10/5/08

Memoria y deseo de Manuel Vázquez Montalbán


Manuel Vázquez Montalbán.
Poesía completa 1963-2003.
Memoria y deseo.

Península. Barcelona, 2008.


Con ese subtítulo eliotiano, Península publica la Poesía completa (1963-2003) de Manuel Vázquez Montalbán. Doce años después de la edición anterior de Memoria y deseo, se reúne la totalidad de la obra poética de Vázquez Montalbán en un volumen que incorpora, además de Ciudad, un libro inédito (Rosebud) y otro (Construcción y deconstrucción de una teoría de la Almendra de Proust complementaria de la construcción y deconstrucción de una teoría de la magdalena de Benet Rosell) que circuló muy poco en una edición de bibliófilo.

Esta edición definitiva va precedida de un estudio preliminar de Manuel Rico (La poesía de MVM, un decálogo y una coda), en el que traza un panorama de conjunto sobre las claves temáticas, ideológicas y técnicas de la poesía de Vázquez Montalbán, y de una introducción de J. M. Castellet, que ha actualizado la que escribió en 1986 con un apéndice y un epílogo.

Memoria y Deseo - escribía el autor a propósito de aquella primera edición que recogía su poesía hasta el año 90- deberá ser leído, por quien quiera leerlo, como un ultimado viaje poético que se muerde la cola, como un ouroboros eliotiano que encadena el fin con el principio.

Y en el principio, este texto que es una declaración de afinidades y deudas:

Agradezco
a Quintero, León y Quiroga,
Paul Anka, Françoise
Hardy, Vicente Aleixandre,
Ausiàs March, Gabriel
Ferrater, Rubén
Darío, Jaime
Gil de Biedma, Gustavo
Adolfo Bécquer, Thomas
Stearn Eliot, Glenn
Miller, Cernuda, Truman
Capote, Modugno, Lorca,
José Agustín Goytisolo, Brecht,
Lionel Trilling, Antonio
Machín, Jorge
Guillén, Joan Vinyoli, Quevedo,
Leo Ferrer, Carlos
Marx, Adam Smith, Miguel
Hernández,
Ovidio Nason
palabras,
versos enteros por mí robados.

P. D.- Y al Dúo Dinámico, Jorge Borges,
y Birkhoff &MacLane (matemáticos).

Hay en este texto, pórtico de Memoria y deseo, además de una nómina de influencias, un resumen del mundo poético propio que Vázquez Montalbán fue construyendo con rigor a lo largo de cuatro décadas y diez libros, desde Una educación sentimental hasta Rosebud.

Su poesía representó la conciencia crítica ante la realidad frente al neomodernismo culturalista, incorporó la realidad como materia poética sin que practicase estrictamente una estética realista; experimentó con el lenguaje sin que eso le llevara a la poesía experimental; reflejó la cultura sin caer en el culturalismo superficial, y su experiencia personal sin que su poesía sea estrictamente poesía de la experiencia.

Heterodoxo y francotirador, dueño de una de las voces más singulares de la poesía española contemporánea, las características anteriores le aproximan, más que a los novísimos, a poetas de la llamada generación del lenguaje, como Félix Grande, Claudio Rodríguez o Diego Jesús Jiménez, que practicaron una integración poética semejante entre ética y estética.

De entre los poetas de los setenta y los ochenta, Vázquez Montalbán fue el más abierto a todo tipo de influencias. Como en un collage, su obra integró lo culto y lo popular, la radio y el cine con la literatura, el irracionalismo y la denuncia, la memoria personal y la colectiva, un mestizaje múltiple que se explica por el tema central de su poesía, que es la búsqueda de las raíces. De manera bien significativa, los títulos del primero y el último de sus libros aluden explícitamente a esa búsqueda radical de la identidad en la memoria.

vida, historia, rosa, tanque, herida, escribió Vázquez Montalbán en un verso de Pero el viajero que huye. Y en torno a esas cinco palabras, por ese orden, organiza Castellet la explicación de su poesía. Una poesía que no siempre mira hacia el pasado de la memoria o al presente de la insatisfacción, la denuncia o la derrota.

En el mismo Pero el viajero que huye, uno de sus libros más maduros, hay un texto estremecedor, un raro presentimiento de las circunstancias de su muerte:

El cartero ha traído el Bangkok Post
el Thailandia Travel
una carta sellada
la muerte de un ser querido
para la muchacha de mi American Breakfast
cada mañana

aunque he pedido mi carta
no estaba
o no me la han dado compasivos
con el extranjero que espera vida o muerte
ignorado en un rincón de Asia

el cartero nunca llama dos veces
viaja en una Yamaha
y sonríe en la ignorancia
de que la distancia
permite a la memoria cumplir nuestros deseos.

Trece años después de publicar ese poema, que unía memoria y deseo en el último verso, Vázquez Montalbán, viajero y solo en el aeropuerto de Bangkok, lo protagonizaría. Y una vez más -también para lo malo- la vida imitaría al arte.

Santos Domínguez