25/8/21

Matteo Marchesini. Habla el mono

  


Matteo Marchesini.
Habla el mono.
Parla la scimmia.
Edición bilingüe.
Traducción  de Juan Francisco Reyes Montero.
 Introducción de Paolo Frebbraro.
Asociación Cultural Zibaldone. Valencia, 2021.


La Asociación Cultural Zibaldone publica en edición bilingüe Habla el mono. Parla la scimmia, del poeta, narrador y ensayista Matteo Marchesini (Castelfranco, Emilia, 1979), con traducción de Juan Francisco Reyes Montero e introducción de Paolo Frebbraro, que coordina con Juan Pérez Andrés la colección Gli incursori. Poesía italiana contemporánea.


Los hoteles, Crónica sin historia, Discursos, Letanía y La segunda espera son las cinco secciones en las que se articula esta muestra de una poesía reflexiva que se desarrolla entre el inicial Asilo (2006) y la reciente antología Cronaca senza storia, que en 2016 reunió una selección de su poesía escrita entre 1999 y 2015. 


Una poesía de base metafísica y existencial sobre la que escribe Paolo Febbraro:


“¿Cómo puede decirse la incomunicabilidad? En cuanto conseguimos hacerlo, es negada. ¿Y cómo se puede, entonces, siendo honestos, no aprovechar la incomunicabilidad como si fuera un tema entre otros posibles, una actitud, una moda? 

La respuesta es: intentad ser un poeta; un poeta sentimental, como querían Schiller y Leopardi, conscientes de que el "estado natural" es un mito lejano; que el humano ποιεῖν, la creación, se ha convertido en industria, alienación y, finalmente, virtualidad; que la sana incredulidad de un tiempo laico puede condenarnos a divinizar la mercancía y a convertir en "cultura" un fetiche, un ídolo abstruso e insignificante.

Eso es: un poeta tiene que permanecer en la "creación" sin ser víctima de los ritmos seriales, distorsionados, que el mundo moderno impone a la laboriosidad humana. Y tiene que quedarse en la "cultura" sin la fe, inadmisible ya, de que esta es una garantía de excelencia, de nobleza e, incluso, de evasión. Para lograr todo ello, el poeta tiene que entrar y salir de la comunicación y, también, de la propia comunidad; tiene que usar las palabras como si pesaran toneladas, sabiendo que para los propios contemporáneos estas tendrán la misma consistencia que las plumas.

Matteo Marchesini se asemeja mucho a este tipo de poeta. Ha escrito que «la única forma posible de objetividad y rigor» es «la que pasa por poner en discusión el propio rol, por una comunicación que no absolutiza al sujeto, pero que tampoco finge poder eliminarlo o hacerlo pasar por un vacío universalismo». Eso es: el escritor honesto consigo mismo y con la propia época consigue poner en tela de juicio su propio rol (el "lugar fijo" que la sociedad termina por concederle), pero sin ceder por ello a la ligera las armas de la propia identidad.”


La incomunicabilidad y la palabra, la creación y la comunicación, la honestidad del escritor consciente de sus insuficiencias en la representación de la realidad y de las limitaciones de su papel en el mundo son algunas de las claves éticas y estéticas en las que indaga una poesía como la de Matteo Marchesini, en la que confluyen problemáticamente escindidas la vida y la escritura, como anuncia el poema inicial, al que pertenecen versos como estos:


No hay espacio para silencios y diálogos 

entre la vida y las páginas, 

[…]

Perfectas la escisión, las mitades: 

desde ahora vivir es solo engañar, 

desde ahora escribir es solo confesar.


Entre el verso libre predominante y los sonetos de La segunda espera, la poesía de Marchesini es una poesía interrogativa que escruta en el presente y en la memoria y se cuestiona a sí misma desde la opaca identidad de su voz lírica:


Pero, ¿ha sido verdaderamente un adversario? 

¿Ha pasado algo, o quizás nada?

Nada ha quedado en los sentidos o en la mente 

sino un vacío, un robo en el horario, 


un presagio o recuerdo que es vicario 

de hechos ignotos, seísmos a que impotente 

asiste el sueño. ¿Quizás aquel batiente 

entrecerrado, o esta oscuridad densa, es el diario 


único de una mínima violencia? 

¿O has estado tú aqu? ¿Y por qué el pensamiento 

combate con la idea de que un aire infecto


como a quitarme sentidos e inteligencia 

llena la casa? ¿Que ya no soy yo el verdadero 

yo, sino los restos de una oscura fiesta?


Porque, como señala Paolo Febbraro en su introducción, “la poesía es un decir, pero también un no decir. Escribir un verso, alumbrar una estrofa, no equivaldrán nunca a hacer una declaración. La poesía expone y sustrae, es un exceso que esconde e insinúa. Y he aquí por qué Marchesini es un poeta: porque de esta fatalidad consigue hacer una fantástica vía intermedia entre el Silencio y el Todo.”


Santos Domínguez