05 mayo 2023

E. E. Cummings. Poesía experimental

  





E. E. Cummings.
Poesía experimental.
Edición bilingüe de Eva M. Gómez Jiménez.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2023. 

Son dos páginas de la Poesía experimental de E. E. Cummings que publica Cátedra Letras Universales en edición bilingüe de Eva M. Gómez Jiménez, que enumera en su introducción algunos de los rasgos estilísticos que definen la poesía experimental de E. E. Cummings: “el uso relativamente frecuente de un registro coloquial o vulgar para algunas voces poéticas, el desorden de las letras en algunas palabras y expresiones, la invención de vocablos mediante procedimientos morfológicos, el uso de términos y expresiones en otros idiomas, el empleo de sintagmas y oraciones agramaticales, la ruptura de algunas palabras en dos o más líneas tipográficas, o la inclusión de juegos de palabras, a menudo con dobles sentidos y efectos humorísticos.”

Una trabajada edición bilingüe que incorpora una magnífica bibliografía sobre la vida y la obra del poeta  y recoge poemas de todos los libros incluidos en su poesía completa: “Los poemas que se reproducen en esta edición emplean un tipo de letra Courier, cercana a los tipos de las máquinas de escribir, con la intención no solo de que los poemas sean parecidos a los originales mecanografiados por Cummings, sino también (y sobre todo) para llevar a cabo una correcta distribución de las letras, los signos tipográficos y los espacios en blanco.”

Esta es una estupenda aproximación a la poesía experimental de Cummings, poeta innovador, transgresor y vanguardista, ingenioso malabarista de la tipografía del que la editora Eva M. Gómez Jiménez destaca “tres elementos clave en su poesía experimental: la alineación de los versos, su longitud y el espaciado”

Están aquí sus juegos algo banales con las mayúsculas y las minúsculas, la puntuación aparentemente caprichosa que responde a la transcripción fonética, las rupturas de estructuras sintácticas en el coloquio y los experimentos tipográficos, los ritmos marcados por el jazz y las efusiones afectivas y confesionales de una poesía de la que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que es imposible separar la que es experimental de la que no lo es.

Santos Domínguez 

03 mayo 2023

Emilio Pascual. El gabinete mágico

 


Emilio Pascual.
El gabinete mágico. 
Libro de las bibliotecas imaginarias.
Siruela. Madrid, 2023.

“Emerson dijo que una biblioteca es un gabinete mágico en el que hay muchos espíritus hechizados”, escribió Borges en una de sus Siete noches, la dedicada a la poesía.

Y de esa cita procede el título del magnífico El gabinete mágico. Libro de las bibliotecas imaginarias, que Emilio Pascual publica en Siruela.

Lo abre un texto dedicado a la biblioteca de Alejandría y a lo largo de sus setenta y seis capítulos, desde La biblioteca de la abadía sin nombre de El nombre de la rosa hasta La biblioteca de Babel de Borges y la biblioteca celestial de Fred Schepisi en El genio del amor, se evocan en unas páginas deslumbrantes las decenas de bibliotecas imaginarias creadas en la literatura: la biblioteca de don Quijote y la de Pepe Carvalho, la de Salvo Montalbano y la de Robinson Crusoe, la biblioteca de David Copperfield y la de Emma Bovary, la de los Finzi-Contini y la biblioteca imperial de Kakania en El hombre sin atributos, la biblioteca de Mr. Shandy y la del galdosiano Valentinito Torquemada, la de Peter Kien en Auto de fe de Canetti o la biblioteca tangerina en el Don Julián de Juan Goytisolo.

Autores tan dispares como Cervantes y Agatha Christie, como Umberto Eco y Bryce Echenique, como Baroja y Mark Twain, como Manuel Longares y Dickens, Balzac o Conan Doyle imaginaron bibliotecas para incorporarlas a sus novelas. El nutrido índice onomástico, con su medio centenar de páginas de letra pequeña, da cuenta elocuente de la riqueza de este mundo de libros, autores y personajes evocados.

Con ese abundante material, hecho de la misma sustancia de los sueños, Emilio Pascual elabora en este Libro de las bibliotecas imaginarias un elogio de los libros, una guía de la imaginación y una celebración  de la lectura. Un elogio, una guía y una celebración construidos con la agudeza lectora de su autor y con su admirable prosa. 

Y un juego de espejos y de muñecas rusas a través de libros que contienen otros libros, de personajes ficticios que leen libros reales en una sutil fusión de vida y literatura, de realidad y ficción en esas bibliotecas que son los palacios de la memoria de los que habló Agustín de Hipona. 

Así termina el Preludio de este libro memorioso y memorable:

Sabemos que el arte es largo, y la vida, breve. O, por decirlo con la afilada melancolía de Ángel González, «largo es el arte; la vida en cambio corta / como un cuchillo». Thomas Wolfe menciona que «el doctor Johnson observó que un hombre debería revolver media biblioteca para escribir un solo libro». Aquí se han revuelto varias, pero es preciso llegar a la resignada conclusión de que no todas están, ni pudieran estarlo aunque tuviéramos memoria para abarcar el universo todo. Margaret Lea, que sabía muy bien de lo que hablaba, pues tenía una librería de viejo —tres plantas, siete salas, miles de volúmenes— y era insaciable lectora, confirmó lo que todos aceptamos resignados: «Hay demasiados libros en el mundo para poder leerlos todos en el transcurso de una vida, de manera que hay que trazar una línea en algún sitio». Ya Valéry nos había advertido, no sin abatimiento resignado, que un poema nunca se acaba: se abandona. (Un poème n’est jamais fini, juste abandonné). Y Julián Carax nos enseñó que «un libro no se acaba nunca y que, con suerte, es él quien nos abandona para que no pasemos el resto de la eternidad reescribiéndolo».
Hay que trazar una línea en algún sitio... Yo la he trazado aquí. Alberto Manguel, que las ha visitado casi todas e incluso edificó la suya, echará de menos varias. Yo me he limitado a registrar apenas «hasta seis docenas» —como los libros de don Diego de Miranda—, que me parecían dignas de «felice recordación» por su rareza, su simpatía, su capricho o simplemente su obviedad. Todas vienen a ser imaginarias, si los libros no (o no siempre); son —podría haberlo escrito Roquentin en su diario— «como héroes de novela; se han lavado del pecado de existir».
Cuenta Sainte-Beuve que un amigo le anunció un día a Chamfort:
—Je viens de faire un ouvrage.
—Comment! Un livre?
—Non, pas un livre, je ne suis pas si bête, mais un titre de livre, et ce titre est tout.
No he sabido ser tan inteligente como el amigo de Chamfort, y así doy a las prensas este Gabinete mágico, o Libro de las bibliotecas imaginarias, si bien, para no ser tonto del todo, amparado en la autoridad de quienes las imaginaron.

Santos Domínguez 


01 mayo 2023

François Noudelmann. Un Sartre muy distinto



 François Noudelmann.
Un Sartre muy distinto.
Traducción de Laura Claravall.
Ediciones del Subsuelo. Barcelona, 2023.

Los autores que amamos son también personajes. Stendhal no es menos personaje que Julien Sorel o Lucien Leuwen. A fuerza de frecuentar sus obras, los hemos dotado de una consistencia que los ha transformado en compañeros de vida. Creemos conocer sus pensamientos, sentimientos y sueños, hasta tal punto hemos integrado sus palabras y su existencia en la nuestra. Si en alguna ocasión descubrimos un retrato inadecuado de nuestro escritor preferido, no dudamos en convertirnos en justicieros para restablecer su «verdad» original, ya que nos ofende esta traición del modelo. Sin embargo, ¿qué sabemos de aquellos a quienes llamamos autores? ¿La cultura libresca basta para determinar su autenticidad? De manera paradójica, estas preguntas afloran cuando un escritor se ha expuesto particularmente en sus relatos autobiográficos y sus posicionamientos políticos. Tal es el caso de Sartre, defensor a ultranza de la transparencia, alguien que no cesaba de comentar sus procesos intelectuales y los encarnaba en una forma de vida. Conocemos esta trayectoria: en sus primeras novelas, el autor se representaba a sí mismo como un individuo desengañado, pero tras la experiencia de la guerra se convirtió en el teórico y especialista del compromiso. Probablemente, es el escritor y filósofo del siglo XX que suscita más discusiones encontradas. Su dedicación a la política contribuyó a crear la imagen de un pensador que se implicaba en los grandes problemas de su época, para lo mejor y para lo peor: ensalzado por aquellos que alaban su entrega a la causa de los más desfavorecidos de la tierra, es odiado por los que le reprochan su compromiso con el totalitarismo y el terrorismo.

Así comienza François Noudelmann, doctor en Filosofía y profesor en la Universidad de Nueva York, la Introducción, ‘Un hombre de viento’, de Un Sartre muy distinto, que publica Ediciones del Subsuelo con una estupenda traducción de Laura Claravall.

A partir del testimonio documental de Arlette Elkaïm, hija adoptiva y heredera de Sartre, Noudelmann aborda la dimensión privada del hombre frente a la imagen social que proyectaba por su condición de personaje público comprometido que podía devorar al hombre real:

El paso a un lado que dio gracias a Arlette Elkaïm le da acceso a una existencia al margen del curso de la Historia y, a veces, incluso opuesta a ella. Es más, esta relación revela otra política de la existencia, distinta de la gran política con sus declaraciones, sus profesiones de fe y sus principios universales que marcaron el compromiso sartriano. Deja entrever la tensión entre comprometerse y desentenderse, entre los deberes por un lado y los deseos por el otro, los fantasmas, los miedos que indican una lucha interior contra tendencias psicóticas. Esta ambivalencia demuestra un equilibrio inestable entre un yo que se busca, se rehúye, y los acuerdos necesarios con los demás, los conceptos, la ley moral. Arlette se mantuvo a un lado, observando las vidas públicas y las íntimas de Sartre, y viendo con lucidez los excesos, los malestares, las tretas del gran hombre con la política, las mujeres y con su propia imagen.

Las identidades múltiples de todos los Sartres, reales o literarios, simultáneos o sucesivos, se dan cita en este libro, que explora el difícil equilibrio de esas dos vertientes conflictivas, la pública y la privada. Dos vertientes conflictivas de un Sartre contradictorio y desgarrado, solitario y depresivo, estalinista y polígamo, solidario y egoísta, apóstol teórico del compromiso y hedonista práctico, de un autor que por momentos parece huir del peso de su responsabilidad intelectual y social, superado por la difícil busca de coherencia entre su vida y su obra, consciente de las disonancias que plantean algunas de sus actitudes y de sus comportamientos, que contradicen el relato lineal de su autobiografía y su imagen oficial.

Párrafos como este resumen ese conflicto:

Sartre vive el dilema entre el deber y el deseo tanto desde la depresión como desde la ironía hacia sí mismo. Es perfectamente consciente del papel que le hacen interpretar, de la postura que él adopta para encarnar la conciencia política de su época. El analista de la mala fe y de la falta de sinceridad del yo no se engaña y sabe discernir su papel en esta comedia. Mirando su foto en los periódicos, anota: “La foto de mi martirio. Aquí está: con ese aire tan tembloroso, de bienaventurado humanista y tan preocupado, Dios mío, por el porvenir de la especie.” De tanto en tanto, resurge el individualista que hay en Sartre, a veces con una intención cínica, la de un hombre que mira el mundo desde la distancia.

El objetivo del ensayo, como señala Noudelmann, es “descubrir y analizar a un Sartre muy distinto, ligero, soñador, risueño, y ver cómo gestionaba las responsabilidades morales y políticas que no dejó de asumir en su vida «comprometida».”

Eso es exactamente Un Sartre muy distinto: el “retrato iconoclasta” de un Sartre privado, aficionado a los viajes, a las mujeres y a los excesos alcohólicos, comunista al que le aburría la política, contemplativo y reflexivo, angustiado y melancólico, imaginativo y soñador, en constante debate entre el deber y el deseo.

Un retrato poliédrico que completa, a partir de la tensión entre lo público y lo íntimo, la figura compleja del intelectual y el hombre en un ensayo escrito, eso sí, desde la admiración de Noudelmann por su obra.


Santos Domínguez 


28 abril 2023

Rafael Guillén. Del conocimiento al asombro

 


Pepa Merlo.
Rafael Guillén. 
Del conocimiento al asombro.
Centro Andaluz de las Letras. Sevilla, 2023.

“Poeta al fin, en tiempo de poeta”, escribió de sí mismo Rafael Guillén (Granada, 1933), a quien el Centro Andaluz de las Letras dedica una nueva entrega de su espléndida colección Clásicos Singulares.

Rafael Guillén. Del conocimiento al asombro titula Pepa Merlo este recorrido por la vida y la obra del poeta. Un recorrido que, como en los otros volúmenes de la serie, ofrece también un breve itinerario de lectura con la intercalación de algunos de los textos más significativos de su trayectoria humana y literaria.
De esa manera, el relato biográfico, el estudio crítico y la antología breve completan el acercamiento a la vida y la obra de Rafael Guillén.

El recuerdo de la prematura orfandad infantil y el desamparo en La Zubia (“De pronto, y no es posible / porque el recuerdo en mí siempre / ha corrido por delante, de pronto, /pero es así, regreso”); las penurias de la posguerra en Granada (Supe decir que no mucho más tarde, / negar con la cabeza y mirar hacia arriba / preguntándolo todo con los ojos”); el amor (¿A dónde  irá este amor cuando la muerte / socave en nuestros cuerpos su cimiento?”); la reivindicación del presente y el despertar de la vocación poética ( “Habría que crear / una palabra nueva”); las travesías nocturnas por las tabernas del Albaicín (“Y en el toro de la noche / las puyas de los cipreses”); las tertulias del grupo de poetas jóvenes de Versos al Aire Libre; el conocimiento de Blas de Otero en Bilbao (“y Blas y no es posible / la paz sin libertad y sin justicia. // Hoy recuerdo la lluvia de Bilbao, / mis afanes ¿de qué? Y lo que debo / a un hombre paseando, ¡tantas tardes!, / chapela y gabardina, por la ría.”) son algunas de las estaciones de paso de ese recorrido Del conocimiento al asombro que da título al volumen.

Y luego el primer libro en 1956, Antes de la esperanza, y otros libros como El gesto, Límites o Los estados  transparentes, al que pertenece este ‘Cristal romano’:

Si este ungüentario de cristal romano 
que veinte siglos irisaron, donde
la transparencia envejecida apenas 
deja ya ver el soplo que le diera
forma de lágrima y que aún se esconde 
en su interior como con miedo a verse 
en otro tiempo; si este vaso leve
que otro soplo o milagro ha conservado 
indemne entre los mármoles partidos 
de la arrasada villa, resbalase
de mis manos y en un funesto instante
se estrellase en el suelo dulcemente, 
consternación aparte, no sabría 
apreciar las distintas magnitudes
de tamaño suceso, ni sabrí
ponerle fecha; pero estoy seguro
de que en el tiempo aquel, que permanece 
detenido entre togas y columnas,
se oirían los clamores del desastre.

Y los reconocimientos y los viajes (“Hoy mi castigo / es saber que no he estado en sitio alguno /  jamás por primera vez.”), la vejez y la muerte que aparece en este texto de su último libro, Balada en tres tiempos para contrabajo y frases cotidianas:

ESTOY ESPERANDO UNA LLAMADA…

Estoy esperando una llamada. Hace
ya muchas vidas que la espero.
Si coges el teléfono y escuchas
una canción, como una nana, susurrada 
por una voz antigua, con regusto
de miel y de calostro, esa llamada 
ya fue un día para mí.

Si coges el teléfono y percibes, 
como a través de una tupida malla 
de sonidos y voces y diario 
ajetreo, algo
como un aliento cálido, que sabes 
no volverás a percibir, esa llamada 
ojalá fuese para mí.

Si coges el teléfono y resuenan
silbidos, roces cósmicos
como de rocas que se incendian o cometas 
que peinan sus lucientes colas, o te aturde 
un silencioso estruendo de sistemas 
solares que entrechocan y se multiplican 
hasta un confín desconocido, esa llamada 
tal vez sea para mí.

Si coges el teléfono y, tras una larga 
espera, no oyes nada,
esa llamada sí; esa llamada
es para mí.


Santos Domínguez 

26 abril 2023

Carlos Fidalgo. El baile del fuego

 

Carlos Fidalgo.
El baile del fuego.
La Esfera de los Libros. Madrid, 2023.

Me enamoré de Amalia Quiroga mientras tocaba un fragmento de El amor brujo en el piano de cola del Club Lyceum, en la Casa de las Siete Chimeneas. Amalia tenía veinte años, era hija de un empresario de Mondoñedo que la alojaba en la Residencia de Señoritas de la calle Fortuny después de inscribirla en el conservatorio, y los cuatro minutos y medio que duró su interpretación me marcaron como un hierro candente.
Era la primera vez que veía a una mujer al piano y los dedos de Amalia repicaban en las teclas blancas y negras de marfil con una energía desconcertante. Todo el salón escuchaba en silencio. Los hombres conteníamos el aliento, embobados ante aquel despliegue repentino de fuerza y de coordinación. Las mujeres asentían satisfechas. Y Amalia inclinaba levemente la cabeza y temblaba como si estuviera en trance mientras deslizaba las manos sobre el teclado con una concentración y una intensidad tan arrebatadoras que arrancaron un aplauso rotundo en el momento en que terminó la pieza, tras un movimiento final contundente, definitivo, que sonó como un desafío.
Cuando me acerqué para preguntarle, pobre de mí, qué es lo que había tocado aquella noche, me respondió: «La danza ritual del fuego, del maestro Manuel de Falla». Después se levantó de la banqueta y enseguida la rodearon para felicitarla.

Así comienza El baile del fuego, la nueva novela de Carlos Fidalgo que publica La Esfera de los Libros y que toma su título de esa parte del ballet de Falla.

Subtitulada “Una historia de amor en tiempos de guerra y paz”, es una historia amorosa narrada por el protagonista, Vicente Yebra, aprendiz de tipógrafo en El Socialista y en el diario gráfico Ahora, y la pianista Amalia Quiroga, que acabarán separados por la guerra: 

Me llamo Vicente Yebra —les dije muy ufano—. Y he venido a fotografiar a Lorca para las páginas del Ahora.
Federico García Lorca, en la plenitud de su talento, era un ser luminoso que se paseaba por el salón de la Casa de las Siete Chimeneas con un manojo de poemas bajo el brazo. Y yo era un mentiroso que usaba el nombre del periódico donde solo trabajaba como aprendiz de tipógrafo para tomar fotografías con la esperanza de colocárselas a Manuel Chaves, el subdirector, y que me diera la oportunidad de convertirme en reportero gráfico.

Es el protagonista que fue luego “el fotógrafo de la columna Mangada, el paparazzi que pedía permiso a las actrices de Hollywood para retratarlas”. El que antes había sido “el niño que revelaba los fotogramas al sol sin echarles fijador en una plaza de Ponferrada.”

Desarrollada entre 1935 y 1953, entre Chicote y el Café Barbieri, entre Madrid y Mondoñedo, entre la Casa de las Siete Chimeneas y Lavapiés, desde el primer capítulo la narración de El baile del fuego vincula dos tiempos diferenciados con distinta tipografía: el pasado de la evocación y el presente del narrador, cuando Vicente rememora en enero de 1990 aquellos hechos en diálogo con Pedro Almodóvar, el director de moda, al día siguiente de la muerte de Ava Gardner:

-Ayer murió Ava en Londres. Lo he leído en los periódicos. Y cada vez que entro aquí lo veo mirándome por encima del hombro de Frank Sinatra. Ahora puedo contarlo.

“La mitad de las mentiras de este libro son ciertas.” Esa frase, adaptación de un dicho irlandés, figura en el frontispicio de la novela y orienta al lector acerca de la ligada mezcla de realidad y ficción, de historia e imaginación que está en la base de su elaboración argumental, en la que se cruzan la narración histórica, la novela amorosa y el relato de fantasmas.

Organizada en tres partes en las que se conjugan la narración histórica, la novela amorosa y el relato de fantasmas, El baile del fuego refleja la madurez como novelista de Carlos Fidalgo, que proyecta en ella su agilidad narrativa, su capacidad de recreación del Madrid de finales de la Segunda República y la posguerra, su admirable sentido del ritmo del relato y un eficiente manejo de la intriga hasta el sorprendente desenlace.

Y al fondo de la literatura, la literatura y los sueños: Lorca y Alberti, las sinsombrero y las sirenas de Cunqueiro, Hemingway y Dos Passos, Dalí y Poeta en Nueva York, Neruda y Miguel Hernández, El bosque encantado y Merlín y familia, Villa Rosa y Ava Gardner, Luis Miguel Dominguín y Sinatra. 

Al fondo, la fuerza de la literatura y el humo de los sueños.

Santos Domínguez
 

24 abril 2023

J. Benito Fernández. El contorno del abismo


 

J. Benito Fernández.
El contorno del abismo. 
Vida y leyenda de Leopoldo María Panero.
Anagrama. Barcelona, 2023.

Pasaron quince años desde que apareció en 1999 El contorno del abismo. Vida y leyenda de Leopoldo María Panero, de J. Benito Fernández hasta la muerte del biografiado en 2014.

Y casi un cuarto de siglo ha transcurrido entre la primera edición de este libro y la nueva, corregida, aumentada y actualizada que publica Anagrama en su Biblioteca de la memoria.

En la Introducción de esta nueva edición de El contorno del abismo, J. Benito Fernández evoca, con la ironía distanciada que recorre todo el libro, algunas conversaciones con Leopoldo María Panero a propósito de los beneficios económicos del libro: “Desde un locutorio, Leopoldo llamó de nuevo para recla­mar el contrato de su biografía y un cinco por ciento de los be­neficios. «Tengo abogado», amenazó. Se interesó por la fecha de publicación, pero no por la editorial. Con el libro en la ca­lle, volvió a la carga. «Ya que no hay derechos de autor», dijo, «a ver si me puedes mandar veinte ejemplares más.» Ya le ha­bían enviado libros desde Barcelona. Le pregunté si lo había leído y me respondió afirmativamente: «Está muy bien, joder». Michi me informó de que su hermano andaba con el libro bajo el brazo por Las Palmas.
Tras la vuelta de vacaciones escuché los mensajes en el contestador telefónico. Leopoldo: «Me dicen que estás ganando millones y me gustaría hablar contigo para aclarar este asunto. Llámame al hospital. Si te dicen que estoy comatoso, diles que es mentira». En sucesivas llamadas me volvió a reclamar ejemplares y distintas cantidades de pesetas, con rebajas incluidas. La última vez que nos encontramos fue en Zaragoza, con motivo de «Poéticas novísimas. Un fuego nuevo», invitados por Túa Blesa. En el comedor del hotel Romareda traté de darle un abrazo cariñoso y me frenó: «No me beses, hippy. ¿Eres maricón o qué?». Durante aquellas jornadas en los corredores del Palacio de Congresos, muy deteriorado, me recordó que teníamos que renovar el contrato. Y tras mirarme con detenimiento, me soltó: «¿Tú para qué quieres tanto dinero, tío?». Respondí: «Se lo debo todo al banco». Desató unas carcajadas desabridas que daban miedo.”

A los catorce capítulos de la primera edición se añaden ahora tres nuevos: ‘A bordo de una isla (1997-2002)’, ‘Tiempo que precede a la muerte (2003-2007)’ y ‘Cenizas al fin (2008-2014)’, que rastrean minuciosamente los últimos años de Leopoldo María Panero desde su salida del manicomio de Mondragón hasta su muerte.

Son los años insulares en Las Palmas, “en la isla gasosa” que no le gustaba y en la que murió, convertido casi en una atracción de feria. Fue una época en la que se le invitaba a leer en diversos lugares porque, al margen de su discutible valor literario, garantizaba el espectáculo extrapoético que a veces incluía el añadido de una vomitona.

El 5 de marzo, el vate cierra los ojos para dejar de hacer poesía y dejar de hacer prosa; cierra los ojos llenos de sueño. Hacia las diez menos diez de la noche muere Leopoldo María Panero en la Unidad de Clínica y Rehabilitación del Hospital Juan Carlos I, dependiente del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín. El poeta ha dejado de interpelar a la vida. Oficialmente, el último Panero ha muerto de un fallo multiorgánico. De una fuerte personalidad, poseía una patología subyacente crónica muy grave, vinculada a sus excesos (tenía hepatitis, diabetes, era fumador, bebedor…)
[…]
Todos los periódicos se hacen eco de la muerte del poeta. Páginas y páginas donde el término más manoseado es el de maldito. Todos y cada uno de quienes escriben tienen su anécdota con el fallecido, parecen querer decir: «El loco es mío».

Apoyada en un amplísimo material documental extraído de los múltiples encuentros con el poeta, de las cartas a la madre y los amigos y de entrevistas con quienes lo trataron, El contorno del abismo deja al descubierto a un Panero desnudo más allá de su escenografía lamentable y de su problemática familia: el padre poeta y bebedor, la madre fantasiosa, los conflictivos hermanos Juan Luis y Michi. 

Desastrado y desastroso, su cultivado malditismo mediático sabía astutamente cómo llamar la atención. Porque desde El desencanto hasta Después de tantos años tuvo menos lectores que espectadores de sus delirios paranoicos. Compaginaba sus lecturas disparatadas, en las que “apenas habla, farfulla” y a veces vomita, con la participación en congresos de rehabilitación de enfermos mentales crónicos o con entrevistas en las que “el poeta expone su consabido discurso sobre el capitalismo y la antipsiquiatría, el caso Panero, el alcohol, las drogas, la locura, el golpe de Estado, el rey, Aznar, la resurrección y el paraíso. Al loco le oyen, pero no le escuchan.”

Así describe J. Benito Fernández una de esas frecuentes escenas esperpénticas protagonizadas por Leopoldo María Panero y aplaudidas por el público:

Panero sube el escenario y le dice a Galindo -sentado, a la espera- que necesita orinar. Bruno le acompaña al servicio. En la última pieza, Leopoldo regresa al escenario, pero no recita. Se acerca el micrófono y con una Coca-Cola light en la mano dice: “¡Esto es una puta mierda! ¡Iros todos a la puta mierda!” El auditorio en pie ovaciona al poeta.

El psiquiatra Baldomero Montoya, que lo trató en Leganés en 1981, lo describía en estas palabras que se reproducen en el libro: “Leopoldo no es un loco, pero sabe especular muy bien con la locura. Es un hombre mal hecho. Él está dentro de la realidad y la maneja como quiere. Tiene un juego perfectamente lúcido y racional. Trató de seducirme y engancharme a él, pero yo nunca le seguí. Tiene el embrujo especial del loco que, a la vez, no lo es. Aquí se le respeto como persona y no como sujeto que deslumbra. Es un personaje curioso: un psicópata listo, como todos, con garra y con arte. Y ha construido una personalidad perfectamente estudiada.”

De sus andanzas por el mundillo literario y por otros submundos da cumplida cuenta esta biografía que desde la distancia emocional o el sarcasmo inevitable refleja el patetismo del personaje. Con todo, el peor papel en esta penosa historia no es el de Leopoldo María Panero, sino el de quienes lo utilizaron como a un juguete roto, lo jalearon entre risas y lo expusieron a la burla pública a cambio de unas cuantas Cocacolas o de los veintidós vasos de leche que se bebió en una cafetería durante una entrevista con Benjamín Prado, que la publicó en El País con un poco sutil titular: ‘Panero el loco”.

Entre la extravagancia y la locura, entre la provocación teatral del personaje algo infantil al que le rieron las gracias desde chico y el desgarro interior de la persona que arrastra un largo historial de excesos y drogas, de paranoias grandilocuentes e internamientos en manicomios, un Panero que tuvo menos vida que espectáculo. Y menos poesía que leyenda.

Santos Domínguez 





21 abril 2023

Céline. Guerra


 Louis Ferdinand Céline.
Guerra.
Traducción de Emilio Manzano.
Anagrama. Barcelona, 2023.

En junio de 1944, cuando estaba próxima ya la victoria aliada, el colaboracionista Louis Ferdinand Céline (Courbevoie, 1894-Meudon, 1961), escritor maldito pero imprescindible, huyó de Francia a Alemania y a Dinamarca. Con las prisas de la huida, dejó en París dos maletas llenas de manuscritos que estuvieron desaparecidos durante casi ocho décadas hasta que se recuperaron en 2020. 

Uno de esos textos es Guerra, la novela corta que Céline escribió entre sus dos obras maestras, Viaje al fin de la noche (1932) y Muerte a crédito (1936). Permaneció inédita hasta 2022, cuando se publicó en Francia con edición de Pascal Fouché y un prólogo de François Gibault que se reproduce también en la edición española, que publica Anagrama con traducción de Emilio Manzano.

Recibida por la crítica francesa con una evidente división de opiniones entre quienes la proclamaron obra maestra y los que veían en el manuscrito de primera redacción sólo un esbozo sin revisar, Guerra vuelve al protagonista de Viaje al fin de la noche, el autobiográfico Ferdinand Bardamu, y a su experiencia traumática como soldado en la Primera Guerra Mundial que se relataban en su primera parte. Las heridas sufridas en su primer combate le dejaron secuelas irreversibles de carácter físico y psíquico que arrastró toda su vida y que fueron determinantes en la configuración de su literatura y de su desgarrada visión del mundo.

Porque Céline “regresó del frente mutilado de cuerpo y de espíritu”, como afirma en el prólogo François Gibault, que añade que “este libro es a la vez una crónica y una novela. Una crónica que, a medida que pasan las páginas, resulta cada vez más novelada.” 

 Comienza con este potente párrafo, que rememora las heridas que sufrió en el brazo derecho y en la cabeza cerca de Ypres, en Bélgica: 

Parte de la noche siguiente aún debí de pasarla allí tirado. Tenía la oreja izquierda pegada al suelo con sangre, la boca también. Y entre las dos, un ruido inmenso. Me dormí en el ruido y luego llovió, una lluvia muy densa. Kersuzon, a mi lado, estaba tendido pesadamente bajo el agua. Moví un brazo hacia su cuerpo. Lo alcancé. El otro no podía moverlo. No sabía dónde estaba el otro brazo. Había volado muy alto, se arremolinaba en el espacio y luego bajaba a tirarme del hombro y arrancarme la carne. Cada vez me hacía dar un grito, y entonces era peor. Luego, sin dejar de gritar, conseguí hacer menos ruido que el horrible barullo que me reventaba la cabeza, como si tuviese un tren metido dentro. Rebelarse era inútil. Fue la primera vez que dormí, en medio de aquella tormenta de obuses que pasaban silbando, en medio de todo el ruido posible, pero sin perder de toda la consciencia; dormí en el horror, en definitiva. Excepto cuando me operaron, nunca volví a perder del todo la consciencia. Desde entonces siempre he dormido así, en un ruido atroz, desde diciembre de 1914. Atrapé la guerra en la cabeza. La tengo encerrada en la cabeza.

Así resumía Céline en un escrito privado las secuelas que padecía desde entonces: 

“CABEZA: dolor de cabeza permanente (o casi) (cefalea) contra el cual cualquier medicación resulta más o menos ineficaz. Tomo ocho comprimidos de Garde­nal diarios, más dos comprimidos de aspirina, y me masajean la cabeza a diario, unos masajes que me re­sultan muy dolorosos. Padezco de espasmos cardio­vasculares y cefálicos que me hacen imposible cual­quier esfuerzo físico (así como la defecación).

OÍDO: completamente sordo del oído izquierdo, con agudos zumbidos y silbidos ininterrumpidos. Ese es mi estado desde 1914, cuando fui herido por primera vez y fui arrojado contra un árbol por el estallido de un obús.”

“Y entonces me dolieron tres cosas a la vez: el brazo, la cabeza llena de ese ruido horrible y, aún más profundo, la conciencia”, confiesa el narrador autobiográfico de Guerra en una frase que podría ser el resumen de la obra.

Con la usual mezcla de realidad y ficción que hay en todas sus obras, Céline escribe esta novela en primera persona sobre el horror, la guerra y la muerte desde la misma perspectiva autobiográfica y radical del Viaje al fin de la noche, con parecida suma de memoria y ficción, con el mismo estilo descarnado que provocó el escándalo entre sus lectores, con el mismo pesimismo desesperado del Viaje… y de Muerte a crédito, con la misma explosividad de su prosa y con la brutalidad expresiva que originó la implosión irreversible de la novela francesa.

Porque hay un antes y un después de la radicalidad temática y la explosividad verbal de la narrativa de Céline en la literatura europea. El sexo y la muerte, la pasión y el dolor, la violencia y el erotismo, la sensualidad destructiva recorren toda su obra y están presentes en toda su intensidad también en la furia expresiva y en la crudeza lingüística de Guerra, una novela que no quiso o no pudo publicar cuando la escribió, aunque en julio de 1934, en una carta a su editor, Céline le anunciaba su propósito de publicarla al año siguiente.

El dolor y los ruidos, las pesadillas y los cuerpos mutilados, los muertos y la anestesia, el campo de batalla y los ataúdes, el hospital, el médico Méconille y la enfermera L’Espinasse, el sexo y la relación conflictiva con los padres, su compañero Bébert/Cascade y su mujer Angèle se suceden en las páginas de Guerra, de la que afirma Pascal Fouché en el apéndice (‘Guerra en la vida y la obra de Louis Ferdinand Céline’) que “es imposible saber qué habría hecho Céline con el presente manuscrito de no haber desaparecido, muy a pesar suyo, en 1944. Pero todos estos elementos nos permiten inscribirlo de manera coherente en su obra y en la cronología que da forma a la trama narrativa. Guerra llena un vacío sobre un episodio capital de la vida y la obra del escritor, con un relato que, si bien es un primer borrador, es cabalmente representativo de su escritura.”



Santos Domínguez 

19 abril 2023

La Filosofía como rito de renacimiento


 Algis Uždavinys
La Filosofía como rito de renacimiento.
Del Antiguo Egipto al Neoplatonismo.
Traducción de José Manuel Espadas.
Atalanta. Memoria Mundi. Gerona, 2023.

“Este libro plantea un serio desafío a la visión ortodoxa de la filosofía y a la correspondiente historia de su desarrollo. 
En la Antigüedad, la realidad se entendía como una serie de pasos descendentes que partían de lo más inefable y simple y se desplegaban mediante la divinidad a través de las diversas condiciones de la existencia. Las más altas de estas condiciones se situaban próximas a la simplicidad originaria y por ello eran puramente inteligibles, mientras que las más bajas iban cobrando complejidad y mutabilidad hasta hacerse perceptibles a los sentidos. Estas condiciones inferiores de la existencia no eran rechazadas por malignas o ilusorias, sino que se apreciaba su valor y fiabilidad por su relación con lo más elevado. Cada plano de la realidad tenía su correspondiente respuesta en la naturaleza del ser humano. Al poseer los niveles más altos el mayor grado de sensibilidad e inteligibilidad, era en ellos donde los filósofos trataban de ubicar el centro del arte y la ciencia de la filosofía. Por eso la filosofía se consideraba en la Antigüedad una disciplina interior que hacía posible la participación consciente y activa en un drama de naturaleza divina e intelectual; si lo expresáramos en términos actuales, podríamos decir que la filosofía era un camino espiritual o un yoga para la iluminación.
Pero, en algún punto de la transición de la Edad Antigua a la Moderna, esta visión y propósito de la filosofía fue perdiéndose en gran medida, y hoy nos encontramos con que aquello a lo que aún damos el nombre de filosofía ha permitido que su centro descienda y se sitúe en los niveles más bajos de la realidad. Por tanto, no cabe duda de que las facultades humanas sobre las que se asienta la filosofía moderna serán, por necesidad, los niveles más bajos del pensamiento: si en un principio la filosofía fue meditativa, contemplativa e incluso intuitiva, ahora, en cambio, se halla reducida a una estrecha forma de razonamiento lógico, atrapada para siempre en el mundo temporal. La razón, valorada antaño como un punto de partida para alcanzar el reino de la inteligencia eterna y la divinidad supraeterna, es ahora un fin en sí misma. La filosofía ha perdido su nervio a lo largo de la modernidad, y, como un piloto que ya no confía en su aeronave, el empuje de la razón nos obliga a volar a ras de tierra sin poder elevarnos hacia el aire libr”, escribe Tim Addey en el Prefacio de La Filosofía como rito de renacimiento. Del Antiguo Egipto al Neoplatonismo, el monumental ensayo del lituano Algis Uždavinys que publica Atalanta con traducción de José Manuel Espadas.

Ese carácter desafiante, que defiende una mirada alternativa a la Filosofía frente a la que impuso el racionalismo ilustrado del siglo XVIII, inspira las setecientas páginas de este volumen organizado en siete partes, desde ‘Entender la Filosofía antigua’ hasta ‘La transformación teléstica y el renacimiento filosófico’.

‘La filosofía y la maravilla del asombro eterno’; ‘Aprender a vivir y aprender a morir’,; ‘Animales sagrados, filósofos y números cósmicos’; ‘Rituales y máscaras sagrados’; ‘Las imágenes vivientes y los dioses eternos’; ‘El intelecto como espíritu de luz’; ‘El regreso a casa de Odiseo’ o ‘El despertar del intelecto y la rehabilitación de las imágenes’ son los títulos de algunos de sus capítulos. A partir de ellos se puede orientar el lector acerca de los temas y los enfoques propuestos por Uždavinys (1962-2010), catedrático de Filosofía y especialista en neoplatonismo y en estudios comparados de las filosofías egipcia, griega y de Oriente Medio.

El nacimiento de la Filosofía como “ritual sagrado de los grandes misterios divinos de la existencia, correctamente escenificados y vividos, como si fueran representados por el Ser, la Vida y el Intelecto” parece ignorarse en las interpretaciones modernas, como señala Uždavinys: “La historia convencional de la «filosofía occidental», establecida y canonizada entre los siglos XVIII y XIX, nos dice que la filosofía consiste en reemplazar el mito por la razón, dando así nacimiento a una sociedad racional basada en leyes racionales. Para la Ilustración europea, esto supone la eliminación de la religión y de todas las supersticiones irracionales. Aquí, la «filosofía» es identificada con una ocupación secular y racionalista dirigida contra los «ídolos» de la imaginación religiosa y de la fe, o, haciendo alguna concesión, con una apología racional de los sentimientos y la moralidad cristiana y su «natural» derecho de dominación mundial. Esta convincente identificación poskantiana de la filosofía con un discurso filosófico abstracto impera todavía hoy tanto en la consciencia académica como en la popular y provoca diferentes reacciones, en especial entre aquellos que han sido educados, por un lado, por tradicionalistas y, por el otro, por posmodernos.”

Frente a esas interpretaciones, Uždavinys defiende la relación entre la cultura del Antiguo Egipto, la filosofía griega y el neoplatonismo en la concepción de la Filosofía como ejercicio de transformación interior y renacimiento espiritual. En esa propuesta, el sacerdote egipcio y el filósofo griego, el rito y la Filosofía formarían parte de una misma tradición: la de una Filosofía perenne y universal basada en la intuición y en la contemplación. La mitología egipcia sería así un precedente directo de la metafísica platónica.

Además de una abundante bibliografía y un extenso índice onomástico, completa el volumen un magnífico glosario de términos griegos y egipcios en el que se aborda el desarrollo histórico de conceptos como AretéMythosMímesis o Phantasía. En el apartado Philosophía se resume la propuesta central de esta monografia: 

Amor a la sabiduría; el camino intelectual y erótico que conduce a la virtud y al conocimiento; es posible que el término en sí fuera acuñado por Pitágoras; la filosofía helénica es una prolongación, modificación y modernización de las formas de vida sapiénciales de Egipto y de Oriente Próximo; la filosofía no puede ser reducida al discurso filosófico; para Aristóteles, la metafísica es la prôte philosophía, o theología, mientras que la filosofía como theoría se refiere a la bíos theoretikós, es decir, a la «forma de vida contemplativa», por lo que la vida filosófica será aquella en la que se lleven a término la participación en la divinidad y la actualización de lo divino en lo humano a través de la áskesis personal y de la transformación interior; Platón define la filosofía como una preparación para la muerte; la filosofía platónica ayuda al alma a tomar conciencia de su propia inmaterialidad: la libera de las pasiones y extirpa todo lo que no sea verdaderamente ella misma; para Plotino, la filosofía no sólo aspira a «ser un discurso sobre objetos, aunque sean los más elevados, sino que también desea conducir el alma a la unión viva y concreta con el Intelecto y con el Bien»; en el neoplatonismo, la inefable téurgia se considera la culminación de la filosofía.

Santos Domínguez 


17 abril 2023

Francisco Estévez. Las voces del texto

  


Francisco Estévez.
Las voces del texto. 
Teoría, poética y comparatismo europeo.
Comares Literatura. Granada, 2022.

“Somos un país sin lectores que, de forma curiosa, continúa con un nutrido y valioso número de escritores. Al mismo tiempo, como durante al menos todo el siglo XXI, Internet no ha hecho más que radicalizar tal situación, se publica y se escribe más de lo que infinitamente se puede leer. Todo el mundo ansía escribir y, de un modo u otro, por algún canal consigue hacerlo, siquiera en blogs. 
[…]
Ante esta situación presentada la crítica literaria, queramos o no, es la judicatura de toda esa desbordante literatura (y la patronal es sin duda el mundo editorial). Ese lector cualificado que es el crítico debe mediar entre la obra de arte y el lector común para ayudarle a que la entienda mejor y la disfrute. Esta simple definición pondría en entredicho gran parte de los mejores esfuerzos académicos que hoy día se aplican a interpretar y «explicar» la literatura contemporánea, pues vienen envueltos en jergas ininteligibles para aquel que no se haya dado al fútil y arduo trabajo de aprenderla previamente, como ya se ha advertido en otras ocasiones. El esoterismo en terrenos críticos es, las más de las veces, síntoma de incomprensión. Los griegos no enseñaban a sus iguales nada que un niño no pudiese entender. Mediar entre los productos literarios y el lector de a pie es la función hermenéutica. La crítica debe juzgar, condenar o alabar, pero, sobre todo, analizar, no proporcionar informaciones huecas que nadie solicita”, escribe Francisco Estévez en “Valor de la crítica literaria”, uno de los artículos que ha recopilado en el volumen misceláneo Las voces del texto. Teoría, poética y comparatismo europeo, que publica Comares Literatura.

Sus veinte artículos sostienen un enriquecedor diálogo crítico con esas voces del texto que evoca el título en una sucesión de capítulos “de aliento comparatista y fondo teórico” recorridos por una constante reflexión sobre la creación y la función de la crítica.

De la modernidad clásica del Quijote a la voz plural de Pessoa, de la conciencia crítica de voces creativas como Poe o Eliot pasando por el recuento de la cosecha narrativa de 2015, por los límites de la autobiografía en el Siglo de Oro o la voz interior de Juan Ramón Jiménez en Arias tristes, Francisco Estévez asume conscientemente el riesgo de publicar un libro de crítica literaria.

Y precisamente porque sabe que al hacerlo confirma la afirmación de Montaigne de que “se invierte más tiempo en interpretar las interpretaciones que en interpretar las cosas y hay más libros sobre libros que sobre cualquier otro asunto”, también tiene clara la necesidad de la labor del crítico y su responsabilidad como orientador de los lectores en estos tiempos de confusión:

Internet ha abierto varias brechas tanto en el lado creativo como en el terreno crítico, pero los problemas siguen siendo los mismos. Internet no debe dirigirnos hacia el sinsentido, la crítica cuando es creativa nos acerca al consentimiento y a la comprensión de la alteridad del texto. En definitiva, trasladar las sutilezas del arte literario a la crítica solicita otras sutilezas. Pero siempre quedará la obra y si la crítica incentiva en algo es para buscar entre anaqueles la novela, el poemario, aquel drama, en las estanterías, en las librerías o las bibliotecas públicas o privadas, allí encontraremos lo que, las más de las ocasiones, el crítico quizá no supo transmitir.


Santos Domínguez 



14 abril 2023

Darwish. ¿Por qué has dejado solo al caballo? Estado de sitio


Mahmud Darwish. 
¿Por qué has dejado solo al caballo?
Estado de sitio.
Edición bilingüe de Luz Gómez.
Letras Universales Cátedra. Madrid, 2023.


Aquí, en la falda de las colinas, antes el ocaso 
y las fauces del tiempo, 
junto a huertos de sombras arrancadas, 
hacemos lo que hacen los prisioneros, 
lo que hacen los desempleados: 
alimentamos la esperanza.

Así comienza Estado de sitio, el poema libro que Mahmud Darwish escribió en Ramala en enero de 2002 durante el asedio israelí.

Es una reivindicación de la esperanza que resume así Luz Gómez en la introducción de ¿Por qué has dejado solo al caballo? (1995y Estado de sitio (2002) en Letras Universales Cátedra: “Ante la brutalidad naturalizada de la ocupación israelí y, en general, el desorden del mundo, lo absurdo y lo lúdico proclaman su derecho al sentido: resistir al ruido canturreando, a la violencia a base de paradojas, a la fealdad con el colorido de las cosas, para inventar la esperanza; aunque sea a base de indiferencia; y celebrar la victoria en plena derrota. Como en los hallazgos de la física, como en las creaciones jazzísticas, Darwish equilibra lo previsible con lo sorprendente y construye un personalísimo canto a la vida en medio de la aniquilación.”

Los dos libros reunidos en esta edición bilingüe forman parte de Obra nueva, el volumen que reunía cinco libros de Darwish (Palestina,1941- Estados Unidos, 2008) que, escritos entre 1995 y 2004, abrieron  una nueva línea en su poesía, caracterizada por un mayor grado de distanciamiento con la cuestión palestina, porque “liberado del traumático presente palestino, el poeta se acerca a él cada vez más, trastocando las dimensiones: lo colectivo se convierte en personal, lo nacional en histórico, y la lengua en patria.”

En ‘De intendencia poética’, uno de los mejores poemas de ¿Por qué has dejado solo al caballo?, escribe Darwish:

No es el turno de los astros, 
ellos han cumplido 
enseñándome a leer: 
tengo una lengua en el firmamento 
y otra en la tierra.
¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo? 

No quiero responder por escrito. 
Acaso una estrella cayera sobre su imagen, 
o un monte de castaños me elevara 
en la noche hacia la Vía Láctea, 
mientras ella me decía: te quedarás… 

El poema está arriba: puede 
enseñarme lo que quiera, 
por ejemplo a abrir la ventana 
y ocuparme de las cosas de casa 
entre leyendas. Puede 
desposarme… por un tiempo.

Mi padre está abajo: carga un olivo 
con más de mil años, 
no es de Oriente 
ni de Occidente. 
Quizá se deje de conquistadores 
y me dedique un poco de tiempo, 
y hasta recoja azucenas para mí. 

El poema se aleja de mí: 
se adentra en el puerto de los marineros amantes del vino, 
los que nunca vuelven a la misma mujer, 
libres de nostalgia 
y de tristezas.

Con los treinta y tres poemas de ¿Por qué has dejado solo al caballo?, que Darwish definió como su autobiografía personal y poética, se iniciaba la etapa mayor de su poesía.

En esta etapa -explica Luz Gómez- “Darwish vuelve a una estética de lo cotidiano, examina lo que la historia hizo de un niño. Y para rematar este viaje constitutivo que le hace parte de la historia, recurre a las (pre)figuraciones que ha conocido Palestina: las diosas cananeas, la Torá, los Evangelios, el Corán y los grandes poetas árabes tejen una trama de voces que dialogan entre sí tanto como con el presente. El resultado es un canto mitad épico mitad lírico, que recupera el pasado desde el presente y atrapa el presente desde las preguntas más simples -empezando por la del título de la obra, que le hace el niño a su padre en la huida de Birwa- para preservar el futuro.”

Para alguien como Darwish, con la mirada tan acostumbrada a las destrucciones y a los memoricidios, la poesía es una cuestión de arquitectura que se manifiesta en el gusto por la composición de la qasida clásica y se enriquece con las aportaciones de la modernidad y el verso libre. Este es un ejemplo, tomado del poema ‘Los siete días del amor’: 

LUNES: MOAXAJA
 
Recorro tu nombre -si me sumerjo en lo más mío-
como Andalucía un damasceno.

Fue aquí donde el limón encendió por ti la sal de mi sangre, 
fue aquí, y un viento se cayó del corcel.

Recorro tu nombre, ningún ejército me rodea, 
ningún territorio. Como si yo fuera el último centinela, 
o un poeta que se pasea por su mundo.

Esa condición autobiográfica la comparten estos dos libros que, sobre el telón de fondo de Palestina, son un magnífico resumen de la poesía de Darwish, que surge de la armonización en la lucha de contrarios: entre lo épico y lo lírico, entre la desolación y la esperanza, lo antiguo y lo moderno, lo local y lo universal, el pasado y el presente, el mito y la historia, lo individual y lo colectivo, el exilio y la afirmación de la identidad en la palabra y en la poesía.

“De mi lengua he nacido”, escribió en un verso memorable. En esa lengua, una misma palabra sirve para nombrar el verso y para designar la casa, de la misma manera que en su obra la búsqueda poética se funde con el tema de la patria y el exilio y la experiencia personal con el destino humillado de su pueblo.

Porque, escribió Darwish, “mi nación es una maleta… Hace ya años que mi nación es sólo lenguaje.” Y por eso estos dos libros -como señala la editora en su introducción- “nacen de la creencia irrenunciable en la poesía, en su lugar presente y su futuro, y, ayudan a nombrar lo innombrado para que pueda ser pensado y obrado.”

Santos Domínguez 


12 abril 2023

Doce visiones para un nuevo mundo



Doce visiones para un nuevo mundo.
Colección Obra Fundamental.
Fundación Santander. Madrid, 2021

 “La literatura, por mucho tiempo, fue cómplice de la ciencia y copartícipe de muchos descubrimientos científicos. Pero también, por lo general, la ficción se adelantó, y mucho, a esos avances. La literatura fue premonitora, y lo sigue siendo. Y la ciencia ficción es un género que siempre ha ido por delante de los centros de investigación. En realidad, hoy habría que cambiarle el título, renombrarla algo así como «ciencia realidad».
Este libro, por lo tanto, se incardina en esa tradición secular: un grupo de los más grandes narradores de la literatura actual en lengua española nos muestran cómo ellos se imaginan ese futuro muy cercano”, escribe César Antonio Molina en el epílogo de Doce visiones para un nuevo mundo, un volumen especial de la Colección Obra Fundamental de la Fundación Santander que reúne doce relatos de otros tantos narradores españoles contemporáneos que proyectan en ellos sus perspectivas del futuro en la conjunción de la observación de lo cotidiano con la perspectiva imaginativa de la ciencia ficción.

Se ha ocupado de la edición y la selección de autores del responsable del área literaria de la Fundación Santander, Francisco Javier Expósito, que ha realizado una serie de entrevistas que, aunque no figuran en el volumen, están disponibles -además de una lectura dramatizada de los textos- en la página de la Fundación y en el código QR incluido en el volumen.

Agustín Fernández Mallo, Ana Merino, Andrés Ibáñez, Care Santos, Cristina Cerezales Laforet, Elena Medel, Irene Gracia, José María Merino, Juan Manuel de Prada, Mercedes Cebrián, Pablo d'Ors y Ricardo Menéndez Salmón son los doce nombres -seis narradoras y seis narradores- que reúnen aquí sus relatos para explorar el futuro, entre la reflexión y la imaginación, entre la realidad y la fantasía.

La convivencia problemática de hombres y máquinas, la identidad y la conciencia, la fragilidad ante las catástrofes, el deterioro medioambiental, la vulnerabilidad ante los avances tecnológicos, la digitalización del mundo o su suplantación con la realidad virtual en una sociedad conformista y acrítica son algunos de los temas que recorren estos relatos visionarios y perturbadores que invitan a la reflexión del lector sobre el futuro y sobre el presente. ‘¿Hacia dónde camina el ser humano?’es su elocuente subtítulo.

La rebelión de la materia y el derrumbamiento veneciano en Menéndez Salmón; la suma de naturaleza y silencio, de escucha y esperanza en el relato de Pablo d'Ors; la ciberalienacion de un mundo sin libros en el cuento de José María Merino o el relato de Andrés Ibáñez, entre el progreso y el regreso  son algunos de los argumentos de estos doce relatos, que, diversos en técnicas y en perspectivas, apocalípticos o esperanzados, utópicos o distópicos, tienen, independientemente de su capacidad prospectiva, un indudable valor literario y reflejan el panorama de la narrativa española actual.

Santos Domínguez 


10 abril 2023

Peter Burke. El polímata

 


Peter Burke.
El polímata.
Una historia cultural 
desde Leonardo da Vinci hasta Susan Sontag.
Traducción de Alejandro Pradera.
Alianza Editorial. Madrid, 2022.

«La historia», se ha dicho, «trata mal a los polímatas». Algunos caen en el olvido, mientras que muchos acaban «espachurrados en una sola categoría que podemos reconocer». Son recordados, como veremos una y otra vez en estas páginas, únicamente por una modalidad, o unas pocas modalidades, de sus distintos logros. Ha llegado el momento de enmendar el balance. De hecho, en los últimos años se han publicado cada vez más estudios sobre determinados polímatas, tal vez como reacción a nuestra cultura de la especialización. Yo he tenido la suerte de poder utilizar muchas de esas monografías, entre las que figuran no solo estudios sobre gigantes intelectuales como Leonardo y Leibniz, sino también sobre figuras casi olvidadas como Dumont Durville y William Rees. Los estudios generales son más difíciles de encontrar, aunque su número va en aumento, sobre todo en forma de breves colaboraciones en revistas o programas de radio.
En el intento de hacer un estudio sobre el tema, ese libro ofrece una aproximación a la historia cultural y social del saber. Todas las modalidades del conocimiento, tanto prácticas como teóricas, merecen que se escriba su historia.

Así comienza Peter Burke la introducción de su monumental El polímata, que publica Alianza Editorial con traducción de Alejandro Pradera.

Autor de una imprescindible Historia social del conocimiento, Burke es uno de los más eminentes historiadores de la cultura y en este libro se ha propuesto abordar una historia cultural desde Leonardo da Vinci a Susan Sontag, como señala el subtítulo, a través de la figura del polímata, la “persona que ha llegado a dominar varias disciplinas.”

Así delimita Burke el campo de investigación de esta obra: “Este libro se concentrará en el saber académico, antiguamente denominado «erudición». Se centra en los eruditos con unos intereses «enciclopédicos» en el sentido original de que se movían por todo el «recorrido» o «currículo» intelectual, o en cualquier caso por un importante segmento de dicho círculo. 
[…]
En los capítulos que siguen se hablará de algunos escritores y escritoras de ficción de fama mundial, entre los que destacan Johann Wolfgang von Goethe, George Eliot, Aldous Huxley y Jorge Luis Borges, pero sobre todo porque además escribieron obras de no ficción, habitualmente ensayos. Análogamente, también figura Vladimir Nabokov, no como autor de Lolita, sino como crítico literario, entomólogo y escritor de libros de ajedrez, mientras que August Strindberg aparece como historiador cultural, más que como dramaturgo. Y, a la inversa, Umberto Eco aparecerá en estas páginas como un erudito que también escribía novelas.”

Y así, a lo largo de las diversas secciones y capítulos de esta historia de la erudición, subyace un elogio de la interdisciplinariedad para recorrer la estrecha relación que hubo entre disciplinas humanísticas y disciplinas científicas en figuras de actividad enciclopédica como Leonardo da Vinci (que escribió: «Que no me lea nadie que no sea matemático»), Leibniz, filósofo y matemático, o Swedenborg, teológo, ingeniero, químico y astrónomo.

Peter Burke explica que el núcleo de su estudio “se basa en una prosopografía, en una biografía colectiva de un grupo de quinientas personas que llevaron a cabo su actividad en Occidente entre los siglos XV y XXI.”

Porque si con la explosión cultural del Humanismo y el Renacimiento creció el número de intelectuales de amplio espectro, la revolución científica con su especialización excesiva provocó la división del trabajo intelectual, la escisión de los campos del conocimiento y la fragmentación del saber que lamentó John Donne a comienzos del XVII en su poema ‘An Anatomy of the World’.

Por eso, tras lo que Burke llama “la era de los monstruos de la erudición”, a partir del XVIII, en “la era del hombre de letras”, y sobre todo en nuestra “era de las demarcaciones”, se cuestiona la posibilidad de conectar los saberes universales y los diversos campos del conocimiento, se desconfía del polímata y el erudito pluridisciplinar:

“Ser polímata -escribe Burke- tiene un precio. En algunos casos, los de los denominados «charlatanes» que veremos más adelante, ese precio incluye la superficialidad. La idea de que los polímatas son unos impostores se remonta a muy atrás, por lo menos hasta la antigua Grecia, cuando Pitágoras fue tachado de impostor. Gilbert Burnet, un obispo del siglo XVII, y que tuvo unos intereses lo bastante amplios como para sufrir el problema en sus propias carnes, escribía que: «Muy a menudo quienes tratan muchas cosas son ligeros y superficiales en todas ellas». En otros casos encontramos lo que podría denominarse el «síndrome de Leonardo», a saber, una dispersión de energías que se manifiesta en proyectos fascinantes y brillantes que acaban siendo abandonados o simplemente se dejan sin terminar.”

Uno de los ejes del libro es la supervivencia del polímata en el contexto de una creciente especialización. Porque, a pesar de lo que se podría esperar, desde el siglo XVIII la figura del polímata ha resistido en circunstancias adversas, en un esfuerzo solitario amparado a veces por centros de investigación, por institutos de estudios avanzados como el que se creó en la Universidad de Princeton en 1930 o por programas como el de la Universidad de Sussex, que propugnaba la interdisciplinariedad en la docencia y la investigación para recomponer “el mapa del saber”. Humboldt, Coleridge, Carlyle, Ruskin, Frazer, Jung o Campbell son algunos de estos polímatas que sobrevivieron y brillaron en lo que Burke llama “un clima inhóspito”.

“¿Sobrevivirán los polímatas, o la especie está a punto de extinguirse?”, se pregunta Burke en la Coda del libro, escrito en 2019, en plena era digital. Y esta es su conclusión:

Los nuevos retos exigen nuevas respuestas, de modo que debemos poner nuestras esperanzas —si somos optimistas— en la generación digital. En cualquier caso, todavía es pronto para escribir una elegía de la especie. Y eso es una buena señal, dado que en el seno de la actual división del trabajo intelectual seguimos necesitando generalistas, es decir, personas que sean capaces de percibir lo que, en el siglo XVII, Isaac Barrow denominaba la «conexión de las cosas, y la interdependencia de los conceptos». Como dijo Leibniz en una ocasión, «lo que necesitamos son hombres universales. Porque alguien que es capaz de conectar todas las cosas puede hacer más que diez personas». En una era de hiperespecialización necesitamos más que nunca personas así.

Santos Domínguez 

07 abril 2023

Li Bai. Antología poética

 

Li Bai.
Antología poética.
Edición bilingüe de Guojian Chen.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2023.

Entre flores y ante un jarro de vino, 
bebo solo, sin compañía alguna.
Alzo la copa y convido a la luna.
Con mi sombra somos tres. 

Así comienza el primero de los cuatro poemas de ‘Bebiendo solo bajo la luna’, del poeta chino Li Bai (701-762) en la traducción de Guojian Chen para la Antología poética que publica en edición bilingüe Cátedra Letras Universales.

Li Bai es la pronunciación en mandarín moderno del nombre del poeta conocido también como Li Po, que ha sido hasta ahora la transcripción más habitual de su nombre.

Autor de casi diez mil poemas, perdidos en su mayoría, idealista e imaginativo, Li Bai es uno de los poetas imprescindibles de la literatura clásica china y, en palabras de Guojian Chen, “el poeta chino más conocido y más traducido en el mundo hispánico.”

Un poeta excelente, existencialista y conmovido bajo la luna de hace mil doscientos años. Nadie ha tenido borracheras tan líricas como la que aparece en este poema: 

EN UN DÍA PRIMAVERAL, 
AL LEVANTARME TRAS LA BORRACHERA

La vida en este mundo es un largo sueño.
¿Para qué abrumarla con afanes? 
Por eso estoy borracho todo el día.
Decaído, duermo junto a la puerta.
Al despertar, miro hacia el jardín del patio.
En medio de las flores canta un pájaro.
«Dime, por favor. ¿En qué tiempo vivimos?» 
«¿No ves que es la primavera 
quien hace hablar, con su brisa,
a la vagabunda oropéndola?» 
Emocionado, iba a lanzar un suspiro, 
pero vuelvo a servirme. Frente al vino, 
canto a voces, esperando a la luna.
Al terminar, todo queda en el olvido.

Nadie ha hablado mejor con la luna que en este espléndido poema, titulado ‘Copa en mano, pregunto a la luna’: 

Brilla la luna en el azul infinito.
Ceso de beber y le pregunto:
¿cuándo has venido? 

Por más que lo pretenda, 
el hombre no puede alcanzar la luna. 
Pero ella, en su curso, le acompaña.
Es un fúlgido espejo que vuela 
por encima de los palacios púrpura.
Sus luces puras resplandecen, 
disipando los humos grises.
Se la ve solo de noche
ascendiendo del mar, 
y al despuntar el día 
se pierde entre las nubes.
 […]
Los hombres de hoy no ven la luna de antaño 
mas la luna de hoy ha alumbrado a los hombres antiguos.
Tanto los del pasado como los del presente, 
vienen y se van como las aguas de un río, 
y todos contemplan la misma luna.
¿Qué podría yo desear sino ver siempre, 
mientras canto y bebo, 
su reflejo en el fondo de mi copa de oro?

El paso del tiempo y la fugacidad de la vida son los ejes centrales de su poesía, que se refugia ante esa angustia en el ensueño de la imaginación y en el consuelo de la quietud, la inacción y la ebriedad.

En los ciento cuarenta y ocho poemas de Li Bai que recoge esta antología, el amor y la guerra, el ensueño y la meditación se mezclan con el paisaje en el marco de una naturaleza estilizada, con otoños propicios para sentir la fugacidad y el agua de los años, con un sfumato difuso como la tristeza que flota en estos poemas y estos paisajes como una variante de la plenitud.

Llenos de levedad etérea, de nostalgia otoñal, de despedidas y sugerencias, sus versos concisos fundan una escuela de la mirada entre bosques de bambú y flores de almendro, bajo la luna llena y por los senderos del tiempo. 

Como en este poema:

Una gasa de nieblas vela infinitos bosques.
Los montes gélidos derraman un verdor de tristeza.
El crepúsculo envuelve el alto pabellón, 
morada de una joven melancólica.

Vana espera en la escalinata de jade. 
Los pájaros vuelan presurosos a sus nidos.
¿Por dónde regresará el ser más querido? 
Quioscos y quioscos a lo largo del camino.

El temblor de la sensibilidad, la hondura de la reflexión y un agudo sentimiento de la naturaleza se unen en Li Bai, como en otros poetas de la literatura china clásica, para darnos otra dimensión de la poesía y de la realidad en una actividad que tiene más de ejercicio espiritual de contención que de simple práctica literaria.

De esa actividad verbal y espiritual surge la piedra filosofal de la poesía como una forma superior de conocimiento y depuración del espíritu. Hay en todos estos textos una serenidad contemplativa y una conciencia que ilumina el mundo y es iluminada por él en un diálogo incesante que llamó la atención de otros poetas occidentales como Ezra Pound, Octavio Paz o Borges, que la tradujeron, la imitaron o la integraron en sus propias creaciones.

Guojian Chen, prestigioso hispanista vietnamita experto en poesía china, murió en el verano de 2021. Con esta edición de la poesía de Li Bai, que fue su último trabajo, culminó su brillante trayectoria de cuarenta años como traductor de la poesía china al español. 

Santos Domínguez