Jaime Gil de Biedma
El argumento de la obra.
Correspondencia.
Edición de Andreu Jaume.
Lumen. Barcelona, 2010.
El argumento de la obra.
Correspondencia.
Edición de Andreu Jaume.
Lumen. Barcelona, 2010.
Narciso en Calibán titula Andreu Jaume el prólogo que introduce El argumento de la obra, la edición que ha preparado en Lumen de las cartas que Jaime Gil de Biedma escribió entre 1951, en Salamanca, y 1989, un mes antes de su muerte.
Son dos centenares largos de cartas, en su mayoría inéditas, en las que Gil de Biedma habla de sí mismo, de sus poemas y de la poesía de su grupo.
Estas cartas reflejan en primera persona la configuración de su mundo personal y literario, de sus preocupaciones intelectuales y su evolución estética a través de la correspondencia con maestros y discípulos, con poetas y críticos. Desde los mayores como Guillén a los jóvenes como Gimferrer o García Montero, pasando por amigos y compañeros de viaje como Carlos Barral, Gabriel Ferraté, Juan Marsé, Caballero Bonald o José Ángel Valente.
Cuando se cumplen veinte años de su muerte, es la primera vez que se edita íntegramente la correspondencia de Gil de Biedma. El lector tiene una magnífica ocasión para conocer ese material privado, esa intimidad cotidiana que ilumina gran parte de su obra. A través de este cuaderno de bitácora que sirve para orientarse en la literatura del autor de Las personas del verbo se puede entrar en la memoria vital, en el mundo intelectual y moral de Gil de Biedma y en la creación del personaje homónimo que recorre toda su obra poética.
Están en esta correspondencia las primeras versiones de poemas como La lágrima, que escribió entre el 29 de agosto y el 4 de septiembre en su convalecencia de Nava de la Asunción para dedicárselo a María Zambrano; las costuras intrahistóricas de la literatura española y sus capillitas poéticas y editoriales durante cuatro décadas; apuntes de ideas que desarrollaría en sus ensayos o en sus poemas; maldades cómplices que revelan su gusto por la sátira y su humor; pero hay también reflejos de la amargura y la soledad que le acosaron con frecuencia o del dolor por el paso del tiempo que expresó en el texto del que toma título este volumen:
No volveré a ser joven
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Estas cartas de Jaime Gil de Biedma, entre el Calibán salvaje y el Ariel espiritual, componen una autobiografía fragmentaria, pero muy viva, un autorretrato incompleto en el que conviven las luces y las sombras del poeta.
Y, como advierte Andreu Jaume en su espléndido prólogo, la importancia de estas cartas radica en que describen “un itinerario crítico que puede ser muy útil no sólo para entender mejor su poesía sino también para atemperar las estridencias creadas por su popularidad.”
A propósito de estridencias, es muy significativa la discreción que Gil de Biedma le pide al profesor Dionisio Cañas en una carta de 1989:
Querido Dionisio. Tu deseo de escribir sobre el erotismo en mi obra y ser muy claro al respecto me ha dejado muy preocupado. Yo te pediría por favor que evitases la claridad –sé ambiguo como mis poemas lo son– si quieres hablar de este asunto. Podrías complicarme mucho la vida que bastante complicada y difícil la tengo en estos momentos e incluso causarme perjuicios personales.
Son dos centenares largos de cartas, en su mayoría inéditas, en las que Gil de Biedma habla de sí mismo, de sus poemas y de la poesía de su grupo.
Estas cartas reflejan en primera persona la configuración de su mundo personal y literario, de sus preocupaciones intelectuales y su evolución estética a través de la correspondencia con maestros y discípulos, con poetas y críticos. Desde los mayores como Guillén a los jóvenes como Gimferrer o García Montero, pasando por amigos y compañeros de viaje como Carlos Barral, Gabriel Ferraté, Juan Marsé, Caballero Bonald o José Ángel Valente.
Cuando se cumplen veinte años de su muerte, es la primera vez que se edita íntegramente la correspondencia de Gil de Biedma. El lector tiene una magnífica ocasión para conocer ese material privado, esa intimidad cotidiana que ilumina gran parte de su obra. A través de este cuaderno de bitácora que sirve para orientarse en la literatura del autor de Las personas del verbo se puede entrar en la memoria vital, en el mundo intelectual y moral de Gil de Biedma y en la creación del personaje homónimo que recorre toda su obra poética.
Están en esta correspondencia las primeras versiones de poemas como La lágrima, que escribió entre el 29 de agosto y el 4 de septiembre en su convalecencia de Nava de la Asunción para dedicárselo a María Zambrano; las costuras intrahistóricas de la literatura española y sus capillitas poéticas y editoriales durante cuatro décadas; apuntes de ideas que desarrollaría en sus ensayos o en sus poemas; maldades cómplices que revelan su gusto por la sátira y su humor; pero hay también reflejos de la amargura y la soledad que le acosaron con frecuencia o del dolor por el paso del tiempo que expresó en el texto del que toma título este volumen:
No volveré a ser joven
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
(Poemas póstumos)
Estas cartas de Jaime Gil de Biedma, entre el Calibán salvaje y el Ariel espiritual, componen una autobiografía fragmentaria, pero muy viva, un autorretrato incompleto en el que conviven las luces y las sombras del poeta.
Y, como advierte Andreu Jaume en su espléndido prólogo, la importancia de estas cartas radica en que describen “un itinerario crítico que puede ser muy útil no sólo para entender mejor su poesía sino también para atemperar las estridencias creadas por su popularidad.”
A propósito de estridencias, es muy significativa la discreción que Gil de Biedma le pide al profesor Dionisio Cañas en una carta de 1989:
Querido Dionisio. Tu deseo de escribir sobre el erotismo en mi obra y ser muy claro al respecto me ha dejado muy preocupado. Yo te pediría por favor que evitases la claridad –sé ambiguo como mis poemas lo son– si quieres hablar de este asunto. Podrías complicarme mucho la vida que bastante complicada y difícil la tengo en estos momentos e incluso causarme perjuicios personales.
Santos Domínguez