Juan Benet.
Otoño en Madrid hacia 1950.
Debolsillo. Barcelona, 2010.
Otoño en Madrid hacia 1950.
Debolsillo. Barcelona, 2010.
Con el prólogo que el propio Benet escribió en abril de 1987 para su publicación en Alianza, Debolsillo recupera en su colección Contemporáneos Otoño en Madrid hacia 1950, un espléndido conjunto de cuatro textos en una edición preparada por Ignacio Echevarría.
Casi unas memorias indirectas es lo que contiene –las palabras son del prólogo de Benet- este pequeño volumen de memorias en cierto modo contrapuesto a mi propósito de no escribir unas memorias ni un diario ni cosa parecida.
Cuatro textos que, a medio camino entre el ensayo y el artículo, son el resultado de una combinación de esfuerzos (la amistad y la memoria) y fueron escritos entre 1972 y 1986, en los años en que Benet creó la parte esencial de su obra.
La evocación de Baroja en su ancianidad friolera y desengañada, mientras imparte desde el sillón sacramental de su tertulia de la calle Alarcón un curso general sobre el desencanto; el retrato de el pintor Caneja (el pintor más rojo de los rojos); el Madrid de Eloy, el hombre que un día desapareció, sin más, y un memento de Martín-Santos trazan más una galería de retratos, elaborados con mejor o peor mano, que los sincopados fragmentos de unas memorias que, insisto, ciertamente nunca he sentido la necesidad de escribir.
Galería de retratos en un páramo cultural, porque esos personajes se recortan contra el desolado territorio del Madrid de la posguerra, que es el hilo conductor de estos textos en los que brilla el Benet más cercano, el conversador ingenioso y punzante, el narrador atento al detalle, distante y memorioso, el constructor de un retablo poblado de personajes y situaciones inolvidables, contadas en la excepcional prosa del fundador de Región.
Entre el humor y la pedagogía, entre la especulación y la anécdota, Otoño en Madrid hacia 1950, además de ser una muestra cabal del Benet ensayista y escritor de artículos, aporta valiosas claves sobre sus afinidades vitales y literarias.
Cuando en 2001 se reeditó Otoño en Madrid hacia 1950 en la colección Letras madrileñas contemporáneas de Visor, lo introducía un jugoso texto de Antonio Martínez Sarrión (Juan Benet: Las memorias negadas) que reaparece ahora a modo de epílogo con una leve variación en el título.
En ese epílogo, Martínez Sarrión define este libro como una obra maestra, favorita de muchos lectores, que Benet escribió a vista de pájaro, con la tonalidad oral y maliciosa del conversador y con un oído privilegiado para la cadencia de la prosa.
Casi unas memorias indirectas es lo que contiene –las palabras son del prólogo de Benet- este pequeño volumen de memorias en cierto modo contrapuesto a mi propósito de no escribir unas memorias ni un diario ni cosa parecida.
Cuatro textos que, a medio camino entre el ensayo y el artículo, son el resultado de una combinación de esfuerzos (la amistad y la memoria) y fueron escritos entre 1972 y 1986, en los años en que Benet creó la parte esencial de su obra.
La evocación de Baroja en su ancianidad friolera y desengañada, mientras imparte desde el sillón sacramental de su tertulia de la calle Alarcón un curso general sobre el desencanto; el retrato de el pintor Caneja (el pintor más rojo de los rojos); el Madrid de Eloy, el hombre que un día desapareció, sin más, y un memento de Martín-Santos trazan más una galería de retratos, elaborados con mejor o peor mano, que los sincopados fragmentos de unas memorias que, insisto, ciertamente nunca he sentido la necesidad de escribir.
Galería de retratos en un páramo cultural, porque esos personajes se recortan contra el desolado territorio del Madrid de la posguerra, que es el hilo conductor de estos textos en los que brilla el Benet más cercano, el conversador ingenioso y punzante, el narrador atento al detalle, distante y memorioso, el constructor de un retablo poblado de personajes y situaciones inolvidables, contadas en la excepcional prosa del fundador de Región.
Entre el humor y la pedagogía, entre la especulación y la anécdota, Otoño en Madrid hacia 1950, además de ser una muestra cabal del Benet ensayista y escritor de artículos, aporta valiosas claves sobre sus afinidades vitales y literarias.
Cuando en 2001 se reeditó Otoño en Madrid hacia 1950 en la colección Letras madrileñas contemporáneas de Visor, lo introducía un jugoso texto de Antonio Martínez Sarrión (Juan Benet: Las memorias negadas) que reaparece ahora a modo de epílogo con una leve variación en el título.
En ese epílogo, Martínez Sarrión define este libro como una obra maestra, favorita de muchos lectores, que Benet escribió a vista de pájaro, con la tonalidad oral y maliciosa del conversador y con un oído privilegiado para la cadencia de la prosa.
Santos Domínguez