Pedro Sevilla.
Para cuando volvamos.
Poesía completa 1992-2018.
Renacimiento. Sevilla, 2018.
Si el mar, con su incesante rumor y sus caballos
de espuma, siempre vuelve;
si vuelve a los almendros, por enero, la flor,
y el azahar a marzo, y el trigo a los veranos,
cómo no volveremos, nosotros, por espejos
extraños, por caminos distintos, a la casa
de nuestra abuela Antonia,
con su anafe encendido, y sus macetas,
para matar hormigas
y tomar en sus muros el mismo sol de entonces.
De ese poema, Para cuando volvamos, dedicado a la memoria de su hermano, toma su título la edición de la poesía completa de Pedro Sevilla en la colección Calle del Aire de Renacimiento.
Abre el volumen la Poética que ha escrito como pórtico Pedro Sevilla, que explica en él el sentido de su poesía:
Desde el ridículo ateísmo a la trascendencia, he escrito mi autobiografía, que es la de todos, y resulta que ahora [...] me canso de introspecciones, de mi propia biografía, y quiero cantar el mundo sin mí, cantar a la luz o a la lluvia, o a la alta cigüeña que ama y cría en la torre barroca, o a la mata de poleo que nos guía con su olor.
Y aquí están estos más de treinta años de poesía que hablan de ustedes, de nosotros, de nuestras dudas e interrogaciones. Y que hablan, sobre todo, del tiempo que nos transita, donde podrán mirar, mirarse, al interior del alma, 'para que nos entiendan y nos entendamos.'
Poesía interrogativa y afirmativa, escrita con el temblor de la autenticidad, con el cálido peso de lo vivido en el ámbito cercano de lo familiar, lo doméstico y lo local, un ámbito tan cercano como el tono de esta poesía, escrita con unas pocas palabras verdaderas, por decirlo en términos machadianos, para anular los estragos del tiempo, “para eludir el angustioso túnel de la vida.”
En las tres décadas que recorre su poesía completa, Pedro Sevilla se ha ido asentando cada vez más en una escritura cordial e intimista, melancólica y celebratoria a la vez, iluminada por una luz juanramoniana, esa Luz con el tiempo dentro que utilizó como título de uno de sus libros, al que pertenecen estos versos de Sendero luminoso que contienen algunas de las constantes temáticas y tonales de su poesía:
Si pudieras ahora, en esta música,
recobrar por entero los días ya vividos
aun dando a la memoria su necesario diezmo
de mentiras piadosas, lo asumirías todo,
el dolor y la dicha,
como una gentileza de la luz:
esos días azules y ese sol de la infancia.
Es esta una poesía de tono confesional y meditativo, con un fondo elegíaco traspasado por el amor, la muerte y la memoria, un triángulo temático que se resume en el quevedesco título de su último libro, Serán ceniza (2016), al que pertenece este espléndido Aún hay sol en las bardas:
Tras un cruel verano de agujas y de fiebre,
preso en la estrecha cárcel del dolor,
huyendo de la muerte entre sábanas blancas,
y ángeles blancos y anestesias blancas,
qué bello es regresar
cuando inicia septiembre su colección de oros,
y emocionarse con las cosas que juntas son la vida:
el grávido planeta de un tomate que huele
a huerta fresca y tiempo;
el fulgor de este sol que aún nos hiere
o la cebolla que alguien
está friendo ahora en la cocina
y cruje perfumando de honradez nuestra casa.
Y bello, sobre todo, emocionarse con tus manos,
únicos pájaros
que he podido mirar este verano
y que ahora me enjugan
estas felices lágrimas del rostro.
Del doloroso episodio autobiográfico que evocan estos versos escribe también Pedro Sevilla en las prosas recordatorias de El amor es ahora, que publica en Jerez Libros Canto y Cuento, "un regreso a la fuente y la muerte" para "desenterrar a los muertos con el azadón embotado y torpe de las palabras", un memorial centrado en la figura de la madre y atravesado por el tiempo, la enfermedad y la muerte, pero también por la esperanza y la afirmación emocionada de la vida, el amor y la escritura como medios de salvación del olvido y de sus destrucciones.
Igual que en su poesía, iluminada siempre por la luz del corazón, la cercanía cordial, y el trato cuidadoso con las palabras. Lo resumen estas estrofas finales de Iglesia de San Francisco:
Y esa ha sido tu vida, no entender
nada si no te entraba directo al corazón,
si no te estremecían cuerpo y alma
la belleza y su claro aturdimiento.
En especial la luz, su prodigio amarillo
que te quitaba el miedo cuando niño
y que ahora te alumbra otros miedos peores.
Igual que en su poesía, iluminada siempre por la luz del corazón, la cercanía cordial, y el trato cuidadoso con las palabras. Lo resumen estas estrofas finales de Iglesia de San Francisco:
Y esa ha sido tu vida, no entender
nada si no te entraba directo al corazón,
si no te estremecían cuerpo y alma
la belleza y su claro aturdimiento.
En especial la luz, su prodigio amarillo
que te quitaba el miedo cuando niño
y que ahora te alumbra otros miedos peores.
Santos Domínguez