientes del arte para la vida', diecisiete textos dispersos en revistas o en obras colectivas sobre el papel del arte en el mundo contemporáneo, sobre su renuncia a la libertad y su subordinación a la lógica del mercado en una época como la actual, en la que "la estética se ha convertido en la ideología de una época que presume de no tener ninguna."
Entre el ensayo breve y el artículo, algunos de ellos, como "La carne de las máquinas", "Crear de la nada. Ensayo sobre la falta de oficio" o "Los pájaros de la lengua", podrían figurar en cualquier exigente antología de pensadores actuales.
Tomás Cavanna.
Tumba revuelta.
Cara y cruz de la Fundación Cela.
Renacimiento. Sevilla, 2016.
Cara y cruz de la Fundación Cela es el subtítulo del volumen que Tomás Cavanna Benet publica en Renacimiento con el propósito de rememorar su experiencia al frente de la Fundación Camilo José Cela.
Su autor, que fue director gerente de la Fundación desde mayo de 1993 hasta 2010, ha elegido un título -Tumba revuelta- que parodia significativamente el de aquella colección de artículos que Cela reunió en el volumen Mesa revuelta.
Un recorrido por la historia y las circunstancias de la Fundación Cela, de las que inevitablemente emerge la descripción de un conflictivo panorama político y literario y las no siempre limpias corrientes subterráneas de influencias y rivalidades, ambiciones y envidias que recorren estos episodios de la historia cultural de las últimas décadas.
Un recorrido crítico jalonado por nombres relevantes que a veces no salen bien parados. Los aduladores arrimados al poder, los conflictos familiares, el papel de las instituciones completan la descripción de una feria de vanidades que no es sólo un paisaje de fondo, sino que se convierte a menudo en el centro del cuadro.
Y en ese itinerario, las relaciones conflictivas con los novelistas jóvenes, la cucaña y los trepas, la diversa clase de tropa que formó parte del círculo del novelista, figurantes o protagonistas de un elocuente álbum de imágenes que se ofrecen en un apéndice.
Como complemento gráfico de las páginas de este libro, esas imágenes resumen un espectáculo a veces poco edificante, que refleja cómo se han mezclado política, literatura e intereses económicos en las últimas décadas en la vida cultural española.
Tomás Rodríguez Reyes.
Las contemplaciones.
La Isla de Siltolá. Colección Levante.
Sevilla, 2016.
Tras el diario Escribir la lectura y el ensayo literario Ars vivendi, editados también en La Isla de Siltolá, Tomás Rodríguez Reyes publica Las contemplaciones, tercera entrega de su obra en marcha Trópico de la Mancha.
Como anuncia la cita de Valéry que lo abre, no se trata de un diario en sentido estricto sino de las anotaciones de momentos fecundos de lectura, reflexión y vida. Por eso, a diferencia de los dos tomos precedentes, aquí no hay precisión diaria, sólo indicación de los meses de 2011 en los que se van sucediendo las notas de un lector que no solo busca en los libros la luz sino que proyecta su propia lucidez en ellos.
La lectura como forma de vida y como búsqueda de revelaciones y de una armonía y una luz que otorgan también la música y la pintura, los lugares y la memoria de quien, a la manera de Juan Ramón, hace de la estética una ética.
Una suma de contemplaciones, estados que preceden al conocimiento, la reflexión honda y constante sobre la palabra y la poesía, sobre el tiempo y el paisaje en la prosa pulida de un poeta admirable, de un hombre en busca del fuego inaugural, porque “sólo quien conoce la excelencia de la literatura se atreve a reclinarse y asentir paulinamente en la transparencia de los otros.”
Jorge M. Reverte.
Mario Martínez Zauner.
De Madrid al Ebro.
Las grandes batallas de la guerra civil española.
Documentación de Ignacio D’Olhaberriague Martínez.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2016.
“Entender la guerra civil española sólo es posible si se parte de un hecho: ninguno de sus protagonistas sabía con anterioridad que estaba embarcándose en un conflicto de tanta envergadura, para el que no tenían los medios humanos ni financieros necesarios, ni los conocimientos técnicos imprescindibles”, escribe Jorge M. Reverte en la introducción de De Madrid al Ebro, el volumen de título sutilmente paródico que acaba de publicar en Galaxia Gutenberg con la colaboración de Mario Martínez Zauner y el apoyo documental de Ignacio D’Olhaberriague Martínez
Un relato organizado alrededor de batallas y frentes documentados con veintisiete mapas que reflejan el desarrollo de un conflicto bélico que empezó siendo un golpe militar frustrado y acabó convirtiéndose en una guerra de exterminio y destrucción masiva a lo largo de casi tres años. Desde el triunfo y fracaso de aquel pronunciamiento inicial de julio de 1936 hasta la batalla del Ebro, decisiva en la caída de Cataluña y en la rendición final de Madrid, un recorrido en trece capítulos que toma como punto de partida ese planteamiento inicial para acabar desmintiendo la idea extendida de que Franco quería una guerra larga y posponer la toma de Madrid por conveniencias políticas.
La tesis de este libro es que el paso del golpe de estado a una situación de guerra y la prolongación del conflicto armado no fue el resultado de una estrategia, sino una imposición de las circunstancias, porque frente a la mayoría del ejército sublevado la defensa de la República se llevó a cabo con las fuerzas del orden y las milicias de los partidos que fueron la base de la configuración del Ejército Popular. Un ejército que hizo frente a los rebeldes durante esos tres años y articuló la resistencia de una parte importante de la población, enfrentada en lucha desigual a la potencia un ejército organizado y a la enorme capacidad destructiva de las fuerzas coloniales.
Desde los primeros combates en el interior de las ciudades, donde se aplastó a los sublevados o a los leales, hasta la configuración del conflicto como una guerra moderna por tierra, mar y aire, las grandes batallas empezaron tras la batalla de Madrid, que frustró una toma rápida de la capital en noviembre de 1936.
Se sucedieron a partir de entonces las batallas que se estudian en este libro, con cinco intentos intermedios de tomar Madrid. Se distinguen aquí cuatro fases en la guerra civil: desde el avance hacia Madrid por el sur y el norte hasta la decisiva batalla del Ebro que inclinó definitivamente la victoria del lado franquista, pasando por el desplazamiento de las operaciones militares hacia el norte, desde Brunete, y hacia el Este, desde Belchite y Teruel, en una estrategia cuyo triunfo supuso que se partiera en dos la España republicana.
Un estudio riguroso con el que Jorge M. Reverte confirma que, como indicó Antony Beevor, es el mejor historiador militar español: el Jarama, Guadalajara, Brunete, Belchite, Teruel o el Ebro son la base de una reinterpretación del conflicto bélico que se suma a sus libros anteriores: La batalla del Ebro, La batalla de Madrid, La caída de Cataluña o El arte de matar.
Elizabeth Bishop.
Obra completa.
Poesía.
Edición bilingüe.
Traducción de Jeannette L. Clariond.
Vaso Roto Esenciales. Madrid, 2016.
Como “un mar inmóvil siempre en movimiento” define Jeannette L. Clariond la voz poética de Elizabeth Bishop (1911-1979) en el espléndido prólogo que ha escrito para presentar su traducción anotada de la poesía completa de la autora estadounidense en un cuidado volumen que acaba de publicar Vaso Roto en edición bilingüe.
Además de Norte y sur, Una fría primavera, Cuestiones de viaje y Geografía III, los cuatro libros que publicó entre 1946 y 1976, se incorporan a esta edición catorce poemas inéditos en libro. Y en un apéndice, una selección de veintisiete manuscritos que se reproducen en facsímil para que el lector pueda apreciar el trabajo de corrección de aquellos originales que Elizabeth Bishop no llegó a publicar.
Una serie de penosas circunstancias familiares crearon en ella una sensación de desarraigo que atraviesa toda su obra y que se reconoce incluso en sus títulos ligados más a lo especial que a lo temporal.
Y ligada a ese desarraigo, como su consecuencia más directa, la búsqueda de una identidad problemática y de una composición de lugar que se resuelve en la construcción de su propia geografía en el lugar fronterizo que une lo exterior y lo interior, la percepción y la reflexión, lo horizontal y lo hondamente vertical.
Una geografía interior en la que –explica la editora- “perspectiva y percepción son los dos ríos que confluyen en el presente de su voz. La perspectiva como el registro de distancias espaciales, la percepción como la fluidez del pasado adentrándose en el presente.”
Nunca hay en estos textos, hijos del desamparo y de las preguntas, desbordamientos emocionales ni patetismo gesticulante. Al contrario, su preferencia por las formas estróficas cerradas le sirve para disciplinar sus versos en una dicción contenida que aspira siempre a la precisión y huye de la exposición directamente autobiográfica.
Es lo que ocurre en el que quizá sea su mejor poema, 'El arte', un texto de su último libro, un balance de pérdidas que comienza con un verso -“No es difícil dominar el arte de perder”- que resume el sentido de una poesía que vive más en la espera que en la esperanza y no aspira a mucho más que a la indulgencia del tiempo.
Arthur Rimbaud.
Obra completa bilingüe.
Atalanta Memoria mundi. Gerona, 2016.
Fue no sólo el poeta más experimental de su época, alguien que en los cuatro breves años de su carrera cambió el sentido de la poesía occidental. Nadie como él encarna la modernidad y el espíritu de la creación poética no ya presente, sino futura. Arthur Rimbaud dejó de escribir a la edad en la que muchos empiezan a tantear sus primeros escarceos literarios.
Con veinte años renunció a la literatura, pero antes dejó puestas las bases de la poesía contemporánea, convertido ya en un poeta decisivo cuya vida osciló entre el arrebato ascético y el exceso alcohólico, entre la actitud del gamberro indeseable y la inspiración del genio.
En un espléndido volumen, Atalanta publica la Obra completa bilingüe de Rimbaud a la que ha dedicado muchos años de trabajo ingente y riguroso Mauro Armiño, que en su prólogo aborda una semblanza del poeta a través del minucioso seguimiento de su biografía y de los cambiantes escenarios de su huida – Charleville, París, Londres, Bruselas, Yemen, Sumatra, Abisinia, Somalia-. Una incursión en el enigma de aquel muchacho, más salvaje que tímido, que provocaba por igual espanto y fascinación, admiración y escándalo.
Más de mil qunientas páginas en torno a la obra de aquel ser irrepetible que murió “a los 37 años de edad, dejando la incógnita de su silencio, que podría ser un hecho menor y anecdótico, y el misterio creado por la poesía del meteoro llamado Rimbaud, cuyo sentido en buena medida todavía se sigue buscando”, como explica Mauro Armiño en el cierre del prólogo de esta edición que está llamada a ser la versión definitiva en español de la obra de aquel poeta que sigue brillando, indescifrable y burlón, aquel ángel infernal del exceso que cambió la poesía europea en cuatro años de escritura.
Un poeta no de ayer, ni de hoy: de pasado mañana y que todavía corre, inalcanzable, con las suelas al aire a años luz de nosotros.
Rainer Maria Rilke.
Cuarenta y nueve poemas.
Selección, traducción e introducción de Antonio Pau.
Editorial Trotta. Madrid, 2014.
“Esta es mi lucha: / consagrado al anhelo / andar errante a través de los días. (...) y a través del dolor / madurar lejos, más allá de la vida, /más allá del tiempo,” escribía Rilke en Adviento, un libro de 1897.
Es uno de los Cuarenta y nueve poemas que Antonio Pau seleccionó y tradujo en una antología que llega ya a su tercera edición en Trotta y que es desde hace años una referencia imprescindible entre las traducciones al español de un poeta fundamental que ha tenido excelentes traductores en el ámbito hispánico, de Jaime Ferreiro Alemparte a Juan Andrés García Román pasando por José María Valverde.
La selección de Antonio Pau abarca treinta años, de 1896 a 1926, y es una muestra unitaria y significativa de un Rilke esencial a través de la evolución matizada en sus tres etapas creativas: sentimental, objetiv y visionaria.
Con una armonía y una transparencia esencialmente asociadas a la poesía de Rilke, la versión de Antonio Pau une a la fidelidad al original la precisión verbal y la búsqueda de la forma interior que da coherencia al mundo poético rilkeano en unos poemas que han sido elegidos no sólo por su representatividad, sino por su aptitud para mantener la sonoridad en la versión española, “sin incurrir – explica el traductor- en recreación –que sería osadía- ni en literalidad – que sería empobrecimiento.”
Una serena música brota del interior de estos textos que completan una antología muy selecta y muy representativa que tiene como eje tres obras centrales -El Libro de Horas, El libro de las imágenes y los Nuevos poemas- en una trayectoria que culminan las elegías duinesas y los Sonetos a Orfeo y que cierra el poema final, que Rilke escribió pocos días antes de morir: “Ven, tú, el último, a quien reconozco, /dolor incurable que se adentra en la carne /.../ ¿Soy yo aún / quien arde, ya irreconocible? / No puedo adentrarme en los recuerdos. / Oh vida, vida: tendría que estar fuera. / Pero estoy dentro, en llamas. Ya nadie me conoce.”
Un dato elocuente, que habla de la eficiencia de la traducción: más de un lector se sorprenderá leyendo estos textos en voz alta, lo que indica que Antonio Pau ha conseguido dotar a estos textos en español de una modulación sonora que parece brotar de ese mundo interior de Rilke, que se mueve sutilmente entre lo visible y lo invisible, entre lo sensorial y lo conceptual, entre lo tangible, lo soñado y lo intuido.
T.S. Eliot.
Cuatro cuartetos.
Edición y traducción de Andreu Jaume.
Lumen. Barcelona, 2016.
Con los Cuatro cuartetos, explica Andreu Jaume en la introducción a su edición bilingüe en Lumen, Eliot “se propuso ir más allá de la poesía de un modo parecido a lo que Beethoven hizo con la música.”
Cuando Eliot publicaba en 1936 Burnt Norton, tras largos años de silencio poético desde La tierra baldía, no sabía aún que ese poema sería el primero de un ciclo de cuatro, esos Cuatro cuartetos en los que alcanzaría su mayor perfección formal y su mayor hondura meditativa.
Esa obra inesperada de madurez es el resultado de una profunda crisis personal y de un proceso de transformación espiritual que le había llevado a convertirse al catolicismo y a adoptar la nacionalidad británica a finales de los años veinte.
Hizo falta un hecho casual, el encargo de dos piezas teatrales para la iglesia, La roca y Asesinato en la catedral, para que Eliot encontrase un nuevo tono de voz, porque en los coros de La roca (1934) se prefigura ya la tonalidad musical de los Cuatro cuartetos.
Con Burnt Norton, que concibió en principio como un poema aislado y que acabará convirtiéndose en la obertura del conjunto de los Cuatro cuartetos, se inauguraba un nuevo ciclo poético que sería el resultado de la reinvención personal y literaria de Eliot y de la sacudida de la guerra, que sobrevuela trágicamente desde 1939 los otros tres poemas del ciclo: East Coker, The Dry Salvages y Little Gidding.
En ese estilo dramático, a medio camino entre la reflexión en voz alta y la apelación al lector, se moduló la nueva tonalidad poética de Eliot en un estilo marcado por la influencia bíblica de los libros sapienciales y de Dante. Un estilo más conversacional, más cercano al lector, más discursivo e inteligible que el de La tierra baldía.
La edición bilingüe de Andreu Jaume va precedida de un excelente prólogo y se enriquece con un importante aparato de notas colocadas al final para que no perturben la lectura de los textos.
Completan el volumen esas dos piezas teatrales, los coros de La roca y Asesinato en la catedral, en las que Eliot encontró, casi sin proponérselo, una nueva tonalidad poética, una nueva voz que moduló y llevó a su punto culminante con los Cuatro cuartetos.
Álvaro de Campos.
Obra completa.
Edición de Jerónimo Pizarro y Antonio Cardiello.
Traducción y notas de Eloísa Álvarez.
Clásicos Contemporáneos. Pre-Textos. Valencia, 2016.
“No sé quién soy, qué alma tengo.
Siento creencias que no tengo. Me arroban ansias que repudio. Mi perpetua atención sobre mí perpetuamente me denuncia traiciones del alma a un carácter que quizás no tenga, ni ella cree que tengo.
Me siento múltiple. Soy como un cuarto con innumerables espejos fantásticos que dislocan reflejos falsos, una única anterior realidad que no está en ninguno y está en todos.
Como el panteísta se siente árbol, y hasta su flor, yo me siento varios seres. Me siento vivir vidas ajenas.”
Así explicaba Fernando Pessoa la heteronimia de sus textos, el drama em gente que vertebra su obra. De los poemas del más famoso de esos heterónimos, Álvaro de Campos, ingeniero naval en paro formado en Glasgow, poeta futurista y complejo, decía Ricardo Reis que “son un derramarse de emoción. La idea sirve a la emoción, no la domina.”
“Vivir es pertenecer a otro”, escribía Campos, un nihilista al que Pessoa transferirá su propia desazón existencial, su relación conflictiva con la vida, el amor, el sexo o la muerte.
Sensacionista y discípulo de Caeiro, es el autor de Tabacaria, quizá el más memorable de los poemas de ese "diálogo en familia" que establecen entre sí los heterónimos de Pessoa: "No soy nada. / Nunca seré nada."
Entre la Oda triunfal, urbana y vanguardista, escrita en Londres en junio de 1914 -"A la dolorosa luz de las grandes bombillas de la fábrica / tengo fiebre y escribo"- y el último poema -"Todas las cartas de amor son / ridículas"-, fechado el 21 de octubre de 1935, un mes antes de la muerte de Pessoa, llevan también la firma de “ese extraño e intenso poeta”, como lo definió su autor, algunos de sus mejores poemas: Oda marítima, Lisbon Revisited, Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra o Callos al estilo de Oporto.
La edición bilingüe que acaban de publicar en Pre-Textos Jerónimo Pizarro y Antonio Cardiello, con traducción y notas de Eloísa Álvarez, reúne por primera vez en un volumen, ilustrado con cuarenta y siete fotografías y reproducciones de manuscritos y mecanoscritos, la Obra completa en verso y prosa de Álvaro de Campos.
Un heterónimo que, en palabras de los editores es "un vagabundo, un marginal, un intruso; es el que se niega a ser como los otros («¿Me queríais casado, fútil, cotidiano y tributable?»), el que reniega de cualquier clasificación o confinamiento."
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Alejandra Pizarnik.
Poesía completa.
Edición de Ana Becciú.
Lumen. Barcelona, 2016.
Lumen reedita el volumen que recoge la Poesía completa de Alejandra Pizarnik (1936-1972) con los ocho libros que publicó en vida, entre La tierra más ajena y El infierno musical, más los poemas no recogidos en libro y los póstumos que reunieron Olga Orozco y Ana Becciú bajo el título de Textos de sombra y otros poemas.
Para conjurar sus miedos, sus incertidumbres y sus contradicciones eligió vivir en la poesía y acabó ocultándose en el lenguaje, en la tonalidad oscuramente confesional de su poesía y en un universo literario lleno de sombras y de fulguraciones.
Heredera de Rimbaud, que abre con una cita su primer libro, y de una escritura irracionalista que va de Lautréamont al superrealismo de Bretón pasando por Mallarmé, su sensibilidad exacerbada dotó a su poesía de tensión verbal y emocional, de un ímpetu visionario que encuentra su cauce en los símbolos que recorren su obra: la noche, el silencio, el jardín o el viento, imágenes de una naturaleza turbia que refleja el enigma del mundo, “por eso – escribía- cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.”
Es la imaginería oscura de la desolación, del dolor y el amor, de una intimidad dramática y una sensualidad desgarrada que oscila siempre entre el deseo y las heridas. Esa era su concepción terapéutica de la escritura: “Escribir un poema – decía en una entrevista de 1972, poco antes de suicidarse- es reparar la herida fundamental.”
Siempre a medio camino entre la creatividad y la autodestrucción, Alejandra Pizarnik su poesía es un intento exigente de iluminación en lo extraño. Aspiró a la precisión y practicó una escritura desatada de imágenes en libertad. Fue la extranjera ante el espejo, la que calla en el desierto en busca de sí misma, la que emprende un viaje sin regreso al fondo de la noche.
Juan Eduardo Cirlot.
El peor de los dragones.
Antología poética 1943-1973.
Edición y prólogo de Elena Medel.
Siruela. Madrid, 2016.
Si para Rilke todo ángel es terrible, para Cirlot “el ángel es el peor de los dragones.” Y de ese verso, que forma parte de su poema “Momento”, fechado el 29 de mayo de 1971, toma su título la Antología poética 1943-1973 que publica Siruela con edición de Elena Medel, que explica en su prólogo –'Magia y papel vivo'- que, frente al prejuicio de Cirlot como poeta maldito y difícil, “esta antología se plantea una doble meta: la del reencuentro para aquellos lectores que ya hubieran descubierto la poesía de Juan Eduardo Cirlot, y -de manera esencial- la de la revelación para quienes desconocieran su obra.”
Y con ese doble propósito se edita esta amplia selección de una obra exigente que, como señala Elena Medel, “permite la revelación y permite el deslumbramiento” de “un discurso independiente al margen de las estéticas imperantes; y un proyecto sin igual en la poesía española del siglo XX.”
El núcleo central de la obra de Cirlot es el ciclo Bronwyn, que comienza a mediados de los sesenta y que publicó esta misma editorial en 2001, pero antes, durante más de dos décadas, hubo un Cirlot emparentado con el irracionalismo poético y con la poesía visionaria, un Cirlot simbolista y un Cirlot superrealista que lleva a su extremo radical la práctica de la escritura automática, experto en imágenes y símbolos y empeñado en trasladar al lenguaje poético las aportaciones de la música de Strawinsky o Schönberg y del dodecafonismo.
Iniciado hace medio siglo y articulado en torno a la figura de Bronwyn, Cirlot recreó en ese ciclo un mito e integró diversos temas e influencias para exponer una teoría del amor y la muerte, de la resurrección y el retorno, de la búsqueda de la inmortalidad.
Ese sería el centro de su mundo literario, el resultado de una búsqueda obsesiva que se concreta en dieciséis cuadernos y pliegos de poesía en torno a la figura de una doncella celta –“la que renace de las aguas”- en la que confluyen muy distintas tradiciones míticas para crear el corazón de la obra de Cirlot, seguramente también su mayor legado poético.
José Lezama Lima.
Poesía completa.
Compilación, posfacio
y notas de César López.
Sexto Piso. Madrid, 2016.
En el cuadragésimo aniversario de la muerte de Lezama Lima, Sexto Piso reúne su Poesía completa en un volumen preparado por César López, que a la edición de Letras Cubanas (La Habana, 1985) añade un puñado considerable de poemas que se han ido recuperando después de aquella fecha.
Sólo lo difícil es estimulante, escribía Lezama Lima en uno de sus ensayos. Y esos dos adjetivos -difícil y estimulante-, complementarios siempre en Lezama, definen sus ensayos, su narrativa y su poesía.
Lezama, uno de los poetas esenciales del siglo XX en español, practicó una literatura que frente a la imaginación hegeliana defiende la imaginación mítica y frente a la razón histórica propone el logos poético, que explora los vínculos que establece la analogía, no las relaciones de causalidad. Y ese método tiene mucho que ver con la forma de mirar la realidad en el Barroco, a base de conceptos que establecen relaciones inesperadas entre las diversas manifestaciones de la realidad.
En su poesía, Lezama indaga en lo telúrico y en lo estelar a través de una imaginería potente y de una expresión barroca que explora en la oscuridad y en la memoria. Y con esa mirada que reivindica la visión del mundo como imagen integradora de historia y cultura, arte y literatura, mito y pensamiento, Lezama bucea en “las maternales aguas de lo oscuro”.
Una mirada que marca la progresiva depuración de una poesía que parte del momento preciosista y sensorial de Muerte de Narciso y Enemigo rumor para alcanzar su mayor altura en la concentración y abstracción de su etapa central –Aventuras sigilosas, La fijeza y Dador-, la más densa y significativa, con cimas como Rapsodia para el mulo o El coche musical, y decantarse luego por una poesía más accesible y comunicativa: la del póstumo Fragmentos a su imán.
Leer Enemigo rumor, Analecta del reloj o Dador es entrar en otro mundo, en el dominio vertiginoso de lo órfico, en una literatura que se fundamenta en la ambición imaginativa de su poesía, en la potencia oracular de una palabra que ilumina la realidad con el rayo metafórico de la imagen, que es la realidad del mundo invisible.
Un volumen, muy manejable pese a sus más de mil páginas, que está llamado a convertirse en la edición de referencia de esta poesía imprescindible, de esta “oscura pradera lezamiana y convidante”, como señala el responsable de la edición en su epílogo.
Erri De Luca.
Sólo ida. Poesía completa.
Traducción y prólogo de Fernando Valverde.
Seix Barral. Barcelona, 2016.
“ ‘Cuando se tala el bosque vuelan las astillas’, dice un proverbio ruso. Así ha sido el siglo XX, la tala de un bosque, y las sencillas existencias han sido sus restos", afirma Erri De Luca en el texto preliminar que ha escrito para la edición bilingüe de su poesía completa, Sólo ida, el volumen que publica Seix Barral con traducción y prólogo de Fernando Valverde.
Y a reflejar el vuelo de esas astillas se han dedicado los cuatro libros que reúne este tomo: desde Obra sobre el agua (2002) hasta Rarezas de la providencia (2014) y El huésped empedernido (2008) pasando por su libro central, Solo andata (2005), un libro dedicado a los inmigrantes de África y Oriente que sirve también significativamente para dar título a la obra completa.
Además de novelista y poeta, Erri De Luca fue albañil y alpinista. Y, más allá de la anécdota, algo de eso -construcción y escalada- hay en su poesía vertical, que tiene la transparencia del aire y se levanta sobre el abismo.
Una poesía que va más allá de sus propios límites verbales para expresar la conciencia moral de Europa en textos como este Coro de Sólo ida:
Somos los innumerables, el doble en cada centro de expulsión,
adoquinamos de esqueletos vuestro mar para caminar sobre ellos.
No podéis contarnos, si nos contáis aumentamos,
hijos del horizonte, que nos manda de vuelta.
“Ciudadano de la lengua italiana” titula Fernando Valverde su introducción, en la que aprovecha la caracterización que ha hecho De Luca de su condición de escritor. Escribe allí el traductor: “Para el poeta, la belleza es una fuerza presente en la creación, que ha sido introducida a conciencia, como contrapeso a toda destrucción a todo el desperdicio del mundo.”
La poesía es así la conciencia del siglo de las grandes guerras, de las prisiones multitudinarias, de las grandes migraciones y las deportaciones, de los bombardeos de ciudades. Y sus poemas son no sólo un recuento de esas astillas, sino la expresión de la resistencia a la destrucción mediante la palabra y la memoria entendidas como facultades morales.
Resuena en sus versos la fuerza de los libros sapienciales de la Biblia y los evangelios, la infancia napolitana y el asedio de Sarajevo, con la potencia verbal de una poesía no política, sino civil, que “tiene la voz que se forma por sí sola en el cráneo de quien la lee”, como escribe Erri de Luca en el texto preliminar, y que ejerce su testimonio y ejerce su denuncia a través de historias y voces como las que articulan sus novelas:
Hemos venido descalzos, sin suelas,
sin sentir espinas, piedras, colas de escorpiones.
Ningún policía puede despreciarnos
después de todo lo que hemos sido ya ofendidos.
Seremos los siervos, los hijos que no tenéis,
nuestras vidas serán vuestros libros de aventuras.
Traemos a Homero y a Dante, el ciego y el peregrino,
el olor que perdisteis, la igualdad que habéis sometido.
Manuel Padorno.
Obras completas.
Tomo I: 1955-1991.
Palabras preliminares de Jaime Siles.
Edición de Alejandro González Segura.
Pre-Textos. Valencia, 2016.
“Si tuviera que definirla diría que es una poesía atlántica. Por eso lo dejo allí y donde y como él quería: en esta luz y aquí esta mañana siempre.” Así cierra Jaime Siles las palabras preliminares que ha escrito para la abrir el primer tomo de las Obras completas de Manuel Padorno que publica Pre-Textos con edición y prólogo de Alejandro González Segura, que hace un iluminador recorrido por su trayectoria vital y artística, además de redactar sendas introducciones particulares sobre el valor y el sentido de cada uno de los libros recogidos en este primer volumen.
Entre Oír crecer a las palomas (1955) y Una aventura blanca (1991), once títulos que reflejan las primeras etapas creativas del poeta y pintor canario Manuel Padorno (1933-2002), uno de esos autores inclasificables -Antonio Gamoneda, Luis Feria, Mª Victoria Atencia, Ángel Crespo, Félix Grande, Fernando Quiñones, Frncisca Aguirre o César Simón- que fueron coetáneos de los más conocidos poetas del grupo de los 60.
A estos poetas que afrontaron al margen de grupos su aventura poética a través de un mapa que les llevó a alcanzar su propio tono de voz, los manuales y las antologías los suelen confinar a los márgenes del canon, aunque su obra esté a la altura de los canónicos Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, Ángel González o José Ángel Valente, que era, por cierto, el que señalaba que donde acaba el grupo empieza el poeta.
De esa aventura estética, de esa búsqueda de un mundo poético propio que se justifica en sí misma tanto como en sus hallazgos da cuenta este volumen que recoge más de tres décadas de una poesía que intenta “llegar hasta el desvío, desvelar la realidad”, como señalaba el poeta en las palabras preliminares de su antología personal La guía.
Manuel Padorno fue un poeta en el que la insularidad iba más allá del rasgo biográfico y de su hábitat. Afecta a la misma esencia de su razón poética. Porque la poesía de Padorno proyecta una mirada comprensiva a la realidad, es una constante búsqueda de lo invisible, de lo que está al otro lado, una indagación en lo infrecuente por parte de quien se veía a sí mismo como un nómada que convoca la epifanía de la luz o como un sacerdote revelador de lo oculto o lo etéreo.
El mar y la luz, el agua y las gaviotas, el barco y la playa son algunas de las constantes temáticas que articulan una poesía en la que la palabra explora el lugar de encuentro del mundo interior y el mundo exterior. Un viaje hacia la revelación de otra realidad por medio de una palabra poética que se mueve en el filo de la oralidad y el hermetismo, entre el tono coloquial y la elaboración gongorina.
La luz y la palabra son una constante en la obra de quien era pintor además de poeta. 'Pintor-poeta y poeta-pintor' le llama Siles. Y sobre esa línea luminosa que une su poesía con su pintura escribía Manuel Padorno en su conferencia Una lectura distinta del mundo a través de la pintura y la poesía (1995): “El motivo principal tanto de mi pintura como de mi poesía, desde siempre, es desvelar el mundo exterior, ir penetrando y fijando una nueva lectura del mundo, lo que yo llamo el “afuera”, fundamentado principalmente en el tema de la luz y del mar. Así surge el nomadeo de la luz, el “Árbol de luz”, la “Gaviota de luz”, “El vaso de luz”, la “Pirámide de luz”, “La luna del mediodía”, “La carretera del mar”, etc. Se trata de crear una mitología, una cosmología atlántica, canaria, basada en el mundo invisible, en lo que no se ve, en lo que se desconoce, en lo que se ignora.”
Su poética atlántica conecta a Padorno con el tercer Juan Ramón, el de Lírica de una Atlántida, en un deseo común de descubrir otra realidad, de expresar lo inefable, de escribir desde el otro costado o desde el otro lado en una "navegación inmóvil, hacia lo hondo / del tiempo" que resumió en Una aventura blanca, el último de los títulos que recoge este volumen.
Milo De Angelis.
Tema del adiós.
Traducción de Paul Viejo.
Ediciones La Palma. Madrid, 2016.
Ahora se ha roto el orden, ahora / te acercas a la habitación y te quedas / desnuda durante todo el verano, con la mano /que gira la manija al infinito, escribe Milo De Angelis (Milán, 1951) en uno de los poemas finales de Tema del adiós, un libro que apareció en su edición original en italiano en 2005 y que publica en español Ediciones La Palma con traducción de Paul Viejo.
Una despedida en forma de elegía estremecida a la muerte de su mujer, un ejercicio de la memoria y un lamento de la pérdida en un conjunto de fragmentos breves en los que la palabra intenta anular el tiempo y la destrucción recurriendo al recuerdo o al contestador del teléfono en donde sigue viva la voz de la esposa.
Lo imprevisto y lo terminal, la carne herida en la penumbra de las habitaciones del hospital, las horas oscuras en que conviven la ceniza y la respiración, la sangre y la memoria, las cicatrices y el verano en un conjunto de poemas cortos.
Poemas de una intensidad casi insoportable en su tensión verbal y emocional, en los que la palabra es una terapia en medio de la desolación y la separación irreversible:
oh duérmete, dije, duérmete
aunque yo estaba contigo
y tú no estabas conmigo.
Santos Domínguez