W. G. Sebald.
El paseante solitario.
Traducción de Miguel Sáenz.
Siruela. Madrid, 2007.
El paseante solitario.
Traducción de Miguel Sáenz.
Siruela. Madrid, 2007.
W. G. Sebald publicó en 1988 este homenaje en recuerdo de Robert Walser, una auténtica joya que acaba de editar Siruela con traducción de Miguel Sáenz.
Robert Walser fue el más solitario de los escritores solitarios, huyó de todo vínculo con el mundo, de toda posesión que lo atara a algún sitio de la vida o la literatura. Paseó mucho, compulsivamente, siempre en huida, pero se esforzó en no dejar más huellas que las de sus pisadas en la nieve poco antes de morir y las más persistentes, las de su literatura.
Y estas últimas no se borraron porque Carl Seeling, que lo acogió en su casa y preparó su biografía, recopiló sus textos, los mostró en antologías y conservó parte de su legado. Sin él el recuerdo de Walser se hubiera deshecho como la nieve de aquel 25 de diciembre de 1956 en que unos niños encontraron su cadáver semienterrado.
De la estirpe de Gogol, Kafka o Benjamin, todo en su literatura es rápido y fugaz como sus pasos, desde los personajes a los paisajes. Todo menos la admiración constante y creciente de muchos escritores por su obra.
A la lista de autores que lo admiraron se suma la figura de Sebald, que hace un recorrido comprensivo por la literatura de Walser, por su vida y por algunas de las fotografías que resumen su personalidad y su evolución.
Extraño, inquietante, ausente del mundo, de los hombres y de sí mismo, su biografía es tan opaca que -como señala Sebald- forma parte más de la clandestinidad y de la leyenda que de la historia.
Este excelente ensayo da una imagen certera y global de aquel ser misterioso y es una buena ocasión de visitar a Walser en el único territorio que acogió a aquel escritor "helvéticamente retraído", como lo definió Sebald: el de la literatura.
Robert Walser fue el más solitario de los escritores solitarios, huyó de todo vínculo con el mundo, de toda posesión que lo atara a algún sitio de la vida o la literatura. Paseó mucho, compulsivamente, siempre en huida, pero se esforzó en no dejar más huellas que las de sus pisadas en la nieve poco antes de morir y las más persistentes, las de su literatura.
Y estas últimas no se borraron porque Carl Seeling, que lo acogió en su casa y preparó su biografía, recopiló sus textos, los mostró en antologías y conservó parte de su legado. Sin él el recuerdo de Walser se hubiera deshecho como la nieve de aquel 25 de diciembre de 1956 en que unos niños encontraron su cadáver semienterrado.
De la estirpe de Gogol, Kafka o Benjamin, todo en su literatura es rápido y fugaz como sus pasos, desde los personajes a los paisajes. Todo menos la admiración constante y creciente de muchos escritores por su obra.
A la lista de autores que lo admiraron se suma la figura de Sebald, que hace un recorrido comprensivo por la literatura de Walser, por su vida y por algunas de las fotografías que resumen su personalidad y su evolución.
Extraño, inquietante, ausente del mundo, de los hombres y de sí mismo, su biografía es tan opaca que -como señala Sebald- forma parte más de la clandestinidad y de la leyenda que de la historia.
Este excelente ensayo da una imagen certera y global de aquel ser misterioso y es una buena ocasión de visitar a Walser en el único territorio que acogió a aquel escritor "helvéticamente retraído", como lo definió Sebald: el de la literatura.
Santos Domínguez