29/4/19

Andrés Trapiello. Diligencias

Andrés Trapiello.
Diligencias.
Pre-Textos. Valencia, 2019.

“Nos trajo la asistenta el periódico con la reseña de X publicada hace días, tan puntual como todas las suyas. Si ese hombre tuviera que juzgar a ciegas la Ilíada o Hamlet también les pondría pegas. Tal vez sea la misma que la del año pasado. Nada que objetar: también mi libro es el mismo que el del año anterior, y yo soy el mismo que el que tenía diez años, y el que tenía diez años, el que soy ahora. Vuelve a repetir que este libro es una miscelánea de la que el lector ha de leer lo que le apetezca, saltándose el resto, cosa que por lo demás no afecta a la calidad del libro, ya que no se trata de ninguna novela. En esto insiste mucho, parece que le importa el nombre que se le dé”, escribe Andrés Trapiello en Diligencias, la nueva entrega de su Salón de pasos perdidos, una novela en marcha que es, como la vida que refleja, siempre igual y siempre distinta, y que naturalmente plantea una dificultad a quien cada año reseña sus nuevos capítulos.

Entre la lechuza de Hegel que levanta el vuelo en Nochevieja en el olivar oscuro de Las Viñas y las primeras violetas del final de año sobre la repisa de la chimenea, estas páginas que reflejan el transcurso imparable de la vida se refieren al año 2008 y en ellas, escritas diez años después, como el resto de las entregas, la distancia emocional que pone el tiempo suaviza las aristas del pasado o las resalta con la cercanía afectiva. 

Conviven aquí los retratos al minuto, el ámbito doméstico y el público, la vida social del escritor, el campo y la ciudad, la intrahistoria y lo insignificante, los temas de siempre de esta obra en marcha: los libros viejos y los descubrimientos en el Rastro, los análisis clínicos y el mundillo literario, con el morbo añadido de las iniciales descifrables y episodios que hacen una propuesta de complicidad al lector, convertido en espectador privilegiado de un carnavalesco baile de máscaras al que le invita cada año Andrés Trapiello, que huye de la literatura con una afirmación de la vida que pasa:

Yo no quiero hacer literatura. La literatura es sólo para los que no creen en la vida y sí, en cambio, en los suplementos literarios.

O intercala meditaciones y aforismos como estos dos, de tono muy distinto:

Por años que haya cumplido uno y se haga viejo, la nieve cae siempre en el corazón del niño.
Desgraciadamente, quien hace un aforismo hace ciento.

Esa diversidad tonal recorre las páginas de este libro, en las que la melancolía convive con un refinado sarcasmo para evocar episodios tan esperpénticos como este : 

No les convencía, porque se veía que tenían todos ellos ya formada una idea en la cabeza. Y si me atrevo con alguien, añadí, suele ser con alguien que puede más que yo. “No es verdad”, me refutó JR. Se hizo un gran silencio. Me recordó que en cierta ocasión había hecho el retrato de un amigo suyo, un buen hombre que se ganaba la vida ocupándose, a cargo de una mancomunidad de pueblos cordobeses, de organizar las actividades literarias de la comarca; temió que si los políticos que lo contrataban leían aquello, le quitarían las sinecura. Me acordaba. No siempre se acuerda uno de la gente a la que ha retratado. Al parecer, aquel retrato, bastante humorístico, le sumió en pesares y aflicciones. Vaya, lo siento..., me disculpé? ¿Pero perdió el trabajo?, pregunté. Ahora el apesarado y afligido era yo. No, me respondió JR., lo ascendieron, ha ganado premios y goza de la mayor consideración literaria y humana en aquella alegre región cordobesa. Respiré tranquilo, porque no es plato de gusto llevar la desgracia y el hambre a una familia. 
(...)
Siguió contando JR: aquel día, en el coloquio, como nadie se atrevía a romper el hielo, aquel hombre del que yo había hecho al parecer un retrato algo cruel, se decidió, para justificar al menos su sueldo:
- Sr. A., usted es seguramente el mejor guionista que ha dado el cine español...
A. aceptó el elogio con una somera cabezada, pero sin entrar en el regateo. 
-...y ahora una pregunta: el guión de Los santos inocentes...
A. dio un pequeño respingo. Había escrito unos quinientos guiones de cine, pero no ese. 
-... es probablemente uno de sus mejores guiones de la historia del cine español. ¿Cómo se sintió al adaptarlo de una gran novela? ¿Le representó especiales dificultades? 
A., que al parecer era un hombre tímido y educado, dijo en un murmullo apenas audible:
-Los santos inocentes es una gran película, me gusta muchísimo el guión, pero he de decir que no es mío, no lo escribí yo. 
La expresión de sorpresa y contrariedad del preguntante fue grandísima. Carraspeó un poco, se azaró algo, se puso un poco colorado, temió sin duda que si llegaba a oídos de las autoridades mancomunadas le quitaran, esa vez sí, aquel trabajo y se cerniera sobre su hogar la desgracia, el hambre, pero investido de la autoridad que le daba el haberle pagado el viaje y los emolumentos al entrevistado, encontró fuerzas para contraatacar:
- ¿Está usted seguro?

Santos Domínguez