Irene Chikiar Bauer.
Virginia Woolf.
La vida por escrito.
Taurus. Madrid, 2015.
Me llamo Virginia Woolf. Atrápame si puedes: más que una evocación de uno de sus textos, puede considerarse un desafío lanzado a tantos lectores y admiradores de la escritora inglesa, quienes sienten que no pueden permanecer indiferentes ante el misterio de una vida y una obra que los interpela. Lo más curioso es que el convite proviene de alguien que defendió la filosofía del anonimato y nunca quiso dejar de ser una outsider; que rechazó la publicidad de su persona con la clara decisión de dejar que fuesen sus libros los que hablasen por ella. ¿Por qué, entonces, sentimos que nos desafía? ¿Qué nos lleva a desear conocerla, e incluso a creer, a veces, que lo estamos logrando?
Con esas palabras inicia Irene Chikiar Bauer la introducción a su monumental ensayo Virginia Woolf. La vida por escrito, que publica Taurus.
El desafío de una escritora es el título de esa introducción que es una declaración de intenciones, un anuncio de lo que se va a encontrar el lector en casi mil apretadas páginas que van más allá de la mera biografía para trazar la imagen total de una escritora imprescindible y enigmática.
Ese reto del enigma es el motor de siete intensos años de trabajo en los que la autora ha recorrido la obra narrativa de Virginia Woolf, sus miles de cartas, sus artículos y ensayos, sus diarios y los lugares en los que transcurrió su vida en busca de las claves vitales y literarias de una creadora en la que se cruzan constantemente la literatura y la vida -como sugiere el título del libro-, la bipolaridad patológica, la desazón intima y el reconocimiento público, la lectura y la escritura, la vida privada y los proyectos editoriales.
Y justamente en esa zona de confluencias es en donde se hallan las claves de una de las aventuras creativas más exigentes, lúcidas y transcendentales de la primera mitad del siglo pasado. Una zona especialmente opaca, con el misterio de los días sumergidos o eufóricos, de fracasos sexuales y éxitos intelectuales, de desarreglos matrimoniales y desequilibrios psíquicos de alguien que parece estar en permanente huida y búsqueda del mundo y de sí misma. Lo explica así Irene Chikiar:
El primer desafío de esta biografía fue, entonces, escribir sobre la vida y la obra de Virginia Woolf para atrapar su peculiar individualidad. La de una mujer que nos legó, además de una extensa obra literaria, varios volúmenes de cartas y diarios personales. Estos materiales iluminan al biógrafo pero le plantean también una empresa ardua pues, al intentar abordarlos, tiene la sensación de sumergirse en un mar de textos en el que corre el peligro de ahogarse. A pesar de disponer de semejante cantidad de información, o por ello, Virginia se nos escapa de entre los dedos como un pez hábil y escurridizo, y mientras huye sigue diciéndonos “atrápame”. La seguimos con la vista y la vemos confundirse con otros peces, comenzamos a entender que de nada nos sirve capturarla, si no hacemos lo mismo con todo el cardumen: la familia, los amigos, las relaciones y el entorno.
Organizada en dos partes, una más somera que recorre la infancia y la adolescencia de Virginia Woolf en el mundo reglado y familiar de las postrimerías victorianas en que se forjó su educación sentimental, y otra mucho más extensa que rastrea exhaustivamente año a año su trayectoria –desde 1904 en que se independiza hasta 1941 en que se suicida-, La vida por escrito reconstruye en una integración panorámica su itinerario vital y su producción literaria en una obra coral en la que la figura plural de Virginia Woolf y su obra se levantan con un mosaico de voces que hablan en sus páginas.
Y lo hace abordando casi día a día -con soltura y capacidad narrativa y no con seca erudición-, desde los diarios y las cartas, las claves personales, estéticas y ambientales que convirtieron a Virginia Woolf y al grupo de Bloomsbury en la expresión de la modernidad en la literatura inglesa, la brillante aventura editorial que bautizó como The Hogarth Press, los laberintos creativos y los desalientos de la depresión, las vacilaciones creativas y las dudas existenciales, sus relaciones con Leonard Woolf, Vanessa Bell y Vita Sackville, los paisajes campestres y urbanos en los que discurrió su existencia, las dos guerras mundiales que conoció, las crisis psiquiátricas y su reelaboración artística, su autoexigencia obsesiva, su fragilidad ante las críticas, su sexualidad problemática, su escritura sutil y renovadora o el proceso de creación de sus textos narrativos.
La verdad es que no se puede escribir directamente acerca del alma. Al mirarla se desvanece.
Entre esa cita, tomada de los diarios de Virginia Woolf, que abre la obra -como un reto que la justifica- y el espléndido álbum gráfico que la cierra, tras un nutrido aparato de notas, una abundante bibliografía y un índice onomástico que facilita la consulta rápida, transcurren las páginas de este estudio, orientado a evitar ese desvanecimiento de la autora y su obra, a afrontar con rigor y solvencia al desafío doble de la escritora y de su escritura, el análisis de una obra compleja y una personalidad más compleja aún, responde este extraordinario libro, tan imprescindible ya como la literatura de la autora que lo suscita.
Una autora sobre la que explica Irene Chikiar Bauer: difícil de encuadrar, su compleja personalidad es probablemente uno de los principales atractivos de Virginia Woolf. Durante su vida superó los obstáculos que se le presentaron con la inquebrantable decisión de ser leal a sí misma y con el convencimiento de que la literatura era esencial, ya que veía en ella la posibilidad de arrancarle sus secretos a la vida. Haberlo logrado la convirtió en una de esas personas singulares a las que llamamos artistas.
Santos Domínguez