Miguel Sánchez-Ostiz.
Otoñal y barojiana.
Chamán Ediciones. Albacete, 2021.
“¿Me gusta Baroja? Digamos que su obra literaria no me arrebata. Para mí el mayor atractivo está en su personalidad, cuyos rasgos aparecen de manera decidida o enmascarada en casi todas sus páginas literarias a modo de forzoso personaje literario que asoma aquí y allá. Baroja fue de la confesión, involuntaria unas veces y tímida otras, al autorretrato sesgado, de la aparición extemporánea al testimonio inevitable de quien toma partido en su época casi a la fuerza. Baroja, en escena, entre el señor particular, con ese perfil psicológico que hasta puede resultar patológico, aunque no pase de ser el de una persona que cometió el error de hablar en exceso de sí mismo, de sus luces y sus sombras, y el personaje literario o novelesco que el tiempo y sus propias puestas en escena perfilan”, escribe Miguel Sánchez-Ostiz en uno de los textos de Otoñal y barojiana, una espléndida recopilación de ensayos y conferencias inéditas sobre “el autor, su obra y las aguas cenagosas que le rodean” que publica Chamán Ediciones.
Una reunión de trabajos dispersos -“ensayos, prólogos, conferencias, artículos de ocasión”- que “estaban acabando en el chirrión de lo inexistente” y “con el tiempo se han hecho raros o son inéditos. Casi todos son anteriores al año 2007 y guardan un cierto orden cronológico de escritura. Se verá que he pasado del entusiasmo a la decepción, y a algo más que a la decepción, a la repulsión, tanto por el autor y su obra como por el mundo de los barojianos, esos que exorcizó, de manera tan sagaz como inútil, Luis Martín Santos en un ensayo de referencia.”
La Pamplona de la infancia y adolescencia de Baroja y su reflejo novelístico; la Navarra del Bidasoa como “una encrucijada inevitable” en su vida y su obra; la casa de Itzea en Vera; el Madrid barojiano; su pensamiento, asistemático pero coherente, expresado como un “breviario filosófico” a través de sus personajes mayores en obras centrales y autobiográficas como Camino de perfección o El árbol de la ciencia; la guerra civil y la posguerra; la fauna barojiana y sus escenarios; un Baroja a contrapelo y siempre en escena, contándose a sí mismo o a disposición de sus biógrafos; sus novelas crepusculares; la cofradía de los incondicionales, esa “jarca barojiana”, guardianes de la ortodoxia del culto, o la construcción de una identidad en sus obras autobiográficas son algunos de los temas que trata en estos ensayos Miguel Sánchez-Ostiz, el más antibarojiano de los barojianos, que proyecta en estas páginas una mirada muy crítica, demoledora a veces, sobre la obra y la figura de Baroja, porque “a cierta edad las devociones aburren, aunque sepa que no compartirlas no trae más que disgustos. Veo este trabajo como un definitivo «adiós a todo eso», que va mucho más allá de Baroja, eso espero, porque se ha hecho tarde y ya oscurece. Sé que estas páginas me van a acarrear enconos y hostilidades. Ya poco me importa. Como digo, a cierta edad, esta, la mía, no estoy para devociones, cuadrilleos y para marcar el paso con nadie ni con nada.”
Pese a todo Sánchez-Ostiz reconoce que “nos encontramos ante un enigma literario y ante la fuerza y el vigor que de una manera o de otra desprenden tanto su obra literaria como los rasgos de su biografía literaria. Estamos ante un personaje literario, construido entre el propio autor y sus lectores, y ante una persona dotada de una personalidad compleja y notable, nada común. Baroja destacó en su época y destaca ahora, por muchas sombras que tenga.”
Santos Domínguez