20/1/12

Caballero Bonald. Entreguerras


José Manuel Caballero Bonald.
Entreguerras.
o De la naturaleza de las cosas.
Seix Barral. Barcelona, 2012.

De la naturaleza de las cosas es el lucreciano y elocuente subtítulo con el que José Manuel Caballero Bonald resume el sentido indagatorio de Entreguerras, el libro que acaba de publicar Seix Barral.

A diferencia del resto de su obra poética, no se trata de un conjunto de poemas, sino de un solo y largo poema unitario compuesto por casi tres mil versículos organizados en un prefacio y catorce capítulos.

Versículos que fluyen con la libertad de la palabra y el desorden del recuerdo sin más signos de puntuación que las interrogaciones y las exclamaciones, dictados por un ritmo que no procede de la norma sintáctica, sino por el flujo y el reflujo del recuerdo que evoca el poeta en el breve texto explicativo que abre el libro.

Porque, como la mayor parte de su obra, Entreguerras es un libro con voluntad interrogativa, una nueva indagación de Caballero Bonald en la memoria, que es uno de los pilares centrales sobre los que se sostiene su obra poética y narrativa.

El entramado irracional de la memoria, la sucesión torrencial de sus imágenes hacen de Entreguerras un poema-río –poema fluvial lo llama su autor-, con una corriente y unas zonas de sombra, con sus materiales turbios y aluvionales que a veces inundan las orillas; una navegación por la autobiografía vital y literaria, por la actitud moral y política del poeta; un homenaje explícito o tácito a sus autores predilectos – de Virgilio a Gonzalo Rojas, de Góngora a Valente, de Juan Ramón a Mallarmé-, a sus amigos o a sus referentes éticos o paisajísticos:

he recorrido tierras sitios que se fueron volviendo difusos irreales
a medida que me iba alejando de ellos que los iba evocando
(...)
rastros ya inexistentes de una geografía desmantelada por los años

Escrito entre abril de 2010 y octubre de 2011, con el tono salmódico y el ritmo enumerativo del Caballero Bonald más visionario, Entreguerras es el resultado de un viaje interior por la memoria caótica y conflictiva, por los conflictos personales y sociales en busca de iluminaciones que den sentido al mundo y vertebren los recuerdos dispersos, frágiles y dudosos:

volubles son y lóbregas las puertas condenadas del pretérito
allí vacila y comparece a todas horas el espesor de esa entelequia
donde van albergándose emociones falacias escombreras de sueños
allí donde también se han ido amontonando los desperdicios de la historia
hasta formar un insepulto estorbo de afrentas malandanzas desmanes
cuando ya nada es cierto sino aquello que incluye el rango de la duda

Entreguerras se va construyendo de una manera secuencial y acumulativa mediante la traducción a imágenes de los materiales de aluvión de la experiencia vivida y leída, ensamblada con libros y lugares que describen la geografía física y la memoria personal habitada por el poeta. El Madrid de la posguerra -la ciudad asediada de vítores y máscaras de adalides-, Doñana -esa venerable concordancia edénica- y el Mediterráneo -mis sucesivas patrias ya para siempre juntas en los predios de la credulidad- y un hilo conductor: la conciencia del paso del tiempo, de un mientras que se repite anafórica y significativamente en muchos de los versículos del libro:

mientras lo ya vivido se desliza hacia el despeñadero que precede a la nada
y todos los ayeres fidedignos forman un solo instante de incertezas

Esa presencia de la temporalidad va ganando intensidad hasta inundar los versos del libro para convertirse en un recuento en forma de soliloquio, en una búsqueda de explicaciones, en un testimonio de incertidumbres y en una declaración de últimas voluntades para sobrevivir a las plurales índoles del miedo, hasta la interrogación con la que se cierra el libro:

mientras musito escribo una vez más la gran pregunta incontestable
¿eso que se adivina más allá del último confín es aún la vida?

Santos Domínguez