19/1/07

Me acuerdo de Georges Perec



Georges Perec.
Me acuerdo.

Prólogo, traducción y notas de Yolanda Morató.
Berenice. Córdoba, 2006.


Tan imprescindible como inclasificable, Me acuerdo, de Georges Perec, ha permanecido inédito hasta ahora en España. Citado muchas veces, no se había traducido nunca, aunque sí había sido objeto de saqueos y fusilamientos.

Aprovechado, aludido, invocado como libro de culto desde su aparición en 1978, esta primera traducción de Yolanda Morató en Berenice se basa en la edición anotada de Roland Brasseur (Je me souviens de Je me souviens, 1998), un glosario de casi trescientas páginas que explican cada uno de los 480 recuerdos de Georges Perec (1936-1982), autor de La vida, instrucciones de uso y uno de los miembros más destacados del Seminario de literatura experimental del que formaban parte también Queneau, Calvino o Duchamp.

Emparentada en título, forma y espíritu con I remember, que publicó Joe Brainard en 1970, Me acuerdo es un viaje a la memoria colectiva de la Francia posterior a la segunda guerra mundial, la autobiografía personal, sentimental y social de Perec y de su generación.

Evocación de un mundo que ya no existe a través de los sueños, los miedos, los deseos y los recuerdos del autor entre los 10 y los 25 años, entre 1946 y 1961, la propuesta experimental de Perec en este libro es la de una literatura que convoca una memoria de recuerdos irrelevantes a través de frases sin especial altura estilística para este viaje temporal. Recuerdos banales y lenguaje trivial, pues, para reconstruir una memoria sentimental hecha a base de esas pequeñas cosas que diluye el tiempo con más facilidad que los recuerdos esenciales. Son los esqueletos de la memoria de los que hablaba Juan Bonilla, uno de los escritores españolas que más se han acordado de este Me acuerdo.

El farolillo rojo del Tour del 50 y Sartre, Bourvil y Michel Butor, Gide y Duke Ellington, Cousteau y Robespierre, el cine y la música, las calles de la infancia, la radio y la política se mezclan en ese magma que construye el edificio un poco caótico, un poco caprichoso, con habitaciones alegres y soleadas y otras sombrías, de la personalidad. Los 480 recuerdos que vertebran el libro son también el plano de ese edificio. De ese material decía su arquitecto:

no son exactamente recuerdos, y desde luego, de ninguna manera, recuerdos personales, sino pequeños fragmentos de diario, de cosas que tal o cual año, todo el mundo de una misma edad vio, vivió, compartió y, después, olvidó [...]. Sucede que, sin embargo, vuelven de nuevo, unos años más tarde, intactas y minúsculas, por casualidad o porque las hemos buscado, una noche, entre amigos.

La incorporación de este título a la colección Contemporáneos de la editorial Berenice llena un hueco editorial muy grande. No sé en qué estantería de las bibliotecas personales o en qué sección de las librerías, pero un hueco innegable.

Santos Domínguez