Dios, patria, riqueza
Lengua de Trapo. Madrid, 2007.
Massimo Gaggi, corresponsal del Corriere della Sera en Nueva York, ha escrito un libro (publicado por la editorial Lengua de trapo) vertebrado en torno a las tres grandes obsesiones de los Estados Unidos: la religión, el patriotismo y la riqueza. Sorprendentemente los tres ejes del libro se mezclan y se cruzan en los treinta capítulos que en forma de crónicas nos desvelan historias, situaciones y personajes tan atrayentes como inquietantes.
Un predicador cuyo verdadero apellido es Dollar, que presume de éxito en los negocios (al comienzo de cada una de sus misas analiza los resultados económicos de su Iglesia-empresa), viaja en coches de lujo y en aviones privados, y que después de oficiar el sábado en Nueva York (en el Madison Square Garden) se sube a su jet para al día siguiente predicar en Atlanta en su megaiglesia. En esa misma ciudad pretende construir una iglesia todavía más grande, con capacidad para sesenta mil fieles. Predica el éxito empresarial, ostenta su riqueza y no se avergüenza del lujo. Él mismo lo ha dicho: “es la teología de la prosperidad”.
Grupos de lunáticos dispersos por todo el país proyectan y construyen parques “didácticos” en los que figuras de humanos y dinosaurios comparten espacio y tiempo. Son los creacionistas, con la buena nueva del diseño inteligente, enmienda del darwinismo, perpetrada para mayor gloria de Dios. Lo peor no es que esos pirados, amarrados a la lectura más literal del Génesis, proyecten esos parques temáticos, lo peor es que los visitan cientos de miles de personas. En el país que es la mayor potencia científica del planeta, más de la mitad de la población no cree en el evolucionismo y hacen caso de perturbados cuya formación científica se basa en su adicción infantil a los dibujos animados de Los Picapiedra.
Una población convencida de que el capitalismo es simplemente perfecto, incapaz de ver las consecuencias negativas de la enorme eficiencia de su industria alimentaria capaz de ofrecer por unos pocos dólares hamburguesas dobles envueltas en cuatro lonchas de panceta y trufadas con tres láminas de queso fundido, todo entre dos rebanadas untadas generosamente con mayonesa, hasta totalizar casi 1.500 kilocalorías. Con el país lleno de personas obesas y con sobrepeso, aún muchos estadounidenses dudan de que el Gobierno deba intervenir de alguna manera, porque eso sería limitar la libertad económica.
El estado más rico de la tierra tiene a 46 millones de sus ciudadanos sin seguro médico, y en él se producen situaciones surrealistas, como la del cirujano que está implantando una bomba mecánica provisional para mantener con vida a un paciente que espera un transplante de corazón, cuando ya en el quirófano y con el paciente anestesiado, recibe una llamada de la aseguradora del enfermo que le comunica que según la póliza “nosotros pagamos el transplante del corazón, pero no la bomba provisional”.
Un sistema sanitario privado desorganizado, cargado de denuncias, costoso y muy burocratizado para al final ofrecer una asistencia médica de calidad inferior a la que tienen varios países europeos. Y más del 10 % de la población dependiendo de la caridad.
El libro de Gaggi ofrece en forma de reportajes breves, pero precisos, una visión compleja de los Estados Unidos, un país optimista, patriota, orgulloso de sus éxitos económicos y tecnológicos, pero a la vez frágil y obsesionado. Un libro que se lee al borde de la sonrisa, siempre y cuando seamos capaces de olvidar que trata sobre la única superpotencia mundial y que la seguridad del planeta depende del buen juicio de sus dirigentes.
Esperemos que Dios vuelva pronto de sus vacaciones.
Jesús Tapia