17/6/20

El caso de los asesinatos del Obispo


S. S. Van Dine.
El caso de los asesinatos del Obispo.
Traducción de María Robledano.
Reino de Cordelia. Madrid, 2020.

El príncipe de los detectives pedantes. Así definen María Robledano y Jesús Egido a Philo Vance, el sagaz detective creado por S. S. Van Dine, apócrifo de Willard Huntington Wright (Charlottesville, 1888 -Nueva York, 1939), en el prólogo -'Cuando Philo Vance instruyó a Sherlock Holmes'- que abre la edición de El caso de los asesinatos del Obispo, la cuarta entrega de la serie que publica Reino de Cordelia, con traducción de María Robledano.

En ese prólogo se explica que esta novela policíaca inspiró el clásico de Ágatha Christie Diez negritos

“El primer crimen se apoya, pues, en la canción de cuna ¿Quién mató a Cock Robin?, una fórmula que se irá repitiendo a lo largo del libro y que parece que tuvo éxito de público y de crítica, porque diez años más tarde, en 1939, Agatha Christie volvió a repetir el juego como argumento de su novela Diez negritos, que utilizaba una canción infantil más conocida en España como Yo tenía diez perritos: «Yo tenía diez perritos, / yo tenía diez perritos, / uno se perdió en la nieve. / No me quedan más que nueve. // De los nueve que quedaban, / de los nueve que quedaban, / uno se comió un bizcocho. ⁄ No me quedan más que ocho. // De los ocho que quedaban, / de los ocho que quedaban, / uno se metió en un brete. / No me quedan más que siete...». Y así, sucesivamente hasta quedarse sin ninguno, que es lo que va después de «no me queda más de uno».
La misma fórmula de la nana ¿Quién mató a Cock Robin? se repetirá en El caso de los asesinatos del Obispo con otras tonadillas de las Melodías de Mamá Oca: «Johnny Sprig», «Humpty Dumpty», «The Little Miss Muffet»...
Con la caída de cada perrito -negritos en el caso de Agatha Christie-, va muriendo un personaje en la novela de la dama del crimen, al igual que con cada nana de Mother Goose Nursery Rhyme van cayendo los de la novela de Van Dine. La Christie también copió otro elemento de la aventura de Philo Vance: todos los personajes son sospechosos, por lo que el asesino es incuestionablemente uno de ellos.”

Como las tres novelas anteriores que han aparecido en la misma editorial -El caso del asesinato de Benson, El caso del asesinato de La Canario y El caso de los asesinatos de los Greene-, fue llevada al cine en 1929, para aprovechar el enorme éxito de ventas de esos títulos en todo el mundo.

Refinado y cocainómano, Willard Huntington Wright ejerció como periodista, crítico literario y artístico. Se aficionó al género policial durante una cura de su adicción a la cocaína y escribió entre 1926 y 1939 una serie protagonizada por Philo Vance, un detective aficionado y diletante, erudito y coleccionista de arte, de mordacidad casi wildeana. Un millonario cínico e impertinente que es un trasunto parcial del autor. 

El narrador de la serie es Van Dine, asesor artístico y ayudante del detective, un atento observador que cumple aquí el mismo papel que Watson en las novelas de Sherlock Holmes. Y el inductor de las labores detectivescas de Vance es su amigo John Markham, fiscal del distrito de Nueva York, que le pone al corriente de una serie de crímenes rodeados de enigmas sin resolver, porque ni Markham ni el sargento de Homicidios Heath destacan por su sagacidad. 

El sofisticado trazado argumental en torno a misteriosos asesinatos, las referencias culturales, la agilidad narrativa y el eficiente manejo del diálogo están presentes ya como una seña de identidad en su primera novela policial, El caso del asesinato de Benson, que tuvo un éxito espectacular refrendado por las siguientes entregas, una por año hasta doce, que publicó Wright, siempre en torno a la figura del sofisticado Vance.

Además de un eficaz autor de novelas que renovaron esa narrativa policial, Wright es uno de los mejores teóricos del género. Aparte de con sus Veinte reglas para escribir historias policiacas, lo demostró con el estudio introductorio y las notas de la antología de Las más grandes historias de detectives del mundo (1928), que forman parte imprescindible del panorama crítico de la ficción de detectives.

Santos Domínguez