9/6/07

Cuadros de Brueghel



William Carlos Williams
Cuadros de Brueghel.
Traducción de Juan Antonio Montiel
Lumen. Barcelona, 2007.


Ginecólogo y pediatra, W. C. Williams(1883-1963), forma parte de una generación de poetas que rompieron con la tradición inglesa para dar lugar a una época renovadora y brillante en la poesía norteamericana del XX.

Eliot, Pound, Wallace Stevens o e. e. cummings son algunos de sus compañeros de viaje, pero quizá W. C. Williams fuese el más radical de todos, el más alejado de la norma, de la tradición métrica y del mundo académico.

Keats, Withman y Pound son sus descubrimientos más decisivos, sus maestros sucesivos, los modelos asumidos, imitados y rechazados. La crítica le reconoce un lugar tan cimero como el de Eliot o Pound y, aunque dejó como herederos a muchos poetas mediocres, que intentaron seguirle sin talento y dilapidaron su herencia o la convirtieron en calderilla, es el padre de otros poetas interesantes como Lowell.

Toda su poesía arranca del principio de que no hay ideas sino en las cosas. El interés por la imagen le acercó al imaginismo y al interés por la pintura desde 1913.

El movimiento y tensión de la pintura los convertirá en el eje de interés de sus poemas, que quieren ser como cuadros que capten la realidad como proceso.

Por eso, a propósito de la técnica poética de Williams Carlos Williams, escribía Burke: Aquí está el ojo y ahí está la cosa sobre la que el ojo se detiene. Lo que transcurre mientras dura esta relación entre uno y otra, eso es el poema.
Emparentada con la pintura de Hopper, la poesía de W. C. Williams aspira a presentar la vida en marcha, una realidad cotidiana de la que puede deducirse una universalidad que va más allá de la anécdota.

Paterson, un largo poema en cinco partes, del que hay una excelente traducción en Cátedra Letras universales, fue la obra fundamental de su vida. Allí están todas las claves de su obra rebelde e independiente de todo convencionalismo, allí su interés por acercarse a los registros conversacionales, por conseguir una expresión poética tan directa como la expresión coloquial, la más adecuada para reflejar la realidad. Allí, en suma, su poesía "antipoética", escrita en las palabras con las que hablamos a diario, en la lengua viva del presente.

Cuadros de Brueghel (1962), que ha traducido y prologado Juan Antonio Montiel para la colección de poesía de Lumen, fue su último libro, inspirado en la pintura de Brueghel, al que había dedicado un poema en el libro V de Paterson.

Los diez primeros poemas del libro son los que están centrados en diez pinturas de Brueghel, que se reproducen en el libro. Como Wallace Stevens en El hombre de la guitarra azul, como Ashbery en Autorretrato en espejo convexo, Williams acude a la pintura para reflexionar sobre la realidad, sobre la vejez y el tiempo.

Todo está en el oído, escribió. Y en estos textos se combinan oído y mirada para recordar el alto puente sobre el Tajo en Toledo, que atravesaban unas ovejas y un pastor que

en la vejez recorren los sueños del anciano y aún caminan en sus sueños, continuando mansamente en su verso para siempre.
Santos Domínguez