Gracia, Jordi (ed.)
El valor de la disidencia.
Epistolario inédito de Dionisio Ridruejo.
Planeta. Barcelona, 2007.
El valor de la disidencia.
Epistolario inédito de Dionisio Ridruejo.
Planeta. Barcelona, 2007.
Entre una carta de José Antonio Primo de Rivera (Querido amigo y camarada) en la que acusa recibo de Plural y otra, cuarenta años después, de Néstor Luján (Querido Dionisio) en la que le urge el envío de una colaboración que se retrasa, pocos meses antes de su muerte, Jordi Gracia ha reunido en El valor de la disidencia un amplio epistolario inédito de Dionisio Ridruejo. Lo publica Planeta, en su colección España escrita.
En ese itinerario epistolar se refleja el viaje político y moral de un Ridruejo que pasó del fascismo militante y radical a la oposición al franquismo y a planteamientos políticos socialdemócratas. Con ese objetivo, el de subrayar las claves de su evolución, ha seleccionado Jordi Gracia, que está preparando una biografía de Ridruejo, un buen puñado de cartas agrupadas en seis capítulos que marcan las seis fases de su trayectoria.
De las fiestas fascistas (1933-1942) a la víspera del gozo (1970-1975) pasando por los sueños frustrados (1942-1951) o las conspiraciones (1962-1970). De Giménez Caballero, Tovar o Laín a los exiliados Rodolfo Llopis, Guillén o Sánchez Albornoz. Del acoso sentimental de la hermana del Fundador a la renuncia a los cargos. Del frente ruso al confinamiento en Ronda y en el Maresme. De la preparación de Escorial a las cartas de recomendación que recibe Ridruejo de quienes buscan canonjías o acomodo y hacen declaración de lealtades azules y adhesiones humillantes.
Tontos y pillos parasitaban aquella Falange de la que acabó apartándose Ridruejo, ni tonto ni pillo, pero aún devoto del Caudillo en el 54, antes de sus decepciones definitivas y sus conspiraciones y contubernios.
Cada uno de los capítulos va precedido de una introducción que sitúa las cartas en su contexto biográfico, cultural y político, lo que permite ir siguiendo el hilo de una evolución integral desde la política o la ética a la literatura. Esas introducciones son avances elaborados de una biografía de Ridruejo que Jordi Gracia viene preparando desde hace algún tiempo y dan cuenta de la dimensión política y literaria del epistolario, reflejo de una vida en la que alternan de manera problemática lo privado y lo público, según las épocas.
Este epistolario es el resultado de una intensa dedicación de Jordi Gracia a Dionisio Ridruejo, entre Materiales para una biografía y esa biografía que promete su autor. Ridruejo es uno de los intelectuales más citados en Estado y cultura. El despertar de una conciencia crítica bajo el franquismo.
Un disidente que acabó convertido en uno de los símbolos de la resistencia contra el franquismo, en abierto contraste con otros nombres que aparecen en esta correspondencia:
De DR a Manuel Fraga Iribarne
Mecanografiada
Madrid, 13 de noviembre de 1964
Excmo. Sr. D. Manuel Fraga Iribarne
Ministro de Información y Editor de La Estafeta Literaria
Madrid
Señor Editor:
Ha terminado, según veo, con respecto a mí la etapa del silencio represivo para entrar en la de la publicidad malintencionada. En la anterior mi nombre no pudo ser citado en las publicaciones españolas. Se censuró incluso la escueta noticia de la aparición de los tres libros que publiqué en esa época. Ahora cambiamos de modos. Se empezó por las injurias y las reticencias calumniosas cuando “lo de Munich” o con ocasión de algún artículo mío publicado fuera de España, sin dar conocimiento de mis textos. Se me cerró la vía judicial en tres ocasiones sucesivas. Se me negó el derecho de réplica. Temo, por lo que a la defensa legal se refiere, que sucedería ahora lo mismo. La Estafeta ha cometido el abuso de publicar un trabajo mío sin mi autorización, pero pienso que lo que se me negó para defender mi buen nombre no se me concedería para defender mi propiedad que es derecho, a mi juicio, algo menos importante. ¿Pasará lo mismo con el de la respuesta? Por mí que no quede, y ahí van estas líneas.
Ahora, por supuesto, se trabaja más finamente que en la fase injuriante. El “estilo fino” fue iniciado por el Sr. [Carlos] Robles Piquer en Valencia hace más o menos un año. Este joven “valor” de la política española “descubrió” ante los valencianos cómo en el año 1940 el joven falangista y servidor del régimen autoritario que yo era, recitaba en público los slogans más obvios del falangismo, el fascismo, o la dictadura nacionalista. Cosa escandalosa para las personas que, al servicio del mismísimo sistema, hablan como liberales o demócratas. Cierto es que yo también hablo hoy como demócrata o socialista liberal, pero tengo la desvergüenza de hacerlo desde la calle, después de abandonar mis puestos y mi carnet de militante (1942), de sufrir cinco años de confinamiento (hasta 1947), de haber experimentado la inutilidad de las instancias a la autorreforma del sistema (1951–54) en que ahora andan los de esa casa, cuidándome entonces de subrayar la condicionalidad de mi actitud con la negativa a aceptar cargos públicos, después, en fin, de haber sufrido cuatro procesos, haber pasado varias veces por la cárcel y haber estado dos años expulsado del país. Comprendo que todo esto moleste, escandalice, irrite, porque ¿a quién se le ocurre dar el mal ejemplo de “democratizar” sin sueldo oficial ni puesto de poder y sin disponer de los instrumentos de publicidad o influencia de ese mismo régimen, sustancialmente invariado y posiblemente invariable, con cuyas carencias se vive a disgusto?
Si la decencia - escribe Jordi Gracia a propósito de este episodio, tan revelador de las distintas cataduras morales- sigue siendo palabra de curso legal, es posible que esta carta sonroje a algunos todavía activos políticos de la democracia, como Carlos Robles Piquer. En todo caso, Vicente Aleixandre confiaba a la discreción de José Luis Cano en octubre de 1964 su indignación con Robles Piquer «por su conducta hipócrita haciendo figura de liberal en el exterior y manteniendo la censura en el interior: "es nuestra bestia negra" —me dice Vicente— y desde luego peor que Fraga, su ministro.
Hay diversas maneras de leer un libro como este: como una biografía, como espejo de una España en marcha, como un libro de consulta. Para este último objetivo y para que el lector vea la red de relaciones que establece Ridruejo, el minucioso índice onomástico es muy útil. Y porque muchas veces hay que ponerle una cara a cada carta, es muy apreciable el material gráfico que se intercala con generosidad en las páginas de este epistolario.
Santos Domínguez