Farid ud-Din Attar.
El lenguaje de los pájaros.
Traducción de Clara Janés y Said Garby.
Preliminar y epílogo de Clara Janés.
Alianza Editorial. El libro de bolsillo. Madrid, 2015.
El libro de bolsillo de Alianza Editorial publica la traducción en verso que han hecho Clara Janés y Said Garby de El lenguaje de los pájaros, un poema que escribió el sufí persa Farid ud-Din Attar en el siglo XII.
Un poema del que habló memorablemente Borges en El acercamiento a Almotásim en unas líneas que retomó años después en El libro de los seres imaginarios, donde evocó al “ilustre persa del siglo XII a quien mataron los soldados de Tule, hijo de Zingis Jan, cuando Nishapur fue expoliada. Quizá no huelgue resumir el poema. El remoto rey de los pájaros, el Simurg, deja caer en el centro de la China una pluma espléndida; los pájaros resuelven buscarlo, hartos de su antigua anarquía. Saben que el nombre de su rey quiere decir treinta pájaros; saben que su alcázar está en el Kaf, la montaña circular que rodea la tierra. Acometen la casi infinita aventura; superan siete valles, o mares; el nombre del penúltimo es «Vértigo»; el último se llama «Aniquilación». Muchos peregrinos desertan; otros perecen. Treinta, purificados por los trabajos, pisan la montaña del Simurg. Lo contemplan al fin: perciben que ellos son el Simurg y que el Simurg es cada uno de ellos y todos.”
En esa travesía difícil, llena de interrogantes y de abandonos, el poeta, transformado en abubilla, el ave mensajera de Salomón, se convierte en el guía que encabeza esa búsqueda de la montaña Qaf y del rey Simurg. El poeta-pájaro va dando todas las respuestas a las preguntas que surgen en el viaje, un itinerario alegórico, un recorrido interior y místico en el que los pájaros alcanzan todos los rincones del mundo, sobrevuelan siete mares y cruzan siete valles simbólicos, siete alegorías que van desde el Valle de la Búsqueda al de la Muerte, pasando por el Valle del Amor, el del Conocimiento o el del Asombro, en un místico camino de perfección sufí que se eleva sobre la ascesis del despojamiento y el desapego hacia lo material y que dejaría una huella indeleble en la mística española del Renacimiento.
De los cientos de miles de aves que inician el viaje, más espiritual que físico, solo sobrevive uno de cada cien mil. Los demás han ido cayendo ahogados en alguno de los siete mares que sobrevuelan, o devorados por las panteras, o víctimas de la sed, el hambre o el cansancio de un viaje interminable que explora “el gran enigma que es la vida del hombre y su relación con el universo”, como explica Clara Janés en su epílogo “Las vías hacia el enigma.”
Esos supervivivientes son ya una reducida bandada de treinta pájaros maltrechos que llegan en un vuelo casi inmóvil a la montaña circular para descubrir ante la superficie reflectante de un espejo que ellos mismos eran el rey Simurg que buscaban y que el rey Simurg era cada uno de ellos.
Con su espléndida traducción en verso, Clara Janés pone en español la musicalidad y la cadencia del texto original, su complejo simbolismo espiritual, sus refinados juegos verbales:
Cuanto habían hecho y no hecho previamente
se purificó y desapareció de su pecho.
Entonces, el sol de la proximidad se iluminó ante ellos
y su rayo otorgó resplandor a sus almas.
Santos Domínguez