20/8/06

Senectud



Italo Svevo. Senectud.
Traducción de Carmen Martín Gaite.

Acantilado. Barcelona, 2006.



Entre dos aguas y entre dos culturas, entre dos épocas y entre dos países. Esa peculiar situación de no ser claramente austrohúngaro ni italiano, sino de Trieste, esa ciudad móvil en los mapas políticos de Europa, ese no estar en el XIX ni en el XX, sino en ambos a la vez y de una manera peculiar, es lo que caracteriza la vida y la literatura de Italo Svevo, seudónimo híbrido de italiano y esloveno de quien en la vida real también tenía nombre y apellido que delataban ese mestizaje, pues se llamaba Ettore Schmit, como solo se puede llamar alguien que nació como él en Trieste en 1861, cuando la ciudad formaba parte del Imperio austrohúngaro, un cóctel imperial que desapareció con el fin de la Primera Guerra Mundial. Entonces se produjo la adhesión de Trieste a Italia. Y como ciudadano italiano murió el autor de La conciencia de Zeno en 1928.

Senectud es la segunda de sus novelas. Igual que la primera (Una vida, 1892), la autoeditó Svevo en 1898 y el silencio de la crítica (no existe una unanimidad más perfecta que la del silencio, lamentaba Svevo) le llevó a un silencio creativo de veinticinco años del que solo salió cuando Joyce, que andaba por entonces dando clases en Trieste, le tuvo como alumno, le leyó, le admiró y le animó.

Fue entonces, 1923, cuando publicó La conciencia de Zeno, su obra central para la mayor parte de la crítica, la que le otorgó un reconocimiento amplio que apenas le dio tiempo a disfrutar.

Para otro grupo de lectores de Svevo, su obra maestra es esta Senectud, que con traducción de Carmen Martín Gaite se publicó por primera vez en español hace casi veinticinco años. En 2001 la recuperó Acantilado y ahora se reedita en formato de bolsillo.

Como en el resto de su narrativa, como en el resto de las novelas de aquella época, Svevo refleja el conflicto entre el protagonista y el ambiente, el opresivo ambiente provinciano de Trieste y su hipocresía moral, la soledad, la incomunicación o la falta de sentido de la vida del hombre contemporáneo.

Senectud es una novela extraña y fascinante, la historia de una obsesión amorosa de la que es víctima y protagonista un joven desorientado y abúlico, derrotado por la realidad. La senilidad a la que Svevo alude en el título no es física, sino existencial y recuerda inevitablemente al lector español a los protagonistas barojianos, que surgen de un ambiente semejante de crisis ideológica y reaccionan con parecida apatía conformista o con una actividad frenética. Un común desasosiego flotaba en aquel ambiente finisecular en toda Europa.

Con evidentes aportaciones autobiográficas, Svevo centra la historia en la figura protagonista de Emilio Brentani, un hombre de treinta y cinco años que quiso ser escritor y, como Svevo a aquellas alturas, había publicado una novela y se resignaba a la oscuridad de un trabajo burocrático y a la compensación del autoengaño.

Eugenio Montale encontraba inadecuado el título original, Senilitá. Desde luego la traducción como Senectud no lo mejora. Es quizá lo único objetable a la estupenda traducción de Carmen Martín Gaite, que ayuda mucho a que el lector se adentre con fluidez en una lectura lineal y envolvente como esta.

Sin llegar a la altura renovadora de su amigo Joyce ni a la potencia narrativa de Tolstoi, el lugar de Svevo es un lugar de frontera entre tradiciones y épocas literarias. Por eso se le ha identificado alguna vez con la misión de los puentes.

Santos Domínguez