Jacques Abeille.
Los jardines estatuarios.
Traducción de Lluís Maria Todó.
Sexto Piso. Madrid, 2014.
Vi grandes campos de invierno cubiertos de pájaros muertos.
Sus rígidas alas trazaban en el infinito surcos indescifrables. Se hizo la noche.
Había entrado en la provincia de los jardines estatuarios.
Tras ese comienzo alucinado (“Creí haber escrito el relato de un loco”, declaró Abeille a propósito de esta obra), al lector de Los jardines estatuarios le espera una de las experiencias más turbadoras: la que le abre las puertas a un mundo extraño, a otra dimensión de la realidad de la mano de una novela impresionante de Jacques Abeille, que acaba de publicar Sexto Piso con una admirable traducción de Lluís Maria Todó.
Como el viajero que llega a esa región de jardines estatuarios de la mano de un guía que le orienta como a Dante en su viaje al inframundo, el lector se incorpora a ese juego de espejos que le plantea el narrador desde la primera línea y asume a partir de ese momento que de su mano entrará él también en ese territorio misterioso donde sus habitantes practican una agricultura mineral en la que se cultivan y se injertan estatuas.
Los jardines estatuarios resume varios modelos narrativos: es un libro de viajes, una intemporal fábula alegórica, un relato filosófico, una novela que recoge la mejor tradición de la novela de la Ilustración y de Swift, un texto en el que la imaginación no es un mecanismo de evasión, sino un procedimiento metafórico cargado de potencia por la magnífica prosa de Abeille y por su mirada inteligente a la sociedad y a la condición humana. Porque hay otras regiones por venir. Habrá países.
Santos Domínguez