30/11/22

Josep Pla. Humor honesto y vago



 Josep Pla.
Humor honesto y vago.
Austral. Barcelona, 2022.


-¿Pero no ha pensado usted en la rapidez, en el tiempo que se gana andando en bicicleta? 
-¡Pero cuándo, Dios mío, acabaremos de hablar en camelo! ¿No ve usted que, en el mundo en que vivimos, la prisa, la rapidez, el ganar tiempo son problemas absolutamente superados e inexistentes? ¿Prisa de qué? ¿Ganar tiempo para qué? ¿No se da usted cuenta de que los problemas actuales son absolutamente diversos? Yo no sé si el mundo persistirá en este sentido o volverá a lo anterior. Lo que le digo es que esta es la característica de la época presente. 
-¡No se ponga usted serio! Volvamos a las bicicletas. ¿No ha oído usted decir que este es un ejercicio completo?
-Eso dicen de todos los ejercicios. Yo, modestamente, creo que el ejercicio más completo es la dialéctica, y tanto como la dialéctica, la poesía. Lo que digo es que es terriblemente peligroso para la gente que tiene la inteligencia en los pies darle un mecanismo susceptible de desarrollarle la inteligencia. Me ha sucedido, en estos últimos meses, a menudo, preguntar a varios amigos por sus hijos y encontrarme con esta respuesta: «Fulanito está en cama o en la clínica; tiene un cansancio de bicicleta». Una pleuresía, el hígado, los bofes... la biblia. 
-Entonces, ya veo: propone usted el automóvil... 
-No, señor. Me basta con que tengan automóvil algunos excelentes amigos. Yo propongo andar a pie y sin prisa. Andar un par de kilómetros, tomar un rato el sol y sentarse, ante el paisaje, en el pretil del puente de la carretera. Yo soy en todas partes una especie de forastero humilde y oscuro, pero mis irrisorias pretensiones me divierten.

Así termina “La bicicleta”, uno de los cuarenta y tres artículos que Josep Pla reunió en 1942 en Humor honesto y vago, el volumen que acaba de reeditar Austral con una nota a la edición en la que Jordi Cornudella explica que “como otros volúmenes de Pla, se trata de una recopilación de artículos que se nutre, en parte, de la colaboración semanal que el escritor mantuvo desde 1940 en la revista Destino: la sección «Calendario sin fechas», que durante cerca de cuarenta años constituyó una cita ininterrumpida (o casi) entre el escritor y sus lectores. Veinte de los cuarenta y tres artículos de Humor honesto y vago habían aparecido en Destino; diecinueve eran inéditos, y el resto había podido leerse en otras publicaciones.”

Aquella primera edición llevaba una presentación fechada en otoño de 1942, titulada ‘Cuatro palabras’, en la que un Pla irónico y burlón explica el motivo del título:

En realidad, hace muy poco tiempo que me enteré de que era un humorista. Fue a primeros de mayo de este año. Me lo dijeron unos amigos de confianza y pusieron en sus palabras una tal seriedad, que me lo creí en el acto. La pequeña tragedia del humorista consiste en no poder dar importancia más que a las cosas serias y graves. Mi candor ha sido siempre, además, muy grande. Después todo ha sido coser y cantar. A medida que he ido escribiendo, mi humorismo se ha ido afianzando y consolidando.
-¿Ve usted, querido amigo? —me dice ahora la gente—. ¿Ve usted? Ya se lo decíamos que era usted un humorista. Nuestras previsiones se han plenamente confirmado...
Yo soy incapaz de frustrar las previsiones de las personas que me son gratas. Al contrario. Para mantenérselas haré todo lo posible para dar la sensación de que soy un humorista aplicado. En la época que vivimos, la aplicación tiene mucha importancia. Con el tiempo probablemente iré ganando y así podrá suceder que en el momento en que me decida a poner por escrito mis últimas voluntades, me salga un papel divertido e inusitado.
He titulado el libro: Humor honesto y vago. He puesto «humor» porque, dentro de las reglas del juego que acabamos de establecer, el ingrediente es inescamoteable. Honesto, porque no he sentido jamás la delincuencia de la declamación antisocial. Y vago, porque estando desde hace tan poco tiempo en el humorismo no he tenido tiempo, todavía, de conocer los rincones y los desvanes de la cosa.

El afortunado lector de Humor honesto y vago se encontrará en estas páginas con la prosa fluida, transparente y vivaz de Pla, con la agudeza y la divagación inteligente de su mirada cáustica y analítica, contradictoria y antidogmática. Es la mirada desengañada de quien escribe en la divertida e ingeniosa ‘Teoría de la propina’:

El hombre que consciente o inconscientemente suponga o crea que éste es el mejor de los mundos posibles vivirá rabioso y frenético. El que por el contrario parta de la idea de que esto es un valle de lágrimas corregido por un sistema de propinas vivirá resignado y tranquilo.

O la mirada demoledora de un Pla que habla de los niños en estos términos:
 
Las criaturas son los seres más insignificantes de la tierra, pero ello no quiere decir que no presenten todas las características del estado de naturaleza: son violentas, crueles, desenfrenadas, ansiosas, alocadas, vacuas, absurdas. Su psicología instintiva es muy compleja. La supuesta bondad natural del hombre es absolutamente indiscernible en ellas.

Es un Pla imprevisible y subjetivo, irónico y socarrón, antirretórico y  agudo que educó su pluma y su mirada en el periodismo, practicó la lentitud contemplativa y, como Stendhal, fijó su interés en los detalles para pasar con naturalidad de la pequeñez de la anécdota o la maledicencia de la tertulia a la hondura reflexiva del pesimista sobre la condición humana y al análisis político, cultural o sociológico, como en ‘Por qué soy conservador’:

Si el dinero se volatiliza, si las mujeres pasan, si el equilibrio microbiano de nuestra vida es tan precario e incierto, si todo, por el mero hecho de existir, está predestinado a la destrucción y a la ruina, si de tantas cosas buenas no queda apenas el recuerdo y de las más bellas ni el recuerdo siquiera, si todo huye por la bocacalle de la fugacidad y del olvido... ¿cómo puede usted sospechar que yo pueda dejar de ser conservador? ¿Me considera usted un loco de remate o no me considera usted un loco de remate?

O en ‘Sobre el odio’:

Los vegetarianos, naturistas, herbívoros, aguaclaristas, infusionistas, nudistas, y en general toda clase de puritanos, son susceptibles de odiar a sus semejantes en grado máximo.

La juventud, la importancia de las sastrerías, los perros, el teatro, la soledad, los lenguados, el fútbol, las tertulias, la felicidad, la muerte, las bicicletas, las propinas… Esos son algunos de los temas que abordan estos artículos. Pero por encima de la gran variedad de asuntos que aparecen en estos textos, hay algunas líneas maestras que los recorren: el paso del tiempo como tema esencial, el desengaño y la memoria como actitud, la invención autobiográfica y la lenta contemplación como estrategia, la libertad de escritura y el cuidado de la prosa como método.


Santos Domínguez 



28/11/22

Luis Ramos de la Torre. Hacia lo verdadero



 Luis Ramos de la Torre.
Hacia lo verdadero.
(Cercanías a la vida y al arte 
en la poesía de Claudio Rodríguez).
Chamán Ediciones. Albacete, 2022.

‘La presencia de la vida en el canto verdadero de Claudio Rodríguez’ titula Luis Ramos de la Torre el primero de los diez capítulos de Hacia lo verdadero (Cercanías a la vida y al arte en la poesía de Claudio Rodríguez), que publica Chamán Ediciones

Ese es el ensayo nuclear de un conjunto que aborda otros aspectos centrales en la poesía de Claudio Rodríguez “desde el convencimiento de que se trata de una poesía de la naturaleza y en la naturaleza centrada en la vida.” 

Los ensayos y artículos recogidos en este volumen ofrecen una relectura profunda de la poesía de Claudio Rodríguez, desde el inaugural y milagroso Don de la ebriedad hasta el inacabado y póstumo Aventura, para iniciar -como explica Luis Ramos- “un nuevo camino de reflexión hacia lo verdadero en el que analizaremos las posibles cercanías entre la vida y el arte a lo largo de su poesía y su obra, siempre al lado, por supuesto, de otros conceptos fundamentales como pueden ser la luz -tan presente siempre su obra-, el mundo del cuerpo, las sensaciones y los sentidos.”

Así se plantea en los distintos apartados del libro el análisis de esta poesía del acontecer y la corporalidad, de intensa factura temporal articulada en torno a conceptos vertebrales en el pensamiento poético claudiano: vida y verdad, paisaje y luz, mirada y camino, celebración y alegría, temblor y salvación, revelación y corporalidad, en una trayectoria poética y vital que une experiencia y conocimiento. 

Un camino hacia la conciencia de lo verdadero que se inicia con el impulso celebratorio y epifánico de Don de la ebriedad y su exaltación contemplativa y atraviesa toda su obra: con la iluminación de lo misterioso en Conjuros; con la búsqueda existencial y la densidad meditativa de Alianza y condena; con la luminosa plenitud hímnica de El vuelo de la celebración con la depuración expresiva de Casi una leyenda.

Y ese “camino hacia lo verdadero” que recorrió el poeta en busca de las claves que dieran sentido a su vida y su obra se vuelve a recorrer de la mano experta de Luis Ramos en estos ensayos y artículos que proponen una relectura iluminadora de los poemas esenciales de Claudio Rodríguez, que creó uno de los mundos poéticos más característicos y exigentes de la poesía española del medio siglo. 

Un mundo poético atravesado por el deslumbramiento ante la magia de lo cotidiano, por la revelación de la mirada y la memoria que construyen una poesía del conocimiento como experiencia sensorial, como fruto de la percepción y de la participación con todo lo que existe. 

Como en estos versos iluminadores de ‘La mañana del búho', que resumen el sentido de su obra, porque en ellos se dan cita algunas de las claves fundamentales sobre las que se sustenta una poesía que es aventura y participación, que canta el milagro de la vida y es en sí misma un milagro y una revelación: 

¡Si lo que veo es lo invisible, es pura 
iluminación, 
es el origen del presentimiento! 

Santos Domínguez


25/11/22

José Manuel Benítez Ariza. Laberinto

  


José Manuel Benítez Ariza. 
Laberinto.
Renacimiento. Sevilla, 2022

ESCAYOLISTA 

Puede decirse que aprendí el oficio, 
aunque, en la práctica, jamás pasé 
de la categoría de aprendiz.

Ayudaba a mi padre, eso fue todo, 
porque en este trabajo, me decía, 
siempre hace falta quien te alcance 
una herramienta o limpie las espátulas 
o vaya a buscar agua 
o sujete una pieza de moldura 
mientras fragua la mezcla que ha de fijarla al techo.

Pero el trabajo fino -eso decía- 
siempre era cosa suya: 

sacar el molde de las piezas únicas, 
cortar ingletes que encajaran 
con absoluta precisión, trazar 
con un cordel teñido en polvo azul 
las guías, dibujar los arcos.

Con lo que me pagaba por un solo chapuz 
ese fin de semana me sentía 
un estudiante rico 
y llevaba a mi novia al restaurante chino 
o me compraba un libro caro.

Ahora me acuerdo mucho de lo aprendido entonces.

Cuando escribo un poema, por ejemplo.

Este es uno de los textos que forman parte de Laberinto, el último libro de José Manuel Benítez Ariza, que aparece en la colección Calle del Aire de la Editorial Renacimiento. 

Es una muestra renovada de la poesía de Benítez Ariza, que combina contemplación y meditación en un movimiento sereno que va de la mirada a la mente, del ojo a la palabra, de lo exterior a lo interior, de la observación a la escritura.

Un primer texto celebratorio en prosa -‘Buenos días’- y una parte final en la que atardece en medio de la claridad enmarcan unos poemas que desde la atención a la realidad cotidiana profundizan en la conciencia de la temporalidad entre la nostalgia del pasado y la incertidumbre del futuro, entre el recuerdo de una noche en la playa y los presagios funestos que trae una canción de los Beatles (When I'm Sixty-Four…).

Y a lo largo de sus cinco partes que desde las ‘Coordenadas’ atraviesan un ‘Laberinto’ para llegar a la ‘Claridad’, la mirada plástica de Benítez Ariza se proyecta en cinco aguafuertes irlandeses de nombres femeninos o en una postal de despedida; la anécdota trivial provoca la reflexión existencial; la biografía se funde con un paisaje con temblor humano, con la erosión del tiempo en la montaña de Benaocaz, con las flores humildes de las espardetas o con las verduras fijadas en el poema 

antes de que se enzarcen los tallos de las tagarninas 
y se conviertan en espinos, antes 
de que ennegrezcan los limones 
o granen las lechugas, antes 
de que el tiempo sentencie incluso contra 
esta abundancia ahora inagotable.

Entre la profundidad sutil de los haikus de ‘El poema de un día’ y el ‘Interludio de pájaros’ como el mirlo joven que desconoce el miedo y el flamenco que refleja su silueta en el agua de la marisma, aparecen también las sombras de las noches de hospital, los abecedarios de los amigos muertos, las despedidas:

Nosotros, desde el barco, le decimos adiós
a este empeño de todo por disolverse en todo, 
del que sólo resulta vencedora la niebla.

Unos poemas escritos en el tono bajo y conversacional de la confidencia compartida, en una línea de intensa depuración verbal en busca de una transparencia que no es más que la coherente manifestación poética del diálogo consigo mismo y con los demás, de ese camino hacia la claridad que culmina en la parte final, cuando 

Cantan los pájaros 
y surge de lo oscuro 
la claridad.

Pájaros que cantan también al atardecer que el poeta contempla acodado en la ventana y agradecido 

mientras cantan los pájaros 
como al filo de un pozo 
en el que te resistes a caer.

Santos Domínguez



23/11/22

Elvira Roca Barea. Imperiofobia y leyenda negra

 

Elvira Roca Barea.
Imperiofobia y leyenda negra.
Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español.
Prólogo de Arcadi Espada.
Siruela. Madrid, 2022.

La Ilustración incorpora una parte importante de los tópicos creados por la hispanofobia protestante, pero añade algunos y modifica otros. Esta versión interesa sobre todo porque es la destinada a perdurar y a incrustarse como una parte constitutiva de la modernidad a través del liberalismo. Es la que aparta a España, ya no de Dios, sino de la civilización y la modernidad. […]
Un recorrido amplio por los tomos de la Encyclopédie muestra hasta qué punto la hispanofobia es nuclear en la Ilustración francesa. Aparece no solo en las entradas en las que sería esperable como «España», «Iberia», sino en muchas otras como «lana», «monasterio», «título», «Países Bajos», «mahometismo», etcétera. Es una constante. En realidad, el artículo sobre España, como tantos otros, no es más que un plagio de Louis de Jaucourt. […]
Resumiendo: 
1.) España es un país de gentes ignorantes e incultas.
2.) España está atrasada.
3.) La Inquisición y, por ende, el catolicismo tienen la culpa del atraso y la incultura de España, y en general de cualquier sitio en contacto.
4.) España no forma parte de la civilización.
Con el mito de la ignorancia vienen adheridos otros como la decadencia y el atraso, que completan el cuadro. Continúa naturalmente con pleno vigor la idea de que España es un país intolerante, herramienta de guerra fundamental en las guerras nacional-protestantes. Que los protestantes tampoco toleraran a los católicos no les convierte a ellos en intolerantes, sino, mágicamente, en luchadores contra la intolerancia hispanocatólica. Este argumento de impecable equidad y racionalidad subyace en la visión del mundo que el europeo medio tiene, ya sea católico o protestante. El hecho de que la mayor parte de la población, incluida la que tiene educación superior, no sea capaz de verbalizarlo o exponerlo, significa que forma parte de los cimientos, como la gramática de una lengua.

Esos párrafos pertenecen al capítulo ‘La hispanofobia en el Siglo de las Luces’, que abre la tercera parte (“La leyenda negra desde la Ilustración a nuestros días. Asunción y negación”) de Imperiofobia y leyenda negra, de Elvira Roca Barea, que publica Siruela en una nueva edición revisada y ampliada tras el enorme éxito de la primera, que supera los ciento cincuenta mil lectores desde su aparición en 2016.

Sostenido en un amplio aparato bibliográfico y documental, historiográfico y literario, Imperiofobia y leyenda negra es un ensayo que tiene como punto de partida la indagación en los conceptos de imperio, leyenda negra e imperiofobia y el análisis de la vinculación histórica entre los distintos imperios y la construcción de leyendas negras para erosionarlos. Leyendas negras elaboradas por intelectuales vinculados a oligarquías locales y al impulso centrífugo de poderes habitualmente periféricos, o a imperios emergentes que entran en colisión con los que mantienen su vigencia.

Leyendas negras de carácter propagandístico y fuerte contenido emotivo que crecieron con los nacionalismos exacerbados en el XIX y apelan, desde una rara mezcla de admiración, envidia y frustración,  más que a fundamentos ideológicos o a hechos probados, a la exageración generalizada de los errores o las crueldades y a sentimientos elementales como la pertenencia a una comunidad lingüística, religiosa o territorial para poner en cuestión el poder imperial de Roma, Estados Unidos, Rusia o el Imperio español, al que se dedican más de dos terceras partes del volumen.

En efecto, de las tres secciones en que se articula el ensayo, la primera -“Imperios y leyendas negras: la inseparable pareja”- aborda la relación global entre los distintos imperios y la imperiofobia que genera los ataques propagandísticos de las leyendas negras correspondientes con argumentos que, como los del Imperio Inconsciente, rebajan la grandeza de las distintas empresas imperiales o acusan a los imperios de un origen espurio, de una pulsión violenta, como la que provoca la destrucción de Corinto por los romanos en el siglo II a. C. o el saco de Roma de 1527.

El antiamericanismo y la rusofobia, que surgen con la Ilustración, son también resultado de leyendas negras que cumplen con una serie de rasgos en común, como la denuncia de orígenes bastardos, de la ambición y el saqueo de la riqueza, de la falta de educación o la impiedad. 

La imperiofobia aparece así como un modelo universal que atraviesa tiempos y espacios, épocas y culturas como “una forma de racismo que no se basa en la diferencia de color o en la religión, pero se apoya en ambas. […] No hay, en esencia, diferencia apreciable entre la imperiofobia y el antisemitismo o cualquier otra forma de racismo. El romano, el ruso, el estadounidense, el español son necesariamente malos porque han nacido en el seno de un grupo humano que es perverso por sí mismo y todo cuanto de ellos emane será malvado.”

Fue Julián Juderías el primero en estudiar la leyenda negra antiespañola en un ensayo publicado a comienzos del siglo XX con el título La leyenda negra. Estudios del concepto de España en el extranjero.

Esa hispanofobia surge en el humanismo italiano, porque en Italia se produce la primera expansión imperialista por el Mediterráneo con el reino de Aragón, y se convierte en el Renacimiento en uno de los pilares del nacionalismo germánico luterano y de la Inglaterra isabelina. 

“La leyenda negra de España es la mayor alucinación colectiva de Occidente”, afirmó el sueco Sverker Arnoldsson en un estudio clásico sobre los orígenes de la leyenda negra española. Lo recuerda Elvira Roca cuando escribe estas palabras acerca de las exageraciones que alimentan la representación de la Inquisición española en Europa, algo sobre lo que ya había advertido hace décadas Henry Kamen en un estudio imprescindible: 

La Inquisición es un icono y su representación mental pertenece más al mundo de las realidades simbólicas que al de la verdad histórica. Es un significante con dos significados. La palabra evoca un conjunto de prejuicios tan complejo y tan profusamente usado por corrientes culturales diversas que resulta imposible dar aquí cuenta de él. El occidental lo digiere con la leche de la alfabetización, y es muy difícil que sea capaz de saltar por encima para preguntarse por las razones que han provocado una alucinación colectiva (la expresión es de Arnoldsson) de tal envergadura. Porque lo interesante aquí no es la Inquisición en sí, fenómeno común y hasta vulgar en la Europa de su tiempo, sino los caminos por los que ha llegado a ocupar esta posición única en el imaginario occidental y lo que esto significa. El solo hecho de que la palabra haya pasado al uso común ya indica que hace tiempo que la Inquisición pasó de ser una institución histórica a evocar un complejo mundo de representaciones inventadas.

Junto con la Inquisición, los excesos derivados de la conquista de América son la otra base de la hispanofobia y de la propaganda antiespañola, desde el padre Las Casas a la actual izquierda indigenista. Acerca de este asunto escribe la autora:

El mejor antídoto contra el tópico del Imperio Inconsciente en América quizá sea su poblamiento y urbanización, que distó mucho de ser un proceso azaroso o casual. 
[…]
El modelo ovandino se basa en el poblamiento de nuevos territorios, promoción del desarrollo urbano, estimulación del mestizaje, elección local de alcaldes y corregidores y mejoramiento de la vida por méritos.
[…]
Una parte importante del esfuerzo público, privado y eclesiástico fue encaminado a garantizar eso que ahora llamamos bienestar social. 
[…]
Se fundaron en América más de veinte centros de educación superior. Hasta la independencia salieron de ellos aproximadamente 150.000 licenciados de todos los colores, castas y mezclas. Ni portugueses ni holandeses abrieron una sola universidad en sus imperios.
[…]
Trescientos años de Administración ultramarina sin que hubiera en ellos grandes tropiezos deben de significar algo, porque no hubo ni conflictos importantes ni grandes convulsiones sociales, ni nada que pudiera compararse a la rebelión de los cipayos en el Imperio británico. La convivencia de las razas distintas fue en general bastante pacífica y hubo prosperidad.

En uno de los capítulos añadidos a esta nueva edición, el que cierra el libro -‘Reflexiones finales: lo Cortés no quita lo Cuauhtémoc’-, Elvira Roca concluye que “conforme la población hispana crece en el interior de Estados Unidos se hace más y más necesario aculturizarla y educarla para que rechace la koiné hispana de la que procede, e incluso para que se avergüence de ella. Hay por tanto intereses políticos actuales y muy serios que justifican la oleada de hispanofobia que partiendo de Estados Unidos se ha extendido por el mundo entero y de manera muy intensa por Hispanoamérica y España, que son al fin de cuentas territorios económica y culturalmente subordinados desde hace siglos. Sobre esta plataforma se está construyendo en este momento la conflictividad interna que en forma de micronacionalismo o indigenismo político (es lo mismo) está sirviendo para alimentar el segundo proceso de balcanización de los estados que hablan español, si una reacción vigorosa e inteligente no lo remedia. 
El mundo panhispánico no tiene más futuro que la subordinación política, económica y cultural si sigue por ese camino. Y sin embargo, es posible la integración y la convivencia de las diferencias por el sencillo procedimiento de no negar ni demonizar ninguno de los estratos que han contribuido históricamente a la construcción de la gran koiné panhispánica. Es la única tarea que puede modificar la profecía auto cumplida del perpetuo fracaso.”

Santos Domínguez

 

21/11/22

Enrique Vila-Matas. Montevideo


 Enrique Vila-Matas.
Montevideo.
Seix Barral. Barcelona, 2022. 

Hay un cuento formidable de Julio Cortázar en el que el cuarto de al lado de una habitación de hotel juega un papel fundamental. Es «La puerta condenada», pertenece tanto al mundo de la ficción como al mundo real, y tiene como escenario la ciudad de Montevideo, en Uruguay. 
Por eso cuando, no mucho después del funeral de mi padre, me propusieron viajar a esa ciudad, lo primero que pensé, tras aceptar la invitación, fue en una puerta ciega que había detrás de un armario en el cuarto de hotel en el que Cortázar situó «La puerta condenada». 
Hacía años que deseaba pisar el territorio de aquel cuento de ficción, ver el armario, la puerta que estaba detrás del armario, la para mí mítica puerta condenada, intentar averiguar qué pasaba cuando uno entraba en un espacio de ficción que existía al mismo tiempo en el mundo real o, dicho de otro modo, en un espacio del mundo real que no sería nada sin un mundo de ficción, y a la inversa, y así hasta el infinito. 
El relato de Cortázar no podía estar más ligado a la casilla 3 y al fecundo sector de los que «parece que van a contarlo todo, pero dejan siempre un cabo suelto».

En esos párrafos del capítulo central de Montevideo radican las claves de la última novela de Enrique Vila-Matas, que publica Seix Barral.

Ubicada en un lugar que pertenece a la vez a la realidad y a la ficción, en el característico cruce de vida y literatura que es una de las señas de identidad de su narrativa, esa habitación, la 205 del Hotel Cervantes de Montevideo en la que transcurre el cuento de Cortázar, con una mezcla similar de realidad y fantasía, es el referente literario y el motor de una novela que es sin duda una de las cimas de la obra de Vila-Matas.

A medio camino entre el ensayo y la narración, Montevideo es una reflexión profunda y compleja sobre la escritura y las posibilidades de la narración, casi una poética narrativa. Las últimas líneas del párrafo citado aluden a las cinco técnicas que el narrador había enumerado al comienzo de la novela cuando habla del “círculo de las cinco tendencias narrativas, que siempre pienso, siempre intuyo que son seis, sin que acierte a encontrar la sexta.”

Estas son las cinco tendencias, las cinco casillas del juego enumeradas por el narrador:

1) La de quienes no tienen nada que contar.
2) La de quienes deliberadamente no narran nada.
3) La de quienes no lo cuentan todo.
4) La de quienes esperan que Dios algún día lo cuente todo, incluido por qué es tan imperfecto.
5) La de quienes se han rendido al poder de la tecnología que parece estar transcribiéndolo y registrándolo todo y, por tanto, convirtiendo en prescindible el oficio de escritor.

El narrador protagonista de Montevideo evoca sus “viajes agitados por cuatro de las cinco casillas. Porque empecé por ser en Barcelona, cuando era muy joven, uno más de «los que no tienen nada que contar» (primera tendencia) y, por tanto, sólo saben patear guijarros por las calles de su propio e infinito aburrimiento. Luego di el salto a la segunda tendencia y me fui convirtiendo en un especialista en callar determinados aspectos de las historias que contaba y sacar un alto rendimiento de esa estrategia, hasta el punto de que me convertí en un virtuoso de las narraciones en las que deliberadamente no se narra nada. Ese periodo me allanó el camino hacia la tercera tendencia, que es por la que se mueve más gente, ocupada por los que dejan algún cabo suelto en la historia que cuentan y esperan que algún día se la complete Dios o, en su lugar, el tío de Kafka, los dos únicos amos y señores de la cuarta tendencia, entes legendarios —más el primero que el segundo— de los que siempre se comentó que, dispuestos a decir algo sensato, acababan no diciendo nunca nada, como si fueran enemigos de cualquier tipo de elocuencia. En cuanto a los activos hackers del futuro (que en parte ya están entre nosotros, como los marcianos, y a veces toman el nombre genérico de «las redes»), cabe esperar que con el tiempo sólo sepan trabajar como si pertenecieran al sistema de espionaje norteamericano; un sistema que, a su vez, y por raro que parezca, tiene puntos en común con la «máquina soltera» que utilizó el genial Raymond Roussel para escribir su obra.”

Con ese planteamiento, Vila-Matas construye un espléndido artefacto literario, organizado alrededor de los viajes del narrador en busca de un nuevo estilo por cuatro de esas cinco casillas que representan esas cinco tendencias narrativas y por cinco ciudades -París, Cascais, Montevideo, Reikiavik y Bogotá- para atravesar puertas y entrar en distintas habitaciones de hotel en busca de sí mismo en medio de una realidad ambigua y huidiza, en busca de una escritura propia en la que instalarse, en busca de las distintas posibilidades de la narración:

En modo alguno estoy escribiendo una «biografía de mi estilo», si acaso unas prosas intempestivas, unas leves notas de vida y letras con las que estaría buscando averiguar quién soy realmente y quién es mi escritor preferido.

Uno de los ejes de Montevideo, que cuenta la historia de un renacer y un fracaso, es la reflexión sobre la creación literaria desde una primera persona no exactamente autobiográfica, sino de un ‘yo’ literario híbrido de narrador y ensayista que articula la obra entera del autor con una inconfundible tonalidad narrativa: un ‘yo’ ambiguo y fantasmagórico, huidizo y contradictorio, humorístico y juguetón, que se mueve por sus páginas laberínticas buscando una puerta de salida entre la existencia y la inexistencia, entre la presencia y la fuga, entre la escritura y el silencio, entre la indecisión y el enigma, entre la permeabilidad y lo fronterizo, entre lo narrable y lo inenarrable, entre el misterio y la iluminación de la realidad.

Hay, como de costumbre, referencias metaliterarias y homenajes a escritores queridos por Vila-Matas -Sterne y Beckett, Borges y Tabucchi, Melville y Thomas Wolfe, Italo Calvino y Kafka, Walser y Cortázar- en esta novela cuyo sentido podría contenerse en las líneas siguientes:

Te has convertido en los últimos tiempos en un escritor al que las cosas le pasan de verdad. Ojalá comprendas que tu destino es el de un hombre que debería ya estar deseando elevarse, renacer, volver a ser. Te lo repito: elevarse. En tus manos está tu destino, la llave de la puerta nueva.

Santos Domínguez 



18/11/22

T. S. Eliot. La tierra baldía

 

T. S. Eliot.
La tierra baldía.
Edición bilingüe de Viorica Patea.
Traducción de Natalia Carbajosa.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2022.

“El año 1922 es, en palabras de R. P. Blackmur, el annus mirabilis de las letras angloamericanas, un año que empieza con la publicación del Ulises de Joyce, y acaba con la aparición de La tierra baldía. Desde un principio ambas obras fueron asociadas y reconocidas como representativas de la iconografía vanguardista”, escribe Viorica Patea en el magnífico estudio introductorio que abre la edición bilingüe en Cátedra Letras Universales de La tierra baldía de T. S. Eliot, que cumple este otoño su centenario con una nueva traducción de Natalia Carbajosa, que comienza con estos versos:

Abril es el más cruel de los meses, hace brotar 
Lilas de la tierra muerta, mezcla
La memoria y el deseo, aviva
Las raíces inertes con lluvia primaveral.

‘Eliot, La tierra baldía y la épica de la modernidad’ se titula la introducción de más de doscientas páginas que incluyen una amplia bibliografía actualizada a 1 de septiembre de 2022 sobre La tierra baldía y su autor, “una verdadera industria que ocupa metros de estanterías en todas las bibliotecas universitarias.”

El perfil de la biografía literaria de Eliot y la estética de La tierra baldía son los ejes de ese estudio introductorio que ofrece un minucioso y profundo análisis del poema. El difícil equilibrio entre la poética de la fragmentación y la unidad que lo sostiene, la dramatización de la conciencia, su método mítico y paródico, similar al del Ulises, la radical intervención de Pound sobre el texto inicial, que redujo a la mitad, o la influencia de La rama dorada de Frazer y From Ritual to Romance de Weston en la concepción simbólica del poema, en la elección de su título y en la configuración de sus motivos temáticos son algunos de los aspectos previos al pormenorizado análisis de los versos de La tierra baldía.

En sus cinco partes, entre ‘El entierro de los muertos’ y ‘Lo que dijo el trueno’, La tierra baldía acumula en menos de quinientos versos varios estratos de significación y una desconcertante diversidad de voces en un palimpsesto textual que incorpora literalmente textos de Dante –el eje de su canon poético-, de Shakespeare y Ovidio, de Conrad o de Baudelaire.

Escrito por un Eliot sumido en una crisis personal, en la hora violeta de un episodio de depresión profunda, el poema se publicó a finales de 1922, corregido de manera drástica, quirúrgicamente casi, por Ezra Pound, il miglior fabbro, a quien está dedicado el libro.

La tierra baldía es, en palabras de Edmund Wilson, “el grito de un hombre al borde de la locura”, un texto desolado escrito en los límites de la desesperación. Pero por encima de su trasfondo autobiográfico, al que Eliot aludía cuando reconocía la función terapéutica de su escritura como “insignificante queja contra la vida” y como “rítmico lamento”, La tierra baldía tiene una dimensión más amplia, es un caleidoscopio que muestra la crisis del hombre contemporáneo desorientado y traza la imagen opaca del vacío en medio de la confusión.

La desolación, la angustia y la ironía, la ruptura de la subjetividad romántica de un yo poético diluido en la polifonía dramática de las voces que hablan en La tierra baldía provocan fascinación y perplejidad en el lector de un texto enigmático, discontinuo y alusivo, elusivo y fragmentario en el que hay una enorme diversidad de voces, de tiempos y géneros, de lenguas y culturas y un mosaico de prosodias heterogéneas y de tonos distintos que recuerdan una estructura musical.

Conviven en sus versos alucinados el Tarot y el Grial, la vida de los muertos y el viaje a Emaús, el deseo y la incomunicación, la sordidez del erotismo y la esterilidad del mito, Wagner y la peregrinación por un Londres infernal, las leyendas vegetales que Frazer exploró en La rama dorada y la capilla peligrosa, la mitología y la religión, Tiresias y San Agustín, la cultura antigua y la época contemporánea, la tradición pagana y la cristiana, Flebas el fenicio y la tierra estéril que forma parte de la leyenda del Rey Pescador, la voz del salmista o un sermón de Buda que da lugar a ‘El sermón del fuego’, la parte central del libro:

Una rata se arrastró despacio  entre la hierba
Reptando con su panza viscosa por la orilla 
Mientras yo pescaba en el turbio canal 
Una tarde de invierno detrás de la fábrica de gas
Meditando sobre el naufragio del rey, mi hermano,
Y sobre la muerte de mi padre, rey antes que él.

Con Tiresias como eje vertebrador del poema, La tierra baldía plantea una búsqueda desde el caos, es un viaje doloroso por un mundo estéril sin agua y sin sentido, una bajada los infiernos con la guía de Dante y con los símbolos artúricos como clave contemporánea de esa búsqueda espiritual:

En la hora violeta, cuando se levantan
Los ojos y la espalda del escritorio, cuando aguarda la máquina humana 
Como un taxi palpitante a la espera,
Yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas,
Anciano de arrugados pechos de mujer, veo
En la hora violeta, la hora vespertina que añora 
Volver a casa, y trae a casa al marinero desde el mar
La mecanógrafa llega a casa a la hora del té, recoge el desayuno, enciende 
El hornillo, y abre la comida en conserva.
Al otro lado de la ventana en peligrosa exposición 
Su ropa interior tendida y rozada por los últimos rayos de sol, 
Sobre el diván se amontonan (por la noche su cama)
Medias, zapatillas, camisolas y corsés.
Yo, Tiresias, anciano de ubres arrugadas
Observé la escena y adiviné el resto:
Yo también aguardaba al invitado previsto. 

 Collage, caleidoscopio y palimpsesto, pasado, presente y futuro que no se integran en una unidad lógica, sino emocional, para trazar una imagen pesimista de la Europa de entreguerras, del desarraigo, la soledad y la incomunicación entre la memoria y el olvido, entre la muerte y el renacimiento, con el añadido de unas notas de autor que más que orientar al lector lo sitúan en el clima espiritual del poema y en su relectura irónica de la tradición.  

 Esa búsqueda desde la desolación y la muerte atisba una esperanza en la regeneración y la reconstrucción sobre las ruinas en el último verso:

Shanti      shanti     shanti

 Así explicaba Eliot ese verso en la nota final: “Repetida como aquí, es la conclusión formal de un Upanishad. Nuestro equivalente de esta palabra sería: «La paz que supera nuestro entendimiento».”

 Pero además de trazar ese viaje existencial por la desolación del mundo, Eliot se convirtió con La tierra baldía en un cartógrafo que fija el nuevo territorio de la poesía y del lenguaje poético. 

Un potente aparato de iluminadoras notas aclaratorias se añaden en esta edición a las que el propio Eliot incorporó sobre el plan de escritura, la estructura del poema y sus alusiones a la primera edición del libro y de las que acabaría arrepintiéndose para descartarlas en ediciones posteriores. En apéndice se ofrece una selección de los textos a los que alude Eliot en su poema, que -señala Patea- “traza el viaje del alma a través del desierto de la ignorancia, del sufrimiento y de la sed de las aspiraciones terrenales.”

Santos Domínguez 



16/11/22

Javier Rodrigo. Generalísimo

 

Javier Rodrigo. 
Generalísimo. 
Las vidas de Francisco Franco, 1892-2020.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2022.

Generalísimo no pretende volver a reconstruir el periplo vital de Franco, sino recorrer su biografía a partir de sus denominaciones: de cómo lo llamaron, y de cómo se autodenominó. Este libro estudia la vida de Franco, pero también, y sobre todo, los mitos adheridos a su biografía, identificando sus orígenes y explorando sus largas o cortas vidas. No es pues una biografía, sino una metabiografía que analiza la vida y las representaciones biográficas del dictador, contextualizándolas en un marco historiográfico actual y ambicioso. Y propone, en última instancia, un viaje por los mitos sobre Franco, desde el del niño acomplejado hasta el del buen dictador, el Franco banal, familiar, austero, paternalista y patriota al que tan duro le pareció morir, con paradas por el Franco guerrero inmortal en Marruecos, el represor de Asturias, el golpista, el Generalísimo y el César invicto que libró a España de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, trajo el bienestar y preparó la democracia. Mitos a los que se suman las miradas críticas y las representaciones actuales de un Franco criminalísimo, traidor frío y calculador, criminal despiadado y detestable. Mi objetivo no es otro que tratar de comprender el lugar que ocupa el dictador en la historia reciente de España y de los españoles, a partir del análisis de cómo sus vidas, la real y la imaginada, se han proyectado sobre la sociedad”, escribe Javier Rodrigo en la introducción (‘Los nombres de Franco’) de Generalísimo. Las vidas de Francisco Franco, 1892-2020, que publica Galaxia Gutenberg.

Siete denominaciones (‘Paquito’, ‘Comandantín’, ‘General’, ‘Generalísimo’, ‘Caudillo’, ‘Su Excelencia’ y ‘El Jefe del Estado’) reflejan la “mirada sobre la historia, los mitos y la biografía, real o imaginaria, de Francisco Franco Bahamonde” de Javier Rodrigo, catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, sobre los siete momentos biográficos en los que se articula su ensayo, que se cierra con una Coda (‘Criminalísimo’) sobre su entierro en el Valle de los Caídos y sobre su presencia fantasmal en la política posterior de antifranquistas y revisionistas, un episodio que se cierra con la exhumación de su tumba en 2019.

Una presencia que sigue viva en la historiografía, porque “son ya varias las generaciones de historiadores, admirables todos ellos, que se han acercado a la figura de Franco y han desmenuzado su biografía”, de Bennassar a Moradiellos, de Preston a Cazorla, pasando por Fusi, Tussell, Viñas o Reig Tapia.

Desde el desastre familiar que marcó su infancia en El Ferrol a su agonía en La Paz, y a partir del abundante material que aporta la bibliografía sobre Franco, tanto la hagiográfica como la crítica, se abordan en las páginas de este ensayo los aspectos que, entre la floritura retórica de los adictos y la simplificación militante de la izquierda, han construido la oscura biografía privada y la imagen pública, brillante o abominable, compleja y poliédrica, de un Franco plural y a menudo insondable. 

Aspectos como el carácter, la psicología y la mirada de la persona o la imagen del personaje, su meteórica carrera militar en África y la creación de una épica de guerrero invencible, la forja de una narrativa legendaria sobre su sangre fría y su capacidad como estratega paciente, su impasibilidad sanguinaria y su astucia silenciosa, su cambiante actitud frente a la República, su actuación en la insurrección de los mineros asturianos. 

Un Franco desconcertante, en difícil equilibrio de rebeldía, disciplina y dudas hasta que decide sumarse a la sublevación del 18 de julio, después de una serie de vacilaciones que llevaron a Mola a llamarle ‘Miss Canarias 1936’. Su actuación durante la guerra civil da lugar al capítulo más extenso del libro, que da también título al volumen. 

En ese capítulo, ‘Generalísimo’, se aborda la parte central de la biografía de Franco: “su periplo vital y mítico en esos mil días de guerra”, porque -señala Javier Rodrigo- “la guerra civil fue el tiempo sin el que su biografía se hace incomprensible.”

Su designación como Jefe del Estado, su conducción de las operaciones militares como caudillo providencial y cruzado contra el mal, en un proceso que sumando política, religión y estrategia militar le permitió “convertir el liderazgo castrense de unas tropas en liderazgo de todos los ejércitos, y de ahí en liderazgo carismático de todo el país.”

Y a partir de la victoria militar y política, su dictadura de décadas que estuvieron marcadas por la entrevista con Hitler en Hendaya, por la derrota del Eje en la Guerra Mundial y el consiguiente aislamiento internacional, por las celebraciones de los XXV años de paz y los tratados de amistad con Estados Unidos, por los planes de desarrollo de los años sesenta y setenta, por su ‘apoliticismo’ ante los conflictos entre los falangistas y los opusdeístas de sus gobiernos, por la designación de un sucesor a título de rey, por su presencia familiar en la prensa rosa de la época, por su muerte y por “el nacimiento de la nueva narrativa memorialística, que […] trajo consigo otro fenómeno paralelo, el revisionista, que de manera muchas veces explícita reivindicaba la figura de Franco.”

Porque, como explica Javier Rodrigo tras analizar la ingente y contradictoria bibliografía que han generado la persona y el personaje, “la versatilidad de la figura de Franco sigue generando hoy grandes controversias en la esfera pública, difuminando los contornos de sus características como político, gobernante, militar o ser humano. O sabio benefactor o cruel represor, o político mediocre o gran estadista, o general nunca derrotado o pésimo estratega militar, la figura del Caudillo sigue aún rodeada de exageraciones, bulos, mitos y distorsiones propagandísticas. Aquí no voy a proporcionar respuestas. No aspiro a tanto. En este libro planteo más bien un caleidoscopio guiado por una serie de preguntas como profesional de la historiografía. No se trata de un juego intelectual ni de un divertimento privado: detrás de esas interpretaciones se hallan, por un lado, las cosmovisiones populares sobre el dictador y su dictadura, vivas y fuertes durante los cuarenta años que duró, y aún identificables en la actualidad. Y por otro, se encuentran las bases culturales sobre las que se apoyaron formas de movilización y políticas estatales, que determinaron a su vez cuestiones capitales de la historia reciente española (y no solo) como, por ejemplo, la forma de liderazgo carismático de Franco, el significado de conceptos y procesos históricos como el fascismo, el caudillaje o el fundamentalismo religioso de base providencialista, la larga duración de su régimen político o su su sucesión en la jefatura del Estado. No son cuestiones precisamente baladíes.”

Santos Domínguez 


14/11/22

Ramírez Lozano. Pasodoble

  


José Antonio Ramírez Lozano.
Pasodoble.
Extravertida Editorial. Sevilla, 2022.

Desde la cita inicial de don Latino de Hispalis -“Nos mudamos al callejón del Gato”-, Pasodoble, la nueva novela de José Antonio Ramírez Lozano, invoca su raigambre estética y moralen el esperpentismo valleinclanesco.

La irónica mirada distante a una realidad deformada que exige la estética deformante del espejo cóncavo y del fondo del vaso, el manejo de los personajes como si fueran peleles de trapo o marionetas de hilos, el agudo contraste de registros lingüísticos escritos y orales, la mezcla de personajes reales y ficticios son algunas de las manifestaciones de esta tendencia expresionista que brilló en otras novelas sevillanas de Ramírez Lozano como Bata de cola o El capirote púrpura. 

Tiene esa mirada irónica sus precedentes más lejanos en Quevedo y los más recientes en el Cela de los apuntes carpetovetónicos, y sus referentes plásticos en la pintura de Goya y de Solana, pero en Ramírez Lozano los tonos de la paleta se suavizan con un humor humanizado y piadoso que prefiere la sonrisa comprensiva a la mueca amarga o a la acidez crítica.

Lo de menos en Pasodoble, que publica Extravertida Editorial, es el motivo argumental, la avería del regio yate Fortuna en la costa chipionera. Lo importante es que esa hipótesis imaginativa desencadena una agitada novela coral en la que se despliega la asombrosa capacidad narrativa del autor, su maestría para crear personajes, ponerlos en pie con la palabra y echarlos a andar a partir del diseño de diálogos de una verosímil vivacidad. 

Diálogos sobre los que se sustentan las situaciones que forman el divertido entramado de la obra, por la que circula una variada fauna que entre el guiño literario o amistoso y la caricatura lírica, entre la ficción y la realidad, deja personajes como Anguita y Matildita Pérez del Amo, Rocío Jurado y don Aquilino Reguera, la Duquesa Roja y Soledad Bascones y Díaz de Añabate, Ortega Cano y Trinidad Ruiz de Vivancos, Pepeluis Parada y las hermanas Melero, Paquito Salinas y Pilita Carballo, Marantino y Cecilito Arnero… Un gentío incontrolable como el que se junta en aquellas playas.

Y esa imaginativa hipótesis argumental propicia sobre todo la concepción del texto narrativo como un artefacto literario, como una construcción estilística y como un edificio lingüístico. Desde el primer párrafo de la novela ese objetivo es manifiesto:

El buey ciego y sagrado del mar muge contra la playa lamiendo el arrecife antiguo de nuestro desamparo, de esa torpeza nuestra de animales pretéritos que acuden cada año a remojarse en las aguas de su origen como en un Jordán probático. Las de Sanlúcar, como las de Chipiona, tienen virtud balnearia y se abarrotan cada verano con la reata inmensa de cojos y reumáticos que bajan a tomar las aguas yodadas de la mar de Cádiz en lo que semeja un pediluvio universal.

Santos Domínguez 



11/11/22

Ada Salas. Arqueologías


 Ada Salas.
Arqueologías.
Pre-Textos. Valencia, 2022.

En el confuso cruce de tiempos que evoca la cita inicial de María Zambrano se sitúan los poemas de Arqueologías, el último libro de Ada Salas que publica Pre-Textos.

Para penetrar en esa red de diversas mallas, el pasado y el presente se funden en el pórtico que da acceso a las dos partes -Antiquarium y Civitas- en las que se articula la obra. Comienza con estos versos:

Acceder 
al sustrato 
-un paisaje que no 
habíamos previsto-. 
Lo que fuimos aflora por 
entre las piedras 
sube por entre las raíces 
seca 
el borde de las hojas 
quema la punta de las ramas. 
Lo que fuimos entonces constituye un paisaje 
-constituye el paisaje-.

Dos adverbios temporales -entonces y ahora- y dos de lugar -allí y aquí- enmarcan el tiempo y el espacio de los poemas de esta incursión en la arqueología de la memoria, fijada en un aún que da la clave del sentido existencial y poético de sus textos.

Pero sólo pensaba en lo poco 
que pesa 
un cuerpo entre lo ingrávido. Y creo 
que no quise 
despertar de esa noche 
                                       -te digo 
si preguntas 
lejano y extranjero 
de pie frente a mi tumba, 

se lee al final de Tuffatore, un poema inspirado en el sublime nadador que desde la tumba de Paestum detiene en su salto el tiempo frágil que separa la vida de la muerte. Situado en el centro del libro, al final de la primera parte, quizás ningún poema refleje mejor que ese el sentido de esos cruces temporales en un  aún en el que se instalan nuestra levedad y nuestra fugacidad ante lo insondable.

La de Ada Salas es una poesía del descenso hacia lo hondo, hacia “lo oscuro fecundo” desde la depuración verbal, desde la desnuda intensidad con que llega su mirada interior al ahora desde un entonces, en una tarea de excavaciones en la memoria para hallar en sus restos -en “el verde que supuran nuestros huesos / el verde que es el musgo / de nuestra calavera”- la vigencia de un tiempo circular en donde (“aún // esa belleza”)

es preciso cantar 
como si el mundo 

comenzara de nuevo.

Porque “hay una claridad que viene desde dentro” y brota la vida desde lo enterrado, surge de la sombra una luz que sube desde abajo y asciende a la conciencia desde debajo del dolor o del amor, desde las presencias o las desapariciones, “para que el hueco aflore para / que florezca”, porque “todo / lo que ahora ves // estuvo sepultado.”

Y entonces la mirada se eleva desde los recuerdos y las piedras, desde lo histórico o lo íntimo, desde la herida y la sangre hacia los pájaros y los árboles, hacia las flautas y las estrellas fugaces calcinadas hace siglos:

escucha el firmamento mira cómo 
perece y se renueva 
perece y se renueva 

perece 

y se renueva.

Y entonces, otra vez, desde los pecios de los yacimientos y el hueso de la necrópolis, desde las zarzas y las espinas, desde el sarcófago y el aljibe “asoma entre las nubes un azul / que nunca has conocido.”

Santos Domínguez 



9/11/22

El universo como una obra de arte

 

William K. Mahony.
El universo como una obra de arte. 
Una introducción a la imaginación religiosa védica.
Traducción de Óscar Figueroa. 
Atalanta. Gerona, 2022.

“Este libro es una introducción a la tradición religiosa védica de la India antigua y clásica, una tradición que ha logrado mantenerse de diversas maneras como el fundamento de buena parte de la espiritualidad india a lo largo de más de tres mil quinientos años. Los planteamientos de las páginas siguientes prestan particular atención a las ideas védicas sobre la naturaleza de la divinidad y su relación con los mundos natural y humano; la cosmología y la metafísica védicas; la naturaleza de la revelación, su mecanismo y su relación con la poesía y otras formas de expresión; la estructura y el propósito del quehacer ritual y de otros tipos de actividad sagrada; la práctica de la meditación y su función. Reflexionar sobre estos temas conlleva, desde luego, la exposición de otras ideas y aspiraciones védicas afines: el lazo entre liturgia y contemplación; la relación que guardan el alma y la realidad última; el anhelo y la experiencia de trascendencia, libertad e inmortalidad” escribe William K. Mahony en el Prefacio de El universo como una obra de arte, que publica Atalanta con traducción de Óscar Figueroa.

Planteado como una introducción a la imaginación religiosa védica, como indica el subtítulo, es un recorrido por 3500 años de una rica tradición espiritual que está en la raíz del hinduismo. 

William K. Mahony, profesor de estudios religiosos en Carolina del Norte, aborda aquí las claves de la religión védica a partir de la idea central del orden y la armonía universales y de sus representaciones rituales, mitológicas y literarias.

En esas representaciones del orden del universo como obra de arte desempeñan un papel decisivo la imaginación y el lenguaje, la liturgia y la contemplación, la meditación y la naturaleza. Los Veda aparecen así como una forma de conocimiento sagrado visionario, porque “para los poetas visionarios védicos, el mundo es -o podría ser- una totalidad integrada, una estructura unificada y una dinámica esencial en la que no hay distancias insalvables que separen los planos divino, natural y humano. A sus ojos, el mundo sagrado es una totalidad incluyente en la que todas las cosas existen en un conjunto interconectado: es un universo sin fisuras, no un multiverso fragmentado.
Los cantos recitados por los bardos y poetas védicos contienen numerosas metáforas que representan este principio integral, este fundamento esencial del que surgen todas las cosas y sobre el que descansa el universo.”

Y todas esas claves se estudian en los seis capítulos del libro: desde la concepción de los dioses como artistas creadores y el poder formativo de la voz, la palabra y imaginación divinas en la creatividad cósmica hasta el poder liberador de la imaginación contemplativa del vidente interior. 

El arte de la imaginación verbal del poeta como ser semidivino y visionario o la función del sacerdote védico como artista que representa el drama universal, en el que todas las cosas desempeñan un papel, con su imaginación litúrgica, son el eje de los dos capítulos centrales. 

El poeta y el sacerdote, dotados de imaginación visionaria o creativa, son los mejores exponentes de las diversas funciones religiosas de la imaginación. Imaginación que se proyecta en el ejercicio de revelación de una realidad regida por el orden artístico del universo, por su expresión como imagen creadora, por la armonía interior y exterior, por los vínculos universales entre el ser y el no ser, por el arte imaginativo de la creación.

Mahony indaga en esos capítulos en el poder del lenguaje revelado en los once mil versos en sánscrito de los himnos védicos, en la alianza creativa del poeta visionario con la divinidad o en la naturaleza constructiva de la poesía como forma de visión y de revelación en la oscuridad; en el papel del sacrificio, las ofrendas y la liturgia de los ritos védicos como representaciones escénicas de la imaginación creadora o en la importancia de la recitación, porque “de acuerdo con la tradición védica, no basta con afirmar la verdad; es necesario recitarla.”
 
La experiencia religiosa védica culmina en el reconocimiento interior de lo sagrado, en el poder liberador de la imaginación contemplativa, en el proceso que se produce en el vidente interior, el que se retrae sobre sí mismo en la meditación y recoge su mente en el corazón para asumir las enseñanzas recogidas en las Upanisad, el último nivel del canon védico. El poder emancipador de la meditación conduce, por medio de la visión interior, “al reconocimiento de la naturaleza eterna del Absoluto y, por tanto, a la liberación completa de los ciclos de la existencia”, porque como se dice en uno de los Atharvaveda

Quien conoce al Ser como inmortal, autoexistente, sabio, 
rebosante de fresca savia, pleno, libre del deseo; 
quien conoce a ese Ser siempre jovial, sabio, imperecedero, 
deja de sentir temor por la muerte.

Santos Domínguez 



7/11/22

Melania G. Mazzucco. La arquitectriz



Melania G. Mazzucco.
La arquitectriz.
Traducción de Xavier González Rovira.
Anagrama. Barcelona, 2022.

Aquella cosa tenía un color gris polvoriento y se curvaba como una retorta de alquimista: panzuda en la base, se iba estrechando hacia la parte superior. No medía más de medio palmo. Apareció de repente encima del escritorio de mi padre, colocada sobre el rimero de papeles garabateados con su agitada caligrafía. La confundí con un pisapapeles, un fragmento de alguna escultura antigua. De hecho, pese a las escandalosas protestas de mi madre, mi padre había empezado a coleccionar todo tipo de hallazgos, fabricados por los hombres, por la naturaleza o por el azar: los exhumaba, los intercambiaba con otros cazadores de tesoros, a veces los compraba, y a esas alturas su gabinete parecía más la tienda de un chamarilero que el taller de un pintor.
[…]
La ballena de Santa Severa me tuvo obsesionada durante años. No sé por qué esa criatura perdida, fantástica y solitaria me inquietó tanto. Acariciaba el diente para entonces ya seco en el escritorio y lloraba pensando en la reina del mar deshecha en los escollos. Mi madre me tomaba el pelo. Corazón, se reía, guárdate esas lágrimas, que las necesitarás.

Así comienza ‘La ballena’, el capítulo inicial de La arquitectriz, la nueva novela de Melania G. Mazzucco que publica Anagrama con traducción de Xavier González Rovira.

Si hace unos años se fijó en la hija de Tintoretto para escribir una memorable novela, La larga espera del ángel, ambientada en la Venecia de finales del XVI, la novelista italiana se centra en esta nueva obra en el rescate de la olvidada figura de Plautilla Briccia, la primera arquitecta europea, que vivió entre 1616 y 1705 en la Roma agitada y esplendorosa del siglo XVII, de Bernini y Borromini, de Urbano VIII, de  Inocencio X, de Alejandro VII, de los Barberini y Pietro da Cortona.

Con una combinación parecida de historia y de arte en la base de la narración, hay aquí también un padre pintor, Giovanni Briccio, que enseña a su hija la técnica pictórica que será la base de sus cuadros y de su destreza como arquitecta. Fue la primera mujer que desempeñó ese oficio en la historia moderna y la única en la Europa preindustrial. Esta es su firma:

Narrada en primera persona por una Plautilla madura, la novela se plantea como un flash back, como un lento y pormenorizado ejercicio de rememoración, que arranca el día decisivo de la primavera de 1624 en que su padre la llevó a la playa de Santa Severa a contemplar los restos de una ballena varada de la que el pintor guardará un diente que seguirá conservando su hija, que vio entonces el mar por primera y última vez:

No hay ballenas en nuestro mar, Plautilla, dijo mi padre, meditativo, pero eso no significa que no existan. Por eso aprecio tanto ese diente y siempre lo tendré conmigo. Es una promesa, ¿entiendes? Las cosas que no conocemos existen en algún lado. Y nosotros tenemos que buscarlas o crearlas.

Esa enseñanza del padre sobre la búsqueda de lo que no vemos o no conocemos es el impulso que moverá a aquella niña hacia el terreno artístico de la pintura y la arquitectura. Hija de un pintor, músico y poeta popular, humilde y marginado de los círculos del poder, Plautilla no tendrá fácil abrirse camino como artista hasta su encuentro con el poderoso abate Elpidio Benedetti, secretario y agente del cardenal Mazzarino, que le cambiará la vida. Bajo su protección y con su complicidad y sus influencias recibirá abundantes encargos pictóricos y abordará proyectos como el de Villa Benedetta (Il Vascello, El Bajel) su obra más emblemática, construida en la colina del Gianicolo.

Organizada en cuatro partes que siguen la biografía de Plautilla Briccia entre 1624 y sus últimos años, y cinco Intermedios ambientados en Villa Benedetta en el verano de 1849 cuando se refugian en ella los soldados de Garibaldi, que quería conservarla a toda costa, aunque finalmente es bombardeada y derribada por la artillería francesa, la novela se desarrolla en ese doble plano temporal que abarca la creación y la destrucción del Bajel.

“Una revolución silenciosa” se titulaba la reciente exposición dedicada a Plautilla Briccia en la Galería Corsini de Roma. Y es que, pese a la brillantez de su talento, permaneció semioculta y en un silencio prudente en la sombra de su taller, donde ocultó -con necesaria astucia- la autoría de algunos de sus proyectos arquitectónicos, que le interesaron más que su propia pintura. 

Como en La larga espera del ángel, hay en La arquitectriz una admirable tarea de recreación de aquella Roma barroca por la que fluía el arte en todas sus manifestaciones, de la agitación vitalista de sus calles y las costumbres de la época, de sus intrigas políticas y sus corrupciones, de sus fuentes prodigiosas y sus epidemias de peste.

Y esa reconstrucción plástica se hace a través de la mirada aguda y peculiar de una mujer libre cuya determinación se sobrepuso a todas las trabas sociales del momento para pintar cuadros como el muy conocido de Luis IX de Francia, en el retablo que preside la capilla de San Luis de los Franceses, diseñada por ella misma, para elaborar en 1660 un proyecto de escalinatas en la Trinità dei Monti o para trazar en 1663 planos como el de la Villa Benedetta, cuya perspectiva occidental es una de las varias ilustraciones que incluye el libro.



Por encima de la admirable reconstrucción histórica y de la recreación artística de la desbordante Roma del Barroco, por encima de su trama y de su red de historias, de sus personajes y su excelente prosa, lo más importante de la novela y de la espléndida escritura de Mazzucco es su enorme capacidad para asumir la personalidad creativa e inquieta de la protagonista en párrafos como este, que podría resumir el sentido de su vida y de la novela misma: 

Pero la obra, en sí misma, ¿que me aportaría? En el mejor de los casos, otros encargos similares. Aunque fuera la más hermosa que hubiera hecho en mi vida, era la enésima variación sobre un tema que no permitía invenciones ni experimentos. En cambio, convertirse en arquitecto… Transformar un dibujo en piedra, un pensamiento en algo sólido, eterno. Levantar una casa. Elegir las tejas del tejado y las baldosas del suelo. Imaginar fachadas, cornisas, arquitrabes, logias, escaleras, frontones, perspectivas, jardines. Por lo que yo sabía, una mujer nunca lo había hecho. Ni siquiera había una palabra para ello.

En el último capítulo (“Roma 2002-2019”) es la propia autora la que habla desde fuera, en tercera persona, del proceso de composición de la novela en estas espléndidas líneas: 

Era una mujer, «architectura et pictura celebris», Plautilla Briccia. La celebridad se desvanece como el humo, los nombres se olvidan y se convierten en meros sonidos. Y, a pesar de todo, persisten en papeles descoloridos y corroídos que alguien, tarde o temprano, acabará leyendo. A lo mejor por azar, mientras persigue la verdad de otra historia, de otra artista, de otra hija. Y ese nombre femenino, ahora raro y obsoleto, pero profundamente romano, referido a la arquitectura, se le quedará grabado en la mente, indeleble.
Querrá escribir sobre otra cosa y lo hará, pero no podrá olvidarla y empezará a buscarla […] y desde entonces intentará desentrañar el hilo enmarañado de su vida y la encontrará en la iglesia dei Francesi, donde hasta hace poco su nombre era mencionado de pasada, casi entre paréntesis, en una placa descuidada que los turistas ni siquiera leían, en la capilla ante la que pasaban como un estorbo, buscando los cuadros de Caravaggio, una placa más pequeña que una postal, como si fuera normal que en el siglo XVII una mujer hubiera construido una capilla en una iglesia en el corazón de Roma.
[…] Y poco a poco, año tras año, reunirá todos esos fragmentos que nunca se llegaban a unir para formar una imagen coherente, iluminada por instantes felices o dolorosos, decisivos o insignificantes de su existencia, larga, secreta, heroica y tan extraña casi como la villa en la que creía depositar su fama, y dejará que su rostro inacabado se pinte por sí mismo y, cuando parezca que la conoce tan bien como para poder inventarla, intentará restituirle a ese nombre de mujer una vida, una voz y una historia.


Santos Domínguez





4/11/22

Caballero Bonald. Entre el mito y el verbo


Felipe Benítez Reyes.
Caballero Bonald.
Entre el mito y el verbo.
Centro Andaluz de las Letras. Sevilla, 2022.
 

Entre el mito y el verbo es el título del volumen en el que Felipe Benítez Reyes recorre la vida y la obra poética, novelística y memorialística de José Manuel Caballero Bonald.

Forma parte de la colección ‘Clásicos Singulares’ del Centro Andaluz de las Letras, que conmemoró con su publicación el primer aniversario de la muerte de Caballero Bonald. 

El volumen, que se abre con dos retratos evocadores de la figura de Caballero Bonald, recuperados de publicaciones anteriores de Benítez Reyes (‘Verticalidad de Caballero’ y ‘El emperador Bonald’) se organiza en torno a tres ejes: la poesía, la novela y las memorias.

Tres ejes creativos vinculados por dos líneas de fuerza: la dimensión mítica de un mundo resumido en el territorio de Doñana, convertido en el espacio literario de Argónida, y la preocupación por el estilo de quien, como recuerda Benítez Reyes, “se permitió, entre la jactancia y la broma, algunas hipérboles: «No estoy capacitado para escribir mal» o «Puedo perder la salud buscando un adjetivo».”

Una preocupación estilística que le llevaba a afirmar en una entrevista que “el lenguaje es para mí una ética, una reflexión ético-estética. Mi ética, mi responsabilidad como escritor, consiste en mi trabajo artístico con el lenguaje, en la búsqueda de un lenguaje que se corresponda con una aproximación al conocimiento de la realidad. Las palabras que yo uso son las que mejor hablan de mí.”

En Somos el tiempo que nos queda reunió Caballero Bonald toda su obra poética, sometida a un constante proceso de revisión y depuración, desde Las adivinaciones, Descrédito del héroe o Diario de Argónida hasta Manual de infractores o La noche no tiene paredes, que se abre con esta ‘Teoría de los antídotos’:

  La edad me ha ido dejando
sin venenos, malgasté en mala hora 
esa fortuna, 
                  ¿qué más puedo perder?

Llega el tiempo ruin de los antídotos. 
Materia devaluada, la aventura 
disiente de ella misma y se aminora.

Ya sólo quedan rastros de peligros,
una zona prohibida apenas frecuentada, 
la pauta exigua de lo inconfesable, 
cierto amago fugaz de furia y desacato.

La osadía de bordes delictivos,
los deseos gastados
en los bruscos dispendios de la infidelidad,
la virtud y su inercia depravada,
el amor consumiéndose
como un licor impuro, la excitante 
trastienda de la noche, 
                                   ¿qué se hicieron?

Los años, ay de mí, me han desmentido.

Tras un recorrido por sus cinco novelas (desde el realismo social de Dos días de septiembre al realismo mágico de la cima narrativa que es Ágata ojo de gato; desde cruce problemático del pasado y el presente de Toda la noche oyeron pasar pájaros, a la irrealidad alucinatoria de Campo de Agramante, pasando por la más endeble En la casa del padre) y por sus dos tomos de memorias (Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir), agrupadas luego en La novela de la memoria, un último capítulo aborda la relación de Caballero Bonald con otros escritores y con el propio Benítez Reyes, que escribe: 

Cuando me propusieron la escritura de estas páginas, alguien, ante mi duda de poder abordar de manera crítica –y por tanto fría– la obra de un amigo recién muerto, me sugirió la opción de acogerme al registro de la «semblanza personal», al anecdotario más o menos curioso y más o menos indiscreto –todo anecdotario lo es– de mi larga relación amistosa con José Manuel Caballero Bonald, que de ese modo pasaría a ser llanamente Pepe.
Ese tipo de libros, en fin, que corren el riesgo de convertirse en un relato del tipo «Yo y un hombre célebre que pasaba por allí», por ese orden, y con esa mayúscula.
Aparte de que algo así no me hubiese dado para más de una veintena de páginas, y me temo además que muy triviales, y aparte de mi sospecha de que lo que entendemos por anécdota queda mejor de viva voz que por escrito, no creí que fuese el registro adecuado: de cara al público, un escritor es su obra, debe ser su obra, aun en el caso de que, de puertas para adentro, el autor de esa obra haya sido un querido amigo.

 Santos Domínguez