Canción del ocaso.
Traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez.
Trotalibros. Andorra, 2020
Las
tierras de Kinraddie las ganó un joven noble normando, Cospatric de
Gondeshil, en tiempos de Guillermo el León, cuando los grifos y otras
bestias semejantes todavía recorrían la campiña escocesa y la gente se
despertaba en sus camas al oír a los niños gritando porque un enorme
lobo que había entrado por una ventana cubierta por un pellejo les
estaba rajando el cuello. Una de esas bestias tenía su guarida en la
cañada de Kinraddie, y de día se tumbaba en los bosques, y su asqueroso
hedor se olía por todo el campo, y en el ocaso algún pastor lo veía con
sus grandes alas medio plegadas sobre su enorme barriga, y su cabeza,
que era como la de un gran gallo, pero con orejas de león, se asomaba
vigilante por encima de un abeto. Y se comía ovejas, hombres y mujeres, y
sembraba el terror, y entonces el rey dijo a sus heraldos que
ofrecieran una recompensa a aquel caballero que acudiera y pusiese fin a
las maldades de la bestia.
Y
así el noble normando, Cospatric, que era joven y sin tierras, valiente
y con buena armadura, se montó en su caballo en la ciudad de Edimburgo,
y desde esos lejanos lares del sur subió al norte atravesando el bosque
de Fife, adentrándose en los pastos de Forfar y pasando por la Gran
Piedra de Aberlemno, la que se erigió cuando los pictos derrotaron a los
daneses; y en ella se detuvo y contempló las figuras, en su momento
brillantes y entonces apenas desvaídas, de los caballos y las cargas, y
la derrota aplastante de esos toscos extranjeros. Y tal vez rezara una
breve oración ante esa piedra y luego siguiera hacia los Mearns, pero la
historia no cuenta más de su recorrido a caballo, salvo que al final
llegó a Kinraddie, un lugar atormentado, y le dijeron dónde dormía el
grifo, allá abajo en la boscosa cañada de Kinraddie.
Así comienza el Preludio -El campo sin arar- de Canción del ocaso, la novela de Lewis Grassic Gibbon que publica Trotalibros Editorial con traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez.
Apareció en 1932 y es la primera parte de la Trilogía escocesa de
James Leslie Mitchell (1901-1935), el escocés que publicaba con el
seudónimo Grassic Gibbon y que -como escribe Jan Arimany en la nota
inicial- “combinaba en sus historias el flujo de conciencia, el realismo
social y un lirismo genuinamente escocés. Su Trilogía escocesa, de la que Canción del ocaso (1932)
es la primera parte, se ha erigido en una obra cumbre de la literatura
escocesa del siglo XX y fue elegida como el libro favorito de los
escoceses en una encuesta de la BBC.”
La parte central de la novela, La Canción, está construida alrededor de la figura de su joven protagonista Chris Guthrie, y se organiza en cuatro fases cronológicas -La arada, La siembra, La germinación y La cosecha- que
son el reflejo metafórico del proceso de formación, crecimiento y
maduración de la protagonista, escindida entre sus intereses
intelectuales y la atracción por la tierra, hasta ese ocaso que
significó la Primera Guerra Mundial como fin de una época.
Ambientada
en la imaginaria comunidad rural de Kinraddie, es un compendio de
tradiciones y paisajes escoceses con un fondo de relaciones conflictivas
entre lo escocés y lo inglés, entre la vida rural y la intelectual,
entre el catolicismo y el protestantismo, entre la tradición y la
modernidad.
Con
una mezcla de costumbrismo rural y de lirismo nostálgico, Grassic
Gibbon la escribió lejos de Escocia, en Welwyn Garden City, “una
tranquila ciudad jardín de Hertfordshire, Inglaterra -recuerda el editor
en su amplia nota final-. Sin duda se inspiró en su infancia en la
comunidad rural de Arbuthnott, en los Mearns, para crear Kinraddie, este
pueblo que, como un Macondo escocés nacido entre la bruma de la
leyenda, ya lo sentimos como propio, incluso antes de conocer a la
protagonista de la historia. Desde una aburrida y bonita ciudad jardín,
Gibbon escribió una historia inmortal, un clásico atemporal, el libro
favorito de los escoceses.”
Santos Domínguez