26/11/21

Luis Alberto de Cuenca. Por fuertes y fronteras

 

 
Luis Alberto de Cuenca.
Por fuertes y fronteras.
Edición de Rodrigo Olay Valdés.
Reino de Cordelia . Madrid, 2021.

«No te quejes», escucho. «No te quejes»,
repite una y mil veces el gallo. Son las cinco
de la mañana. Estoy medio dormido.
«Quiquiriquí», tendría que cantar ese gallo,
pero canta otra cosa. ¡Ya puede prepararse
si me levanto y salgo! «No te quejes»,
insiste, «no te quejes», cada vez con más ganas.
Lo ha conseguido. No me quejaré.
¿De qué sirve quejarse?

Ese poema -'El canto del gallo'- abre la sección inicial (Animales domésticos) de Por fuertes y fronteras, un libro central en la obra de Luis Alberto de Cuenca que acaba de publicar Reino de Cordelia con edición de Rodrigo Olay Valdés.

Sigue creciendo así La biblioteca de Luis Alberto de Cuenca con la incorporación de este que es “uno de los libros más duros y desolados” del autor, como destaca Rodrigo Olay en la minuciosa propuesta de lectura que resume en el prólogo de esta edición.

Lo confirman poemas como esta Advertencia al lector:

Oyendo a Dinah Washington -son las diez de la noche
de un veintitrés de octubre- , se me ocurre decirle
al presunto lector de mi «literatura»
que procure evitarla como se evita a un huésped
molesto -un erudito, una rata en el baño- ,
y que si, por alguna razón que se me escapa,
quiere seguir leyendo, que entienda lo que lee
como lo que es: un grito (o un susurro) de angustia
y soledad.


Desde La caja de plata (1985) Luis Alberto de Cuenca había pasado de lo oscuro a lo claro para hacer compatible cultura y claridad en esa estética de línea clara que procede de la terminología del cómic y que se convirtió en una seña de identidad de la poesía del autor, hasta el punto de que ese, Linea chiara, era el título de la edición italiana de su poesía que se publicó en Bari en el año 95.

El año siguiente, en 1996, apareció la primera edición de Por fuertes y fronteras, que culminaba esa etapa central en la que se funden cultura y vida, comunicación y conocimiento, lenguaje poético y lenguaje cotidiano para dar lugar a una poesía figurativa que tiene sus referencias temáticas en asuntos como el amor, la memoria o la amistad, su marco espacial en los ambientes urbanos y sus modelos formales en la narratividad y el hiperrealismo.

Realidad y deseo, memoria y presente, lenguaje coloquial y alusiones cultas, vida y arte, experiencia y literatura dan las claves de una poética de la fusión que se canaliza en un cambio de tono y de sujeto poético, en el paso del culturalismo a una desenvoltura mundana compatible con el clasicismo. Fusiones que integran en una síntesis enriquecedora el cómic y la poesía helenística, a Euforión de Calcis y a Tintín, el jazz y la canción de gesta, y a Guillermo de Aquitania con Gerard de Nerval.

Rodrigo Olay resalta en su prólogo la narratividad coloquial de esta poesía que “podría verse como el cantar de gesta fragmentario del que es capaz un neotérico como él, que veló sus armas en el estudio y traducción de Calímaco: un cantar de gesta, eso sí, que integrase lírica, clasicismo, vanguardia, sutiles pastiches y directos epigramas. De ahí una visión matinal del mundo -a la que va asociado su «neoclasicismo feroz»- que los años no han llegado a ensuciar de «angustias y zozobras», y de ahí su aspiración, en fin, a la epopeya urbana.”

Poesía de línea clara y tono oscuro, porque la gravedad tonal se intensifica en Por fuertes y fronteras, un libro cuya meditada estructura narrativa de seis secciones con diez poemas cada una, sujeta a un hilo argumental y a un tiempo unitario, transcurre en una jornada, entre el canto del gallo y la puesta de sol y narra una experiencia de crisis que en la última parte (Paisaje después de la batalla) muestra un acusado sentido elegíaco.

La angustia y el desengaño, el desamparo y la soledad son los motores de una búsqueda interior, de un itinerario ascético de depuración espiritual y estilística que se levanta sobre los sueños perdidos, de integración fructífera, en suma, de literatura y vida, como en el desolado Brindis final, que termina con este verso de afirmación elegíaca:

¡Larga vida al fantasma del recuerdo!

Santos Domínguez