1/1/07

Carta de Año Nuevo




W. H. Auden.
Carta de Año Nuevo.
Traducción de Gabriel Insausti.
Pre-Textos. Valencia, 2006.


En una carta fechada el día de Nochevieja de 1939 y dirigida a Elizabeth Mayer, Auden le cuenta que ha terminado una reseña y va a empezar un poema que piensa dedicarle e incluir en un proyecto de libro que se iba a titular The Double Man.

Es la Carta de Año Nuevo, un poema de más de 1.700 versos que publica Pre-Textos con traducción de Gabriel Insausti. Empieza con estos siete:

Sometidos al peso sin clemencia
del invierno, el estado y la conciencia,
en formación variable, compartiendo

amor, lenguaje, soledad o miedo,
hacia los hábitos del año entrante
la gente va fluyendo por las calles

cantando o suspirando mientras pasa.

Auden escribió este texto entre enero y abril de 1940, en un periodo crítico en la vida y la obra del poeta, que acababa de establecerse en Nueva York procedente de una Europa en guerra y de una Inglaterra machacada por las bombas alemanas.

En medio de aquella historia agitada, tuvo otra agitada historia editorial este libro, bifronte en más de un sentido. Hasta en sus títulos, porque tuvo dos, uno en Inglaterra (New Year Letter) y otro en EE UU. (The Double Man), que era el título previsto inicialmente.

Ese doble título fue el resultado de una peripecia editorial en la que un desesperado T. S. Eliot tuvo que pagar por recuperar los derechos de este libro por el que Auden ya había cobrado un anticipo de otro editor.

No era la primera vez que Auden sacaba de quicio al responsable de Faber&Faber, que decidió cambiar el título del libro sin consultar a su autor. No me parece a mí que el doble juego de Auden fuera una actitud atolondrada. Conociendo a los dos protagonistas del incidente, más bien parece que hay aquí una secreta venganza de Auden hacia quien diez años antes había rechazado alguno de sus libros.

Bien mirado, un norteamericano nacionalizado inglés y un inglés que se nacionalizaría norteamericano estaban destinados a chocar y a encontrarse en algún lugar de esas trayectorias opuestas.

El asunto, divertido o enfadoso según quien lo mire, va más allá de lo puramente anecdótico y deja muy claras dos cosas: la informalidad contractual de Auden y el alto aprecio que tenía por un libro como este Eliot, que soportó todo lo soportable para recuperar unos derechos que legalmente no habían dejado de pertenecerle, a pesar del embrollo en que le había colocado Auden.

La Carta de Año Nuevo es un jardín de senderos que se bifurcan, una encrucijada de encrucijadas en la que se agudiza la crisis personal, ideológica y estética de un Auden desconcertado en medio de un mundo en crisis. Y es también una respuesta y una justificación para tranquilizar la mala conciencia tras haber abandonado una Inglaterra aterrada bajo la aviación alemana.

Un año después de haber escrito uno de sus poemas más altos, En memoria de W.B. Yeats, que es mucho más que una elegía, Auden convoca en la Carta de Año Nuevo al Club de los poetas muertos. Porque este libro representa también la búsqueda de un orden y es el resultado literario de los cambios vitales e ideológicos que se producen cuando se integra en la sociedad norteamericana y se está replanteando tras su conversión religiosa y sus crisis ideológica la función del arte y la misión del poeta.

Posiblemente estaban pesando en Auden estas palabras de T. S. Eliot, en La tradición y el talento individual:

Ningún poeta, ningún artista de ninguna clase, tiene plenamente sentido por sí mismo. Su importancia, su valor es el valor que posee en relación con los poetas y artistas muertos. No se le puede valorar de modo aislado; es preciso situarle, como contraste y comparación, entre los muertos. Esto para mí es un principio de crítica estética, no meramente histórica.

Decía Zagajewski que de la obra de Auden no sale “el olor de las rosas, sino el de la razón.” Influido por Eliot en sus posturas antirrománticas, convencido como él de que la poesía ha dejado de ser lo que era en Wordsworth (emoción recordada con tranquilidad) en Auden la primera persona ha dejado de ser autobiográfica y testimonial. Quizá eso explique las contradicciones entre sus posturas éticas y solidarias y la frivolidad poética que supone el ejercicio de la poesía como juego de ingenio.

Sobre esas encrucijadas estéticas e ideológicas de las que surge esta Carta de Año Nuevo habla en profundidad en su introducción Gabriel Insausti, que ha hecho una traducción en la que, con buen criterio, ha sustituido el octosílabo del original, que en castellano hubiera tenido una inevitable resonancia popular, por el endecasílabo, más acorde al espíritu de esos poemas, en los que razonablemente también, se ha sustituido la rima consonante (indeseable, ripiosa y cansada en un poema largo) por la asonante. No es el primero que lo hace al traducir a Auden o a Yeats, ni será el último. Seguramente no haya otra opción posible.

Después del poema, sin perturbar su lectura, un abundante repertorio de notas aclara las alusiones biográficas, los guiños privados o las referencias culturales que esconden o iluminan ciertos pasajes de esta espléndida Carta de Año Nuevo, que se cierra con este final memorable:

Y el amor –lo más frágil- ilumina
la ciudad y el león en su guarida,
el viaje de los jóvenes, el mundo con su ira.

Santos Domínguez