22/6/13

Leopardi. Las pasiones


Giacomo Leopardi.
Las pasiones.
Edición e introducción de
Fabiana Cacciapuoti.
Traducción del italiano 
y epílogo de Antonio Colinas. 
Siruela. Madrid, 2013.


El sentimiento de la venganza es tan grato que, con frecuencia, uno desea ser injuriado para poderse vengar, escribe Giacomo Leopardi en una de las notas del Zibaldone di pensieri, el monumental diario que escribió el poeta de Recanati entre 1817 y 1832.

Como Schubert en música, Leopardi (Recanati, 1798-Nápoles, 1837) representa en poesía la síntesis de lo clásico y lo moderno en un estilo nuevo. Sus personalidades, atormentadas y complejas, propensas a la huida, crearon obras de asombrosa modernidad de lenguaje y de tono.

En 1827 Leopardi redactó una nota que tituló Tratado de las pasiones. Era un índice temático en el que señalaba los 164 fragmentos del Zibaldone que debían constituir esa unidad temática.

Esos fragmentos, ordenados según la nota autógrafa del poeta, son los que acaba de publicar Siruela en una espléndida edición preparada y prologada por Fabiana Cacciapuoti y traducida por Antonio Colinas, que ha escrito un breve epílogo para la ocasión.

Las pasiones eran un proyecto de libro porque sus temas son uno de los centros de interés del pensamiento y la obra de Leopardi, uno de los ejes vertebrales de las miles de páginas del Zibaldone. En estos fragmentos está el escritor sensible y lúcido, amargo y sutil que escribió algunos de los poemas más memorables del siglo XIX a la luz de una vela en sus noches de insomnio.

La idea central en la que insiste Leopardi es que el hombre moderno es indiferente a las pasiones o las vive con baja intensidad y contención frente al desbordamiento apasionado del hombre natural o a la armonía con la naturaleza del hombre antiguo.

Como en tantas otras zonas de su vida y su obra, Leopardi está en la frontera contradictoria e integradora que separa la actitud del hombre moderno de los comportamientos del hombre antiguo. Él, que no se siente moderno y sabe que sus modelos son anacrónicos, vive apartado del mundo en la biblioteca familiar en una actitud evasiva muy característicamente romántica que en su caso se intensifica por sus problemas físicos y su deformidad

Y desde esa tierra de nadie Leopardi analiza, antes que nada, sus propias pasiones y recorre la literatura y los modelos clásicos para ejemplificar o analizar el amor, el odio, la tristeza o la envidia ( Yo no he probado nunca la envidia en lo que atañe a asuntos  en los que me he creído hábil, como en la literatura, donde,  es más, he sido inclinadísimo a alabar), el miedo, la compasión (la única cualidad y pasión humanas que no posee en  absoluto mezcla alguna de amor propio), el valor o la gloria:

La gloria no es una pasión propia, en absoluto, del hombre primitivo y solitario. Sin embargo, la primera vez que un grupo de hombres se unió para matar a alguna fiera o por cualquier otro motivo en el que hubiese sido necesario un intercambio  de ayuda, aquel que mostró más valor se sintió llamado valiente  de manera sincera, y sin adulación por parte de aquella gente que aún no conocía este defecto. Dicha palabra le complació,  y así él, como cualquier otro espíritu magnánimo que hubiese estado presente, sintió por vez primera el deseo de alabanza. Y así nació el amor por la gloria. 

El de Leopardi, no solo en sus Cantos, también en su prosa, de la que este volumen es una inmejorable muestra, es el Romanticismo más profundo y por eso mismo el menos efímero y el más integrador, el que hace de él un clásico en el que el pesimismo y la angustia encuentran un doble consuelo en la serenidad contemplativa y en la armonía de la palabra. 

Santos Domínguez