1/11/21

Luis García Jambrina. Muertos S. A.

 


Luis García Jambrina.  
Muertos S. A.
Reino de Cordelia. Madrid, 2021.
 
Me llamo Luis y soy escritor de cuentos. Si ahora me atrevo a confesarlo de forma abierta ante ustedes, es porque, después de darle muchas vueltas, he llegado a la conclusión de que tal vez mi experiencia pueda servirle a alguien. La verdad es que desengancharse no es nada fácil. A lo largo de mi vida he intentado dejarlo muchas veces, pero la necesidad de escribir cuentos era mucho más fuerte que yo. Era como una terrible enfermedad crónica, como la peor adicción que ustedes puedan imaginar. Lo de menos es que tus cuentos tengan calidad o encontrar un editor que quiera publicártelos. Cuando uno se hace adicto a esto, escribe porque sí, sin importarle nada todo lo demás. Escribir cuentos se convierte entonces en una necesidad vital; como alguien dijo, «lo que escribo me escribe y, al dar existencia a otros, me la estoy dando también a mí, aunque para ello tenga que aniquilarme lentamente». Terrible cita, es cierto, pera llena de verdad. «Esta tinta enlutada es mi sangre; tomad y bebed todos de ella», suelo decirles, medio en serio medio en broma, a mis personajes cada vez que saco un nuevo cuento de la impresora.
 
Así comienza Una confesión (a manera de prólogo), el texto inicial de Muertos S. A., de Luis García Jambrina que publica Reino de Cordelia.

Usando como hilo conductor la coexistencia con los muertos y los fantasmas y enmarcados entre dos confesiones, esa que les sirve de prólogo y otra que funciona como epílogo, son un conjunto de dieciocho cuentos organizados en dos partes. Nueve de ellos, los de la primera parte, se publicaron en un volumen en 2005 y los otros nueve han ido apareciendo en diversas revistas y se reúnen ahora por primera vez en esta nueva edición corregida, aumentada e ilustrada:
 
Hace cosa de unos años, después de un tropiezo con una de mis novelas, volví a recaer en la escritura de cuentos; primero de forma furtiva y vergonzante y luego de manera abierta y decidida. Al principio me engañaba diciéndome que solo iba a revisar algunos cuentos antiguos para reeditarlos, pero pronto empecé a añadir otros nuevos. Y aquí está el resultado.

La vida, la muerte y la literatura se cruzan en estas historias de muertos, fantasmas y aparecidos que son signos de la incursión de lo fantástico en lo real.  Y en torno al eje temático de la muerte, estos relatos tienden una red de relaciones para elaborar un divertimento metaliterario, para vincular el tema de la muerte a la literatura como lugar de encuentro entre los vivos y los muertos o para indagar en el misterio sobre la autoría de obras como el Lazarillo o el Quijote.

La relación del plagio con el asesinato; la revelación de la autoría del Quijote en un Toledo nocturno, subterráneo y secreto; o la del Lazarillo en una sesión de espiritismo; los muertos que vuelven porque en el Purgatorio no cabe ni un alma más o para desvelar el misterio de un oscuro crimen rural; los objetos con memoria y biografía, como el cáliz de cristal romano que fue depositario de un veneno por orden de Calígula en un asesinato frustrado, a diferencia de lo que ocurre con Unamuno, envenenado con un terrón de azúcar en su último café; la investigación de una fosa de la guerra civil que oculta una venganza reciente y una cadena de asesinatos; un narrador pardillo al que endosan un crimen tras un agitado viaje en tren; el secreto del amor que rejuvenece y mata; una alucinación en Venecia con Wagner, el Grial y Parsifal o tres encuentros dialogados con la muerte son algunos de los argumentos de estos relatos intensos, desarrollados con agilidad y resueltos con soltura y eficacia.

Su variedad tonal, entre la seriedad y la ironía, entre el humor y la erudición, y su diversidad de enfoques, desde el relato de misterio a la trama detectivesca pasando por el cuento gótico, es un constante homenaje a la literatura en sus temas, en sus alusiones o en sus guiños literarios al lector, en la presencia constante de libros y bibliotecas.
 
Santos Domínguez