8/1/07

David Golder


Irène Némirovsky.
David Golder.
Traducción de J. A. Soriano Marco
Salamandra. Barcelona, 2006.


Cuando Irène Némirovsky publicó esta novela en 1929, tenía sólo veintiséis años y la crítica francesa la saludó como algo más que una mera revelación, como una obra maestra que no tardó en ser adaptada al cine y al teatro. David Golder era su primera novela y el comienzo de una carrera literaria que situaría a su autora entre los más grandes escritores franceses del siglo XX.

Como hizo en su espléndida El baile, Némirovsky se inspiró en sus padres, prototipos del millonario hecho a sí mismo y de la esposa egocéntrica y despilfarradora, para hacer un incisivo análisis humano y social del mundo de los grandes negocios, con una asombrosa capacidad de profundización psicológica para describir el interior de unos personajes aparentemente voraces pero enormemente frágiles y expuestos a la precariedad de los vaivenes económicos en aquellos años de cracks bursátiles e inflaciones de tres dígitos.

Con traducción de José Antonio Soriano Marco, Salamandra sigue recuperando con este título la producción de la autora de la Suite francesa, una de las mejores plumas del siglo XX, una escritora de una enorme fuerza narrativa. Con un estilo muy directo y seco, su dureza es sólo aparente. Irène Némirovski es una narradora llena de sutileza y muy poco proclive a la simplificación del trazo grueso, atenta siempre al matiz y a la posibilidad de atisbar un fondo de humanidad y de valor en el comportamiento de sus personajes en situaciones límite que sacan lo mejor y lo peor de cada uno.

No sólo la narradora, también los diálogos dan cuenta de la complejidad, de las contradicciones y los cambios de esas criaturas a las que la autora trata muchas veces con una mirada piadosa y comprensiva.

Irène Némirovski no basó su portentosa eficiencia narrativa en planteamientos técnicos complicados. Su concepción de la novela se proyecta más en cuestiones de fondo que de forma y menos la experimentación técnica que el contenido. Su agilidad narrativa, la fuerza de sus diálogos rápidos atrapan al lector con la peripecia de unos personajes a los que acaba comprendiendo con esa mirada compasiva y con los que finalmente se identifica.


Santos Domínguez