Luis Martín-Santos.
Narrativa breve.
Obras completas I.
Edición dirigida por
Domingo Ródenas de Moya.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2024.
Deslumbrante y tortuoso.
Con esos dos adjetivos definía Gregorio Morán a Luis Martín-Santos en su lúcido y provocador El cura y los mandarines. Y esa doble caracterización de la persona podría servir también para calificar la complicada historia textual de su obra narrativa: desde los iniciales relatos de El amanecer podrido, escritos a dos voces y cuatro manos con Juan Benet, a los Apólogos o al póstumo e inacabado Tiempo de destrucción, pasando por dos novelas inéditas y por el culminante Tiempo de silencio.
En el centenario del nacimiento de Luis Martín-Santos y a los sesenta años de su muerte, Galaxia Gutenberg empieza a publicar, bajo la dirección de Domingo Ródenas de Moya, sus Obras Completas en seis volúmenes que recuperarán abundantes materiales inéditos: dos novelas -El vientre hinchado (1950), de ambiente rural, y El saco (1955), de ámbito carcelario y mirada existencialista-; veinte apólogos más que en la edición de Seix Barral de 1970; siete cuentos y esbozos primerizos, escritos en los años cuarenta y cincuenta, además de su teatro y su obra poética y ensayística.
El primer volumen, que acaba de aparecer, recoge su Narrativa breve y se abre con una introducción de Domingo Ródenas de Moya -“Luis Martín-Santos, las voces del cuento”- que destaca que el autor convirtió la escritura breve en un laboratorio narrativo y concluye con este párrafo: “No cabe duda de que Martín-Santos tuvo el propósito de publicar sus cuentos en un volumen. Quizá tras completar la redacción de Tiempo de destrucción o, tal vez, cuando concluyera el proyecto de una hipotética trilogía novelística. Es imposible imaginar si ese volumen hubiera estado compuesto únicamente por apólogos o hubiera incluido algunas narraciones más extensas. Lo que sí sabemos, gracias al material conservado, es que la narración breve fue una de las devociones constantes del escritor desde su juventud, un formato de tanteo e indagación que, si pudo ser una escritura preparatoria o ancilar, llegó a adquirir valor autónomo para él y en el que, además, alcanzó un virtuosismo que solo ahora es posible ponderar.”
Organizado en cinco partes, el volumen ofrece un centenar largo de textos escritos entre 1945 y 1964, bastantes de ellos inéditos, algunos aparecidos en revistas: siete ‘Primeros cuentos y esbozos’; cuarenta y cuatro narraciones de El amanecer podrido; cincuenta y ocho Apólogos, escritos a lo largo de quince años y distribuidos en dos secciones, y el espléndido relato ‘Condenada belleza del mundo’-, a los que se añaden en apéndice otros cinco de diversa naturaleza, y se cierra con una imprescindible sección de Notas que explican la historia textual de los relatos y su sentido en el conjunto de la narrativa de Martín-Santos.
Frente al realismo tremendista imperante en los años cuarenta o al realismo social que se impuso en la década de los cincuenta, Benet y Martín-Santos, dos escritores aún en ciernes, fundaron un bajorrealismo que definieron como "un nuevo lenguaje y una nueva metáfora" para construir "una nueva verdad literaria."
La excelente introducción de Ródenas de Moya explora las ideas de Luis Martín-Santos sobre el cuento como "un todo del principio al final" y sitúa estos textos como materializaciones de la tendencia que Benet y Martín-Santos llamaron bajorrealismo en 1950. Una renovación narrativa que, según Domingo Ródenas de Moya, debe entenderse como reflejo de "lo primario e instintivo, pero también de lo degradado y lo miserable."
Ese bajorrealismo que recorre la mayoría de estos relatos, escritos desde finales de los cuarenta a finales de los cincuenta, está presente como línea de fuerza en El amanecer podrido, en los apólogos y en las dos novelas inéditas.
Pero algunos otros textos, como ‘Tauromaquia’, un apólogo tardío, publicado en abril de 1963, o el magnífico y final ‘Condenada belleza del mundo’ -un relato de ese mismo año, el último de los que escribió- pueden incluirse ya en el realismo dialéctico, que había fraguado en Tiempo de silencio como la sólida poética narrativa sobre la que se sustentaba la novela.
Esa poética narrativa la defendió Martín-Santos en octubre de 1963 en el congreso internacional “Realismo y realidad en la literatura contemporánea”. De hecho, el propio autor le explicó en una carta al crítico Ricardo Domenech que al escribir el apólogo ‘Tauromaquia’ se había apartado intencionadamente del realismo social para practicar un realismo dialéctico que, más allá de la mera descripción estática realista, planteaba una dinámica de las contradicciones que se propone una transformación de la realidad.
“Una propuesta estética -señala Domingo Ródenas- que prefigura el deseo de Martín-Santos de definir una estética dialéctica (o realismo dialéctico, como él lo llamaría) que conciliara una obra literaria técnicamente moderna y capaz de una indagación profunda en una conciencia (la del personaje) con la fuerza de incriminación o desenmascaramiento de una realidad social o política indeseable.” “De este modo -añade-, pueden reconocerse en este conjunto dos focos estéticos, el del expresionismo bajorrealista y el del realismo dialéctico, que en buena medida absorbió al anterior.”
Lo decía más arriba: escrito en la primavera de 1963, durante el rodaje en Almuñécar de El próximo otoño, de Antón Eceiza, ‘Condenada belleza del mundo’ es seguramente la cima de la narrativa breve de Martín-Santos, que a esas alturas es ya un narrador prodigioso, dueño absoluto de un mundo propio y de un estilo inimitable.
Así comienza ese relato imprescindible, amargo y lúcido, publicado por primera vez hace veinte años en una edición exenta como libro en Seix Barral:
Condenada belleza del mundo: piedras secas, aldeas olvidadas, olivos retorcidos, viñas implantadas en esa tierra estéril que se descuelga hasta el mar.
Condenada belleza del mundo: ¡cómo te precipitas desde lo alto sobre los montes cansados, sobre la carretera que desciende, sobre las piedras rojas, sobre la mansedumbre de la tierra que te espera!
Santos Domínguez