18/1/23

Vassili Grossman y el siglo soviético


 Alexandra Popoff.
Vasili Grossman y el siglo soviético.
Traducción de Gonzalo García.
Crítica. Barcelona, 2020.

“Vasili Grossman empezó Vida y destino, una potente novela antitotalitaria, cuando Stalin aún vivía. En esas fechas no había posibilidad de publicarla. Pero tras la muerte del dictador, cuando el régimen admitió algunas medias verdades sobre los crímenes de Stalin, hubo un atisbo de esperanza. Aunque sabía que el estado represivo no había cambiado en lo esencial y seguía controlado por los estalinistas, sin embargo Grossman tomó la valiente decisión de dar a la imprenta su testimonio sobre el siglo soviético y el estalinismo. Fue el primer gran intento de resucitar tanto la verdad histórica como los nombres de aquellas personas que el régimen había matado y eliminado de los archivos. En Vida y destino Grossman sometió a juicio al estalinismo, yuxtaponiendo los crímenes contra la humanidad que los soviéticos perpetraron con los cometidos por los nazis. En 1960, dos años antes de que el mundo conociera la experiencia de Solzhenitsyn en el Gulag, Grossman completó su denuncia de las dos dictaduras y los sistemas de esclavitud que fundaron. Decidirse a intentar publicarla en la URSS fue un desafío de extremada valentía.
[…]
Solo ahora, cuando ha pasado más de medio siglo desde la muerte de Grossman, acaecida en 1964, empezamos a comprender adecuadamente la vida y el legado del autor. Lo primero que se constata es que su prosa no ha envejecido: las ideas de Grossman son esenciales para entender no solo el pasado totalitario de Rusia, sino su presente autoritario. La genialidad artística de Grossman, la pericia de sus descripciones y la humanidad de su prosa explican que esta aún posea un atractivo perdurable y universal”, escribe Alexandra Popoff en la introducción de Vasili Grossman y el siglo soviético, la extraordinaria biografía del autor de Vida y destino que publica Crítica con traducción de Gonzalo García.

Un documentado recorrido, apoyado también en el material gráfico del cuadernillo central, por la vida y sobre todo por la obra de Grossman (1905-1964), por su formación científica y el abandono temprano de su carrera de químico para dedicarse al periodismo y la literatura, por su ejercicio de cronista y corresponsal de guerra en Stalingrado o Berlín, por su denuncia del Holocausto en los campos de exterminio de Treblinka, por su choque con la máquina autoritaria del estalinismo y el KGB soviético, que confiscó el manuscrito de Vida y destino, la monumental novela a la que Grossman había dedicado más de quince años, y que en los informes de la censura fue calificada como calumniosa contra la sociedad y el Estado soviético.

Un año después del secuestro de la obra, el 26 de febrero de 1962, Grossman escribe en una carta a Jruschov: “En primer lugar, tengo que decir lo siguiente: no he llegado a la conclusión de que mi libro contenga falsedades. En este libro he escrito lo que consideraba, y sigo considerando, que era la verdad. Solo he descrito las cosas que he pensado, sentido y sufrido. 
Mi libro no es político. He hablado en él, tan bien como he sabido, de las personas, sus pesares, alegrías, prejuicios, muerte. He escrito sobre el amor y sobre la compasión.
Mi libro contiene páginas amargas y difíciles. Aborda nuestro pasado reciente, los hechos de la guerra. Quizá no resulte fácil leer esas páginas. Creedme: escribirlas tampoco fue fácil. Pero tenía que escribirlas.
[…] 
Sé que mi libro es imperfecto, que en ningún modo se puede comparar a las obras de los grandes escritores del pasado. Pero aquí no se trata de las deficiencias de mi talento. Se trata del derecho a escribir la verdad que uno ha descubierto a través de los largos años de vida y sufrimiento. Así pues, ¿por qué se ha prohibido mi libro, que de alguna manera puede corresponderse con las necesidades espirituales del pueblo soviético, y que no contiene ni falsedades ni calumnias, sino verdad, dolor y amor por las personas? ¿Por qué me lo han quitado, mediante la violencia administrativa, y se ha ocultado tanto de mi vista como de la del pueblo, como si de un criminal o un asesino se tratara?
Transcurrido un año, no sé si mi libro está intacto. ¿Ha sido destruido o quemado?”

Aquella carta tendría como respuesta el mismo silencio represivo que envolvió todo lo que había escrito. Una actitud que se prolongó hasta muchos años después de su muerte en 1964:

“Grossman falleció -escribe Popoff- al atardecer del 14 de septiembre de 1964, un día antes del aniversario de la masacre que costó la vida a los judíos de Berdíchev, entre ellos, su madre. Contaba entonces cincuenta y ocho años. Como escribió en Que el bien os acompañe: «Cuando una persona muere, sucumbe con ella el mundo único e irrepetible que creó, un universo con sus océanos y montañas, con su propio cielo». Grossman creó un mundo perdurable en su ficción, que le sobrevivió y sigue vivo en nuestros días.”

Además de su calidad literaria, Alexandra Popoff -que con buen criterio hace de Vida y destino y de la peripecia de su manuscrito el eje de su biografía- destaca en Vassili Grossman y el siglo soviético su condición de testigo privilegiado y lúcido de una época y sus horrores, su valor moral y su integridad ética al denunciar las semejanzas entre el nazismo y el totalitarismo estalinista, entre el infierno de Treblinka y el del Gulag, porque “la investigación de Grossman para la primera parte de Vida y destino le inspiró las reflexiones sobre las semejanzas entre los regímenes totalitarios de Hitler y Stalin. Cuando los presos del Gulag empezaron a regresar de los campos, el escritor pudo reunir por fin pruebas para comparar cómo se había tratado a los enemigos políticos en la Alemania nazi y la Rusia soviética.”

Así cierra el Epílogo del libro, tras recordar la rehabilitación del estalinismo en la Rusia de Putin:

Murávnik y su padre leyeron las novelas de Grossman a finales de la década de 1980. «Si antes creía que Stalin había distorsionado las ideas de Lenin, Grossman me convenció de que Lenin ya había establecido el mecanismo de las represiones masivas.» Esta idea, que es importante, funciona como un catalizador. Ayuda a librarse de toda ilusión sobre el pasado soviético. Murávnik se encuentra entre el grupo de personas de Rusia que creen necesaria una expiación nacional. En el otoño de 2017 habló en público de su propia familia y expresó arrepentimiento en nombre de su abuelo. Pero solo unos pocos son capaces de actuar así. Afrontar la verdad requiere coraje.
Grossman sigue siendo impopular en Rusia por esta misma razón. Es más fácil creer en un pasado glorioso que admitir que estalinismo y nazismo fueron un espejo el uno del otro.

Santos Domínguez