17/4/20

Ósip Mandelstam. Antología poética


Ósip Mandelstam.
Antología poética.
Edición de Jesús García Gabaldón.
Alianza Editorial. Madrid, 2020.

Vierten sangre las aortas, 
y en las filas, un susurro resuena: 
Yo nací en el noventa y cuatro, 
yo nací en el noventa y dos… 
y apretando en el puño el triturado 
año de nacimiento, en tropel, con la manada, 
cubierta la boca de sangre, susurro:
-Yo nací en la noche del dos al tres 
de enero del noventa y uno, 
año sin esperanza, y los siglos 
me rodean con el fuego.

Ese poema de Ósip Mandelstam, el final de la serie El soldado desconocido que abre el tercer Cuaderno de Vorónezh, es uno de los que forman parte de la amplia antología del poeta ruso que publica Alianza Editorial con edición, traducción, prólogo y notas de Jesús García Gabaldón, que considera este texto como “el poema más importante de Mandelstam.”

Se recogen en las páginas de esta antología abundantes muestras de sus libros La piedra y Tristia y de los Cuadernos de Moscú y los tres Cuadernos de Vorónezh, una muestra representativa de un poeta al que el autor de la edición define como “uno de los mejores poetas del siglo XX. Es un clásico en el más alto sentido de la palabra. Es un poeta extraordinariamente complejo, que concibe la poesía como expresión del pensamiento, como transformación de los instrumentos verbales, como metamorfosis de imágenes, como versificación y como respuesta del poeta a su época. Mandelstam es un poeta difícil de leer, que no da concesiones al lector, con quien, sin embargo, entabla un incesante diálogo, una lucha.”

Mandelstam pasó de la complejidad metafórica y la vaguedad decadentista del simbolismo a la sencillez expresiva, la línea clara y la desnudez verbal del acmeísmo que se manifiesta en sus dos primeros libros, en el esteticismo intimista proyectado en el paisaje de La piedra (1913) y en el cívico Tristia (1922), “el diario del poeta y de la revolución”, en palabras del traductor.

En esos dos libros Mandelstam entabla un diálogo existencial con la cultura europea y reivindica la tradición occidental en la búsqueda de una síntesis entre la cultura clásica y la cultura rusa.

A propósito de Tristia, escribe García Gabaldón: “Frente a la destrucción del pasado, Mandelstam se esfuerza justamente en efectuar una operación cultural restitutoria, consistente en interpretar el presente a través de la continuidad de la cultura occidental: Europa es una nueva Hélade, Rusia es Fedra, San Petersburgo es Venecia, Moscú es Florencia… Los paisajes y ciudades del Mar Negro (Feodosia, Táuride, Tiflis) son vistos como espacios de síntesis entre la cultura clásica y la cultura rusa. Espacios en penumbra, que iluminan, en un tono crepuscular y apocalíptico, la nueva era, sentida como ocaso de la libertad, muerte del hombre civilizado y agonía de la cultura, simbolizada en San Petersburgo (helenizado en Petrópolis) y en la poesía.”

Tras un largo silencio poético, Mandelstam vuelve a escribir poesía en 1930, pero desde su Epigrama a Stalin de noviembre de 1933 -"una sentencia de muerte en dieciséis versos", le advirtió su amigo Boris Pasternak- sufre un ostracismo que le impide volver a publicar, además de una serie de detenciones, destierros y confinamientos en campos de trabajo que le llevaron a la muerte cerca de Vladivostok a finales de 1938. Sus textos se conservaron en la memoria de su mujer, Nadiezhda, y no se editaron hasta después de la rehabilitación del poeta en 1987. 

Son el Cuaderno de Moscú, que recoge su poesía política entre 1930 y 1934, con una constante denuncia del terror totalitario del estalinismo, y los tres Cuadernos de Vorónezh, la ciudad universitaria donde estuvo desterrado entre 1935 y 1937. 

Esos cuadernos son un diario poético del destierro, “un canto final -señala el editor-, a modo de despedida y de afirmación vital” que parece seguir en su diseño tripartito el esquema ascensional de la Divina Comedia.

Del segundo de los Cuadernos de Vorónezh es este espléndido poema, escrito entre el 15 y el 16 de enero de 1937, cuya última estrofa podría haber firmado Rilke:

Aún no estás muerto. Aún no estás solo.
Con tu amiga vagabunda
gozas de la grandeza de las llanuras,
de la niebla, del frío y de la nevada.

Vive tranquilo y consolado
en la opulenta pobreza, en la poderosa miseria. 
Benditos son los días y las noches,
e inocente la dulce y sonora fatiga.

Infeliz aquel que, como su sombra,
teme el ladrido y maldice al viento.
Y miserable aquel que, medio muerto,
pide limosna a su propia sombra.

La complejidad simbólica y el tono oracular, la defensa de la memoria y la permanencia de los clásicos o la búsqueda de una síntesis enriquecedora de la tradición occidental y la cultura rusa son algunas de las claves de la poesía de Mandelstam, al que García Gabaldón define como “el más europeo de los poetas rusos, el más antiguo y el más moderno a la vez.”

Santos Domínguez