18/11/22

T. S. Eliot. La tierra baldía

 

T. S. Eliot.
La tierra baldía.
Edición bilingüe de Viorica Patea.
Traducción de Natalia Carbajosa.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2022.

“El año 1922 es, en palabras de R. P. Blackmur, el annus mirabilis de las letras angloamericanas, un año que empieza con la publicación del Ulises de Joyce, y acaba con la aparición de La tierra baldía. Desde un principio ambas obras fueron asociadas y reconocidas como representativas de la iconografía vanguardista”, escribe Viorica Patea en el magnífico estudio introductorio que abre la edición bilingüe en Cátedra Letras Universales de La tierra baldía de T. S. Eliot, que cumple este otoño su centenario con una nueva traducción de Natalia Carbajosa, que comienza con estos versos:

Abril es el más cruel de los meses, hace brotar 
Lilas de la tierra muerta, mezcla
La memoria y el deseo, aviva
Las raíces inertes con lluvia primaveral.

‘Eliot, La tierra baldía y la épica de la modernidad’ se titula la introducción de más de doscientas páginas que incluyen una amplia bibliografía actualizada a 1 de septiembre de 2022 sobre La tierra baldía y su autor, “una verdadera industria que ocupa metros de estanterías en todas las bibliotecas universitarias.”

El perfil de la biografía literaria de Eliot y la estética de La tierra baldía son los ejes de ese estudio introductorio que ofrece un minucioso y profundo análisis del poema. El difícil equilibrio entre la poética de la fragmentación y la unidad que lo sostiene, la dramatización de la conciencia, su método mítico y paródico, similar al del Ulises, la radical intervención de Pound sobre el texto inicial, que redujo a la mitad, o la influencia de La rama dorada de Frazer y From Ritual to Romance de Weston en la concepción simbólica del poema, en la elección de su título y en la configuración de sus motivos temáticos son algunos de los aspectos previos al pormenorizado análisis de los versos de La tierra baldía.

En sus cinco partes, entre ‘El entierro de los muertos’ y ‘Lo que dijo el trueno’, La tierra baldía acumula en menos de quinientos versos varios estratos de significación y una desconcertante diversidad de voces en un palimpsesto textual que incorpora literalmente textos de Dante –el eje de su canon poético-, de Shakespeare y Ovidio, de Conrad o de Baudelaire.

Escrito por un Eliot sumido en una crisis personal, en la hora violeta de un episodio de depresión profunda, el poema se publicó a finales de 1922, corregido de manera drástica, quirúrgicamente casi, por Ezra Pound, il miglior fabbro, a quien está dedicado el libro.

La tierra baldía es, en palabras de Edmund Wilson, “el grito de un hombre al borde de la locura”, un texto desolado escrito en los límites de la desesperación. Pero por encima de su trasfondo autobiográfico, al que Eliot aludía cuando reconocía la función terapéutica de su escritura como “insignificante queja contra la vida” y como “rítmico lamento”, La tierra baldía tiene una dimensión más amplia, es un caleidoscopio que muestra la crisis del hombre contemporáneo desorientado y traza la imagen opaca del vacío en medio de la confusión.

La desolación, la angustia y la ironía, la ruptura de la subjetividad romántica de un yo poético diluido en la polifonía dramática de las voces que hablan en La tierra baldía provocan fascinación y perplejidad en el lector de un texto enigmático, discontinuo y alusivo, elusivo y fragmentario en el que hay una enorme diversidad de voces, de tiempos y géneros, de lenguas y culturas y un mosaico de prosodias heterogéneas y de tonos distintos que recuerdan una estructura musical.

Conviven en sus versos alucinados el Tarot y el Grial, la vida de los muertos y el viaje a Emaús, el deseo y la incomunicación, la sordidez del erotismo y la esterilidad del mito, Wagner y la peregrinación por un Londres infernal, las leyendas vegetales que Frazer exploró en La rama dorada y la capilla peligrosa, la mitología y la religión, Tiresias y San Agustín, la cultura antigua y la época contemporánea, la tradición pagana y la cristiana, Flebas el fenicio y la tierra estéril que forma parte de la leyenda del Rey Pescador, la voz del salmista o un sermón de Buda que da lugar a ‘El sermón del fuego’, la parte central del libro:

Una rata se arrastró despacio  entre la hierba
Reptando con su panza viscosa por la orilla 
Mientras yo pescaba en el turbio canal 
Una tarde de invierno detrás de la fábrica de gas
Meditando sobre el naufragio del rey, mi hermano,
Y sobre la muerte de mi padre, rey antes que él.

Con Tiresias como eje vertebrador del poema, La tierra baldía plantea una búsqueda desde el caos, es un viaje doloroso por un mundo estéril sin agua y sin sentido, una bajada los infiernos con la guía de Dante y con los símbolos artúricos como clave contemporánea de esa búsqueda espiritual:

En la hora violeta, cuando se levantan
Los ojos y la espalda del escritorio, cuando aguarda la máquina humana 
Como un taxi palpitante a la espera,
Yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas,
Anciano de arrugados pechos de mujer, veo
En la hora violeta, la hora vespertina que añora 
Volver a casa, y trae a casa al marinero desde el mar
La mecanógrafa llega a casa a la hora del té, recoge el desayuno, enciende 
El hornillo, y abre la comida en conserva.
Al otro lado de la ventana en peligrosa exposición 
Su ropa interior tendida y rozada por los últimos rayos de sol, 
Sobre el diván se amontonan (por la noche su cama)
Medias, zapatillas, camisolas y corsés.
Yo, Tiresias, anciano de ubres arrugadas
Observé la escena y adiviné el resto:
Yo también aguardaba al invitado previsto. 

 Collage, caleidoscopio y palimpsesto, pasado, presente y futuro que no se integran en una unidad lógica, sino emocional, para trazar una imagen pesimista de la Europa de entreguerras, del desarraigo, la soledad y la incomunicación entre la memoria y el olvido, entre la muerte y el renacimiento, con el añadido de unas notas de autor que más que orientar al lector lo sitúan en el clima espiritual del poema y en su relectura irónica de la tradición.  

 Esa búsqueda desde la desolación y la muerte atisba una esperanza en la regeneración y la reconstrucción sobre las ruinas en el último verso:

Shanti      shanti     shanti

 Así explicaba Eliot ese verso en la nota final: “Repetida como aquí, es la conclusión formal de un Upanishad. Nuestro equivalente de esta palabra sería: «La paz que supera nuestro entendimiento».”

 Pero además de trazar ese viaje existencial por la desolación del mundo, Eliot se convirtió con La tierra baldía en un cartógrafo que fija el nuevo territorio de la poesía y del lenguaje poético. 

Un potente aparato de iluminadoras notas aclaratorias se añaden en esta edición a las que el propio Eliot incorporó sobre el plan de escritura, la estructura del poema y sus alusiones a la primera edición del libro y de las que acabaría arrepintiéndose para descartarlas en ediciones posteriores. En apéndice se ofrece una selección de los textos a los que alude Eliot en su poema, que -señala Patea- “traza el viaje del alma a través del desierto de la ignorancia, del sufrimiento y de la sed de las aspiraciones terrenales.”

Santos Domínguez