Borís Pasternak.
El doctor Zhivago.
Traducción de Marta Rebón.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Barcelona, 2010.
El doctor Zhivago.
Traducción de Marta Rebón.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Barcelona, 2010.
En El doctor Zhivago Borís Pasternak escribió una novela sinestésica al fondo de cuya trama narrativa suena la música, una afición heredada de su madre, una pianista famosa. Una novela en la que el autor proyecta una mirada plástica sobre el paisaje, una mirada aprendida de su padre, el prestigioso pintor ruso que hizo el retrato oficial de Lenin.
En esa obra memorable Pasternak escribió también una novela autobiográfica, un autorretrato poético en el que el autor se transforma en Yuri Zhivago, el médico-poeta que la protagoniza, y refleja en el personaje de Lara la figura real de su amante Olga Ivinskaya.
Pero esa novela es más que todo eso: es un best-seller de los años sesenta que había publicado Feltrinelli en Italia en 1957 y que, bien explotado en plena guerra fría, sirvió para que al año siguiente le concedieran el Nobel de Literatura, al que Pasternak tuvo que renunciar por la presión de las autoridades soviéticas.
Y todavía más: El doctor Zhivago sirvió de base a un espectacular melodrama cinematográfico que rodó en la España de los años sesenta David Lean. Una buena película y una más que discutible adaptación que queda muy lejos de la complejidad y la profundidad de la novela que la origina.
Una suma de géneros, una obra en la que conviven la narración y la poesía -Pasternak era un excelente y reconocido poeta cuando la escribió-, la ficción y el documento en un análisis reflexivo de la realidad de Rusia en la Primera Guerra Mundial, la revolución soviética y la época estalinista.
En ese cruce de vida individual y del contexto histórico que le sirve de fondo y de contrapunto, El doctor Zhivago remite a la estructura de Guerra y paz; en sus diálogos, en su reflexión sobre la espiritualidad y en su relación ambivalente con las prácticas revolucionarias, Pasternak es heredero de Dostoievski y de otros grandes de la novela rusa del XIX como Gogol o Pushkin.
Y junto con El maestro y Margarita, los Relatos de Kolimá o Vida y destino, El doctor Zhivago ocupa uno de los lugares cimeros de la novela del siglo XX.
Una novela que sobrepasa sus propios límites genéricos: la épica y la lírica, la acción y el sentimiento se entremezclan a lo largo de unas páginas que narran o cantan la peripecia sentimental de Yuri y Lara, pero que también le sirven a Pasternak para exponer sus ideas sobre el arte, la religión, la naturaleza, la historia, la poesía o el arte:
Ahora más que nunca veía claro que el arte se ocupa siempre, sin interrupción, de dos cosas. Con insistencia reflexiona sobre la muerte y con insistencia, de ello, crea vida.
Hasta ahora, El doctor Zhivago que se leía en español era la traducción de una traducción. Un doble filtro del texto original -del ruso al italiano, y del italiano al español- que diluía parte de la fuerza de la novela.
Para remediar esa situación, a los cincuenta años de la muerte de Pasternak, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores publicó en 2010 la primera traducción directa del original ruso. La hizo Marta Rebón, responsable también de la ardua y brillante versión de Vida y destino de Vasili Grossman.
En esa obra memorable Pasternak escribió también una novela autobiográfica, un autorretrato poético en el que el autor se transforma en Yuri Zhivago, el médico-poeta que la protagoniza, y refleja en el personaje de Lara la figura real de su amante Olga Ivinskaya.
Pero esa novela es más que todo eso: es un best-seller de los años sesenta que había publicado Feltrinelli en Italia en 1957 y que, bien explotado en plena guerra fría, sirvió para que al año siguiente le concedieran el Nobel de Literatura, al que Pasternak tuvo que renunciar por la presión de las autoridades soviéticas.
Y todavía más: El doctor Zhivago sirvió de base a un espectacular melodrama cinematográfico que rodó en la España de los años sesenta David Lean. Una buena película y una más que discutible adaptación que queda muy lejos de la complejidad y la profundidad de la novela que la origina.
Una suma de géneros, una obra en la que conviven la narración y la poesía -Pasternak era un excelente y reconocido poeta cuando la escribió-, la ficción y el documento en un análisis reflexivo de la realidad de Rusia en la Primera Guerra Mundial, la revolución soviética y la época estalinista.
En ese cruce de vida individual y del contexto histórico que le sirve de fondo y de contrapunto, El doctor Zhivago remite a la estructura de Guerra y paz; en sus diálogos, en su reflexión sobre la espiritualidad y en su relación ambivalente con las prácticas revolucionarias, Pasternak es heredero de Dostoievski y de otros grandes de la novela rusa del XIX como Gogol o Pushkin.
Y junto con El maestro y Margarita, los Relatos de Kolimá o Vida y destino, El doctor Zhivago ocupa uno de los lugares cimeros de la novela del siglo XX.
Una novela que sobrepasa sus propios límites genéricos: la épica y la lírica, la acción y el sentimiento se entremezclan a lo largo de unas páginas que narran o cantan la peripecia sentimental de Yuri y Lara, pero que también le sirven a Pasternak para exponer sus ideas sobre el arte, la religión, la naturaleza, la historia, la poesía o el arte:
Ahora más que nunca veía claro que el arte se ocupa siempre, sin interrupción, de dos cosas. Con insistencia reflexiona sobre la muerte y con insistencia, de ello, crea vida.
Hasta ahora, El doctor Zhivago que se leía en español era la traducción de una traducción. Un doble filtro del texto original -del ruso al italiano, y del italiano al español- que diluía parte de la fuerza de la novela.
Para remediar esa situación, a los cincuenta años de la muerte de Pasternak, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores publicó en 2010 la primera traducción directa del original ruso. La hizo Marta Rebón, responsable también de la ardua y brillante versión de Vida y destino de Vasili Grossman.
Santos Domínguez