10/6/13

Mal Lara. La Philosophía vulgar

 
Juan de Mal Lara.
La Philosophía vulgar.
Edición de Inoria Pepe Sarno
y José-María Reyes Cano.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2013

Cuando se cumplen los cuarenta años de su imprescindible colección de clásicos hispánicos, Cátedra edita La Philosophía vulgar, que el sevillano Juan de Mal Lara publicó en 1568, tres años antes de su muerte prematura.

Es uno de los grandes monumentos del Renacimiento español, lo que en la segunda mitad del XVI es tanto como decir una obra esencial del humanismo europeo. En la línea de Erasmo y sus Adagia, Mal Lara reunió en él una colección de 1001 refranes glosados, a los que habría que sumar otros trescientos que cita en sus comentarios.

Ya en su título funde esta Philosophía vulgar lo culto y lo popular, la tradición escrita y la oral, la erudición y la sabiduría tradicional para construir un libro en el que, como en la Anatomía de la melancolía de Burton, cabe el mundo entero. Porque en las glosas de los refranes Mal Lara habla de la religión y de los cornudos, de la familia y la mujer, de la sociedad y la pobreza, de los ambientes estudiantiles y de la vida urbana en aquella Sevilla que era puerto de Indias y moderna Babilonia, ciudad del comercio, patio de Monipodio y capital del crimen.

Aquel maestro sevillano –Menandro bético lo llamó Juan de la Cueva- que tuvo cátedra en la Alameda, algún encontronazo con la Inquisición y murió a los 44 años, tres años después de imprimir su Philosophía vulgar en la calle de la Sierpe, escribía en la dedicatoria a Felipe II:

Materia me pareció conveniente para ofrecer a reyes la Filosofía y escogí la vulgar que los vasallos de S. M. usan con la libertad concedida en sus casas, huertos y heredamientos, según se les deja gozar con la pacífica vida y defensión inexpugnable, contra todos los que se atreven a pensar de enojar al menor de los que debajo de la bandera de V. M. viven. Esta Philosophía vulgar saqué yo de los refranes castellanos, los cuales no creo serán tan peregrinos a los oídos del rey que no lo haya alguna vez oído, y aun usado en su lugar y tiempo, para allanarse enre los suyos y hacerles merced hablando en su lenguaje, que se usa en las tierras propias y heredadas con tan merecido título.

Y un libro tan monumental como este solo admite una edición como la que acaba de publicar Cátedra Letras Hispánicas, que es el brillante resultado de cuatro años de trabajo exclusivo de Inoria Pepe Sarno y José-María Reyes Cano.

Con más de mil quinientas páginas y un aparato crítico de más de cuatro mil quinientas notas a pie de página, este es un libro imprescindible para quien quiera adentrarse en la literatura y la visión del mundo del Siglo de Oro español.

Porque como Fray Luis de León y el resto del humanismo renacentista, Mal Lara maneja en sus glosas fuentes bíblicas, literatura clásica grecolatina, tradiciones orales y autores modernos españoles e italianos. Fuentes que analizan los editores en su arduo y espléndido estudio introductorio a partir del escrutinio de la librería de Mal Lara, vendida en almoneda.

Y si importante es conocer las fuentes de la Philosophía vulgar, aún más lo es destacar la influencia que esta obra tuvo en la literatura posterior. No se detienen los autores de esta edición a valorar esa irradiación, pero es seguro que de Cervantes a Tirso de Molina, de Góngora a Calderón, de Lope a Quevedo, los autores del segundo Renacimiento y del Barroco tienen una deuda impagable con este libro de Mal Lara y con esa síntesis fructífera de lo culto y lo popular que daría sus mejores resultados en la novela cervantina, en la poesía conceptista y en la comedia nacional.

Entrar en un libro como este es también entrar en una selva, por lo cual Mal Lara elaboró seis índices, seis Tablas que son brújulas para orientarse en esa densidad exuberante. A esas seis Tablas originales se suman en esta edición otros cuatro índices utilísimos que han elaborado los editores para facilitar la consulta rápida, el cruce de perspectivas distintas o el puro merodeo por el millar y medio de páginas de este volumen impresionante.

Santos Domínguez