Pepa Merlo.
Rafael Guillén.
Del conocimiento al asombro.
Centro Andaluz de las Letras. Sevilla, 2023.
“Poeta al fin, en tiempo de poeta”, escribió de sí mismo Rafael Guillén (Granada, 1933), a quien el Centro Andaluz de las Letras dedica una nueva entrega de su espléndida colección Clásicos Singulares.
Rafael Guillén. Del conocimiento al asombro titula Pepa Merlo este recorrido por la vida y la obra del poeta. Un recorrido que, como en los otros volúmenes de la serie, ofrece también un breve itinerario de lectura con la intercalación de algunos de los textos más significativos de su trayectoria humana y literaria.
De esa manera, el relato biográfico, el estudio crítico y la antología breve completan el acercamiento a la vida y la obra de Rafael Guillén.
El recuerdo de la prematura orfandad infantil y el desamparo en La Zubia (“De pronto, y no es posible / porque el recuerdo en mí siempre / ha corrido por delante, de pronto, /pero es así, regreso”); las penurias de la posguerra en Granada (Supe decir que no mucho más tarde, / negar con la cabeza y mirar hacia arriba / preguntándolo todo con los ojos”); el amor (¿A dónde irá este amor cuando la muerte / socave en nuestros cuerpos su cimiento?”); la reivindicación del presente y el despertar de la vocación poética ( “Habría que crear / una palabra nueva”); las travesías nocturnas por las tabernas del Albaicín (“Y en el toro de la noche / las puyas de los cipreses”); las tertulias del grupo de poetas jóvenes de Versos al Aire Libre; el conocimiento de Blas de Otero en Bilbao (“y Blas y no es posible / la paz sin libertad y sin justicia. // Hoy recuerdo la lluvia de Bilbao, / mis afanes ¿de qué? Y lo que debo / a un hombre paseando, ¡tantas tardes!, / chapela y gabardina, por la ría.”) son algunas de las estaciones de paso de ese recorrido Del conocimiento al asombro que da título al volumen.
Y luego el primer libro en 1956, Antes de la esperanza, y otros libros como El gesto, Límites o Los estados transparentes, al que pertenece este ‘Cristal romano’:
Si este ungüentario de cristal romano
que veinte siglos irisaron, donde
la transparencia envejecida apenas
deja ya ver el soplo que le diera
forma de lágrima y que aún se esconde
en su interior como con miedo a verse
en otro tiempo; si este vaso leve
que otro soplo o milagro ha conservado
indemne entre los mármoles partidos
de la arrasada villa, resbalase
de mis manos y en un funesto instante
se estrellase en el suelo dulcemente,
consternación aparte, no sabría
apreciar las distintas magnitudes
de tamaño suceso, ni sabrí
ponerle fecha; pero estoy seguro
de que en el tiempo aquel, que permanece
detenido entre togas y columnas,
se oirían los clamores del desastre.
Y los reconocimientos y los viajes (“Hoy mi castigo / es saber que no he estado en sitio alguno / jamás por primera vez.”), la vejez y la muerte que aparece en este texto de su último libro, Balada en tres tiempos para contrabajo y frases cotidianas:
ESTOY ESPERANDO UNA LLAMADA…
Estoy esperando una llamada. Hace
ya muchas vidas que la espero.
Si coges el teléfono y escuchas
una canción, como una nana, susurrada
por una voz antigua, con regusto
de miel y de calostro, esa llamada
ya fue un día para mí.
Si coges el teléfono y percibes,
como a través de una tupida malla
de sonidos y voces y diario
ajetreo, algo
como un aliento cálido, que sabes
no volverás a percibir, esa llamada
ojalá fuese para mí.
Si coges el teléfono y resuenan
silbidos, roces cósmicos
como de rocas que se incendian o cometas
que peinan sus lucientes colas, o te aturde
un silencioso estruendo de sistemas
solares que entrechocan y se multiplican
hasta un confín desconocido, esa llamada
tal vez sea para mí.
Si coges el teléfono y, tras una larga
espera, no oyes nada,
esa llamada sí; esa llamada
es para mí.
Santos Domínguez