Beowulf.
Edición de Bernardo Santano Moreno.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2019.
En torno al sepulcro cabalgaron luego
los bravos guerreros, doce hijos de nobles,
su pesar mostraron, con fúnebre canto
al rey lamentaron y hablaron del hombre.
Loaron sus gestas y su gran valor,
su gloria exaltaron como así es debido
que ensalcen los hombres al caudillo amado,
que en su pecho lo honren, cuando llegue el día
en que de su cuerpo tenga que partir.
Los gautas aquellos, compañeros fieles,
así se dolían del fin de su líder.
De todos los reyes decían que él era
el más generoso y el de más clemencia,
gentil con sus gentes y ansioso de fama.
Así suena, con la música del dodecasílabo, el final del Beowulf en la versión que ha vertido al español desde el anglosajón original Bernardo Santano Moreno en su edición para Cátedra Letras Universales.
Esa música, marcada por la cesura que divide el verso en dos hemistiquios armónicos, es la que más se parece a la del verso original, de base tetramétrica. Y ese es uno de los méritos más relevantes de esta edición, pues facilita la lectura fluida en español de este largo poema épico de más de tres mil versos, en palabras de Bernardo Santano, “una de las más tempranas obras en lengua inglesa y, sin duda, también una de sus más elevadas cumbres literarias.”
Un poema al que Borges le dedicó páginas memorables, como las de Literaturas Germánicas Medievales, donde escribía:
Compuesta en el siglo VIII de nuestra era, la Gesta de Beowulf es el monumento épico más antiguo de las literaturas germánicas. [...]
Se ha dicho que es inadmisible comparar el Beowulf con la Ilíada, ya que ésta es un poema famoso, leído, conservado y venerado por las generaciones, y de aquél nos ha llegado una sola copia, obra de la casualidad. Quienes así razonan, alegan que el Beowulf es quizá una de tantas epopeyas anglosajonas. George Saintsbury no rechaza la posibilidad de que hayan existido tales epopeyas, pero observa que éstas ahora tienen la desventaja de no existir.
Además de los apéndices con las genealogías de los personajes y un mapa etnonímico, dos índices finales, uno antroponímico y otro etnonímico, facilitan notablemente la comprensión del texto y el seguimiento de una trama argumental a veces enrevesada.
A ese propósito de una lectura fluida contribuyen también la muy útil sinopsis inicial, la introducción y las notas de Bernardo Santano Moreno y Fernando Cid Lucas.
Introducción que aborda la problemática textual del poema: desde la historia del manuscrito del siglo XI que se conserva actualmente en la Biblioteca Británica a las dudas sobre su fecha de composición como poema oral, claramente muy anterior a la del manuscrito, las especulaciones sobre su autor, “un fantasma inasible”, aunque “era un poeta de indudable maestría”, tanto por la construcción de los versos aliterativos del poema como por su dominio del léxico, de la retórica, del formulismo y de las kennings características de la antigua poesía épica inglesa. Como en el caso del autor del Poema del Cid, posiblemente fuera un clérigo el autor de ese manuscrito; en todo caso, y puesto que las referencias religiosas son esenciales en la obra, era un poeta cristiano, alguien familiarizado con los ambientes aristocráticos y cortesanos que reflejaba los valores de una sociedad guerrera.
Aparecen en el poema todos los rasgos característicos de la epopeya medieval: la figura central del héroe, las pruebas de las que sale victorioso frente al monstruo Grendel, su madre y el dragón, el tono de exaltación de las virtudes bélicas, la aparición de elementos mágicos y sobrenaturales o la mezcla de realidad y ficción en una poetización narrativa que representa los valores del pasado heroico de una comunidad.
Santos Domínguez