19/5/08

La manía de Andrés Trapiello


Andrés Trapiello.
La manía
Pre-Textos. Valencia, 2008.


Algunas almas caritativas, reclutadas principalmente entre aquellos que no los han leído, le han mostrado alguna vez su sincera preocupación: han temido acaso que, como les ha sucedido tantas veces a otros, sólo viviera en función de su diario, dejando de vivir para escribirlo o viviendo únicamente aquello que pudiera ser escrito. Sosiego, señores consejeros, no hay peligro.

Pre-Textos publica la decimoquinta entrega de Salón de pasos perdidos, la novela en marcha de Andrés Trapiello. Desde aquel ya lejano El gato encerrado, los diarios del leonés llegan ahora al año 2001. A debida distancia, las notas de aquel año, en las que ya importa menos el tiempo que el recuerdo, se reelaboran con creciente ironía, en la lengua de los melancólicos, como la define Trapiello.

A caballo entre la melancolía y el sarcasmo, entre el diario testimonial y la ficción narrativa de un ortónimo que no es exactamente el autor, estos textos dan cuenta de la vida que pasa ante los ojos de un escritor que tiene en Cervantes, Galdós, Baroja, Juan Ramón o Gaya sus referentes éticos y estéticos más reconocibles, a lo largo de
casi veinte años y miles de páginas por las que han discurrido centenares de personajes, reales o ficticios, pero siempre verdaderos.

El Rastro, Las Viñas o Conde de Xiquena son algunos de los escenarios por los que transcurre el merodeo o el vagabundear deambulatorio del personaje; la literatura, la pintura, los amigos o los enemigos, la vida familiar o los libros, sus referentes temáticos; el subgénero de la vida literaria, las fobias indisimuladas y tenaces, el campo de visión sobre el que se proyecta la mirada solanesca y la afilada prosa barojiana de Trapiello. El morbo añadido del cotilleo cultural, las claves identificadoras del personaje que se esconde detrás de una inicial, una propuesta cómplice al lector, una invitación a mirar por la cerradura un baile de máscaras en que cada uno -también el autor, también el voyeur- desempeña su papel de convidado (de papel).

Por sus páginas enjundiosas o por sus sucesos insignificantes pasa la vida, contemplada y contada por un melancólico misántropo, por un narrador distante y autocompasivo que desde hace veinte años tiene la manía de escribir estos libros adictivos para sus lectores.

Unos lectores que cuando terminan un tomo -los últimos se acercan ya al millar de páginas- están pensando ya en el siguiente. Y es que, como explica su autor,
la manía de escribir estos libros no se entiende tampoco sin la manía que algunos tienen de leerlos e incluso de no hacerlo.

Santos Domínguez