3/2/07

Los campos Elíseos


Pablo García Baena.
Los campos Elíseos.
Pre-Textos. Valencia, 2006.

Seis años después de que agrupara su poesía en el espléndido Recogimiento, editado en la bellísima colección malagueña Ciudad del paraíso, Pablo García Baena publicaba en Pre-Textos, hace ahora un año justo, un libro asombroso, Los campos Elíseos.

Doblemente asombroso: por la vitalidad del poeta en la gloria de sus 83 años y por la poderosa creatividad que reflejaba.

El título es, como el conjunto del libro, un homenaje a Bernabé Fernández Canivell, el editor de la revista Caracola, el amigo de Pablo García Baena que vivía en una calle de Málaga, Los campos Elíseos, que lleva ese nombre de resonancias mitológicas y parisinas.

La amistad es una constante poética y vital de Pablo García Baena, uno de los temas que recorren su obra. Sus mejores amigos, los poetas de Cántico, Ricardo Molina, Julio Aumente, Juan Bernier, Mario López, han ido desapareciendo, pero siguen estando presentes, vivos en el recuerdo de un libro como este, el menos elegíaco, el más celebrativo de los suyos.

La amistad o el amor pasado, que no se lamenta, que sigue estando presente en la vida y en la poesía de Pablo García Baena, en esta celebración del recuerdo que se revitaliza en la palabra, en la memoria y en una evocación que evita la melancolía.

Aunque posiblemente sea este el más depurado de sus libros, el de dicción más comedida y menos barroca, hay en él una evidente unidad con el resto de su obra.

Unidad no sólo temática, sino de método poético: la conjunción de palabra, mirada y música sobre la que se levanta el conjunto de su obra. Pablo García Baena es, también en este libro, un poeta de la mirada a la manera en que lo era Cernuda. Lo es a lo largo de todo el libro, pero particularmente en una sección del libro que se titula Cuadros de una exposición, dedicada a la pintura.

Pero el lector avisado, el que gusta de una poesía como la de García Baena, sabe que en ese título hay también una referencia explícita a una suite de Mussorgsky. Y esa es la clave constructiva del libro. Los campos Elíseos, que se iba a titular como el poema que lo abre, El concierto, es un libro de estructura deliberadamente musical: Obertura, Cuadros de una exposición, Impromptu hispalense, Contrapunto y Oratorio son sus cinco movimientos.

En Oratorio, la última parte, aparece otro de los rasgos más característicos de su poesía: la religiosidad recogida, ensimismada y barroca, discreta y tan de primavera andaluza. Cuerpo y espíritu, ascetismo y sensualidad, paganismo y religiosidad se funden con naturalidad, como en el resto de su obra, a lo largo de las páginas de este libro que contiene poemas memorables, como, Edad, Retrato y patria o El concierto, el texto inicial que termina en una estrofa en la que se dan cita todas las claves del libro y seguramente de toda la poesía de Pablo García Baena:

El joven violinista del cabello revuelto,
la mano del arco en el regazo amado

dice: tal vez sea la música,
igual a esa palabra almenada,
sólo misterio y precisión.



Santos Domínguez