Pep Coll.
Las señoritas de Lourdes.
Traducción de
Laura-Remei Martínez-Buitrago.
Ediciones Ámbar. Barcelona, 2008.
«Dios mío, ¡qué eterno se me está haciendo el purgatorio!», te quejas cada mañana cuando la monja portera abre la puerta de la capilla de Sainte-Hélène para que entren los primeros visitantes del día. En vida no te habías imaginado nunca así esta morada transitoria e incierta del otro mundo. Si alguna vez pensabas en ello, te dejaba indiferente.
Así, con una santa en un purgatorio, comienza Las señoritas de Lourdes, la novela con la que el escritor catalán Pep Coll obtuvo el Premio Sant Jordi en 2007. La subtitula La verdadera historia de Bernadette, es una biografía novelada y aparece en su traducción al castellano en Ediciones Ámbar.
La perplejidad de Bernadette por no disfrutar de la presencia de Dios en el paraíso la comparten con ella el lector y el narrador:
¿Cómo es posible que no esté en el cielo una santa que tuvo el privilegio en vida de contemplar a la Madre de Dios, que ha obrado quién sabe cuántos milagros y por eso fue beatificada y después canonizada por el papa Pío XI? Tú tampoco lo entiendes, Bernadeta. En las tardes interminables del mes de agosto, harta de aguantar las miradas de devoción, de curiosidad y de asco, no puedes evitar rebelarte contra el destino de animal disecado dentro de una vitrina de museo. En esos momentos de desesperación, incluso dudas de la justicia del cielo. ¿Cómo se explica que, con motivo de tu santificación en el año 1925, el Papa concediera el privilegio de la indulgencia plenaria a los que peregrinaran a Lourdes, es decir, que se aseguraban el cielo, mientras que tú, la auténtica fundadora del santuario de los Pirineos, continuases purgando Dios sabe qué falta dentro de un féretro de cristal?
Pero no es más que el planteamiento para remontarse al tiempo de los hechos y ceder la voz a la protagonista de la historia milagrosa de la gruta de Lourdes:
¡Venga, Bernadeta! Puedes comenzar si quieres con la misma frase con la que comenzabas el relato de las apariciones cuando aprendiste a escribir: «La primera vez que fui a la gruta...»
Respondiendo a esa invitación, la santa empieza a rememorar los hechos, que ocurrieron tal día como hoy, un once de febrero, hace algo más de un siglo y medio:
La primera vez que fui a la gruta no fue el día 11 de febrero de 1858, ni me acompañaba mi hermana…
Y en ese momento empieza realmente la historia. Aquello que se apareció en la cueva de Massabielha dio lugar a un fenómeno religioso de notables consecuencias políticas, ideológicas y comerciales (Da más dinero que Baqueira Beret, ha declarado Coll), convirtió Lourdes en el santuario más importante de la cristiandad y excedió con mucho los límites intelectuales y sociales de aquella niña.
En aquella niña que vio a la señora un día de carnaval con una túnica blanca, latía un factor humano y pesaba un ambiente familiar y un entorno miserable que es el que rastrea el autor en esta novela documental.
Otro elemento determinante para explicar las apariciones es su fondo antropológico: el conjunto de leyendas y supersticiones que oyó Bernadette y eran propias de aquella zona: historias con un claro componente femenino que hablaban de mujeres mágicas y benefactoras y de ritos de purificación y sanación relacionados con el agua.
Pep Coll ha querido olvidar las manipulaciones propagandísticas interesadas y lejos de toda idealización ha documentado la realidad miserable en la que creció una criatura desbordada por las consecuencias de aquella aparición. Y con ese objetivo ha escrito una novela que es también una aproximación muy certera a los protagonistas de los hechos, al ambiente sórdido en que se produjeron y a las reacciones que suscitaron.
Mayra Vela