26/6/07

Libros de amor de JRJ



Juan Ramón Jiménez.
Libros de amor. 1911-1912.
Edición de José Antonio Expósito.
Linteo. Orense, 2007.

Juan Ramón compuso este Libros de amor entre 1911 y 1912. Es por tanto uno de sus borradores silvestres. Tenía pensado publicarlo en 1913, estaba incluso en imprenta, llegó a anunciarse en el catálogo de 1913 de la editorial Renacimiento, a 3,50 pts., como Pastorales y Laberinto, con los que formaba un ciclo poético caracterizado por su erotismo y sensualidad. Pero conoció a Zenobia aquel verano y prefirió no editarlo.

Juan Ramón Jiménez ofreció una mínima muestra en algunas de las antologías que preparó. Francisco Garfias publicó en 1969 cincuenta inéditos de este libro y desde entonces han ido apareciendo otros inéditos esporádicamente en revistas literarias.

Ahora aparece en la cuidada colección de poesía de la editorial Linteo la primera edición completa de estos Libros de amor con edición crítica, introducción y notas de José Antonio Expósito, que no hace mucho publicó en esta misma editorial Ellos, otro importante volumen juanramoniano.

Un diario amoroso en noventa y tres poemas alejandrinos y asonantados, de los cuales veinticinco son rigurosamente inéditos, a los que se les añade un álbum de imágenes y materiales autógrafos como apéndice documental.

Estos Libros de amor culminan la primera época de Juan Ramón. Es el último de sus borradores silvestres o sus libros amarillos de Moguer. El poeta está coronando con estos poemas su primera etapa de sensitividad modernista y sinestésica, de jardines melancólicos y ensueños de nostalgia, de sensualidad rubeniana y morbideces crepusculares.

Pasión primera, Lo feo y Memoria del corazón son los tres apartados de este libro, cuya estructura explica así Juan Ramón: No es el amor de una mujer en tres tiempos distintos: son tres tiempos del amor a través de varias mujeres.

Entre la realidad y la ensoñación que evocan la experiencia de un Juan Ramón recién salido de centros de reposo en Burdeos y Madrid diez años antes, se pasean por estas páginas las amadas francesas, las muchachas de Moguer o las novicias del Sanatorio del Rosario.

Es la tristeza de la carne a la que alude en una carta a Zenobia. Diez años después Juan Ramón evoca a aquella Francina, que trabajaba en el sanatorio siquiátrico de Burdeos en el que estuvo invitado el poeta en 1901. Es la misma muchacha que aparece con frecuencia en otros libros: Jardines lejanos, Pastoriles, Baladas de primavera:

Otra vez más retornas, Francina, del pasado

Aflora otra vez su recuerdo en estos Libros de amor, como el más clandestino de la mujer del director del sanatorio, aquella Jeanne Roussie que aparece en Laberinto y convierte el adulterio en el centro de la segunda parte, Lo feo.

Las novicias del sanatorio del Rosario y entre ellas especialmente Pilar Ruberte, Filomena y Amalia, las tres novicias que aparecen en Arias tristes entran ahora en la Memoria del corazón de este libro, junto con mujeres galantes como la norteamericana Louise Grimm, a quien dedicó La soledad sonora, o las muchachas de Moguer, y sobre todo Blanca Hernández Pinzón, que aparecía también en Pastorales y Laberinto.

Lo que sostiene estos Libros de amor es una invocación constante a la memoria. ¿Te acuerdas? es una frase que se repite insistentemente en el arranque de estos poemas. Memoria de un corazón que no envejece pero crea su propia realidad, inventa el pasado o lo retoca. Porque cuando diez años después se vuelve a un tema, seguramente la perspectiva se apoya más en la literatura y en la imaginación que en la experiencia real. Y la mayor parte de estos textos parecen aludir a unos amores tan imaginarios como el susto de las muñecas que miran desde el suelo.

En último extremo, el valor de estos textos no reside en su carácter testimonial sino en su calidd literaria, a la altura de los mejores de su primera época. Y es que el libro está anclado en el pasado no sólo temáticamente. Técnicamente también mira más hacia atrás que hacia adelante: el cromatismo, el alejandrino, el sentimiento simbólico del paisaje, la bisutería, las rosas de la tarde, marcan una tonalidad que está más cerca de sus libros iniciales que del poeta en transición a la depuración poética.

En todo caso, es una recuperación ejemplar en una edición que a Juan Ramón, tan exigente, le hubiera gustado ver.

Santos Domínguez