28/1/07

Andrew Marvell. Poemas


Andrew Marvell.
Poemas.
Edición al cuidado de Carlos Pujol.
La Cruz del Sur.
Pre-Textos. Valencia, 2006.


Fue uno de los poetas metafísicos ingleses, emparentado literariamente con Donne y con Milton, y uno de los más destacados poetas de esa lengua. Lo reivindicó T. S. Eliot en 1921 y Cernuda habló de él por primera vez en español. Andrew Marvell (1621-1678) vivió como un hombre prudente y pragmático en una época convulsa, la de Cromwell, y buscó y halló en la poesía una serenidad que el mundo le negaba.

La cruz del Sur, la magnífica colección de la editorial Pre-Textos, publicó hace unos meses una edición de la poesía de Marvell preparada por Carlos Pujol, que hizo la selección y la traducción de los textos y redactó la introducción y las notas.

La prudencia burguesa de Marvell le invitó a nadar y a guardar la ropa. No se casó, pero fue previsor hasta el punto de dejar una viuda de hecho que se encargó de editar algunos poemas póstumos. Siempre estuvo en el justo medio del equilibrio en política, en literatura, en su forma de vivir, entre lo pagano y lo religioso, entre la frialdad intelectual del concepto y el vuelo imaginativo de la emoción.

Y su poesía es como él, interesada, adulona y pragmática a veces. En estas ocasiones ni siquiera resiste esa definitiva prueba del nueve de la traducción y entonces sus versos se deshacen como una rosa barroca hecha cenizas o como se estropea el vino cuando cambia de altura o latitud.

Pero en otras ocasiones, que son las que engrandecen su obra, se deja llevar por intereses puramente poéticos. Entonces surgen los momentos más altos de su poesía, llenos de hallazgos luminosos, de imágenes deslumbrantes y de un sentimiento del paisaje que presagia a Wordsworth.

No escribió mucho, sesenta poemas, casi todos en inglés, con alguna incursión artificiosa y mimética en latín y griego. Los modelos de las églogas de Virgilio y la influencia persistente de Catulo son la base de casi toda su producción poética.

Y con el telón de fondo de la naturaleza domesticada del jardín, Marvell combina ingenio y abstracción, emoción fría, inteligencia y profundidad. Preciso y refinado, para él, como decía Eliot, la imagen es la decoración estructural de una idea seria.

Su poema más conocido, A su recatada amante, recopilado en muchas antologías, contiene muchas de sus claves. Es una exploración del Collige, virgo, rosas de Ausonio, con su aderezo barroco de gusanos y su añadido regodeo en la descomposición de la carne. Arte suasoria para persuadir a aquella muchacha un poco estrecha.

El libro le reserva al lector muchas sorpresas agradables, un puñado abundante de versos memorables escondidos entre la hojarasca decorativa y mitológica. Allí brillan momentos indecibles de confusión de quien, tan sensato habitualmente, se abandona a la emoción y

duda
si lo que ve está dentro o está fuera.


La traducción de Carlos Pujol, autor también de un preciso repertorio de notas, ha sabido captar la música equilibrada de Marvell y ponerla en castellano. El bellísimo Diálogo entre el alma decidida y el placer creado o las ochenta octavas prerrománticas que forman Sobre Appleton House son algunas de sus más claras demostraciones. Así empieza esta última:

Bajo este aspecto sobrio no esperéis
de arquitecto extranjero algún trabajo

que convierte canteras en cavernas
y talando hace prados de los bosques...


Santos Domínguez