7/1/07

Música de otros


Juan Ramón Jiménez.
Música de otros.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Barcelona, 2006.


Las traducciones y las versiones que hizo Juan Ramón de poetas franceses, ingleses o norteamericanos durante más de cincuenta años se reúnen en Música de otros. Traducciones y paráfrasis, el volumen que publica Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores en una edición de la que se ha encargado Soledad González Ródenas y que se acompaña con ilustraciones que Eduardo Arroyo ha diseñado expresamente para este libro.

Huéspedes y bienhechores llamó alguna vez Juan Ramón a aquellos poetas extranjeros que dejaron una huella más o menos duradera en su propia obra. Y de eso se trataba en realidad. No de traducir estrictamente, tarea que al poeta le parecía triste y difícil y para la que no estaba preparado (apenas conocía el inglés), sino de rendir homenaje a aquellos escritores que incorpora a su obra, a aquellas voces que siente como suyas hasta el punto de que pensaba editar estas versiones en uno de los tomos que reunirían su producción propia.

Ya en 1909, con su obra todavía en fase inicial, hablaba el poeta de un proyecto de libro que se llamaría Música de otros, título muy elocuente de los gustos de aquel primer Juan Ramón sensitivo y simbolista. A lo largo de su vida literaria, diseñó seis proyectos editoriales para integrar esta actividad en el conjunto de su obra. En los dos intentos más serios de reunir su poesía completa, el de Canción (1936) que frustró la guerra civil y el que veinte años después desapareció con la muerte de Zenobia, Juan Ramón reservaba un tomo, que debería titularse Traducción, para estos textos.

Lo importante, lo significativo para el lector interesado en Juan Ramón, es ver cómo poesía y traducción van unidos en la obra del poeta, cómo van cambiando sus intereses y reorientándose sus gustos poéticos y su evolución estética como resultado de la influencia que ejercen en él sus lecturas de poesía extranjera.

Así, hasta 1913, la influencia más determinante es la de la poesía francesa, parnasiana y simbolista, cuya presencia es tan evidente en el Juan Ramón modernista, que traduce a Verlaine y la poesía tardorromántica de Rosalía de Castro. Sin embargo, cuando aparece Zenobia en su vida, el centro de interés se desplaza a la poesía en lengua inglesa, con la que estaba tan familiarizada aquella mujer que pasó gran parte de su vida en Estados Unidos y tenía una educación literaria más inglesa que española. También en eso, al descubrirle nuevos horizontes poéticos, fue determinante Zenobia en la obra de Juan Ramón.

El Diario de un poeta recién casado, que incorpora en una de sus secciones una traducción de Emily Dickinson, es el libro clave de ese cambio vital y literario de un Juan Ramón ya plenamente contemporáneo, el Juan Ramón que ha entrado en la fase intelectual de la desnudez y la poesía pura, ha superado definitivamente lo que había de persistencia decimonónica en su poesía y ha colocado la poesía española en el siglo XX con ese libro fundamental. Juan Ramón, que traduce por entonces todavía algún texto de Baudelaire, se inicia en la poesía inglesa a través de Shelley, de Blake hasta llegar a Eliot o a Yeats, que tanta influencia tuvieron en su tercera época, la que él llamaba suficiente o verdadera.

Para Juan Ramón la traducción siempre es un robo, la asimilación de unos contenidos y un mundo poético. Un robo sí, pero no una traición según el esquema de la vieja fórmula (traduttore: traditore). Juan Ramón, que desconocía casi por completo el inglés, debía de tomar como punto de partida una versión literal de los textos y luego se preocupaba de algo que captó con clarividencia. Lo importante en esas versiones era no traicionar el espíritu del texto original, retener el ritmo interior del poema e imitar lo que Juan Ramón llama el acento personal del texto, lo que aquí hemos llamado otras veces el tono que debe respetar la traducción de poesía.

Inéditas muchas, otras publicadas un sola vez, todas tan cuidadas como era habitual en Juan Ramón, las traducciones, versiones y paráfrasis de esta Música de otros son una agradecida declaración de fuentes, el reconocimento de las deudas literarias con las que el poeta de Moguer creó un mundo poético tan propio, tan personal.

Estas traducciones constituyen una parte esencial de aquella obra en marcha, a veces son el motor de arranque, otras el sistema de encendido, otras el lubricante.

Imprescindibles, siempre.

Santos Domínguez