Tomas Tranströmer.
Deshielo a mediodía.
Traducción de Roberto Mascaró.
Nórdica. Madrid, 2011.
Deshielo a mediodía.
Traducción de Roberto Mascaró.
Nórdica. Madrid, 2011.
Deshielo a mediodía se titula la antología de Tomas Tranströmer (Estocolmo, 1931) que publica Nórdica en edición bilingüe con traducción de Roberto Mascaró.
Deshielo a mediodía es un poema que forma parte de El cielo a medio hacer, que fue el título elegido para la selección que editó también Nórdica el año pasado.
Complementarias entre sí, se reúnen en estas dos antologías cincuenta años de escritura de uno de los referentes vivos de la poesía europea y reciente Premio Nobel de Literatura. Desde su primer libro, 17 poemas (1954), hasta los haikus de El gran enigma (2004), Tranströmer ha ido sometiendo a su obra a un riguroso proceso de depuración y de interiorización sobre un fondo crecientemente elegiaco.
Por encima de esa evolución, estos dos volúmenes permiten apreciar la coherencia del mundo poético de Tranströmer, construido sobre una serie de temas constantes y de potentes imágenes: la naturaleza animada y el silencio, el tiempo y las estaciones, la música y la mirada sobre el paisaje, los bosques y la ciudad, la memoria que une a los vivos y a los muertos.
La poesía de Tranströmer cimenta su unidad en una tensión permanente de tendencias contradictorias que completan un panorama de desgarramientos y contradicciones. Esa tensión estaba ya en uno de sus primeros libros (Secretos en el camino) y en el final visionario de uno de sus mejores textos, Izmir a las tres:
Es una poesía intermedia entre la esperanza y la desolación, entre la voluntad de vuelo hacia la nube y el ímpetu minero de ahondar en lo subterráneo, entre las alas y las raíces:
El humo, con su doble simbología terrestre y aérea, se convierte así en una de las metáforas persistentes en estos poemas, que presentan un mundo solitario entre la noche y el amanecer y expresan la contradicción del sol alto sobre el hielo, el contraste de los espacios abiertos y cerrados, de la luz y la sombra, la distancia entre quienes están fuera y quienes están dentro, desde un espacio intermedio que salva la mirada entre los túneles y los astros:
Deshielo a mediodía es un poema que forma parte de El cielo a medio hacer, que fue el título elegido para la selección que editó también Nórdica el año pasado.
Complementarias entre sí, se reúnen en estas dos antologías cincuenta años de escritura de uno de los referentes vivos de la poesía europea y reciente Premio Nobel de Literatura. Desde su primer libro, 17 poemas (1954), hasta los haikus de El gran enigma (2004), Tranströmer ha ido sometiendo a su obra a un riguroso proceso de depuración y de interiorización sobre un fondo crecientemente elegiaco.
Por encima de esa evolución, estos dos volúmenes permiten apreciar la coherencia del mundo poético de Tranströmer, construido sobre una serie de temas constantes y de potentes imágenes: la naturaleza animada y el silencio, el tiempo y las estaciones, la música y la mirada sobre el paisaje, los bosques y la ciudad, la memoria que une a los vivos y a los muertos.
La poesía de Tranströmer cimenta su unidad en una tensión permanente de tendencias contradictorias que completan un panorama de desgarramientos y contradicciones. Esa tensión estaba ya en uno de sus primeros libros (Secretos en el camino) y en el final visionario de uno de sus mejores textos, Izmir a las tres:
Cuando las tres de la tarde fueron pisoteadas bajo cascos
y la oscuridad palpitaba en la pared de la luz,
la ciudad se arrastraba a las puertas del mar
y relucía en el prismático del buitre.
y la oscuridad palpitaba en la pared de la luz,
la ciudad se arrastraba a las puertas del mar
y relucía en el prismático del buitre.
Es una poesía intermedia entre la esperanza y la desolación, entre la voluntad de vuelo hacia la nube y el ímpetu minero de ahondar en lo subterráneo, entre las alas y las raíces:
El amanuense está a medio camino en su imagen,
y allí va él, a la vez topo y águila.
y allí va él, a la vez topo y águila.
El humo, con su doble simbología terrestre y aérea, se convierte así en una de las metáforas persistentes en estos poemas, que presentan un mundo solitario entre la noche y el amanecer y expresan la contradicción del sol alto sobre el hielo, el contraste de los espacios abiertos y cerrados, de la luz y la sombra, la distancia entre quienes están fuera y quienes están dentro, desde un espacio intermedio que salva la mirada entre los túneles y los astros:
Miramos hacia arriba: el cielo estrellado a través de la reja de la alcantarilla.
Santos Domínguez