12/6/07

Pasión de papel



Pasión de papel. Cuentos sobre el mundo del libro.

Viviana Paletta y Javier Sáez de Ibarra (eds.)
Páginas de Espuma. Madrid, 2007.



En su colección Narrativa breve, Páginas de Espuma, publica un homenaje al libro y a todos aquellos que lo hacen posible: el escritor que los crea, el editor que se arriesga a publicarlos, el librero que los distribuye y el lector que está en el principio y en el final de ese proceso en el que es fundamental el motor de la pasión.

La selección, preparada por Viviana Paletta y Javier Sáez de Ibarra, reúne veinte relatos agrupados en torno a esas cuatro esquinas del mundo de los libros: cuentos como Autobiografía (Benedetti), El zorro es más sabio (Monterroso), El bibliotecario (Luis Sepúlveda) o La vendedora de Biblias (Vila-Matas).

Cada una de las cuatro secciones va precedida de un texto de presentación. Acerca de quienes inventan libros y los escriben, Jorge Volpi redacta un Informe sobre falsarios, parodia y homenaje del inquietante Informe sobre ciegos de Sábato:

Pese a los incontables esfuerzos por eliminarlos —no seremos los primeros—, hasta ahora han resistido toda suerte de ataques y vacunas, bien encerrándose en sus madrigueras, bien fingiendo una vida anodina como sus congéneres. Su capacidad de adaptación sólo tiene equivalente en cucarachas y bichos semejantes. ¿Cómo sobreviven? Parasitan las vidas de los otros. Allí yace su amenaza: infectan a sus huéspedes atando nadie los observa —criaturas etéreas y noctámbulas, se introducen inadvertidamente en sus cerebros y de un día para otro, sin desatar síntomas de alarma, se apoderan de sus víctimas. Cuando las miserables al fin reconocen la patología —respiración entrecortada, taquicardia, cefalea, aunque hay reportes de asfixia, embolias y paros cardíacos— es ya tarde para administrarles una cura. Algunos especialistas los comparan, no sin razón, con escorpiones. Su veneno no sólo es tóxico sino, la mayor parte de las veces, incurable. Y lo peor: su mal es altamente contagioso. Una vez que se desata, no hay otra solución sino el aislamiento o la muerte.

Sobre quienes los fabrican, Mario Muchnik escribe El editor ciclista, un texto irónico, sentimental y desencantado:

A los editores vivillos siempre les fue mejor que a los editores honestos. Y hasta hoy (...) En su mayor parte, la edición está en manos ya sea de quienes saben pero se encogen de hombros y a su manera pedalean, o de quienes no saben y, sin encogerse de hombros, también a su manera pedalean.

En Pasiones de papel, dedicado a quienes difunden esos artefactos, Lola Larumbe escribe: vender un libro, además de ser un arte, es un milagro.

Y finalmente sobre quienes los leen escribe un crítico, Luis García Jambrina, su Informe para una Academia, una parodia de Kafka, paralela a la parodia inicial de Volpi y con el mismo enfoque sarcástico sobre la enfermedad de la lectura:

¿Cuáles son, se preguntarán ustedes, las razones que pueden llevar a un individuo aparentemente bien constituido a hacerse adicto a los libros? En un principio, podría ser el deseo de evadirse o escapar de una realidad que no le gusta o que le resulta frustrante. [...] Y hasta se ha extendido el rumor de que estos pobres tarados aspiran a una vida más rica, más libre y más intensa sin tener que recurrir a las drogas o al consumo de bienes superfluos, como hace todo el mundo.

Este libro es una muy recomendable dosis masiva de veneno.
Santos Domínguez