Joseph Roth.
La Cripta de los Capuchinos.
Edición y traducción de David Pérez Blázquez.
Biblioteca Cátedra del siglo XX. Madrid, 2020.
Nos llamamos Trotta. Nuestra estirpe procede de Sipolje, en Eslovenia. Digo esto porque no somos una familia. Sipolje ya no existe, desde hace mucho. Hoy forma, junto con varios municipios aledaños, una gran población. Es, como se sabe, el signo de estos tiempos. Las personas no son capaces de estar solas y se congregan en absurdos grupos. Luego, las aldeas tampoco saben estar solas, y entonces surgen agrupaciones absurdas. Los campesinos se marchan a toda prisa a las ciudades, y hasta las aldeas quieren convertirse enseguida en urbes.
Así comienza La Cripta de los Capuchinos, de Joseph Roth, en la estupenda traducción de David Pérez Blázquez que edita Cátedra en su colección Biblioteca del siglo XX.
Publicada en 1938, seis meses antes de la muerte de Roth, lo que la convierte casi en un testamento, y escrita en una situación personal desesperada, ya al borde del abismo, es su última gran obra, el complemento indispensable de La marcha Radetzky y una mirada desolada a un mundo que se desmorona definitivamente con el final de una estirpe simbolizada en esa cripta vienesa donde están enterrados los Habsburgo. Una mirada que se resume en la frase final del narrador cuando se encuentra cerrada la Cripta:
Y yo, un Trotta, ¿adónde voy a ir yo ahora?...
Como en La marcha Radetzky, donde utilizó la narración en tercera persona, Roth construye aquí un relato de forma autobiográfica sobre la peripecia personal del disoluto narrador-protagonista, Franz Ferdinand Trotta, último también de su estirpe, para ofrecer una imagen que refleja la disolución de la realidad histórica, social y cultural del Imperio Austrohúngaro:
No soy hijo de estos tiempos; de hecho, me resulta difícil no declararme abiertamente su enemigo. Y no es que no los entienda, como he afirmado a menudo. Eso es tan solo una excusa piadosa. Sencillamente, por pura comodidad, no quiero parecer grosero o resentido, y entonces digo que no los comprendo, cuando en realidad debería decir que los odio o que los desprecio.
Entre abril de 1913, en vísperas de la Primera Guerra Mundial que acabaría disolviendo el Imperio Austrohúngaro, y marzo de 1938, cuando Austria se incorporaba al Tercer Reich y las esvásticas ondeaban en las calles vienesas, transcurre un relato en el que la ironía cáustica disimula la profunda nostalgia de un Roth desarraigado de lo que Zweig definió como El mundo de ayer, sepultado en la Cripta de los Capuchinos con la dinastía habsbúrguica que lo representa.
La frivolidad del protagonista cuando joven en una Viena deslumbrante, su experiencia de la guerra en Galitzia, el cautiverio en Siberia o la Viena decadente del periodo de entreguerras son el telón de fondo sobre el que el narrador proyecta un mosaico de personajes y ambientes que representan la demolición del mundo de los Trotta o del propio Roth: el primo gorrón Branco, el judío Reisiger, el conde Chojnicki o el señor Von Stettenheim son algunas de las creaciones inolvidables de un novelista dueño en esos estertores creativos de un potente universo narrativo y crepuscular.
Anotada con imprescindibles aclaraciones que iluminan las referencias históricas sobre las que se sostiene la novela, esta edición va precedida además de un amplio estudio introductorio en el que David Pérez Blázquez recorre la vida y la obra de Roth antes de centrarse en el estudio de La Cripta de los Capuchinos, sobre la que afirma que “no es simplemente una secuela menor de La marcha Radetzky, ni una mera evocación del mundo idealizado de los Habsburgo, ni una condena a los acontecimientos de los años treinta, sino que también continúa desarrollando, con mayor intensidad si cabe, el diálogo entre el pasado y el presente comenzado con su obra maestra.”
Santos Domínguez