29/9/16

La mente participativa


Henryk Skolimowski.
La mente participativa.
Prólogo de Jordi Pigem.
Traducción de Juan Arnau y Su Lleó. 
Atalanta. Gerona, 2016.

Como el destello repentino de un relámpago en la oscuridad define Jordi Pigem la trayectoria de Henryk Skolimowski en el prólogo con el que presenta La mente participativa. Una nueva teoría del universo y del conocimiento, el volumen que publica Atalanta con traducción de Juan Arnau y Su Lleó. 

Escribe Jordi Pigem en ese prólogo: “Las viejas narrativas se derrumbaron y todavía no ha emergido una nueva. La ciencia explica muchas cosas, pero no nos da una visión del mundo completa y coherente que contribuya a dar sentido a nuestras vidas. La ciencia del siglo XX presuponía que somos el mero resultado de combinaciones accidentales de átomos en un universo sin sentido. Algo que, intuitivamente, casi todos sabemos que es falso. Lo sabemos intuitivamente y lo vamos corroborando a medida que emerge un nuevo paradigma científico, holístico y posmaterialista. Pero este nuevo paradigma todavía no ha generado una nueva narrativa suficientemente completa, capaz de orientarnos acerca de quiénes somos y qué hacemos aquí, en el mundo.Porque esa tarea no corresponde a la ciencia sino la filosofía. 
Pero la filosofía contemporánea parece que se ha resignado a la ausencia de visión global y de sentido. Buena parte de la filosofía del último medio siglo ha sido un chapotear en la ciénaga del nihilismo.”

Y este libro de Henryk Skolimowski (Varsovia, 1930) es una respuesta a esa crisis en forma de nuevo proyecto intelectual que tiene como centro el impulso integrador de la mente participativa. 

Un proyecto que explora los vínculos entre la filosofía y la ciencia, que fueron inseparables entre los presocráticos antes de un proceso emancipador en el que la ciencia siguió vinculada a la filosofía como filosofía natural antes de convertirse en una disciplina diferenciada a partir del racionalismo y el positivismo.

Se empieza a perfilar así una nueva propuesta, la filosofía ecológica, que sería el tercero de los proyectos del pensamiento occidental. Tras la filosofía griega y su carácter iluminador y prometeico; tras el fracaso del proyecto fáustico de la ciencia y la tecnología que se imponen en el pensamiento occidental a partir del siglo XVII y de Newton, la filosofía ecológica se alza como una tercera propuesta basada en la visión de la mente participativa, con una mirada global y abarcadora que construye el mundo a medida que lo conoce  y con una concepción del conocimiento como construcción cultural constituyente de la realidad. 

Frente a la mirada materialista y a la crisis del pensamiento objetivista y tecnológico, la propuesta de Skolimowski es la expresión de un renacimiento espiritual, una respuesta a la idea de la realidad como algo objetivo que existe independientemente de nosotros y una negación de las teorías que conciben la mente humana como una realidad individual y aislada.

Porque la idea de la mente participativa pone en cuestión la concepción moderna del mundo y de nuestra relación con él: no somos espectadores sino coautores y partícipes de un universo de relaciones en el que todo está interconectado en una realidad en la que nada existe sin la participación de la mente. De esa manera, el mundo no es el resultado de una mera suma de objetos y fenómenos sino un entramado complejo de relaciones que conectan la realidad, no algo preexistente o independiente de nosotros, sino el resultado del diálogo que establecemos con ella.

Parménides lo intuyó con lucidez cuando escribió “sin mente no hay mundo” y en el prólogo que ha escrito para la edición española de este libro, Skolimowski concluye: “Nuestra vida es la creación de nuestra mente. Debemos reconocer que esa vida es la creación de una mente participativa, que habita y actúa en un universo participativo.” 

Ante la crisis del conocimiento absoluto con el que soñó la ciencia moderna desde Newton, esta propuesta de una nueva teoría del conocimiento tiene tanto de epistemología como de cosmología, pues recompone las relaciones entre la mente y la realidad y propone una nueva representación del mundo.

Una teoría cosmológica que cierra el círculo que abrieron los presocráticos y conecta con ese espíritu integrador de lo objetivo y lo subjetivo, de la ciencia y la filosofía, de lo material y lo espiritual en su exploración unitaria de las relaciones de la conciencia con la realidad. 

Esta propuesta integradora hace una síntesis de la iluminación y el análisis a través de esa filosofía participativa que “supone darse cuenta de que creamos el universo a nuestra imagen: somos la imagen del universo que, al crearnos, quiere reflejarse a sí mismo en aquello que ha creado.”

Santos Domínguez