12/4/19

Antonio Colinas. Sobre María Zambrano


Antonio Colinas.
Sobre María Zambrano.
Misterios encendidos.
Siruela. Madrid, 2019.

¿De dónde nace en el creador auténtico esa necesidad de soledad de la que brota la necesidad de escribir, la palabra que es revelación, la palabra nueva? Probablemente nazca del padecimiento de los humanos, obligado o consciente, del malestar de los enfrentamientos sociales, de la experiencia histórica que en ella fue especialmente perturbadora. Padecimiento revelado sobre todo por su partida obligada hacia el exilio. Porque María Zambrano dejará España al finalizar la Guerra Civil para emprender un peregrinaje por varios países de América y de Europa. Partida, sin rencor en el fondo, también tras su retorno, porque «solo en la soledad se siente la verdad». Y esa verdad primera y última es por la que siempre ha apostado su creación, su pensamiento. Búsqueda, pues, de lo oculto, de cuanto está más allá de lo que los ojos ven, pero en la medida en que esa soledad nos entrega y refleja lo verdadero, la realidad que metamorfosea lo provisional, incluso las más duras heridas del existir.
Estamos, por tanto, ante dos tipos de viajes —el obligado y el consciente— hacia el centro de sí misma. Dos viajes desesperados, un doble viaje, el interior y el físico, este último en distintas etapas: Cuba, México, Puerto Rico, París, Roma, La Pièce (Jura), Ferney-Voltaire, Ginebra. María Zambrano parece encontrarse concretamente en Roma con una soledad poblada y sonora, la que solo comunican las ciudades abiertas y con una rica tradición cultural universalizada, la de Europa; concepto este, como el de España, al que ella siempre fue fiel en vida y obra. Es obvio que, para el que sabe mirar hacia su interior y a la vez contemplar (templarse-con, decía fray Luis de León), también en una gran ciudad se puede encontrar una soledad fértil.

A descubrir ese viaje interior de María Zambrano hacia el centro se dirigen los veintiún ensayos que Antonio Colinas ha reunido en Sobre María Zambrano, el libro que publica Siruela en su colección Libros del Tiempo. 

Misterios encendidos es el significativo subtítulo de este volumen que explora la poética radical de María Zambrano y su concepción de la razón poética y de la palabra esencial como un itinerario hacia el conocimiento, en un viaje interior hacia la soledad y hacia el fondo de sí misma.

Lecturas y conversaciones jalonan el recorrido de Colinas por la obra de María Zambrano, por su voz órfica e inspirada, que creció en torno a la unión de pensamiento y sentimiento, de música y palabra, de razón y poesía como formas de conocimiento: desde la experiencia imborrable de la lectura de El hombre y lo divino a hitos como La tumba de Antígona, Claros del bosque o Filosofía y poesía.

Pero además de esa aproximación intelectual al pensamiento de María Zambrano, Colinas evoca en estas páginas su relación personal con ella. Porque ese viaje exterior tuvo en Italia una de sus más decisivas estaciones de paso, antes de instalarse en Ginebra, donde la conoció el poeta unos meses antes de que regresara a España a finales de 1984. 

Sobre esa relación personal escribe Antonio Colinas: 

El haber conocido a María Zambrano personalmente fue una experiencia insustituible en mi vida. La suya supuso ese tipo de presencia que nos permite decir que nuestra vida fue diferente porque hubo un antes y un después de nuestro encuentro con ella; de ese primer encuentro en el que pudimos apreciar la angustia del que vive en los límites. Su preocupación y sus dudas no se hallaban entonces, antes del retorno, en el pasado, sino en ese presente de la desposesión en los límites y de la lucidez mental.

Esa proximidad intelectual y amistosa le da una dimensión más intensa y profunda al recorrido de Antonio Colinas por algunas de las claves del pensamiento de María Zambrano: desde la experiencia de lo sagrado a una conversación de 1986 sobre la iniciación, pasando por la vinculación de su pensamiento poético con la escritura de San Juan de la Cruz, Machado y Unamuno, los lugares del exilio, su concepción de la razón poética como vía de conocimiento o su ejemplo intelectual:

Lo que María Zambrano persigue con esta actitud es una palabra esencial que testimonie sobre la realidad de siempre y, a la vez, sacie la sed de ser, de saber más; una palabra que conduzca a la esperanza. Para ello, la escritura debe abrir secretos, y cristalizará gracias a la perfección formal y a un contenido que resumirá unidades de saber esenciales. Aquí otra vez nos encontramos con los símbolos, con los de siempre, que el autor inspirado de cada época tiene obligación de revelar e interpretar. Ella necesita de los símbolos porque estos son los únicos que pueden abrir ‘el lenguaje de los misterios’. 

Santos Domínguez